Nacimiento de Italia y Alemania


2.-Objetivo de estas páginas.

En el marco general de la Europa del siglo XIX, la PAC2 propone el estudio de las unificaciones de Italia y Alemania. Para ello se analizará la (re)aparición de los nacionalismos y su repercusión en las formación de los nuevos estados, estudiando los antecedentes de cada una de las situaciones de partida, los procesos concretos de unificación / independencia (de Italia y Alemania esencialmente, aunque hubo más...) y las consecuencias de dichos procesos en el panorama europeo del siglo XIX, con las inevitables referencias a las repercusiones a más largo plazo, identificadas ya entrado el siglo XX.

3.-Antecedentes generales: Europa y Revolución.

3.1.-Napoleón y Europa.

Aunque quizás puedan encontrarse antecedentes “remotos” en el tema que nos ocupa, empezaremos su estudio en el cambio del siglo XVIII al XIX. En esos años Europa ha asistido -activa y pasivamente- a dos revoluciones en sentido estricto, la americana y la francesa, que han cambiado el rumbo de la historia. La primera constituye posiblemente el primer proceso descolonizador de la historia, y desde luego el de mayor escala nunca emprendido por una sola comunidad, y la segunda pone las condiciones para que Europa haga el gran cambio de mentalidad que impregna el devenir histórico decimonónico.

Al amparo de la revolución francesa surge la figura de Napoleón Bonaparte1, sin la que es difícil entender el proceso histórico que nos conducirá durante el siglo XIX hasta las unificaciones estatales nacionalistas que estudiaremos. Encontramos en Napoleón una ambigüedad -o una dualidad- intrínseca entre el hombre revolucionario, el republicano de pro, y el hombre mesiánico de vocación, “salvador de la Patria”, y que vuelve a formas autoritarias de gobierno bajo diferentes denominaciones (consulado e imperio).

En una quincena de años Napoleón revoluciona Europa a una escala territorial y con una intensidad ideológica nunca vista antes. No sólo es una cuestión militar (sus campos de batalla se extendieron desde Bailén en España hasta Borodino y Moscú en Rusia, sin hablar ya de Egipto), sino de profundas (y duraderas...) reformas administrativas, judiciales, sociales y económicas. Además, sus guerras con Austria, Gran Bretaña, Rusia, Prusia,... tuvieron un efecto de lógico y profundo rechazo en las poblaciones afectadas, sentando así una firme base en la que se apoyará el resurgir de los nacionalismos a lo largo del siglo XIX.

En el punto que más nos interesa, cabe decir que Napoleón estableció la “Confederación del Rin”, en la que se agruparon los estados alemanes existentes, y también creó el “Reino de Italia” al norte de la misma, del que él mismo se declaró soberano, junto con el Reino de Nápoles al sur. En los procesos de unificación alemán e italiano veremos reminiscencias de estas dos realidades, el aspecto “confederado” en Alemania y la dualidad norte-sur en Italia.

3.2.-El Congreso de Viena.

Tras la caída de Napoleón se produce una oleada de conservadurismo a ultranza, que se plasma inicialmente en la propia Francia con la restauración borbónica en la figura de Luis XVIII2 (Tratado de París, 30 de mayo de 1814). A continuación, y bajo el impulso principal del canciller austríaco Metternich3, se celebra el Congreso de Viena (que acaba el 9 de junio de 1815) en el que se intenta sentar las bases de una estabilidad europea duradera basada en un equilibrio territorial y político, en cierta manera “supranacional” (la Cuádruple Alianza nace con fuertes prerrogativas intervencionistas). Las decisiones del Congreso de Viena tienen un marcado carácter antiliberal, suponen una vuelta al absolutismo anterior a la época napoleónica, y no tienen en cuenta la aparición de los nacionalismos europeos, de manera que en realidad lo se está sentando es el inicio de los movimientos revolucionarios liberales posteriores.

De cara a las unificaciones que nos interesan, la situación es la siguiente: por el lado que podemos llamar alemán encontramos los reinos independientes de Baviera, Hannover y Prusia, junto con una Confederación de Estados Alemanes (el Deutscher Bund, en cierta manera “sucesora de la Confederación del Rin napoleónica), sometida a la autoridad austríaca; por el lado italiano, encontramos los reinos independientes de Cerdeña, Dos Sicilias y los Estados Pontificios, junto con las provincias del norte de la península itálica bajo la autoridad austríaca.

En las dos regiones comentadas hay ya un claro sentimiento nacionalista, que, si bien tiene diferencias importantes en su concepción, comparte una misma idea de “comunidad” y, posiblemente despertado por el centralismo de Napoleón, un mismo deseo de plasmar esa idea de comunidad en una realidad política independiente.

Por más que la política de Metternich lo intente de múltiples maneras, la realidad, terca como siempre, impone sus derechos, y la expansión de las ideas liberales, alentadas y sostenidas por la cada vez mayor presencia burguesa en los mecanismos del poder, es imparable. Se inician así una treintena de años “revolucionarios” que desde 1820 hasta mediados del siglo irán conduciendo a Europa a la configuración con la que entrará en el siglo XX.

3.3.-1820: Nacionalismo.

Ya en 1820 puede verse que el sistema de Metternich no es lo monolítico y “eficaz” que se pretendía y los nacionalismos, aún incipientes, empiezan a aparecer en el panorama político. En Italia, Nápoles ve la revuelta de los carbonarios y, en el norte, Austria se ve obligada a reprimir una situación bien delicada en el Piamonte. En Rusia, la insurrección “decembrista” fracasa, pero ha quedado patente su deseo de dotar al país de un régimen constitucional. En Francia el asesinato del conservador Duque de Berry aparta del poder a los moderados, facilitando la coronación de Carlos X4 en 1824, líder de los conservadores a ultranza. Pero es en Grecia donde la situación evoluciona más a fondo, y en un entorno de apoyo europeo de todo tipo consigue independizarse del Imperio Otomano en 1830.

3.4.-1830: Liberalismo.

Una segunda marea revolucionaria puede fecharse en 1830. Si los hechos de 1820 pueden tildarse de “nacionalistas”, los que se producen en 1830 son revueltas que también tienen un claro componente de origen liberal, lideradas por un amplio muestrario de dirigentes burgueses. Esas revueltas tienen lugar un poco por toda Europa: Italia, Francia, parte de Alemania, Bélgica, Polonia... En Francia, ante el intento de supresión de la “Carta otorgada” por parte del rey Carlos X, estalla una revuelta popular, especialmente virulenta en París, que provoca la abdicación real, y el cambio de rey satisface (al menos) a la burguesía de clase alta, aunque no tanto a los republicanos. En Bélgica la opresión holandesa provoca un movimiento en favor de la independencia, que se consigue en parte por la ayuda de Francia, y que se plasma en la Constitución de Bruselas de 1831, iniciando la dinastía real Leopoldo I5. En Varsovia estalla la revolución a finales de 1830, llegándose a declarar la independencia, pero ante la falta de apoyo exterior, la represión del zar Nicolás I6 acaba con los moderados logros liberales conseguidos anteriormente. En Italia, Austria vuelve a reprimir un intento de unificación en los Ducados de Parma y Módena, así como en la Romaña.

3.5.-1848: Democracia.

Por último, en los primeros meses de 1848 volvemos a encontrar otro gran movimiento revolucionario en Europa. Sin embargo, hay en él un matiz diferenciador de los anteriormente vistos, y a los motivos liberales y nacionalistas de 1820 y 1830 hay que añadir la aparición de exigencias democráticas nuevas, como el sufragio universal, derecho al trabajo, superación de los formalismos liberales en aras de una auténtica justicia, reformas sociales profundas... Muy posiblemente por este añadido democrático, la base social de las revueltas se amplia, y las clases trabajadoras se incorporan de lleno a ellas. Francia, Italia, los estados alemanes, vuelven a verse inmersos en importantes acontecimientos revolucionarios, con la novedad que en el interior mismo del imperio austríaco se producen movimientos nacionalistas y liberales que hasta ahora no habían encontrado demasiado apoyo.

La reacción contra este movimiento revolucionario es muy intensa, haciéndose todo lo posible por restablecer “la ley y el orden”, y por ello cabe decir que sus “triunfos” concretos son escasos. Sin embargo, algunos logros sí que permanecieron posteriormente, como la idea del sufragio universal como un derecho a alcanzar, o la tendencia hacia regímenes más constitucionalistas / parlamentaristas, o la quasi-desaparición de los últimos residuos de feudalismo.

Puede decirse que la situación política “parece” controlada por el poder, pero que es una sensación engañosa dado que los nacionalismos siguen presentes / latentes en la escena, y los procesos de unificación de Italia y Alemania que se abren en este momento son una buena muestra de ello.

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4.-Las unificaciones de Italia y Alemania.

4.1.-El marco general común.

Las unificaciones de Italia y Alemania tienen lugar en un marco temporal común, y en un entorno nacionalista similar (aunque con matices importantes). También cuentan con un impulso generador que comparte una característica decisiva en los procesos seguidos: si bien se apoyan en el sustrato liberal y nacionalista del momento y del lugar, no puede decirse que sean unos movimientos ni populares ni democráticos, como se irá viendo en sus descripciones particulares.

Además de ese marco general común, encontramos en ambos procesos unas características repetidas que permiten hacerse una mejor idea del “por qué” de las unificaciones.

En primer lugar, ya se ha comentado la influencia napoleónica en el ámbito territorial que estudiamos.

En segundo lugar, el aspecto económico, en manos burguesas liberales, es fundamental en ambos procesos. En Italia, el contraste norte-sur (industria versus sector primario, con matices) estimula las perspectivas de mercado. En Alemania, la unión aduanera ya existente en torno a Prusia (Zollverein) ha ido abriendo el camino hacia una unificación mercantil, camino que se refuerza con la mejora de las comunicaciones, especialmente con la aparición del ferrocarril.

En tercer lugar, en ambos procesos encontramos unos ejércitos de carácter “moderno” (piamontés y prusiano), con un material eficaz, con una oficialidad comprometida... que harán posible el enfrentamiento con el “enemigo exterior”, Austria esencialmente.

En cuarto lugar, en los dos territorios encontramos diferentes enfoques de cómo llevar adelante la unificación. En Italia, Mazzini7 y su “Joven Italia” no piensa lo mismo que otros sectores más moderados, como el de los neogüelfos, o el del ecléctico movimiento “Sociedad Nacional Italiana” dirigido por Cavour. En Alemania, de la misma manera, hay diferencias en el pensamiento unificador de la “Joven Alemania” de corte romántico, y el de corte economicista burgués que apoya el Zollverein como elemento aglutinador inicial.

Por último, en ambos procesos se da una circunstancia similar en cuanto al liderazgo de los mismos. En Italia el tándem Cavour-Victor Manuel II y en Alemania el formado por Bismarck-Guillermo I conducen de manera similar ambas unificaciones, difícilmente explicables sin hacer referencia a sus personalidades.

4.2.-El proceso italiano.

El sustrato de partida8 está formado por los fragmentados Estados Italianos surgidos del Congreso de Viena, ligados de manera mayoritaria a los reinos “no italianos” de los Habsburgo y los Borbones. Los intereses internacionales que confluyen inicialmente en el proceso de unificación son esencialmente ingleses, que pretenden la formación de un estado fuerte en la región como contrapeso a la influencia francesa. Sin embargo, dichos intereses internacionales se complicarán fuertemente a lo largo de todo el proceso, con intervenciones, militares y/o diplomáticas, de Francia, Austria y Prusia. Como línea general, podemos considerar que el proceso de unificación italiana consiste en una expansión desde el norte (Piamonte / Cerdeña, Valle del Po) hacia el sur, hasta Nápoles y Sicilia. Puede pensarse que se trata de una pugna entre el norte industrializado, burgués, y el sur agrícola y aristocrático, pero no hay que olvidar que en esos años Nápoles cuenta con una industria nada despreciable. El proceso es liderado (aunque no hasta el final, por su muerte prematura) por el conde de Cavour, ministro de Victor Manuel II de la Casa de Saboya.

➋Tras los hechos revolucionarios ya comentados de 1820, 1830 y 1848, puede hablarse del inicio del proceso de unificación italiana en el momento en que Carlos Alberto9 de Saboya declara la guerra a Austria en 1848, liderando una alianza entre su Reino de Cerdeña, el de Dos Sicilias y los Estados Pontificios. Dos derrotas en dos años consecutivos (Custoza10, 1848, y Novara11, 1849) le obligan a abdicar en su hijo Victor Manuel II12, un acontecimiento que sería fundamental en la evolución del proceso unificador. Cabe decir que sus aliados (el Papa y Fernando II) no mantuvieron firmemente las alianzas comprometidas, por diferentes motivos, como el temor a la posible hegemonía del Reino de Cerdeña en caso de ganar la guerra, lo que nos pone claramente de manifiesto que el tímido inicio de la unificación no era visto de la misma manera en todo el territorio.

➌En la década siguiente puede hablarse de una aparente calma en los afanes unificadores. Sin embargo, la aparición de la figura de Cavour13 (fundador del movimiento nacionalista “Il Risorgimento”) está gestando el inicio real de la unificación. Con una visión a largo plazo, incomprendida por sus compatriotas, el ministro de Víctor Manuel II y ya presidente del Piamonte, embarca al Reino de Cerdeña en la Guerra de Crimea (1855) con Francia y Gran Bretaña contra Rusia, con la esperanza de acceder así a las decisiones de la alta política europea. No lo consigue, y en el Tratado de París de 1856 las peticiones italianas respecto a su (in)dependencia de Austria no son tenidas en cuenta.

No obstante, Cavour ha sentado las bases de una cierta relación con Napoleón III14, y después del intento de asesinato de este por el extremista italiano Orsini, logran pactar una acción conjunta contra Austria, en la que Francia recibiría la Saboya y Niza, y Cerdeña se anexionaría la Lombardía, el Véneto y los ducados de Módena y Parma.

➍Teniendo en cuenta la prudencia con la que Napoleón III debe comportarse ante el resto de Europa (no olvida la caída del primer imperio...), Cavour logra provocar que sea Austria la que rompa las hostilidades a finales de abril de 1859. Las tropas austríacas, de manera incomprensible, no logran aniquilar al ejército piamontés antes de la irrupción efectiva del ejército francés. A partir de este momento, las tropas francesas (auténticas protagonistas de la guerra) baten a las austríacas en Montebello15 y Magenta16, entrando en Milán al principio del verano. Y es el 24 de junio cuando la batalla de Solferino17 (nominalmente ganada por los francopiamonteses, pero a un coste tal que difícilmente puede hablarse de victoria18) pone fin a la guerra. En efecto, Napoleón III, movido por diversos intereses (tanto personales como de política general europea, en la que Prusia realiza acciones amenazadoras en sus fronteras) ofrece a Francisco José I19 un armisticio, que es aceptado inmediatamente, sin tener en cuenta la opinión de los piamonteses. Cavour dimite de la presidencia del gobierno, pero no puede evitar que Austria retenga el Véneto y otros territorios, mientras que el Reino de Cerdeña se anexiona la Lombardía.

➎La situación política evoluciona rápidamente, y uno de los factores que más influyen en los acontecimientos es la posición reforzada de Napoleón III en la política europea, que le permite apoyar los movimientos unificadores en Italia. Cavour ve la oportunidad de reactivar los procesos de unificación, y vuelve al gobierno, desde donde los estimula durante 1859 y 1860. Finalmente, la Toscana, Módena, Parma y la Romaña votan plebiscitariamente su adhesión al Piamonte, la cual se produce en marzo de 1860. En abril se cumple la otra parte del trato, y Saboya y Niza pasan a dominio francés, también mediante un plebiscito, a modo de justificación de la participación francesa en la guerra.

➏El siguiente paso en la expansión territorial emprendida tiene un carácter un tanto rocambolesco, como veremos, pero a la vez hace dar un giro importante a las intenciones de Cavour. Hasta el momento, las intenciones de este han sido un tanto limitadas al norte de la península itálica, pero los acontecimientos desencadenados en 1860 por Garibaldi20 le embarcan en una unificación norte-sur no exenta de problemas.

En efecto, Garibaldi, originario de Niza y contrario a su cesión a Francia, organiza la famosa “expedición de los mil21”, que desde Génova se desplaza a Sicilia, donde desembarca el 11 de mayo. Napoleón III intenta organizar un proyecto federado para Italia, pero Cavour y Gran Bretaña (que ha dado cobertura naval a Garibaldi) se oponen, dado que ya buscan claramente la mayor extensión unificada posible. Garibaldi pasa el estrecho de Mesina y entra en Nápoles el 7 de setiembre. Ante la posibilidad de fragmentación de su proyecto unitario que esto supone, Cavour reacciona rápidamente, y con la disimulada aprobación de Napoleón III, cruza los Estados Pontificios con un ejército que vence a las tropas del Papa en Castelfidardo22 (18 de setiembre) y frena a las napolitanas en Volturno23 a finales de setiembre / primeros de octubre. Garibaldi abandona así su proyecto personal (republicano, no monárquico) y acepta a Victor Manuel como rey de Italia, entrando juntos en Nápoles el 7 de noviembre. El Reino de Nápoles queda así anexionado al ya extenso Piamonte.

Esta integración norte-sur, no prevista por Cavour en un principio, y a pesar de ser refrendada en plebiscito por los napolitanos, no dió más que problemas desde un principio, y la situación social del sur de la península no fue en absoluto tranquila, con continuas acciones militares y bandoleras.

➐En marzo de 1861 el Parlamento italiano, tras unas elecciones que hoy no se calificarían de democráticas, reconoce a Victor Manuel II de Saboya como rey de toda Italia (salvo Roma, en manos del Papa, y el Véneto, en manos austríacas). El nuevo estado nace apoyándose en el Estatuto Albertino, texto constitucional liberal redactado en 1848 en el reinado de Carlos Alberto de Saboya antes de su abdicación. Cavour muere, con casi 51 años, sin ver acabada la unificación completa de Italia, proyecto al que dedicó su vida.

La incorporación de Roma y el Véneto a la monarquía italiana tiene lugar en los años comprendidos entre 1862 y 1871. En cuanto al Véneto, Italia aprovecha el conflicto entre Austria y Prusia de 1866, y consigue hacer del Véneto la “moneda de cambio” en su alianza con Prusia, gestada el año anterior. La rápida victoria de Prusia conduce al resultado previsto, y tras el consabido plebiscito se consuma la anexión ese mismo año. En lo que respecta a Roma, la cuestión es más complicada, ya que los intereses de Napoleón III le hacen mantener una ambigüedad calculada, con la presencia de tropas francesas en Roma. En 1862, Garibaldi, en otra de sus genialidades, hace un intento fallido de entrar en Roma, intento que repite en 1867, siendo derrotado por las tropas francesas. Pero una vez más Italia se aprovecha de las disensiones en Europa, y en plena guerra entre Prusia y Francia en 1870 aprovecha la derrota de esta para anexionarse (¿hace falta decir que después de un plebiscito abrumadoramente votado?) definitivamente la ciudad de los Papas, que a partir de ese momento limitan su dominio al Vaticano. En agosto de 1871 Roma se convierte en la capital del Reino de Italia, cerrando así el proceso de unificación.

Los problemas de Italia en ese momento no son pocos (relación con el Papado, profunda diversidad económica y social entre las diferentes partes del territorio, tensiones de todo tipo entre liberales y conservadores, reivindicaciones territoriales en el Trentino y Alto Adigio...) y la mayoría de los mismos se enquistarán hasta bien entrado el siglo XX.

4.3.-El proceso alemán.

El sustrato de partida24 está formado por la situación dibujada en el Congreso de Viena, con Prusia, Baviera, Hannover como entidades políticas ya independientes, junto con una Confederación de Estados Alemanes bajo el poder austríaco. Los hechos revolucionarios de 1848 habían conducido a la creación de un primer Parlamento alemán, constituído en Frankfurt, que intentó iniciar la creación de un estado alemán. El primer escollo con el que se enfrentó el sentimiento nacionalista alemán en esta tarea fue la determinación de lo que se debía entender por “Alemania”, la “Gran Alemania” o la “Pequeña Alemania”. La actitud de Austria pretendiendo aliarse con la Confederación decantó la cuestión hacia el lado de la “Pequeña Alemania”. El Parlamento votó una Constitución, en la que se contemplaba el ofrecimiento de la corona unificada al rey Federico Guillermo IV25 de Prusia. Este rechazó el ofrecimiento, por un problema más de forma que de fondo, lo que provocó una fuerte desorientación del Parlamento de Frankfurt, que, vacío de contenido y en manos de los radicales, acabó disolviéndose.

➋La disolución del Parlamento de Frankfurt puede considerarse como el punto de inicio del proceso de unificación alemán. Efectivamente, dicha disolución abrió paso al primer intento nacido directamente desde Prusia, auténtico motor de la unificación del territorio alemán en todos los sentidos. El plan de Radowitz26, ministro de Federico Guillermo IV, fraguado en 1850, intentaba la unión con Hannover y Sajonia, apoyándose en los liberales prusianos más moderados. El plan fracasó, primero por motivos internos dada la oposición de los conservadores, y sobre todo por la acción de Austria, que se opone a dicha unión y hace que Prusia abandone la idea con un pacto impuesto en Olmütz. Aparentemente, Austria ha ganado la partida, y se inicia una década de parálisis en las reivindicaciones de unidad alemanas, pero nada hay más lejos de la realidad. Durante ese tiempo, y gracias esencialmente al Zollverein (del que está excluída Austria) las relaciones entre los diferentes territorios alemanes se van extendiendo y profundizando, tanto en el orden económico como en el social. Los procesos de urbanización, las altas tasas de natalidad, el tendido de una extensa red de ferrocarril, la industrialización (especial referencia hay que hacer a la industria del acero), la minería del carbón,.... fueron configurando una realidad nacional que, si bien no estaba formada de iure, sí lo estaba de facto. Mientras tanto, Austria sufre, lenta pero inexorablemente, un declive económico sustancial. El futuro conflicto entre ambas potencias se está gestando de manera política, pero se resolverá, en gran medida, por la desigual capacidad económica que también se gesta en estos años de aparente calma.

Así, debemos esperar hasta 1859 para detectar otro paso “visible” en el proceso hacia la unidad alemana. La situación en Italia, con Cavour implicando a Napoleón III en el conflicto entre Austria y Piamonte / Cerdeña, es vista en Alemania como un cierto revulsivo, dividiendo a la opinión pública, que oscila entre el apoyo a la causa italiana (como anticipo y espejo de la unidad alemana) y la oposición a la misma (por miedo a la hegemonía francesa). Aparece en este momento el Deutscher Nationalverein, movimiento de apoyo a Prusia y partidario de la solución de la “Pequeña Alemania” con la exclusión de Austria. A continuación, en 1862, aparece un movimiento contrario filoaustríaco, el Reformverein, que defiende la posibilidad de crear una zona alemana “tampón” entre Austria y Prusia. Pero el acontecimiento que va a marcar el resto del proceso de Alemania hacia su unidad es el nombramiento de Bismarck como presidente del gobierno prusiano en 1862, ya con Guillermo I27 en el trono.

Cuando Bismarck28 abandona la embajada de París y accede a la presidencia del gobierno prusiano en Berlín, la causa de la unificación alemana ha encontrado el motor que la empujará sin pausa hasta el final. En política interior fue un decidido partidario de la autoridad real sobre la parlamentaria, por más que evitase enfrentamientos con la Asamblea parlamentaria para no hipotecar los recursos necesarios para su política exterior. Su idea de cómo iba a ser esa política exterior le hicieron reforzar al máximo el ejército y la autoridad real, lo que -como no podía ser menos- le proporcionó fervorosos partidarios y acérrimos opositores. En el viejo antagonismo entre orden y libertad, Bismarck apostó por el primero, “maquillando” un tanto la segunda con reformas sociales no despreciables. En cuanto a su política exterior, el primer atisbo de cómo iba a desarrollarse lo encontramos en la intervención de Bismarck en la compleja cuestión sucesoria de los ducados daneses de Schleswig-Holstein. Prusia intentó su anexión, pero se vio obligada a pactarla con Austria, quedándose cada una de ellas con uno de los ducados en 1865. No cabe interpretar este pacto como un “fracaso” prusiano, ya que con él se estaba poniendo de manifiesto su capacidad negociadora y, quizás lo más importante, se estaba ganando tiempo para reforzar su capacidad militar pensando en un conflicto armado que se pensaba que se produciría inevitablemente.

En el año 1865, Bismarck inicia negociaciones con Napoleón III para asegurarse su neutralidad en el previsible conflicto austro-prusiano. A cambio, se comprometía a facilitar la anexión de el Véneto a Italia, tal como Napoleón pretendía tras su anexión de Saboya y Niza. El pacto se consigue en 1866, y Bismarck se ve con las manos libres para iniciar la acción decisiva contra Austria. El conflicto comienza de una manera “diplomática”, con una reforma de la Confederación Germánica en la que aún se excluía más a Austria, la cual reacciona presionando en la cuestión de los ducados daneses, momento en el cual Prusia inicia la acción militar, conjuntamente con sus aliados italianos. El ejército prusiano, organizativa y materialmente superior al austríaco, consigue una victoria sustancial en Sadowa29 (Königgrätz) en el mes de julio, que origina el tratado de Praga de agosto de ese año. En él, Bismarck gestiona su victoria militar con una cierta “moderación” diplomática, pero consigue lo que será clave para el desarrollo posterior de la independencia alemana, a saber, la exclusión ya definitiva de Austria del área de influencia alemana. Además, el tratado crea la Confederación Alemana del Norte (bajo la dirección prusiana) y reconoce la independencia de los territorios alemanes al sur del Main. Esa “partición” hace que Bismarck sólo deba preocuparse en el futuro de esos territorios al sur, territorios que no tardan en caer en la esfera, al menos aduanera y comercial, prusiana, ante los intentos de Napoleón III de tener influencias en ellos. Toda esta exitosa acción exterior, mientras tanto, ha ido produciendo en el interior de Prusia y en la Confederación del Norte una corriente imparable de adhesión a Bismarck y a su política, en la que se aunaban el nacionalismo alemán de siempre, la clase dirigente de los Hohenzollern, las clases burguesas y aristocráticas (Junkers), y el militarismo prusiano, una mezcla explosiva que podrá explicar muchos de los acontecimientos alemanes hasta bien entrado el siglo XX.

Dado que es ahora Napoleón III el principal obstáculo para anexionarse Alemania los territorios del sur, es hacia Francia hacia donde se dirige la política de Bismarck. La circunstancia que desencadena la guerra entre Francia y Prusia hace intervenir, de manera tangencial a España, que realmente no tenía un papel importante en la política europea del momento. Alemania, en 1870, apoya la candidatura de un príncipe de la casa de Hohenzollern al reino de España (donde Isabel II30 ha sido destronada por la revolución). Ese apoyo subleva a la opinión pública francesa y a su gobierno, que no ven con muy buenos ojos el establecimiento en su frontera sur de un estado proclive a Prusia. Su reacción diplomática es muy fuerte, y el rey Guillermo I retira la candidatura. Pero Bismarck, en un intercambio de correspondencia diplomática posiblemente manipulada, logra provocar lo suficiente a Napoleón III como para que Francia declare la guerra a Prusia, de manera quizás un tanto precipitada. El ejército alemán, puesto a punto durante tantos años por Bismarck y al mando del general von Moltke31, obtiene una rápida victoria sobre el ejército francés en Sedan32, en setiembre de ese año. El desastre es total, quedando prisionero el propio Napoleón III tras la rendición, y abriéndose las puertas de un rápido avance, sitio y conquista de París33. Antes de entrar en ella (el 23 de enero de 1871 se negocia el armisticio y el desfile militar tiene lugar el 1 de marzo), en el Palacio de Versalles el Rey Guillermo I de Prusia es proclamado primer emperador del nuevo Reich alemán, pudiendo así dar por concluido el proceso de unificación alemana (18 de enero de 1871). También acaba el Segundo Imperio francés, proclamándose la Tercera República, que durará hasta 1940, cuando la República Francesa de Vichy pacte con los alemanes.

Bismarck ha conseguido su objetivo de unificación, los estados alemanes del sur del Main se incorporan a Prusia y a la Condederación del Norte (no sin algunas concesiones a Baviera), Francia debe ceder Alsacia y Lorena, y el nuevo imperio alemán es un continuum con fronteras con Rusia, Austria, Italia y Francia. El nacionalismo y el militarismo prusianos han marcado el nacimiento de este gigante económico y político europeo, y junto con problemas territoriales mal resueltos, lastrarán el futuro del nuevo estado. Alemania firmará algún tratado más con Francia en el siglo XX...

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5.-Mientras tanto...

En las líneas anteriores ya han aparecido los protagonistas principales de los acontecimientos narrados: Italia, Alemania, Austria y Francia. De manera un tanto marginal también han aparecido otros protagonistas “secundarios”: Rusia, Gran Bretaña y España. Podemos preguntarnos que ha estado pasando en estos tres países durante los años que van del 1850 hasta 1870, marco temporal de las unificaciones estudiadas.

En Rusia, la situación tras la guerra de Crimea es un continuo debate entre la tensión nacionalista y el más absoluto centralismo zarista. Los nacionalismos “periféricos” son muy activos, pero tropiezan fuertemente con el nacionalismo ruso, capitalizado por el zarismo. Muchos sectores rusos no nacionalistas veían, además, muy conveniente el fuerte centralismo impuesto por los gobiernos zaristas como motor imprescindible de la modernización del estado. La teoría paneslavista por la cual todos los estados eslavos debían formar una única entidad política bajo la dirección monárquica rusa, junto con una fuerte y forzada rusificación, provocó el rechazo de muchas naciones sometidas a Rusia, especialmente Polonia y Finlandia. El asesinato del zar Alejandro II34 en 1881 no contribuyó precisamente a la “democratización” de la política interior rusa, y su sucesor (Alejandro III35) refuerza el carácter personal del poder zarista. En estas condiciones es comprensible que Rusia no estuviese excesivamente comprometida en políticas exteriores complejas.

En España la época estudiada viene marcada por el reinado de Isabel II y su destronamiento en 1868. Mientras en el interior España pone en marcha -con dificultades notables- los procesos liberales típicos del XIX (industrialización, ascenso de la burguesía,...) en lo exterior se aprecia un cierto “desentendimiento” de la política europea. La neutralidad española mantenida en esos años en los acontecimientos europeos busca, en cierta forma, un apoyo de su política ultramarina, con la que trata de mantener los restos del antiguo imperio colonial.

El caso más atípico es el constituido por la Gran Bretaña, cuya implicación en los asuntos europeos es relativamente marginal. Los años que nos ocupan suelen titularse “la primera época victoriana”, aludiendo al (largo) reinado de la Reina Victoria36. Gran Bretaña orienta su política exterior hacia la constitución, consolidación y explotación de un gran imperio colonial (Sudáfrica, India, Egipto, China...) y mantiene una cierta neutralidad en los asuntos europeos, posiblemente reforzada por los lazos familiares de la reina Victoria con buena parte de los dinastías europeas del momento.

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6.-A modo de conclusión y resumen.

Tras la primera mitad del siglo XIX, en la que Europa ha visto / sufrido las guerras napoleónicas, el Congreso de Viena y los procesos revolucionarios de 1820, 1830 y 1848, en la década 1850-1870 tienen lugar dos procesos de unificación fundamentales en la historia Europea, los de Italia y Alemania.

Las dos unificaciones empiezan por el norte de los futuros estados, posiblemente las zonas más ricas y más avanzadas. Ambas se desarrollan contra un enemigo exterior, Austria en las dos, y en el caso alemán, también Francia, lo que aumenta el sentimiento nacionalista que motiva y justifica la unificación ante la opinión pública. Las relaciones comerciales en el interior de los territorios preludian y facilitan, sobre todo en el caso alemán, la unión política. En los dos casos, el liderazgo es monárquico, asistido por ministros de fuerte personalidad, y el impulso y desarrollo de las unificaciones se hace sin contar demasiado con la opinión del pueblo, por no decir a sus espaldas (el caso italiano es paradigmático, con plebiscitos populares justificativos siempre posteriores a las anexiones ya realizadas).

Las consecuencias en el mapa europeo de las unificaciones italiana y alemana son trascendentales para la historia posterior europea, hasta bien entrado el siglo XX. En el aspecto territorial, la aparición de un potente estado centroeuropeo como Alemania establece las bases de un equilibrio entre Francia, Gran Bretaña y la propia Alemania que cuando se pierda conducirá inevitablemente a importantes conflictos. El cambio en la mentalidad militar que se ha producido, con la tecnificación de la guerra, hará que los conflictos bélicos europeos sean, en lo sucesivo, sangrantes. Las relaciones de poder en Europa se verán enormemente influidas también por los cambios económicos que la nueva situación introduce, con una industrialización profunda del centro europeo, en competencia con la industrialización, también intensa, de la Gran Bretaña.

En el interior de ambos paises, el liberalismo como marco general filosófico y el nacionalismo como aglutinante unificador, irán añadiendo al gobierno del estado factores democráticos que regirán ambos paises, al menos hasta la aparición en ambos de los regímenes totalitarios en la tercera década del siglo XX.

En la actualidad, aún se detectan en ambos países reminiscencias de las condiciones previas a la unificación. Así, Alemania se organiza en landers que recuerdan claramente su pasado confederal, y en Italia las diferencias entre el norte y el sur siguen siendo apreciables.

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7.-Biblio y webgrafia

A)Los libros utilizados para estudiar y documentar el trabajo realizado se exponen a continuación separados en tres grupos, según el período abarcado en el siglo XIX. Se especifican, cuando procede, los capítulos que más se han estudiado:

A1)Del siglo XIX en general:

1.-BLANNING, T.C.W., “El siglo XIX”, Ed. Crítica, Col. Historia de Europa Oxford, Barcelona 2002. (Cap. 1 y 5)

2.-FERNÁNDEZ, A., “Edad Contemporánea”, en Historia Universal Vol. IV, Vicens Vives, Barcelona, 2006. (Cap. 5, 6, 7 y 10)

3.-PAREDES, J., (Coord.), “Historia universal contemporánea: de las revoluciones liberales a la Primera Guerra Mundial”, Ariel Historia, Barcelona, 1999. (Cap. 4, 5, 6 y 7)

(*)4.-VILLANI, P., “La edad contemporánea, 1800-1914”, Ariel Historia, Barcelona, 1999. (Cap. 2 y 3)

A2)De la primera mitad del siglo XIX:

5.-GRAU MATEU, J., “La Restauració i les revolucions burgeses (1815-1848)”, Mòdul 2 de l'assignatura “Història contemporània I”, Ed. UOC, Barcelona, 2002. (Cap. 1 i 2)

(*)6.-HOBSBAWN, E., “La era de la revolución, 1789-1848”, Crítica, Barcelona, 2001. (Cap. 6 y 7)

7.-RUDÉ, G., “Europa desde las guerras napoleónicas a la revolución de 1848”, Cátedra, Madrid, 1991. (Cap. 1, 4 y 6)

A3)De la segunda mitad del siglo XIX:

8.-FIGUEROLA GARRETA, J., “Nacionalisme i consolidació dels estats burgesos”, Mòdul 4 de l'assignatura “Història contemporània I”, Ed. UOC, Barcelona, 2002. (Cap. 3, 4 i 5)

(*)9.-PAGÈS BLANCH, P., “Las claves del Nacionalismo y el Imperialismo 1848-1914”, Ed. Planeta, Col. Las Claves de la Historia, Barcelona, 1991. (Pág. 1-74)

10.-PALMADE, G., “La época de la burguesía”, Ed. Siglo XXI, Col. Historia Universal Vol. 27, Madrid, 1993. (Cap. 4)

(*)Libro recomendado de su grupo.


B)En este trabajo, la información utilizada basada en la WEB se ha reducido a detalles puntuales, algún mapa, alguna biografía... la información de la que disponía en formato libro ha hecho innecesario el recurso exhaustivo a la red, imprescindible en otras ocasiones. Aunque ya figuran los enlaces en las notas a pie de página, se exponen a continuación, agrupados temáticamente:

Figuras clave:

Monarcas:

Luis XVIII

http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=2092&cat=biografiasuelta

Carlos X

http://www.histoire-en-ligne.com/article.php3?id_article=143

Leopoldo I

http://www.geocities.com/maxhabsburgo/Leopoldo.html

Nicolás I

http://fr.wikipedia.org/wiki/Nicolas_Ier_de_Russie

Carlos Alberto de Saboya

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/carlos_alberto_i.htm

Victor Manuel II

http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=3311&cat=biografiasuelta

Napoleón III

http://www.histoire59.info/pages/napoleo3.htm

Francisco José I

http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=1235&cat=biografiasuelta

Federico Guillermo IV

http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=1116&cat=biografiasuelta

Guillermo I

http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=1487&cat=biografiasuelta

Isabel II

http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/personajes/6589.htm

Alejandro II

http://www.emich.edu/public/history/moss/

Alejandro III

http://www.alexanderpalace.org/palace/alexbio.html

Victoria I

http://www.royal.gov.uk/output/Page118.asp

Batallas:

Custoza (1848)

http://it.wikipedia.org/wiki/Battaglia_di_Custoza_(1848)

Novara (1849)

http://www.piemondo.it/cultura/bicocca.htm

Montebello (1859)

http://www.lombardiainrete.it/03/articoli/Articolo/?t=33&Ta=Storia&GP=2

Magenta (1859)

http://www.lombardiainrete.it/03/articoli/Articolo/?t=39&Ta=Storia

Solferino (1859)

http://www.lombardiainrete.it/03/articoli/Articolo/?t=35&Ta=Storia
http://cronologia.leonardo.it/storia/a1859l.htm

Expedición de los Mil (1860)

http://it.wikipedia.org/wiki/Spedizione_dei_Mille

Castelfidardo (1860)

http://www.comune.castelfidardo.an.it/Visitatori/Storia/battaglia.htm

Volturno (1860)

http://www.fieradelgioco.it/documenti/Santa_Maria.pdf

Sadowa (1866)

http://fr.wikipedia.org/wiki/Sadowa

Sedan (1870)

http://80.24.151.158/pub/juanmg/ComunaParis.htm
http://www.langlab.wayne.edu/gavroche/NWorkGuerreFP.html

Mapas:

Mapa de la unificación italiana

http://www.pais-global.com.ar/mapas/mapa64.htm

Mapa de la unificación alemana

http://www.pais-global.com.ar/mapas/mapa63.htm

 

No podemos hacer la historia, sino solo esperar a que se desarrolle
(Otto von Bismarck)


José Carlos Vilches Peña

En Vielha, a 22 de noviembre de 2007

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8.-Notas en el texto.