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1.-Introducción. 
1.1.-El propósito de este trabajo. La elección del tema.
En esta PAC2 de la asignatura de Historia del Arte Universal (II) se nos 
proponen tres temas de estudio, centrados en el Barroco: la Roma barroca, la 
pintura en los Países Bajos y la pintura y escultura en el Siglo de Oro 
español. 
La elección ha recaído en la segunda propuesta, por diversos motivos que se 
exponen brevemente. En primer lugar, en la PAC1 ya se trató de un tema 
italiano, por lo que parece conveniente cambiar de entorno. El estudio del Siglo 
de Oro español parece, en comparación con el de Flandes y Holanda, demasiado 
concreto. Así pues, la opción relacionada con los Países Bajos en el 
Siglo XVII aúna variedad e interés, y por ello es la que se desarrollará. 
También debe decirse que una muy reciente visita al Rijksmuseum en Amsterdam ha 
vuelto a despertar el interés por dicho tema, ya antiguo y basado en las obras 
(retrato y paisaje esencialmente) vistas directamente en el Museo del Prado, en 
el Thyssen-Bornemisza, en el Louvre, en la National Gallery en Londres,... No 
hay duda de que se estudia mejor lo que se ama, y se ama mejor lo que se 
estudia... 
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1.2.-El marco general. Los contextos.
Con el fin de enmarcar correctamente el entorno en el que se va a 
desarrollar el presente trabajo, trataremos de dar una panorámica de la 
situación general en el territorio. Evidentemente, no podemos remontarnos a 
los orígenes, ni hablar de la colonización romana, ni de las implicaciones 
alemanas en el territorio a través del Sacro Imperio Romano... De manera un 
tanto arbitraria, pero que tiene un claro sentido en el ámbito renacentista 
estudiado en el trabajo anterior, marcamos el inicio de nuestra descripción en 
el año 1433, momento en el cual el Duque de Borgoña unifica el territorio 
que comprende, a grandes rasgos, lo que hoy llamamos Holanda (al norte) y 
Bélgica/Flandes (al sur). En aquel momento se habla más bien de Neederland, 
“la tierra baja”, por los motivos que bien conocemos, debidos a su 
permanente pelea con el nivel del agua del mar que la rodea.r2 
El 
período borgoñón logra crear una conciencia de país independienter3, 
que antes no existía, y produce un enorme desarrollo económico, social 
y artístico. En ese Siglo XV, Amsterdam, con su gran puerto, se convierte en el 
centro motor de la economía del territorio, y su actividad marítima tiene un 
reflejo evidente en las relaciones con el resto de Europa. 
En 
el Siglo XVI, tras una compleja historiar4 
de herencias y enlaces matrimoniales, los Países Bajos están bajo el gobierno 
de la dinastía de los Habsburgo, inicialmente con Carlos V de Alemania y I de 
España, quien en 1549 estableció (mediante la llamada Pragmática Sanción) 
que dicho territorio -agrupado en 17 Provincias- fuese una unidad territorial 
con una cierta autonomía respecto del resto del dominio de los Habsburgo. En 
1555 el poder real pasa a Felipe II, quien emprende una política de contención 
de las aspiraciones de independencia, muy posiblemente en el marco general del 
conflicto católico/protestante que en ese momento y en ese lugar es 
especialmente activo. Se sientan así las condiciones para el enfrentamiento, 
que podemos decir que comienza en 1568 y acaba en 1648 (la guerra de los 80 
años), un enfrentamiento en el que rápidamente (1579-1581) se produce la 
escisión entre las provincias del Norte y las del Sur, escisión que es el 
embrión de la situación política actual. Y no cabe duda de que el 
principal factor que delimita esa separación es el religioso 
(protestante/calvinista al Norte, católico al Sur), junto con el factor 
económico, más volcado al comercio marítimo el Norte y más interesado en las 
relaciones comerciales terrestres el Sur. 
La 
guerra en los Países Bajos siempre se asocia con España, pero no debe 
olvidarse la implicación de Inglaterra y Francia, ambas con intereses en la 
zona, tanto marítimos como terrestres. La propia dinámica de la guerra asentó 
ya definitivamente la escisión: en el Norte, las 7 Provincias Unidas situaron 
su capital en La Haya, y en el Sur, el resto del territorio, los Países Bajos 
Españoles o de los Habsburgor5, 
situó su capital en Bruselas. La economía y la sociedad se resienten 
fuertemente por el conflicto, y se buscan (no siempre de manera unánime...) 
soluciones pactadas a la contienda. Así, se firman tratados de paz con Francia 
en 1598 y con Inglaterra en 1604, y con España se pacta una tregua, la llamada 
de los 12 años, en 1609. 
Entramos así en el Siglo XVII, marco temporal de nuestro estudio. La situación 
en los dos territorios es de una “tensa espera”, ya que parece evidente que 
la aparente calma no será definitiva. Y así sucede: en 1621 se reanudan 
las hostilidades, y bajo el reinado de Felipe IV, se reconoce la
independencia de las 7 Provincias del Norte en el Tratado de Münster en 
1648, permaneciendo las del Sur bajo dominio español. Por comodidad, 
podemos llamar Holanda a las 7 Provincias del Norte, y Flandesr6 
(o Bélgica) a los Países Bajos Españoles del Sur. 
La 
evolución de ambos países (ya pueden llamarse claramente así...) tropieza, 
durante todo el resto del Siglo XVII, con los afanes de conquista de Francia, 
con la que de una manera u otra están en conflicto permanente. Ya en en 
Siglo XVIII, la Guerra de Sucesiónr7 
Española tiene como consecuencia la entrega de Flandes a Austria (a través del 
Elector de Baviera), ratificada por el Tratado de Utrechtr8 
en 1713-1715. Con este Tratado, que realmente cambió de manera drástica la 
evolución política europea (y la de sus colonias...) podemos cerrar el Siglo 
XVII, en el que nos moveremos a partir de ahora. 
Tenemos entonces delante nuestro una polarización entre los dos países, 
Holanda y Flandes/Bélgica, que se pone claramente de manifiesto en primer 
lugar en el terreno religioso1. 
La reforma protestante, en su variante calvinista, ha triunfado en Holanda, 
mientras que el catolicismo pervive en Flandes, también en parte por la 
influencia francesa. El calvinismo holandés explica en gran parte las pasiones 
desatadas por el poder, ya que se subdivide en dos grandes ramas, la gomarista y 
la arminiana, con diferencias sutiles sobre la predestinación y su relación 
con el comportamiento humano. Los campesinos, más estrictos en sus opiniones, 
se enfrentan así a la burguesía, un tanto más flexible, consiguiendo esta una 
cierta ventaja (en gran parte, debida a su poder económico) y logrando imponer 
a Mauricio de Nassau como jefe del gobierno. 
Esa 
polarización se manifiesta también en lo económico, que en Holanda al menos 
va fuertemente ligado a lo social y a lo político. Holanda prospera 
enormemente, y se convierte en una potencia marítima, predecesora de 
Inglaterra. El motivo es, paradójicamente, la situación permanente de 
conflicto bélico, fuente de riqueza por muchos motivos: saqueo de las colonias 
portuguesas y españolas, construcción de barcos, control de las rutas 
comerciales y de los flujos financieros... En realidad, la guerra con España (a 
pesar de la leyenda que la rodea...) no fue especialmente sangrienta, y ello 
permitió que en ambos territorios se pudiese acumular riqueza, y así asistir a 
un espectacular auge del arte2 
(Rubens y Van Dyck por un lado y Rembrandt y Vermeer por otro podrían ser los 
paradigmas de ello...) 
Pero 
no es oro todo lo que reluce, y en esa época de esplendor ya se vislumbraba que 
la situación no podía perdurar3. 
Por un lado, los intereses económicos marítimos de Holanda acabaron tropezando 
-inevitablemente, en mi opinión- con los de Inglaterra, y la desproporción de 
medios era un lastre insalvable. Aunque, en realidad, el golpe más fuerte al 
imperio marítimo holandés vino dado por las “Actas de Navegación” 
inglesas, en virtud de las cuales se prohibía el comercio de mercancías 
extranjeras en barcos no ingleses en la metrópoli y en las colonias... Por otro 
lado, en el frente terrestre, no podía mantenerse indefinidamente la 
contención a la presión francesa, por más que Holanda usase a Flandes como 
una especie de “tierra de nadie” defensiva. Un territorio pequeño, una 
población pequeña, y unos vecinos potentes con importantes conflictos de 
intereses llevaron a la decadencia. Pero del Siglo XVII en Holanda y 
Flandes conservamos, al menos, una herencia artística importantísima, una 
parte de la cual (la pictórica) estudiaremos más adelante. Y no sólo eso ha 
quedado de aquel momento de esplendor, ya que en la actualidad aún puede 
detectarse (especialmente en Holanda) la actitud hacia el trabajo bien hecho, la 
seriedad en las relaciones sociales y económicas, la estabilidad en creencias y 
actitudes,... que hacen de estos países un paradigma de lo que puede ser un 
estado del bienestar (con todos los matices que deban hacerse...) 
Los 
problemas podríamos decir “domésticos” del territorio de nuestro interés 
se enmarcan, indudablemente, en una Europa inmersa en un cambio esencial: la 
pretendida hegemonía española (aspiración última de Felipe II) da paso 
al intento hegemónico francés, que a su vez será sustituido por el 
inglésr9. 
La Europa del Siglo XVII se ve sacudida por conflictos armados de manera 
continua, cuyo punto álgido puede establecerse, sin temor a equivocarnos, en la 
Guerra de los 30 Años (1618-1648) , una contienda de profundas consecuencias 
políticas y sociales, cuyo principal origen era la discrepancia religiosa. El 
calvinismo y la contrarreforma católica no salieron incólumes de este 
conflicto, que también escondía en su seno la pugna entre las monarquías 
absolutistas aún imperantes y la burguesía que iba haciendo del capitalismo su 
manera de enfrentarse a los nuevos tiempos. En realidad, las vicisitudes 
holandesas y flamencas que ya hemos descrito no son más que un ejemplo 
paradigmático de la evolución política, del desarrollo del capitalismo y de 
la expansión colonial que, a otra escala, se verían en Europa. Una Europa, por 
cierto, casi íntegramente monárquica, con las únicas excepciones de la 
república holandesa y el caso atípico de la confederación helvética. Una 
Europa con serios problemas económicos en general, con una notable caída 
demográfica (debida a la guerra, sin duda, pero también a la emigración a las 
Indias y a la decadencia económica) , problemas que fueron encarados y -más o 
menos- resueltos de muy diferentes formas. En particular4, 
y dado que es el foco de nuestro estudio, decir que Holanda (y un tanto también 
Inglaterra) abordaron y resolvieron esos problemas de manera que podemos tildar 
de liberal-capitalista, dando el papel preponderante a la naciente burguesía 
adinerada en el control económico del país y estableciendo un sistema 
parlamentario posiblemente único en la Europa del momento. Sin duda, todo 
ello se verá reflejado en las manifestaciones artísticas, dado que 
-recordémoslo una vez mas- el arte no es más que otra de las manifestaciones 
de la expresión humana, y por ello está totalmente (o al menos, muy 
fuertemente) imbricado con el entorno económico y social que hemos apuntado. 
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1.3.-De qué hablamos cuando hablamos del Barroco. 
Hemos dejado atrás 
los dos siglos en los que el Renacimiento y el Clasicismo (sin olvidar en 
absoluto el Manierismo) pusieron el acento en el Hombre. El Humanismo, junto con 
la idealización de lo clásico, fue el motor esencial de la revolución en las 
artes que supuso el movimiento renacentista. Pero ningún movimiento artístico, 
por la propia definición de movimiento, puede estancarse, dado que la presión 
del entorno en el que se desarrolla le obliga a ello. El Manierismo ya había 
apuntado una reacción anticlásica, en oposición al canon de belleza 
desarrollado por el Renacimiento y el Clasicismo, y se convirtió así en el 
caldo de cultivo en el que apareció lo que hoy llamamos Barroco (que, como 
otras veces, tuvo un cierto sentido peyorativo). El Manierismo empieza a morir 
tras las aportaciones de artistas italianos como la familia de los Carracci o de 
Caravaggio, y se abre así la puerta al Barroco. 
Si siempre es 
difícil caracterizar con exactitud un movimiento artístico, en el caso del 
Barroco aún lo es más, debido a su
multiplicidad de formas y actitudes. La palabra Barroco es en sí misma 
ambigua, pues la usamos para identificar toda una época (desde el 1600 hasta 
los finales del siglo XVIII) cuando en realidad se agrupan bajo ella multitud de 
artistas que deberían, por sí solos, dar otro nombre al movimiento al cual les 
adscribimos. Y dentro de esa misma época debemos incluso diferenciar dos 
momentos, el propiamente Barroco del Siglo XVII y su “apoteosis” en el Siglo 
XVIII que llamamos Rococó (también con un cierto aire despectivo) Y hay que 
señalar que no es estrictamente correcto hablar del Rococó como una 
extensión/evolución final del Barroco, sino que debe considerársele como un 
estilo independiente. 
í pues, tenemos al 
Barroco delimitado en el Siglo XVII, “emparedado” entre el Manierismo (que 
no era una extensión del Renacimiento ni del Clasicismo) y el Rococó (que no 
es una extensión del propio Barroco). Y para caracterizarlo sólo se me ocurre 
hablar de él
contraponiéndolo con lo estudiado en el Renacimiento, de manera que 
podamos expresar mejor lo que se esconde bajo esa palabra. 
De manera 
general, podemos recordar que el Renacimiento se 
basaba esencialmente en la razón, apelando a ella para “convencer” a los 
que contemplaban sus obras. Pues bien, lo que observamos en el arte llamado 
Barrocor10 
es que se basa en los sentidos en vez de en la razón, y lo hace así no para 
convencer de nada de manera racional y lógica, sino para asombrar al que lo 
contempla. Donde el Renacimiento ponía equilibrio y mesura, el Barroco pone 
movimiento y desmesura; donde el Renacimiento ponía sobriedad, el Barroco pone 
exuberancia y teatralidad; donde el Renacimiento ponía lógica y razón, el 
Barroco pone sensualidad y movimiento; donde el Renacimiento ponía sencillez y 
orden, el Barroco pone complicación y desorden.5 
 
Además, el Barroco 
vuelve en cierta manera al concepto medieval de “obra total”r11, 
en la que todas las artes (arquitectura, escultura y pintura) se aúnan de 
manera conjunta, lejos de las concepciones renacentistas anteriores, con sus 
clara delimitaciones al respecto. Las composiciones renacentistas eran simples y 
sus partes estaban claramente diferenciadas, y no es así en el Barroco, donde 
la multiplicidad de formas produce obras muy abiertas, en las que todas sus 
partes se mezclan de manera que no pueden separarse unas de otras. No es la 
primera vez que vemos esta contraposición entre lo clásico y lo barrocor12 
(usando ahora ambas palabras en un sentido muy general); así, en el Siglo XIV 
hemos visto cómo se van abandonando los conceptos medievales y se prepara el 
Renacimiento del Siglo XV; en el Siglo XVI ve el fin del Renacimiento y la 
preparación del Barroco del Siglo XVII; el Siglo XVIII agota las posibilidades 
del Barroco y da paso al Neoclasicismo... (y, aunque sea quizás adelantarnos, 
la gran variedad de movimientos artísticos del Siglo XIX condujeron al Siglo 
XX, momento en el que se me hace difícil hablar claramente de ningún 
“ismo” preponderante) Pero hay que ser muy cuidadosos en el momento de 
hablar de esas contraposiciones entre el clasicismo y el barroco, ya que en el 
mismísimo siglo XVII, por ejemplo, hay obras -muchas obras- que no pueden 
encajarse ni en uno ni en otro, como podemos ver en el realismo6 
practicado por los pintores de los Países Bajos.. 
El momento 
histórico en el que se desarrolla el Barroco hemos visto ya que era bien 
confuso, por no decir caótico. Y ello se refleja claramente en ese desarrollo. 
Así, suele aceptarse que el Barroco nace en Romar13, 
(de la mano de Borromini, Bernini,...) floreciendo entre 1630 y 1670, 
prolongándose hasta bien entrado el Siglo XVIII, expandiéndose por toda 
Italia. Pero su expansión no fue cronológicamente ordenada ni geográficamente 
coherente7, 
y así nos encontramos con obras barrocas muy tardías y con la coexistencia de 
estilos dentro de una misma zona y con la disparidad de estilos entre las 
diferentes artes de un mismo país... Le cuesta al Barroco, ciertamente, 
encontrar esa unidad expresiva característica de los diferentes estilos (que, 
en realidad, cuando se alcanza suele anunciar ya sus postrimerías) y quizás 
hay que esperar a ver construirse el Palacio de Versalles (Luis XIV, último 
tercio del Siglo XVII) 
 
Y todo ello se 
enmarca en la Europa en guerra que hemos visto anteriormente, pero que, de 
manera bien notable, no impidió sino que en gran manera favoreció los 
intercambios artísticos y culturales. El Barroco es, ciertamente, una 
manifestación expresiva que se enraíza fuertemente con las características y 
la idiosincrasia de cada país europeo, por lo que hace lógico y necesario el 
viajar, el trabajar en otros países, el aprender lo que en otros lugares se 
está haciendo... Así, podemos recordar que Rubens, por ejemplo, trabajó en 
Italia, Francia, España, Inglaterra... 
 
Vemos pues que el 
Siglo XVII se nos presenta en Europa occidental como un momento histórico 
extremadamente convulso, una época de fuertes cambios en todos 
los aspectos de la vida del hombre, con una expresión artística muy 
prolífica y muy ligada a las características de cada país. 
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1.4.-El Barroco en Holanda y Flandes.
Antes de entrar ya en el estudio de la pintura en ambos 
países durante el período barroco, trataremos de dar una pincelada de las 
artes en el entorno del Siglo XVII en ellos, con el fin de relacionarlas en lo 
posible. 
 
La arquitecturar14barroca 
-en la que no podemos entrar en detalle8- 
se suele calificar de recargada, retórica, discursiva... Debemos tener en 
cuenta dos factores en el momento de abordar una obra arquitectónica de la 
época: por un lado, la Guerra de los 30 Años supuso, literalmente, una gran 
renovación en la arquitectura de muchas ciudades, y, por otro, la religión 
siguió teniendo un peso considerable (sobre todo en el mundo católico) en las 
concepciones y encargos arquitectónicos. 
La arquitectura se imbrica en un concepto nuevo del urbanismo9, 
en el que las ciudades se ponen al servicio de las necesidades de sus 
habitantes. Y así vemos desarrollarse 
dos tipos de ciudades, la ciudad mercantil (Amsterdam, en Holanda, puede ser 
un buen ejemplo, con variedad y libertad expresiva) y la ciudad burguesa (que 
podemos ver representada por Londres, en Inglaterra, uniforme y con una 
expresividad un tanto monótona) 
 
Las controversias religiosas entre protestantes y católicos tendrán también 
un reflejo en las obras arquitectónicas desarrolladas bajo ambos puntos de 
vista. Así, veremos una arquitectura católica 
rica, incluso fastuosa, pensada tanto para el recogimiento sacramental como para 
la persuasión doctrinal, de manera que se presentará muchas veces con 
características contradictorias. Y veremos también una arquitectura austera, 
incluso pobre, en el mundo protestante. En los países que estudiamos vemos 
claramente esa diferencia entre arquitecturas, y así la arquitectura religiosa 
holandesa nos parece muy pobre comparada con la realizada en Flandes, de 
influencia claramente italiana10, 
y desarrollada en buena parte de la mano de los Jesuitas. Estos aportaban en sus 
construcciones las pautas desarrolladas en su “casa madre”, la iglesia de 
Il Gesù11 
en Roma, y así vemos cómo en realidad en Flandes se sigue construyendo con los 
patrones del gótico tardío, provocando así una dicotomía entre las 
estructuras (góticas) y las decoraciones (barrocas). 
Sint-Walburgakerk12 
en Brujas (1619), Sint-Pieterskerk13
en Gante (1629),
Sint-Carolus Borromeuskerk14 
en Amberes (1615), obras todas ellas de Pieter Huyssens15, 
pueden ser buenos ejemplos de lo que se ha expuesto. Por el contrario, en 
el entorno calvinista holandés no se dará 
en absoluto esa exuberancia flamenca, y los exteriores e interiores mantendrán 
más conexiones con el mundo clásico que con el mundo barroco del momento16, 
influenciados también por el Tratado
(I 
quatro libri dell'architettura) 
de Andrea Palladio17. 
Como ejemplos relevantes podemos citar los vistos recientemente en Amsterdam: la 
casa Coymans18 
(1624, Coymanshuis) 
de Jacob Van Campen19, 
el Ayuntamiento/Palacio Real20 
(1648, Stadhuis) 
también de Van Campen, la casa Trippen21 
(1662, Trippenhuis) 
de Justus Vingboons22... 
Hay que volver a 
señalar que en una época de grandes cambios y conflictos, muchas veces es 
erróneo tratar de clasificar con exactitud alguna obra en concreto, y de ello 
hay múltiples ejemplos en Holanda... por ejemplo, el ya citado Stadhuis 
en Amsterdam se puede decir que tiene mucho más de clasicismo que de barroco, 
pero no debe despreciarse este segundo enfoque artístico, basta con observar la 
muy barroca decoración de las dos fachadas principales... Y la famosa Iglesia 
del Oeste23 
(1620, Westerkerk) se construye en un entorno supuestamente clasicista 
por Hendrick de Keyser24 
(completada por su hermano Pieter de Keyser) pero en un estilo que puede 
relacionarse con el manierismo alemán más que con el clasicismo palladiano. 
Eso sí, su interior25 
responde exactamente a las necesidades de la predicación, sin adornos de 
ningún tipo que puedan distraer a los asistentes... 
Respecto a la
escultura barroca poco diremos que no pueda deducirse de lo anteriormente 
expuesto en el caso de la arquitectura: hay una gran diferencia entre el enfoque 
católico y protestante respecto a la necesidad de las representaciones 
escultóricas, y de ahí que la producción estatuaria pueda decirse que es casi 
exclusivamente un fenómeno católico26. 
Y, sin temor a equivocarse, puede decirse que hay un antes y un después de la 
figura del polifacético escultor napolitano afincado en Roma, Gian Lorenzo 
Bernini27. 
Sin entrar en el tema de la escultura barroca en general, sí podemos decir que 
los temas abordados por Bernini son los propios del imaginario católico del 
momento, y que su actividad (no sólo escultórica...) puede considerarse el 
arquetipo de un artista consagrado totalmente al ámbito religioso. 
Tanto en Flandes 
como en Holanda, la escultura tendrá un peso muy inferior al de cualquiera otra 
de las artes: en Flandes porque en realidad se limita a seguir las influencias 
italianas, sin que se desarrolle una escuela autóctona de relevancia. Y en 
Holanda, sencillamente, porque apenas existe. 
así llegamos al 
punto que hará de bisagra entre la introducción al trabajo y el estudio 
propuesto: la pintura en Holanda y Flandes. De manera muy amplia, podemos 
afirmar que es el naturalismo/realismo el hilo conductor de toda la 
pintura barroca, y los Países bajos no serán una excepción. Un naturalismo28 
que hará florecer en la pintura los sentimientos, la expresividad de los 
personajes, el realismo de lo representado... 
Antes de entrar en 
el estudio concreto de la pintura en Holanda y Flandes, recordaremos otra vez 
que la diferencia esencial entre ellos viene marcada por los diferentes entornos 
religiosos en los que se moverá la producción artística. Y así, en 
Flandes29 
(como en todo el orbe católico) la pintura será un “producto” destinado a 
la monarquía, la aristocracia y la iglesia católica, una “trinidad” mucho 
más real que la del dogma. Los temas que trate estarán totalmente 
condicionados por esos destinatarios, y veremos temas religiosos, mitológicos 
reinterpretados, retratos oficiales,... Mientras tanto, el mundo protestante30, 
uno de cuyos paradigmas puede considerarse Holanda, discurre por un 
camino totalmente distinto. El principal destinatario ya no es la iglesia (que 
no decora el interior de sus iglesias) ni los nobles, venidos un tanto “a 
menos” por el empuje de la burguesía y el inicio del parlamentarismo. Es esa 
burguesía emergente, urbana esencialmente, mercantilista y adinerada la que se 
convierte en el patrono y en el destino de la pintura holandesa, y por ello los 
temas tratados difieren totalmente de los flamencos. Los temas religiosos 
disminuyen muchísimo y los mitológicos también escasean y se 
“desdramatizan”. A cambio irrumpe con fuerza la obra pictórica que podemos 
llamar “doméstica” o de “género”, fiel reflejo de la sociedad del 
momento que la encarga y la paga directamente al artista, desapareciendo el 
concepto del mecenas, necesario cuando la obra de arte se dirige a otras más 
altas esferas. Paisajes, fiestas, interiores y exteriores de viviendas y 
-quizás especialmente- retratos,... nos han permitido ver lo que fue realmente 
la sociedad holandesa de aquel Siglo XVII con mucha mayor claridad que lo 
hubieran hecho otros temas, como en el caso flamenco. Y aún hay que añadir una 
observación más31 
para entender la enorme acumulación de este tipo de pintura que se originó en 
Holanda. El mercantilismo a ultranza de la sociedad holandesa convirtió la obra 
pictórica en “moneda de cambio”, y los artistas, para poder subsistir, 
tuvieron que aceptar precios muy bajos32 
para sus obras. Pero esos precios bajos permitieron el “coleccionismo”, 
tanto a nivel público como a nivel privado, y ello explica en gran medida la 
gran producción artística en este terreno. 
 
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2.-La pintura en Flandes: Rubens.
Advirtamos aquí que no es que vaya a tratarse únicamente del prodigioso 
artista de Amberes, pero es que escribir “pintura flamenca” induce de manera 
automática a citar su nombre. 
La exposición que emprendemos a continuación podría plantearse de varias 
maneras: cronológica, por autores, por tema,... esta última parece la más 
conveniente, aunque pueda ser más complicada, y será la que se utilice. Y en 
ningún caso se tratará de hacer un “catálogo” de obras, una tarea 
absolutamente impensable. Cabe aún advertir que en la parte dedicada a Flandes 
la intervención de Rubens es tan apabullante que es complicado hacer la 
distinción entre autor y tema... 
2.1.-El tema religioso.
Uno de los pilares de la pintura barroca en cualquiera de sus ámbitos 
católicos (Roma, Italia en general, Flandes...) fue el del tema religioso. 
Tratado de manera directa o alegórica, constituirá una parte 
esencial de la producción pictórica flamenca. La representación de la 
espiritualidad que se buscaba era difícil de conseguir, y así vemos muchas 
veces en las obras de tema religioso una carga sensual muy alta33. 
Un ejemplo de ello a tener en cuenta es el cuadro La Lanzada, de Rubens, 
en el que los sentimientos de todos los personajes están a flor de piel, una 
obra carnal y directa. Todo lo contrario de la hermenéutica34 
contenida en los cartones para tapices que Rubens pintó para el Monasterio de 
las Descalzas Reales en su visita a España, una obra en que una complicada 
combinación de alegorías trata de describir el poder de la iglesia católica, 
la validez de los sacramentos, el triunfo sobre las herejías... No hay tema 
religioso que no haya sido tratado por Rubens, en el marco general del 
catolicismo imperante en Flandes: adoraciones de la Virgen y del Niño, retratos 
de apóstoles, adoraciones de la Santísima Trinidad, adoraciones de los 
pastores, descendimientos de la cruz,... En un principio, se detectan en Rubens 
influencias de Caravaggio, pero tras afincarse definitivamente en Amberes 
alcanza la perfección de su ya completamente propio estilo, con un tratamiento 
novedoso de la luz y el color, una composición como mínimo “atrevida” y 
una expresividad a ultranza amparada en la forma dinámica de los personajes. 
Sin duda, el más barroco de todos los barrocos... 
Aunque la ingente obra de 
Rubens35 
pueda hacer palidecer cualquier otra, el tema religioso fue tratado también con 
insistencia por otros pintores. Por ejemplo, se puede citar a Jan Brueghel de 
Velours, que también como Rubens abordó innumerables temas bíblicos. Theodor 
Van Loon es otro de los pintores que puede considerarse como precursores de 
Rubens en el tema religioso, haciendo de bisagra entre el clasicismo y el 
barroco propiamente dicho de Rubens36. 
La obra de Rubens, por calidad 
y por cantidad, no puede entenderse sin la existencia de colaboradores, fijos o 
temporales, que le ayudasen a satisfacer la gran demanda que tenía de obras de 
todo tipo. Citaremos a dos de ellos, Jacob Jordaens y Anton Van Dyck, que 
lograron destacar por sí mismos y no sólo por ser colaboradores de Rubens. Van 
Dyck37 
trató también el tema religioso, y se diferenció de Rubens en la búsqueda de 
un mayor equilibrio, de un menor dinamismo si se prefiere (Véase, p. ej., su 
obra La Coronación de Espinas) y, según algunos autores38, 
se afirma que Van Dyck empezaba a anunciar ya la aparición del Rococó. 
Jordaens39 
sobrevivió a Rubens y a Van Dyck, y acabó convertido al calvinismo. Pero en su 
etapa “católica” trató ampliamente el tema religioso, y junto con Rubens y 
Van Dyck constituye el “núcleo” del barroco flamenco. Tres estilos propios 
muy diferentes (arrebatado Rubens, devoto Van Dyck, vehemente Jordaens)40, 
a pesar de las influencias inevitables de Rubens sobre los otros dos, que nos 
vuelven a recordar la dificultad de “encasillar” una obra en un determinado 
movimiento artístico si consideramos este de una manera muy amplia. 
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2.2.-La pintura mitológica.
Aunque pudiese 
parecer que la Contrarreforma católica habría tenido que frenar en cierta 
manera las referencias a los clásicos, nada más lejos de la realidad. El tema 
mitológico continuó estando muy presente en la producción pictórica 
del Barroco, y, curiosamente, fue especialmente abundante precisamente en los 
países católicos como Italia, Francia, España y Flandes41. 
Da la impresión de que el fenómeno se debe sobre todo a una cierta 
“inercia” de los temas mitológicos que la carga cultural del Renacimiento 
había difundido. 
En el caso que nos 
ocupa de Flandes, volvemos a encontrar a Rubens en la primera línea de la 
producción de pintura mitológica. Además de ser un tema siempre apreciado por 
la nobleza (recordemos que Felipe IV le encargó múltiples obras) Rubens tenía 
a su favor un conocimiento profundo de la cultura clásica, y su obra es un fiel 
reflejo de ello. Intentar aquí hacer ni siquiera una aproximación a su obra 
mitológica escapa por completo a los límites que nos hemos impuesto en el 
trabajo. Pero podríamos al menos hacer un apunte, anecdótico si se quiere, 
pero revelador... en los finales del año 2010 y principios del 2011 el Museo 
del Prado expuso juntos todos los cuadros que tiene de Rubens. La exposición 
impresionaba42: 
en una única gran sala de la planta baja del edificio de los Jerónimos, 
estaban todos los cuadros, ordenados simplemente de manera cronológica, uno al 
lado del otro... ¡apabullante! Pues bien, de los 90 cuadros expuestos, 43 eran 
de clara temática mitológica...43 
Además de Rubens, 
citaremos la obra de Jordaens, que trata la mitología de manera menos heroica 
que Rubens, como puede verse por ejemplo en su obra Ofrenda a Flora. Los 
personajes están tratados de manera muy diferente44 
a como lo suele hacer Rubens, y sabemos que es un tema mitológico por el 
análisis “intelectual” a posteriori más que por la transmisión directa 
inmediata, como podría ser el caso de la obra de Rubens El Banquete de 
Tereo. Y del otro gran pintor del Barroco flamenco, Van Dyck, diremos que no 
tuvo una gran producción de pintura mitológica, por más que colaborase con 
Rubens en alguna obra de esta temática, como en el Aquiles descubierto. 
(Volver al índice) 
2.3.-La pintura del poder. Retratos.
Si hay una época 
en el que el retrato abunda especialmente en la producción pictórica, 
no cabe duda que es en el Barroco45. 
Por motivos diferentes, que ya hemos comentado anteriormente, tanto el entorno 
católico como el entorno protestante generarán en el Barroco una amplísima 
colección de retratos de todo tipo, que permiten hacernos una idea cabal de la 
sociedad de la época. 
Estando Flandes en 
la órbita católica, los retratos de los pintores flamencos tendrán las 
características generales que ya conocemos: los encargos de retratos tendrán 
un origen religioso/eclesial (santos y jerarquías eclesiales varias) y 
un
origen noble, aristocrático e incluso real. 
Así, y empezando 
como siempre con Rubens, vemos cómo este hace retratos de la nobleza y de la 
realeza (Duque de Lerma, Archiduque Alberto de Austria, Infanta Isabel Clara 
Eugenia, Cardenal-Infante Fernando de Austria, María de Médicis, Ana de 
Austria, Felipe II a caballo, ... ) . El apoyo de los Archiduques (fue su pintor 
oficial...) le abrió desde el comienzo de su etapa de madurez las puertas a 
todos estos encargos de personajes de alto nivel... pero también es cierto que 
Rubens hizo algunos retratos de otro tipo de personajes, pero pocos. Llama la 
atención que sí que hiciera importantes autorretratos, de manera más o menos 
disimulada. Así, figura como testigo en Los Desposorios de Enrique IV y 
María de Médicis, se retrata -feliz, triunfador y orgulloso- con su esposa 
Isabel Brandt, en El Jardín del Amor baila con su segunda mujer, Elena 
Fourment, aparece junto a su hermano en Los cuatro filósofos,... Pintor 
absolutamente polifacético y de una enorme producción (se conservan de él 
más de 1500 cuadros), dominó la pintura del Barroco flamenco, con una fuerte 
implicación con la aristocracia, nobleza e iglesia de la época, trabajando no 
sólo en Flandes, sino también en Italia (Roma, Mantua,...) y España. Su 
actitud vital, exuberante y hedonista, encuentra su encaje perfectamente en la 
sociedad barroca de su momento, y a su vez esta le permite desarrollarla 
aparentemente sin límites, una perfecta simbiosis entre un artista y su obra. 
Otros pintores de 
retratos también siguieron, en parte, el camino emprendido por Rubens en este 
tema. Por ejemplo, Willem Van Haecht46 
retrata a los Archiduques en El gabinete de pintura de Cornelis Van der Geest, 
dándonos una perfecta visión de las fructíferas relaciones entre la nobleza, 
los artistas, los mecenas y los comerciantes adinerados. Jordaens fue también 
un retratista de éxito, aunque no fuese el tema en el que más destacase ni el 
que más se ha estudiado. Curiosamente, también se autorretrata, junto con su 
familia, y nos deja un buen documento de una familia burguesa de buena y 
adinerada posición47. 
Y mención especial merece Van Dyck, que de hecho puede considerarse el 
retratista flamenco más influyente en la posteridad, marcando las pautas de 
estilo, formales y temáticas de los retratos ingleses y franceses del Siglo 
XVIII48. 
También, como Rubens y Jordaens, se autorretrata, y retrata a su mujer, María 
Ruthwen, y también viaja y trabaja en Italia. De hecho, deja una profunda 
huella en la pintura italiana de Génova, con una serie de retratos de 
aristócratas, suntuosos, panegiristas descarados del poder y de la riqueza. La 
Infanta Isabel Clara Eugenia, ya viuda, le nombra su pintor y ello le permite 
acceder a convertirse en el retratista de media Europa, evidentemente de los que 
se lo podían encargar y pagar. Son normalmente retratos de medio cuerpo, , 
simples en apariencia, pero con una elegancia que trasciende la espontaneidad 
con la que aparecen los personajes retratados. No hay duda de que, aparte de 
otras temáticas ya comentadas, el auténtico medio expresivo de Van Dyck es el 
retrato, al que se dedicó casi exclusivamente tras su traslado a Inglaterra, 
conservándose más de 400 retratos de esa etapa de su vida. 
 
(Volver al índice) 
2.4.-Otros autores, otros temas...
Centrar la pintura 
del Barroco flamenco en Rubens, Jordaens y Van Dyck, con alguna mínima 
referencia a Brueghel, Van Loon, Van Haecht,... pensando en las tres grandes 
temáticas tratadas (religiosa, mitológica y retratista) podría hacernos 
pensar que eso fue todo, y no es en absoluto así. Ciertamente, la trilogía 
Rubens-Jordaens-Van Dyck cubre una buena parte de la época y temática 
tratadas, pero no son ni los únicos temas, ni los únicos autores. Sin ningún 
afán ni enciclopedista ni de completitud, simplemente movidos por lo que nos 
parece “justo”, daremos una pincelada sobre estos “otros”49 
que rellenaron huecos y proporcionaron el “caldo de cultivo” en el 
que los más famosos sobresalieron... 
Denis Van Alsloot 
pintó paisajes, edificios, y, en agradecimiento al mecenazgo de los 
Archiduques, tiene alguna obra sobre las tradiciones flamencas, como la 
Fiesta del Ommeganck. Este tema festivo también lo trató Frans Pourbus El 
Joven en su Fiesta Palatina ante los Archiduques. Cuadros similares al 
comentado de
Van Haecht, 
El gabinete de pintura de Cornelis Van der Geest, 
son pintados por ejemplo 
por Frans Francken El Joven, en su 
Gabinete del burgomaestre 
Rockox, 
poniendo una vez más de manifiesto las relaciones entre la aristocracia, la 
burguesía acomodada y los propios artistas, que generaron ese fenómeno de los 
“gabinetes” de pintura, centros de coleccionismo y de cultura. 
Otro de los protegidos de 
los Archiduques fue Otto Van Veen, que, de manera preciosista/manierista, 
desarrolla cientos de bocetos y estampas con temas alegóricos, muchas de ellas 
a petición directa de la Infanta Isabel. Y ya hemos citado anteriormente a 
Brueghel de Velours, del que debemos también comentar que trató temas 
históricos (La 
batalla de Arbelas, 
p.ej.), fue un perfeccionista total en los cuadros de tema floral (El 
gran florero) 
y pintó ¡cómo no! Un 
Baile campestre ante los 
Archiduques.
 
Tras los pintores 
citados (que aún podrían ser más...) y que hacen de “bisagra” entre el 
manierismo (influenciado por Roma) y el Barroco flamenco, aparecen los 
fenómenos de Rubens, Jordaens y Van Dyck, ya comentados. Con ellos y/o tras 
ellos aún encontramos otros pintores dignos de mención por su aportación al 
Barroco de Flandes. Frans Snyders, un rubeniano total, pintó naturalezas 
muertas (bodegones) y animales domésticos, temas muy populares entre la 
burguesía flamenca, así como escenas de caza, de cocina, de mercados... todo 
muy “doméstico”, en suma. Ambos tuvieron seguidores “temáticos”, como 
Jan Fyt, Paul de Vos, Jacob Van Es y Osias Beert. La pintura floral desarrollada 
por Brueghel de Velours tiene su continuidad en Daniel Seghers, un jesuita que 
se especializó en el tema. El paisaje, aunque no alcanzará el desarrollo 
holandés, también es abordado por pintores flamencos, como Joos de Momper, Jan 
Wildens, Lucas Van Uden, Adriaen Brouwer,... que tratan el paisaje buscando nada 
más que motivos decorativos, sin mayores interpretaciones de la naturaleza, de 
manera muy diferente al dinamismo con el que Rubens trataba el paisaje en sus 
cuadros. Brouwer también fue un pintor de escenas costumbristas, repletas de 
personajes populares, describiendo la forma de vida de los humildes, con un 
profundo sentido crítico que podemos denominar “social”. Un seguidor suyo 
en esta temática (aunque también trató el tema de los gabinetes) fue David 
Teniers el Joven, aunque sus obras no son tan críticas como las de Brouwer. Y 
por ir acabando con esta somera panorámica de los pintores “menores” (pero 
absolutamente meritorios e imprescindibles en su momento) del Barroco flamenco, 
podemos hacerlo con una rara excepción en un mundo dominado por los hombres, 
citando a la pintora Clara Peeters, con un estilo muy similar al desarrollado en 
los bodegones de Osias Beert (el padre, no el hijo) 
Cerramos pues el 
tema de la pintura flamenca del Barroco en el Siglo XVII... un Siglo y un estilo 
dominados por la omnipresencia del genio de Rubens, con Van Dyck y 
Jordaens flanqueándolo, y rodeados de una miríada de pintores “menores” 
(sin ningún sentido peyorativo en este calificativo, que se usa solo a modo de 
comparación con las grandes figuras...), dedicados todos ellos a satisfacer la 
fortísima demanda pictórica multitemática que una sociedad rica y culta 
produjo. 
(Volver al índice) 
2.5.-Autores y obras citados.
Para no distraer de 
la línea argumentativa de los puntos anteriores, se ha preferido no hacer 
referencias a los datos particulares de los autores y las obras citadas. Sin 
embargo, parece conveniente ofrecer aquí un listado de enlaces (CTRL+Clic) a 
los autores y a sus obras (exclusivamente si unos u otras han sido citados 
expresamente) para no dejar vacía la visión concreta en la que hemos ido 
apoyándonos. El orden en que se ponen es aquel en el que aparecen los autores, 
y dentro de ellos, sus obras... De paso, el listado que sigue puede orientar 
acerca de lo que se ha considerado más relevante para esta aproximación al 
estudio de la pintura barroca flamenca. 
Pieter Paul Rubens (Siegen, 
1577-Amberes, 1640) 
La Lanzada (Museo de Bellas Artes 
de Amberes) 
Cartones para el Monasterio de las Descalzas Reales
(Museo del Prado) 
El Banquete de Tereo (Museo del Prado) 
Los Desposorios de Enrique IV y María de Médicis (Museo del 
Louvre) 
Autorretrato con su esposa Isabel Brandt (Pinacoteca de Munich)  
El Jardín del Amor (Museo del Prado) 
Los cuatro filósofos (Palacio Pitti, Florencia) 
Jan Brueghel de Velours
(Amberes, 1601-1678) 
La batalla de Arbelas/Issus
(Museo del Louvre) 
El gran florero 
(Pinacoteca de Viena) 
Baile campestre ante los Archiduques
(Museo del Prado) 
Theodor Van Loon (Erkelenz, 1581-Maastricht, 1649) 
Jacob Jordaens
(Amberes, 1593-1678) 
Ofrenda a Flora (Museo de Bellas Artes de Bruselas) 
La familia del pintor (Museo del Prado) 
Anton Van Dyck
(Amberes, 1599-Londres, 1641) 
La Coronación de Espinas (Museo del Prado) 
Aquiles descubierto
(Museo 
del Prado) 
María Ruthwen
(Museo del Prado) 
Willem Van Haecht (Amberes, 1593-1637) 
El gabinete de pintura de Cornelis Van der Geest
(Rubenshuis, Amberes) 
Denis Van Alsloot
(Bruselas, antes de 1573-1625/1626) 
Fiesta del Ommeganck (Museo del Prado) 
Frans Pourbus el Joven
(Amberes, 1569-París, 1622)  
Fiesta Palatina 
ante los Archiduques50 
Frans Francken El Joven 
(Amberes, 1581-1642) 
Banquete en la casa del burgomaestre Rockox 
(Pinacoteca de Munich) 
Otto Van Veen
(Leiden, h. 1556-Bruselas, 1629) 
Frans Snyders
(Amberes, 1579-1657) 
Jan Fyt
(Amberes, 1611-1661) 
Paul de Vos
(Amberes, h. 1591/1595-1678) 
Jacob Fopsen Van Es
(Amberes, 1596-1666) 
Osias Beert (padre)
(Amberes, h. 1580-después de 1624) 
Daniel Seghers
(Amberes, 1590-1661) 
Joos de Momper
(Amberes, 1564-1635) 
Jan Wildens
(Amberes, 1585/1586-1653) 
Lucas Van Uden
(Amberes, 1595-1672) 
Adriaen Brouwer
(Audenarde, h. 1605-Amberes, 1638) 
David Teniers el Joven
(Amberes, h. 1610-Bruselas, 1690) 
Clara Peeters
(Amberes, h. 1594-h. 1659) 
(Volver al índice) 
3.-La pintura en Holanda: Rembrandt.
Advirtamos aquí que no es que vaya a tratarse únicamente del prodigioso 
artista de Amsterdam, pero es que escribir “pintura holandesa” induce de 
manera automática a citar su nombre, de la misma manera que asociamos a Rubens 
con Flandes. 
La exposición que emprendemos a continuación podría plantearse de varias 
maneras: cronológica, por autores, por tema,... esta última parece la más 
conveniente, aunque pueda ser más complicada, y será la que se utilice, igual 
que en el caso flamenco del capítulo anterior. Y en ningún caso se tratará de 
hacer un “catálogo” de obras, una tarea que si era absolutamente impensable 
en el entorno de Flandes, aún lo sería más en el holandés. Cabe aún 
advertir que en esta parte dedicada a Holanda se verán las diferencias entre 
ambas partes de los Países Bajos, como se ha comentado ya varias veces, y por 
ello la clasificación de los temas diferirá un tanto. Pondremos primero los 
temas que ya se trataron en Flandes, y luego los que se consideren más 
específicos de Holanda, aunque, como siempre, haya que decir que “casi todos 
trataron casi todo”, dentro de la más típica multiplicidad barroca. 
3.1.-El tema religioso.
Como ya sabemos, no 
es la producción pictórica religiosa en Holanda tan abundante ni importante 
como lo es en Flandes. Las características de la religión calvinista hacen
desaparecer las decoraciones interiores de las iglesias, con lo que una 
de las principales fuentes de encargos de esta temática prácticamente 
desaparece. Pero como siempre, toda generalización es abusiva51, 
y en la Holanda barroca podemos encontrar notabilísimas obras religiosas, que 
suplen la cantidad con la calidad. 
Al principio del 
siglo que estamos estudiando, es la escuela llamada de Utrech la que toca el 
tema religioso a fondo, con una fuerte influencia de Caravaggio debida sobre 
todo a los viajes de estudios a Roma, una de las características de este 
momento, que ya se comentó en la introducción del trabajo. Como ejemplos52, 
podemos citar a Hendrick Terbrugghen, con su Adoración de los Reyes Magos, 
a Gerrit Van Honthorst y su Adoración de los pastores, y a Matthias 
Stomer (que trabajó esencialmente en Italia), con su Duda de Santo Tomás, 
obras todas ellas de diferentes resultados en cuanto a la espiritualidad que 
tratan de transmitir. 
Y de la misma 
manera (aunque con algunos importantísimos matices que ya irán apareciendo) 
con la que Rubens fue la figura clave en Flandes, nos encontramos en Holanda con 
la también figura clave de Rembrandt, que irá apareciendo repetidamente en 
todos los temas que estudiemos. En este primer tema tratado, el religioso, la 
obra de Rembrandt alcanza plenamente la trascendencia deseada, jugando con la 
luz de manera simbólica pero a la vez naturalista53, 
muy diferente de las luces “deslumbrantes” del entorno católico flamenco. 
Rembrandt se inspiró tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, como 
puede verse por ejemplo en su obra Jacob bendiciendo a los hijos de José, 
o La Presentación en el Templo, dos buenos ejemplos sobre la 
utilización de la luz, especialmente el segundo, que no sólo ilumina la 
escena, sino que, por contraste, crea54 
el espacio secundario que la rodea. En su época de máxima madurez, la etapa en 
la que vivió en la próspera Amsterdam, seguirá usando el tema religioso, 
obviamente “filtrado” por su visión55 
protestante (reduciendo mucho la importancia de la Virgen y los Apóstoles, por 
ejemplo) y citaremos, a pesar de la dificultad de elegir una sóla, su obra 
Sansón cegado por los filisteos, toda una lección de cómo ha evolucionado 
en sus manos el claroscuro desde Caravaggio. Sin llegar, por los motivos ya 
apuntados, a la gran producción pictórica rubeniana, Rembrandt también abunda 
en la misma, como no podía ser menos en una época tan influenciada por la 
religión, no sólo de manera directa sino con sus repercusiones en la 
economía, la política y la sociedad en general. 
Tras Rembrandt poco 
más puede decirse sobre la pintura religiosa holandesa. Es cierto que hay 
muchos otros pintores a considerar, discípulos directos o, al menos, seguidores 
del gran pintor, pero el tema religioso podríamos decir que “no estaba de 
moda” en la sociedad holandesa, por lo que no fue demasiado tratado por estos 
seguidores de Rembrandt, excepción hecha quizás de Gerrit Dou, que sí pintó 
algunas escenas bíblicas56. 
Los seguidores de Rembrandt destacarán más en otros temas pictóricos, como 
veremos. 
(Volver 
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3.2.-La pintura mitológica.
Muy al contrario 
que en Flandes, la pintura mitológica no tiene arraigo en el entorno 
calvinista de Holanda. Puede decirse sin temor a equivocarse que Rembrandt 
es prácticamente el único pintor barroco holandés que tiene cuadros sobre 
este tema57. 
Hay que hacer notar que Rembrant pintó todos los temas, y este no fue una 
excepción. Su “soledad estilística” en este tema no es de extrañar, ya 
que en realidad Rembrandt “conectó” más con las tendencias europeas 
(incluida la flamenca) que con las específicas de Holanda, aunque, por 
descontado, utilizase estas con un altísimo grado de interés y perfección58. 
En cualquier caso, el tratamiento pictórico de la mitología es bien distinto 
en Rembrandt que en otros entornos católicos, como es lógico. Los pintores 
barrocos italianos daban un tratamiento a la mitología con una idea siempre 
subyacente de relación con la catolicidad; en Francia, la erudición era lo 
básico en el uso de la mitología; en España se utilizó un tanto como 
“pretexto” para la exposición de un realismo “duro” que con otros temas 
no podía expresarse. Rembrandt no sigue ninguna de esas corrientes, y su 
aproximación a la mitología es un tanto despegada, como si no se la creyera... 
Lo notamos claramente59 
en sus desnudos mitológicos que no ahorran ninguna imperfección del modelo (Dánae), 
en el uso de rostros “vulgares” para representar figuras mitológicas (Artemisa), 
en una cierta “desmitificación” de los mitos más clásicos (El rapto de 
Ganimedes)... Rembrandt debía pensar, como Terencio, que “...humani 
nihil a me alienum puto” y el tema mitológico tampoco le fue ajeno, pero, 
eso sí, desde un punto de vista muy humano, muy realista podría decirse. 
(Volver 
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3.3.-La pintura de lo cotidiano.
Recordemos por un 
momento aquí lo ya comentado anteriormente sobre la sociedad holandesa: 
sometida durante casi todo el Siglo XVII a importantes conflictos bélicos, supo 
sobreponerse a ellos y desarrollarse económicamente de una manera muy notable60. 
La burguesía comercial, con procedimientos mercantiles ya cercanos al 
capitalismo moderno, es partidaria de un republicanismo con aires de 
federalismo, mientras que los seguidores de la Casa de Orange propugnaban 
métodos de gobierno prácticamente monárquicos. Durante todo el XVII es la 
oligarquía burguesa, eminentemente urbana, la que marca las pautas, y no es 
hasta el XVIII que los orangistas logran apartarla del poder en la práctica61. 
En ese contexto, 
la burguesía se convierte en uno de los principales clientes del arte, y en 
el caso de la pintura esa demanda se concreta en tres grandes temas, que 
trataremos por separado: las escenas de la vida cotidiana, el retrato 
y el paisaje. No sólo los encontraremos colgados en las casas 
particulares, sino que su relativamente bajo precio y abundancia permitirá el 
desarrollo de importantes colecciones, concretadas a veces en los gabinetes de 
pintura ya comentados. Todo un fenómeno social, con muy pocas 
similitudes con el resto de Europa. 
Empecemos pues por 
la pintura de la vida de cada día... para decorar sus casas el burgués 
holandés recurría a todo tipo de mobiliario y a pinturas de pequeño y medio 
formato, entre las que tenemos las que suelen llamarse “de género”, con 
variadas escenas captadas por el pintor en el entorno inmediato de la sociedad. 
La realidad se impone totalmente en estas pinturas, que podemos llamar 
utilitarias62. 
Y también se impone, por la comentada demanda, una importantísima oferta (que 
es lo que abarata los precios) y una gran diversificación de estilos, escuelas, 
pautas y orientaciones. No se encuentra fácilmente un “factor común” entre 
los innumerables pintores que se dedican a este tema, y toda aproximación al 
mismo será o enciclopédica o necesariamente limitada. 
Aunque Rembrandt no 
acaparó en absoluto este tema en Holanda (no fue Rembrandt tan “absorbente” 
como lo fue Rubens en Flandes) ciertamente lo usó, en gran medida como medio de 
vida... Hay que hacer notar que Rembrandt vendía directamente sus cuadros, tal 
como se ve en su casa de Amsterdam, cuya entrada/recibidor no es más que una 
tienda de pinturas... Como ejemplo puede escogerse su obra El artista en su 
estudio, en la que vemos la un tanto cruda realidad del pintor holandés 
medio, en un ambiente pobre y vestido sin lujos. El realidad, el estudio del 
propio Rembrandt en Amsterdam no es nada del otro mundo63, 
aunque sí es mejor que el representado por él. 
Adentrándonos en 
la pléyade de pintores que se dedicaron a estos temas domésticos y/o 
intimistas, enseguida destacan a nuestros ojos Jan Vermeer, Gerard Ter Borch y 
Pieter de Hooch64. 
Los dos primeros ponen en sus obras un tono íntimo, que si a primera vista 
parece sencillo, sin mayores interpretaciones, acaban por presentar aspectos 
psicológicos claves para entender la completa moral de la puritana burguesía 
calvinista holandesa. Especialmente Vermeer, que hizo de cada uno de sus cuadros 
(no se conservan más que unas pocas decenas) un ejercicio de profundización en 
los valores del hombre y su entorno más cercano65. 
Hooch es más “ligero”, menos trascendente, pero quizás es el que de los 
tres citados mejor nos permite hacernos una idea de la vida corriente de los 
personajes representados66. 
Pueden verse, por ejemplo, de Vermeer su Mujer pesando perlas, en el que 
la escena del cuadro del fondo, un Juicio Final, advierte del futuro que espera 
a esa propietaria de las perlas; de Ter Borch podemos citar La amonestación 
paterna que esconde más de lo que parece por el título; de Hooch debemos 
citar dos obras claves para entender de qué temas estamos tratando: Madre 
junto a la cuna y La despensa. 
No son los únicos 
pintores, ya lo hemos advertido... sin poder citar a todos, añadamos a Jan 
Steen con La fiesta de San Nicolás, o a los hermanos Van Ostade, Adriaen 
e Isaak, con la obra del primero Cocina aldeana, en la que se pone de 
manifiesto que no sólo se representan escenas relacionadas con gente adinerada67, 
o a Gabriël Metsu, con su Niña enferma... 
 
No están todos los 
que son, pero si son todos los que están: un sinnúmero de pintores 
magníficos, artesanos en el mejor sentido de la palabra, que llenaron las casas 
holandesas con escenas tomadas de esas mismas casas y sus habitantes. 
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3.4.-Los protagonistas del retrato.
En la línea del 
punto anterior, otro de los grandes temas de la pintura holandesa del siglo del 
Barroco es el retrato, en sus múltiples variantes. La feliz 
superposición del gusto por lo cotidiano, de lo concreto, de lo real, de lo 
aparentemente intrascendente... originó en Holanda un gran número de obras en 
las que lo esencial era el retrato de algo, o de alguien, o de algunos... La 
pasión -podemos llamar así a este fenómeno- holandesa por el retrato no tiene 
parangón en ningún otro sitio ni en ningún otro momento68. 
Es, evidentemente, cierto que en todas partes y en todas las épocas el retrato 
ha sido un tema socorrido, pero nunca como en Holanda en este momento. El motivo 
fundamental de ello, ya lo hemos comentado anteriormente, es el desarrollo 
económico y el afán burgués por decorar sus casas con todo aquello que le es 
cercano69, 
y qué más cercano hay de una persona que el retrato... 
Intentando 
introducir un poco de orden en este tema, quasi infinito, podemos decir que 
encontramos en las obras vistas cuatro tipos de retratos. En primer lugar, el 
retrato “habitual” de personajes importantes (nobles, aristócratas, 
adinerados...); a continuación, el retrato de gentes “normales”, que 
lo pueden pagar o que son tomados por el pintor como ejemplo de algo a 
decir/expresar; en tercer lugar, el retrato colectivo, de grupo, 
normalmente familiar o de alguna institución relevante. Y por último, pero no 
por ello menos importante, el autorretrato, una manera de acercarse 
mínimamente a la posteridad, lo que ciertamente consiguieron los pintores que 
lo utilizaron. Desde otro punto de vista70, 
podemos hablar del retrato, del individuo y del Estado... Trataremos de agrupar 
de esa manera los comentarios que siguen, en la medida de lo posible. 
➀De entrada, y constituyendo la bisagra entre el retrato de estilo manierista 
y el ya propiamente barroco, nos encontramos con una gran cantidad de pintores 
que procuran introducir en sus retratos de personajes importantes la 
austeridad y sobriedad propias de la sociedad que se los encarga71. 
Desde Cornelis Ketel, plenamente manierista, con La Compañía Rosencrantz, 
pasando por Michiel Janszn Van Mierevelt, -Retrato de Jan Van Oldenbarneveld- 
y llegando a Caspar Netscher -Guillermo III- el retrato que podemos 
llamar “oficialista” está ampliamente representado por estos y muchos otros 
pintores, sobre todo en La Haya, por la cercanía al centro político de poder. 
②Los retratos de grupo son las obras perfectas para seguir la evolución 
política y, sobre todo, social, de la Holanda barroca. La gran tendencia de 
la sociedad holandesa a organizarse civilmente mediante diferentes tipos de 
asociaciones produjo una notable demanda de obras que diesen fe de sus acciones 
y les sirviesen de propaganda. Sociedades paramilitares, civiles, benéficas, 
hospitalarias, literarias,... todas encargan obras que representen bien sus 
acciones, bien sus dirigentes72. 
Una obra muy temprana -no barroca-, que puede servir como punto de comparación, 
es la de Los Caballeros de Tierra Santa en procesión, de Jan Van Scorel, 
en la que aún el concepto de grupo no está bien definido. Cornelis Cornelisz 
ya introduce un mayor dinamismo en la agrupación de personajes en El 
banquete de la guardia cívica, y poco a poco se va consiguiendo definir en 
este tipo de obras la homogeneidad del grupo en sus aspectos formales y de 
actitud de los personajes. El paradigma de este tipo de retratos lo encontramos 
¡como no! en Rembrandt, con su famosísima La Ronda de noche, en la que 
el grupo representado alcanza realmente su categoría de grupo más por la 
acción que llevan a cabo que por cualquier otro criterio formal. Bartholomeus 
Van der Helst pinta, con muy buena aceptación en su tiempo, varias obras de 
esta temática y podemos comparar su obra La Compañía del Capitán Roelof 
Bicker con la obra citada de Rembrandt para observar claramente cómo un 
mismo motivo puede ser tratado de dos maneras muy distintas. 
Y dado que hemos 
hecho referencia a retratos de grupo, debemos hacer un inciso para destacar la 
figura de Frans Hals, que convenimos en considerar el prototipo73 
de retratista holandés de la época. Además de innumerables retratos 
individuales, como el de Catharina Hooft con su nodriza,
Hals pintó importantísimos retratos colectivos, como el que figura en el 
Rijksmuseum al lado del de Rembrandt, La Flaca Compañía,  y que no 
desmerece en absoluto en tal lugar de honor. De hecho, Hals es, en muchos 
aspectos, equiparable a Rembrandt en cuanto, al menos, a la evolución de su 
obra, desde una fuerte sensualidad al inicio de la misma hasta una serena 
reflexión introspectiva hacia el final de la misma. Ambos compartieron, hacia 
el final de sus vidas, un mismo “desapego” de su anteriormente fiel 
clientela, y no puede decirse de ninguno de los dos que sus últimos años 
fueran excesivamente boyantes.74 
Insistiendo en este 
tema, la contribución de Rembrandt fue mucho mas allá que la de La Ronda de 
noche, un tema de milicia ciudadana; otro ejemplo paradigmático del retrato 
de grupo en el Barroco es su obra de temática médica La lección de 
anatomía del Dr. Nicolaes Tup, que presenta una insuperable unidad en la 
acción del grupo a pesar de su necesariamente estática actitud. 
③En cuanto a número de obras, el retrato individual es posiblemente el que 
más presenta. Tratado por todos los pintores (ya hemos citado a Hals) se 
convierte en el humus sobre el que se desarrolla gran parte de la 
actividad pictórica barroca en Holanda. Tratándose del tema que se trata, es 
casi imposible sistematizar una aproximación al mismo, y nos limitaremos a 
citar los autores y obras que más nos han llamado la atención, sin que por 
ello las ausencias signifiquen ni falta de calidad ni de interés. 
El ya citado Van 
Helst pinta Retrato de un gentilhombre, que junto con la obra de Johannes 
Cornelisz Verspronk Joven de Azul,  nos permite ver cómo el retrato 
holandés presenta también características mundanas75, 
más próximas a los personajes que en los retratos colectivos. De Hals debemos 
citar su Retrato de Jacob Zaffius, aunque no sea más que por el hecho de 
ser su primera obra conocida de este género. Ya en su madurez expresiva, 
tenemos el Retrato de Pieter Van de Broecke, ya impregnado de la 
austeridad de la época. En general, podemos recomendar sin ninguna duda una 
visita al Museo dedicado a Hals en Haarlem, donde se conservan un buen número 
de sus retratos. 
Y una vez más el 
gran solitario, Rembrandt, nos deja magníficos retratos individuales, pintados 
sobre todo en su etapa en Amsterdam76. 
No podemos resistirnos a citar algunos de ellos, por diferentes motivos: 
Joven escritor, Saskia riendo, Jan Six...  todos ellos representativos de la 
idea que del retrato tenía Rembrandt, y exponentes del aprecio que hasta el 
final de su vida le dispensó la sociedad holandesa, pese a que se iba notando 
un cierto cambio en los gustos imperantes, más detallistas, que iban 
divergiendo un tanto del concepto de Rembrandt, no tan obsesionado con el 
detalle. 
④Y para cerrar el tema del retrato, que es tan extenso que desborda 
fácilmente cualquier aproximación que se haga a él, hay que hacer referencia 
al uso del autorretrato que algunos pintores hicieron. Ya hemos visto 
algunos en otros apartados del trabajo, y podemos añadir muchos más... 
conocemos autorretratos (en Holanda en el Barroco, naturalmente) de Judith 
Leyster, Jan Vermeer, Gerrit Dou, Jan de Bray, por citar sólo unos pocos... 
Algunos son individuales (como los de Leyster y Dou) y otros aprovechan algún 
personaje dentro de un cuadro de retrato colectivo, como los de Vermeer (dentro 
de La alcahueta) o De Bray (dentro de La guilda de pintores de Haarlem). 
No siempre se tiene 
claro el motivo por el que un pintor se autorretrata. ¿Una manifestación de 
autoestima, de narcisismo, un afán de inmortalidad, un estudio reflexivo de la 
decadencia77...? 
Lo que no parece probable es que un autorretrato sea una obra de encargo... 
Y si consideramos 
el caso de Rembrandt, las cosas aún se ponen más difíciles, ya que en uno de 
los catálogos78 
de la obra completa del autor barroco holandés por excelencia se recogen ni 
más ni menos que un mínimo de ¡41! autorretratos, desde el primero de 1628 
hasta el último de 1669 (recuérdese que Rembrandt nace en 1606 y muere en 
1669) ¿Un ejercicio de introspección? ¿Un ejercicio de psicoanálisis 
avant la lettre? ¿Un ejercicio de publicidad? Mucho se ha escrito79 
sobre ello, pero en realidad parece que seguirá siendo un misterio... 
(Volver 
al índice) 
3.5.-El paisaje holandés.
La prosperidad 
económica, social y, por qué no, política, de Holanda en el Siglo XVII tiene 
una de sus bases -además de las ya vistas- en la gran cantidad de terreno que 
se va desecando ganándolo al mar, normalmente en los deltas de los ríos, 
pequeñas bahías o ensenadas,... La relación del holandés con el agua es de 
una pelea constante para irle ganando un espacio que le resulta vital. De aquí 
surge una muy especial relación con el paisajer15, 
al que se le ve cambiar en numerosas ocasiones por el empuje del propio hombre. 
El clásico molino holandés, tan reproducido en tantos cuadros, tuvo como 
principal misión el bombeo de agua, una misión que ha perdurado a lo largo de 
siglos. En la actualidad, cuando se piensa popularmente en “la pintura 
holandesa” surge espontáneamente el tema paisajístico, muy posiblemente por 
la abundante colección que se dispone en muchos museos. Y es curioso hacer 
notar la aparente contradicción80 
de que un país tan “monótono” haya sabido/podido dejar un legado tan 
“notarial” del patrimonio paisajístico de la época. La posible 
explicación, ya apuntada en otros lugares del trabajo, es el fuerte sentimiento 
nacionalista (en el mejor sentido de la palabra) que impregna la, sin duda, dura 
pero fructífera vida holandesa en ese Siglo XVII. La evolución del paisaje81 
en la pintura holandesa no dejará de ser un fiel reflejo de la situación 
general del arte Barroco en el país: desde el manierismo (extranjero 
esencialmente), pasando por los primeros realistas ya holandeses, llegando a la 
fase clásica de Ruisdael, y acabando otra vez bajo la influencia extranjera, 
italiana concretamente. 
De esa importancia 
vital que el paisaje tiene pues para el holandés, hace que no sea para él una 
entelequia teórica, abstracta, simple fondo sobre el que se sucede la vida, 
sino que sea una realidad82 
vital absolutamente sentida, y así se convierta en un motivo artístico por 
sí mismo, independiente de las escenas que puedan superponérsele. Los 
pintores de paisajes encuentran una abundante clientela que desea trasladar a 
sus casas ese paisaje tan valioso, y así el tema paisajístico se convierte en 
uno de los más tratados en Holanda. 
Por otro lado, y un 
tanto en compensación con el tema paisajístico que podríamos llamar 
totalmente “rural”, surge la costumbre de trasladar a las pinturas retazos 
de ciudades, esos centros de actividad mercantil, social, política... que los 
holandeses cuidan y hacen crecer de manera a veces muy compleja debido al 
terreno en el que se asientan. Poco a poco, esos retazos van llenando el cuadro, 
y podemos hablar del tema paisajístico “urbano”83, 
en el que predomina la representación de la ciudad, sus casas, iglesias, 
canales, puertos... Como siempre, no hay una frontera claramente delimitada 
entre ambos subtemas, y así vemos paisajes rurales con detalles urbanos y 
paisajes urbanos con detalles rurales, o, al menos, naturales. Respecto a los 
primeros, podemos citar algún
Paisaje de Jacob Ruysdael, y de los segundos, La vista de Delft, 
de Jan Vermeer. 
➀Sin remontarnos a los “precursores”, a veces venidos de Flandes, y 
fuertemente influenciados por Brueghel El Viejo, a principios del siglo 
encontramos ya a pintores holandeses que introducen en los temas de paisajes 
naturales fuertes dosis de realidad, a la vez sobria y potente84. 
Nombres que no pueden dejar de citarse serían, por ejemplo, Esaias Van de 
Velde, Willem Buytewech, Pieter de Molyn y Salomon Van Ruysdael, entre muchos 
otros. El mar, constante referencia en la vida holandesa, es tratado por 
pintores como Jan Van Goyen (Vista de la Merwede frente a Dordrecht), Jan 
Porcellis (Mar borrascoso), Jan Van de Capelle... Y la gran figura 
especialista del paisaje holandés en el esplendor del XVII fue sin duda Jacob 
Van Ruysdael, cuya expresión personal de sentimientos ante la naturaleza nos lo 
hacen casi aparecer como un (pre)romántico. Entre sus muchas obras podríamos 
citar las espléndidas El molino de viento de Wijk bij Duurstede y 
Campos de trigo, por poner dos ejemplos muy diferentes. Su convecino en 
Amsterdam Meindert Hobbema lo imitó
(Bosque pantanoso), aunque no alcanzó la cota poética de 
Ruysdael. Y, como siempre, hay que hacer referencia a Rembrandt, que no abundó 
en el tema85, 
pero que lo hizo en una doble vertiente. Por un lado, sigue el realismo de los 
paisajistas que le rodean (Paisaje invernal con patinadores); por otro, 
pinta varios cuadros de paisajes en los que el realismo pasa a un segundo plano, 
superado por su afán dramático, con una dosis de poesía que el realismo no le 
permitía expresar: Paisaje con puente de piedra, Castillo, Ruinas... Sin 
considerarlo un especialista como a Ruysdael, el genio de Rembrandt también 
aparece en sus aproximaciones al paisaje. Y tras ellos el cuadro de paisaje se 
va haciendo cada vez más a la manera italiana, perdiendo el carácter 
típicamente holandés que le dio fama y desarrollo. 
②Y ya que hemos citado el subtema del paisaje urbano, diremos que hubo 
auténticos especialistas en el tema86.
Pintando edificios destacó Pieter Jansz Saenredam, cuyos cuadros son 
prácticamente diseños de arquitectura, precisos, geométricos, una 
arquitectura no imaginada, sino basada en la realmente existente, como El 
antiguo Ayuntamiento de Amsterdam 
o Interior de la Grotekerk en Haarlem. Como Vermeer en Delft (citado más 
arriba), Emmanuel de Witte aplica, suavizados, los principios precisos de 
Saenredam, y nos deja obras con representaciones de edificios más “suaves”, 
como la de la
Nieuwekerk de Amsterdam. Y respecto a las panorámicas urbanas (como la 
vista de Delft de Vermeer antes citada) es destacable Job Berckheyde, con su 
obra Oude Gracht de Haarlem. 
(Volver 
al índice) 
3.6.-Autores y obras citados.
Para no distraer de 
la línea argumentativa de los puntos anteriores, se ha preferido no hacer 
referencias a los datos particulares de los autores y las obras citadas. Sin 
embargo, parece conveniente ofrecer aquí un listado de enlaces (CTRL+Clic) a 
los autores y a sus obras (exclusivamente si unos u otras han sido citados 
expresamente) para no dejar vacía la visión concreta en la que hemos ido 
apoyándonos. El orden en que se ponen es aquel en el que aparecen los autores, 
y dentro de ellos, sus obras... De paso, el listado que sigue puede orientar 
acerca de lo que se ha considerado más relevante para esta aproximación al 
estudio de la pintura barroca holandesa. 
Hendrick Terbrugghen 
(Deventer, h. 1588-Utrecht, 1629) 
Adoración de los Reyes Magos (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Gerrit Van Honthorst (Utrecht, 1590-1656) 
Adoración de los pastores (Galería de los Uffizi, Florencia) 
Matthias Stomer 
(Amesfoort, h. 1600-Sicilia, h. 1650) 
La incredulidad de Santo Tomás (Museo del Prado) 
Rembrandt Van Rijn (Leiden, 1606-Amsterdam, 1669) 
Jacob bendiciendo a los hijos de José
(Schloss 
Wilhelmshöhe, Kassel) 
La Presentación en el Templo (Mauritshuis, La Haya) 
Sansón cegado por los filisteos
(Städelsches 
Kunstinstitut, Frankfurt) 
Dánae
(The State Hermitage Museum, St. 
Petersburg) 
Artemisa (Museo del Prado)87 
El rapto de Ganimedes (Staatliche 
Kustsammlungen, Dresden) 
El artista en su estudio (Museo de Bellas Artes, Boston) 
La Ronda de noche (Rijksmuseum, Amsterdam) (Ver 
detalle) 
La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tup (Mauritshuis, La 
Haya) 
Joven escritor (The State Hermitage Museum, St. Petersburg) 
Saskia riendo (Staatliche Kustsammlungen, Dresden) 
Jan Six (Colección Six, Amsterdam) 
41 autorretratos (Varios Museos) 
Paisaje invernal con patinadores
(Staaliche 
Kunstammlungen, Kassel) 
Paisaje con puente de piedra 
(Rijksmuseum, Amsterdam) 
Paisaje con castillo (Museo del Louvre, París) 
Ruinas (Schloss 
Wilhelmshöhe, Kassel) 
Gerrit Dou (Leiden, 1613-1675) 
Autorretrato
 (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Jan Vermeer (Delft, 1632-1675) 
Mujer pesando perlas (National Gallery, Washington) 
La alcahueta (Staatliche Kustsammlungen, Dresden) 
La vista de Delft (Mauritshuis, La Haya) 
Gerard Ter Borch
(Zwolle, 1617-Deventer, 1681) 
La amonestación paterna
(Gemäldegalerie, 
Berlin) 
Pieter de Hooch (Rotterdam, 1629-1684) 
Madre junto a la cuna
(Gemäldegalerie, 
Berlín) 
La despensa (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Jan Steen (Leiden, 1626-1679) 
La fiesta de San Nicolás (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Adriaen Van Ostade (Haarlem, 1610-1685) 
Cocina aldeana (Museo del Prado) 
Gabriël Metsu (Leiden, 1629-Amsterdam, 1667) 
Niña enferma (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Cornelis Ketel (Gouda, 1548-Amsterdam,1616) 
La Compañía Rosencrantz (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Michiel Janszn Van Mierevelt (Delft, 1566-1641) 
Retrato de Jan Van Oldenbarneveld (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Caspar Netscher (Heidelberg?, 1639-La Haya, 1684) 
Guillermo III (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Jan Van Scorel 
(Schoorl, 1495-Utrecht, 1562) 
Los Caballeros de Tierra Santa en procesión 
(Frans Hals Museum, Haarlem) 
Cornelis Cornelisz (Haarlem, 1562-1638) 
El banquete de la guardia cívica (Frans 
Hals Museum, Haarlem) 
Bartholomeus Van der Helst (Haarlem, 1630-Amsterdam, 1670) 
La Compañía del Capitán Roelof Bicker 
(Rijksmuseum, Amsterdam) 
Retrato de un gentilhombre (Victoria and Albert Museum, Londres) 
Johannes Cornelisz Verspronk (Haarlem, 1600?-1662) 
Joven de Azul (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Frans Hals (Amberes, 1582 -Haarlem, 1666) 
La Flaca Compañía (Rijksmuseum, 
Amsterdamf 
Catharina Hooft con su nodriza (Gemäldegalerie, 
Berlín) 
Retrato de Jacob Zaffius (Frans Hals 
Museum, Haarlem) 
Retrato de Pieter Van de Broeck (Kenwood 
House, Londres) 
Judith Leyster 
(Haarlem, 1609-Heemstede, 1660) 
Autorretrato
(National Gallery, Washington) 
Jan de Bray (Haarlem, 1627-Amsterdam, 1697) 
La guilda de pintores de Haarlem 
(Rijksmuseum, Amsterdam) 
Jacob Ruysdael (Haarlem, 1629-Amsterdam, 1682) 
Paisaje con cascada (Rijksmuseum, 
Amsterdam) 
El molino de viento de Wijk bij Duurstede 
(Rijksmuseum, Amsterdam) 
Campos de trigo (Metropolitan Museum of 
Art, New York) 
Meindert Hobbema 
(Amsterdam, 1638-1709) 
Bosque pantanoso (Museo 
Thyssen-Bornemisza, Madrid) 
Esaias Van de Velde 
(Amsterdam, 1587- La Haya, 1630) 
Willem Buytewech (Rotterdam, 1592-1624) 
Pieter de Molyn 
(Londres, 1595-Haarlem, 1661) 
Salomon Van Ruysdael 
(Naarden, 1602-Haarlem, 1670) 
Jan Van Goyen 
(Leiden, 1596-La Haya, 1656) 
Vista de la Merwede frente a Dordrecht 
(Rijksmuseum, Amsterdam) 
Jan Porcellis
(Gante,
1583-Zoeterwoude, 1632) 
Mar borrascoso (The State Hermitage 
Museum, St. Petersburg) 
Jan Van de Capelle 
(Amsterdam, 1626-1679) 
Pieter Jansz Saenredam 
(Assendelft, 1597-1665) 
El antiguo Ayuntamiento de Amsterdam (Rijksmuseum, Amsterdam) 
Interior de la Grotekerk en Haarlem ((Frans Hals Museum, Haarlem) 
Emmanuel de Witte 
(Alkmaar, h. 1617-Amsterdam, 1691) 
Nieuwekerk de Amsterdam (Timken Museum 
of Art, San Diego, California) 
Job Berckheyde 
(Haarlem, 1630-1693) 
Oude Gracht de Haarlem (Mauritshuis, La 
Haya) 
(Volver 
al índice) 
4.-Algunos detalles, a modo de conclusión. 
 A lo largo de todo 
el trabajo hemos ido exponiendo las diferencias esenciales entre el 
desarrollo y el alcance que la pintura tuvo en Flandes y en Holanda. Se ha 
tratado en todo momento de relacionar esas diferencias observadas con cada uno 
de los entornos en los que se producen, católico y españolista (en el mejor de 
los casos, europeísta) en Flandes y protestante e independiente en Holanda. Las 
diferencias de ambos entornos explican en gran medida las diferencias en su 
producción artística barroca, y esa producción pictórica diferente 
ahonda a su vez las diferencias de todo tipo en el entorno de cada país. Se han 
tratado por separado los dos ámbitos, y dentro de ellos se han expuesto los 
temas pictóricos fundamentales, remarcando siempre que se ha podido/sabido el 
porqué unos temas se desarrollan más o menos en cada país. 
Podemos aprovechar 
este final para poner de manifiesto algunos detalles que el trabajo no han 
tenido fácil acomodo, de manera que podamos aún remarcar esas diferencias (y 
algún parecido...) 
En primer lugar, en 
ambos países hemos detectado la existencia de una “trilogía” de autores 
que destacan mucho sobre los demás, sin desmerecerlos. En Flandes, Rubens, Van 
Dyck y Jordaens; en Holanda, Rembrandt, Hals y Vermeer. Dentro de cada una de 
esas ternas, hay una figura excepcionalmente sobresaliente, Rubens en Flandes y 
Rembrandt en Holanda. Pero las diferencias entre ambos genios son, en nuestra 
opinión, abismales. Rubens se integra absolutamente en la sociedad de su 
entorno y puede decirse que “controla”, directa o indirectamente, el arte 
barroco flamenco en todo el Siglo XVII, que es difícilmente explicable sin él, 
proyectado en numerosos discípulos/seguidores. Rembrandt, por el contrario, 
se nos presenta como un tanto solitario, no siempre bien comprendido por la 
sociedad que lo rodea, y sin una auténtica escuela que lo siguiese. Así 
entendemos mejor la gran diversidad y abundancia de temas (no tanto en lo que 
respecta a la técnica...) tratados en Holanda por muchos pintores diferentes, 
sin que podamos reconocer en ellos pautas emanadas de un único centro 
(excepción hecha, quizás de la “escuela” de Haarlem). Esta 
“dispersión” holandesa acabará, hacia finales del siglo, por producir un 
fenómeno de una cierta “absorción” por el arte flamenco de ese momento, 
que presenta una mayor unidad debida a todo el respaldo que mantiene en lo 
político y en lo social. 
En ese orden de 
cosas, cabe señalar también que el fenómeno, realmente explosivo, de la 
pintura barroca holandesa está fortísimamente unido con el proceso político, 
social y económico que sigue Holanda, naciendo con ese proceso a principios del 
siglo y agotándose rápidamente cuando acaba el mismo, a finales del XVII y 
principios del XVIII, tras haber plantado cara a dos de las mayores potencias 
del momento, España primero y Francia después. En Flandes, sin embargo, el 
“recorrido” es más dilatado en el tiempo, debido a la mayor continuidad de 
las condiciones, políticas esencialmente, que se mantienen más 
prolongadamente. 
Dos fenómenos 
simultáneos en el tiempo, pero muy diferentes en el desarrollo, a pesar de que 
ambos hayan dejado una hondísima huella artística que ha llegado, plena de 
interés, hasta nuestros días. 
 
José Carlos 
Vilches Peña. En Vielha, noviembre 2013. 
 
(Volver 
al índice) 
 
5.-Biblio y webgrafía.
Se ha procurado no 
interrumpir en exceso el texto, para mayor comodidad a la hora de leerlo, por lo 
que algunos detalles y enlaces a imágenes aclaratorias se han puesto en 
Notas al pie de página, quedando agrupadas al final del documento como 
Notas Finales. El número que las identifica está en color azul, y 
clicando en él nos baja al pie de la página para leer la Nota si no estaba ya 
visible. Para retroceder al texto donde se dejó, basta con clicar en el número 
de orden que antecede a la Nota. 
Las referencias de 
las obras en papel y en línea que se han consultado más a fondo, en mayor o 
menor grado, están al final del documento, agrupadas como Referencias. 
El número que las identifica está precedido de la letra "r", y clicando en él 
nos baja al pie del documento para leer la Referencia correspondiente. Para 
retroceder al texto donde se dejó, basta con clicar en el número de orden que 
antecede a la Nota, que aparece entre corchetes. 
 
Para las 
referencias se ha utilizado la normativa del TermCat, como se hizo ya en 
la anterior asignatura de Historia del Arte I. Y se han dejado en el orden en 
que aparecen en el documento, para permitir seguir mejor su relación con el 
mismo. 
Respecto a la 
inclusión o no de imágenes en el texto, se ha valorado cuidadosamente el 
hacerlo o no, y la decisión ha sido la habitual: no ponerlas, con alguna 
excepción. Pienso que no se trata de hacer una colección de imágenes, que 
podrían ser miles, sino construir un texto razonado sobre el tema. 
Evidentemente, se ponen los enlaces a aquellas imágenes que se considera 
relevante verlas al menos una vez, agrupados en dos apartados, uno para Flandes 
y otro para Holanda 
(Volver 
al índice) 
	
8Si tuviese que dar algún ejemplo para estudiar la arquitectura barroca, 
citaría la Plaza de San Pedro en el Vaticano (un espacio ciudadano convertido 
en un espacio sacro), el Palacio de Versalles (un espacio rural convertido en 
una ciudad absolutista en miniatura) y la Abadía de Melk (un espacio rural 
convertido en un mundo eclesial) 
	
32Puede ponerse un ejemplo llamativo: Rembrandt compró su casa en Amsterdam 
por 15000 florines (dato facilitado en la reciente visita a esa casa) mientras 
que su maravillosa obra La Ronda de Noche 
se valoró en 1600 florines, un precio indudablemente bajo en comparación con 
el del inmueble. (Martínez, pág. 21) 
	
35Martínez, pág. 39-60; Bazin, pág. 63-69. 
	
37Martínez, pág. 62-72; Bazin, pág. 69-71. 
	
39Martínez, pág. 72-76; Bazin, pág. 71. 
	
43Museo Nacional del Prado. Catálogo de la Exposición de Rubens. 
Madrid: 5/11/2010 a 23/1/2011. 
	
46Martínez, pág. 27 y 32-33. 
	
49Martínez, pág. 32 y 76-78; Bazin, pág. 72-76. 
	
50Martínez, pág. 32, asigna este cuadro a Frans Pourbus el Joven, y lo 
situa en la Mauritshuis en La Haya. Efectivamente, en ese Museo se encuentra un 
cuadro titulado “Un 
baile en la corte de los archiduques” pero se atribuye a Frans Francken el 
Joven, en colaboración con Paul Vredeman. La solución pudiera estar en 
The Standard Galleries – Holland, de Esther Singleton, al final 
de la página 104, cuando se dice: “Francken, Painter of Allegories and 
Festive Scenes.—A historical picture of interest is that of A Ball at the 
Court of Albert and Isabella in 1611, by Frans Francken the Younger (1581-1642). 
He was famous for his scenes from the Bible, allegories, landscapes, 
mythological pictures, and particularly for his balls, masquerades, and other 
scenes of festivity in which he introduced figures of small size. Frequently, 
too, he painted figures in the pictures of the elder Neeffs, the younger De 
Momper, and Bartelmees van Bassen. Description of the Picture of a Historical 
Ball.—This ball scene, which belonged to William V. at Het Loo, was 
painted between 1611 and 1616. The copule hoyo are andancia in the centre are 
Pililo William of Nassau, Pince of Orange, and his rife, Relleno de Turbonada, 
Princesa of Rondé. Albert and his rife, Isabel le Colaire Eugenia, and fine 
other portamiras are by the han of Frans Pourbus the Younger.” 
Es decir, el cuadro se atribuye a Francken, pero partes de él fueron pintadas 
por Pourbus... en cualquier caso, he sido incapaz de encontrar en la red una 
imagen aceptable de dicho cuadro... la mejor que tengo 
es esta, que se encuentra en el libro 
Conflicts of Empires: Spain, the Low Countries and the Struggle for World 
Supremacy. 1585-1713, de Amojonan I. 
Ismael. 
En realidad, es esta misma... Y como 
curiosidad, he aquí 
una copia realizada en el Siglo 
XIX... 
	
64Martínez, pág. 122-124. 
	
67Martínez, pág. 121-122. 
	
73Martínez, pág. 100-105. 
	
76Martínez, pág. 108-112. 
	
84Martínez, pág. 125-126. 
	
86Martínez, pág. 126-128. 
87Hay dos interpretaciones posibles para este cuadro: una se refiere al 
momento en que Artemisa está a punto de beberse las cenizas de su 
hermano/marido Mausolo, y la otra se refiere a Judit en el banquete de 
Holofernes  Listado de Referencias: 
 
	
[1]
	Ramallo, Germán. El 
Barroco: artes figurativas. Madrid: Anaya, 
1994. 96 p. (Biblioteca básica de Arte)ISBN 84-207-5765-9
 
	
[2]
	Domínguez Ortiz, Antonio. 
Historia Universal. Vol. 3, Edad Moderna. 2a reimpr. Barcelona: 
Vicens Vives, DL 2006. 573 p. ISBN 978-84-316-2167-4
 
	
[9]
	Martínez Ripoll, Antonio. 
El Barroco en Europa. Madrid: Historia 16, 1989. 160 p. (Historia del 
Arte, vol. 35)ISBN 84-130-4287-2900
 
	
[10]
	Conti, Flavio. Cómo 
reconocer el arte Barroco. Barcelona: 
Edunsa, 1993. 63 p. ISBN 84-7747-078-2
 
	
[11]
	Bazin, Germain. Barroco y 
Rococó.
	Barcelona: Destino, 1992. 288 p. (El 
Mundo del Arte)ISBN 84-233-2112-6
 
	
[12]
	Triadó, Juan-Ramon. Las 
claves del arte Rococó. Cómo identificarlo. 
Barcelona: Ariel, 1986. 80 p.ISBN 84-344-0310-2
 
	
[13]
	Martínez Ripoll, Antonio. 
El Barroco en Italia. Madrid: Historia 16, 1989. 160 p. (Historia del 
Arte, vol. 29)ISBN 84-130-4287-2900
 
	
[14]
	León, Aurora. El Barroco. 
Arquitectura y Urbanismo. Madrid: Anaya, 
1991. 96 p. (Biblioteca Básica de Arte)ISBN 84-207-4183-3
 
[15]
	Sutton, Peter C. El Siglo de 
Oro del Paisaje Holandés. Madrid: Patronato 
de la Fundación Thyssen-Bornemisza, 1995. 284 p.ISBN 84-88474-14-8
 
 
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