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1.-Orígenes y Época Arcaica: Resumen

(Todas las fechas son a.C. salvo que se especifique otra cosa)



1.Minoicos y micénicos

El Palacio de Cnosos, arquetipo minoico, reconstruido en 2000 y 1700, tiene una estructura que refleja una forma concreta de organización social y familiar amplia y cohesionada.

Otros palacios minoicos en Creta los hay en Festo, Malia y Zakros, con unidad estilística1: patio central, ordenación tortuosa, una aglomeración desestructurada (versus otros coetáneos en Asia Occ. formados por unidades independientes en un recinto común)

El Palacio de Pilos, en la micénica Mesenia, datado en 1300, no tiene un exceso de fortificación dada su posición en la bahía de Navarino. El contenido de las tablillas halladas en él muestra que era un gran centro de poder en Mesenia.

Otros palacios micénicos, diferentes estructuralmente de los minoicos, con funciones muy similares, son Micenas, Tirinto, Tebas de Beocia, Orcómeno, Gla, Maratón, Menidi, Thorikos, la propia Atenas, Iolkos, Menelaion... reflejo de la expansión micénica.

Cnosos se excavó a principios del S. XX por A. Evans. Su complejidad y su trazado laberíntico2 le hicieron calificar de “minoica” a la civilización cretense que estaba aflorando. La arqueología no ha probado nada concreto, pero la asociación entre el Palacio de Cnosos, el rey Minos3 y el Laberinto del Minotauro ha quedado fijada en la mitología.

Esta asociación tiene una vertiente etimológica. “Laberinto / λᾰβύρινθος” viene de labrys (λάβρυς) que se traduce “hacha doble”. En Cnosos se encuentra este símbolo por todas partes... la especulación está servida... También es especulativo ver en el mito del Minotauro (muerte de un símbolo minoico a manos de un símbolo griego) el paso que se está dando de la Edad del Bronce (Creta) a la del Hierro (Grecia).

La arqueología ha permitido relacionar aspectos del mito con aspectos de la realidad minoica pero no es más que un ejercicio de imaginación. Mito, historia y arqueología tienen puntos de contacto, y no hay que ir más allá so pena de caer en pura especulación.

Pilos fue excavado (1939, 1952) por C. Blegen, que excavó Troya en 1932-1938 d.C., determinando la fecha de la destrucción de la Troya homérica. En la mitología griega, Néstor fue rey de Pilos, y dado su papel en los poemas homéricos, se denominó el palacio de Pilos como “el palacio de Néstor”. Igual que con Minos estamos en un mundo legendario, y tienen ambos nombres una gran dosis de imaginación.

Los legendarios Minos y Néstor han pasado a la mitología con diferentes valoraciones:

Minos usó el Minotauro para afianzar su poder, participando su hija legítima Ariadna en el fin del monstruo, pero tuvo otros hijos ilegítimos fruto de pasiones amorosas desmedidas. Se le considera el “fundador” de la pederastia, sustituyendo a Zeus en el rapto de Ganimedes. A cambio, en el ámbito social se le tiene por buen legislador, iniciador del concepto de “estado”4.

El poder palacial produce excedentes económicos, controlados por la vía del comercio, siendo Creta un punto clave en este comercio5 hacia Cerdeña, Sicilia, Grecia, Jonia y Egipto, y a Minos se le considerada la personificación del inicio de todo ello... pero no hay evidencias de que este auge del comercio formase la talasocracia de la que habla Tucídides6, así que pensamos que el comercio fue el único aglutinante del Mediterráneo durante la Edad de Bronce.

▶Néstor ha pasado a la mitología con un bagaje personal y social muy favorable. Rey de Pilos, casado con Eurídice, sobrevivió a la muerte de sus hermanos por Heracles, tuvo hijos famosos (Perseo, Pisístrato), y gozó de una vida prolongada en compensación divina por la muerte de su familia. Vemos7 que es el arquetipo de una persona mayor, experimentada, con un sentido innato de la justicia, hábil en el consejo y, a pesar de su edad, valeroso en el combate. Después de Troya es uno de los héroes que tiene un mejor retorno a su tierra, signo del favor divino.

Minos y Néstor aparecen en Homero en diferentes circunstancias. Néstor es citado muchas más veces que Minos, por su intensa participación en el conflicto troyano y en la vuelta de Odiseo a Itaca.

Para encontrar sus citas he buscado en las versiones griegas de la Perseus Digital Library los términos Μίνωος y Νέστωρ, y consultado la traducción de L. Segalà. Las citas de Minos8 ni son muchas ni son muy descriptivas de su personalidad, y tienen contradicciones: en XI-321 se le llama “artero” y en XI-568, “ilustre”. Parece que Homero tenga un interés sólo relativo en hechos anteriores a los por él narrados. A cambio, en las citas de Néstor9 se ve el aprecio y la buena valoración que Homero hace de él, con admiración y mencionando siempre su papel de benévolo consejero de sus jefes. El gran número de veces que aparece indica que su papel es importante, “aglutinando” y “vigilando” los sentimientos de los griegos, a los que ayuda y conduce, combatiendo a la vez10.

La civilización micénica (1600-1200) acaba con la minoica. Micenas dio el nombre al período, pero hubo más estados como ella en la parte continental de Grecia (Tebas, Atenas). Sus estructuras no eran muy diferentes de las cretenses: en ambas la vida giraba sobre los palacios y su área urbana de influencia. Su geografía no es la misma que la cretense, lo que implica una gran diferencia en los planteamientos estratégicos de su defensa. Los minoicos debían esperar incursiones pequeñas en número e intensidad en su aislamiento, pero los micénicos estaban expuestos a fáciles asaltos por vía terrestre. Ambas civilizaciones amurallaron sus ciudades, más en el mundo micénico que en el minoico. Y en Micenas vemos el uso del caballo como elemento guerrero básico en el carro de guerra, que no vemos en Creta hasta su final11.

El carácter micénico fue más guerrero12 que el minoico, lo que les permitió someter Creta en sus últimos años. La coexistencia implicaba adaptaciones mutuas, no todas de dominación / sumisión. Micenas adopta el palacio como residencia del rey y sede del poder, lo adapta a sus necesidades defensivas y a su espíritu guerrero, y lo modifica cerrándolo más, cambiando el patio abierto central minoico por la sala micénica del trono. La escritura es otra adaptación más, y la micénica Lineal B deriva de la minoica Lineal A. Las relaciones comerciales con diferentes países son otro factor de coexistencia, con intercambios de todo tipo.

Sobre el final de ambas vemos que la civilización minoica se diluye en la micénica a partir del año 1450, lo que pudo verse favorecido por la crisis debida a la explosión del volcán de Tera (1500). La arqueología muestra a partir del 1250 destrucciones violentas en asentamientos micénicos. La cultura micénica desaparece entre 1200-1100, relacionándose este final miceno y minoico con los Pueblos del Mar, una migración que inundó el arco mediterráneo, poniendo en jaque a los egipcios y haciendo desaparecer a los hititas.

Huiremos del simplismo de “la causa única”, y miraremos ese fin más integradamente13. Las invasiones externas -Pueblos del Mar- hay que tomarlas con precaución ya que las evidencias arqueológicas no son decisivas. Y las causas “internas” (una “revolución” social contra el poder palacial) tampoco están adecuadamente documentadas. El recurso al “catastrofismo” puede dar el marco en el que se inicia el ocaso, pero no puede asegurar que la catástrofe sea la causa primera del mismo.

Así, y recordando a Toynbee y su potencial civilizador, las civilizaciones minoica y micénica desaparecen al final de la Edad del Bronce, al inicio del hierro como nuevo paradigma tecnológico. Les sigue “la Edad Oscura”, y no será hasta el S. VIII que veamos una nueva historia, la griega. Esos años “perdidos” no provocan una total desconexión entre los períodos micénico y griego, como veremos.

En esas fechas Homero ya ha fijado sus poemas, así que la sociedad que describe ¿es la micénica, corresponde a los siglos oscuros, o es ya la suya? Hay diferentes opiniones.:

Carreras14 encuentra “ecos micénicos en Homero”: bronce en armaduras y espadas, cascos con colmillos de jabalí, la geografía descrita en el Canto II de La Ilíada reconocible en la micénica, algún detalle lingüístico...

Latacz es otro partidario de ver elementos micénicos en Homero, insistiendo en que el Catálogo de las Naves del Canto II de La Ilíada describe una realidad micénica, añadiendo otros elementos micénicos en La Ilíada: las grebas metálicas y el carro de guerra. E. Vermeule cita armas micénicas en La Ilíada, documentadas tras el desciframiento del Lineal B, que Homero desconocía.

Finley dice que Homero describe los finales de la Edad Oscura, como S. Hood, S.P. Morris, A. Snodgrass y H. Van Wees, siendo los elementos micénicos arcaísmos introducidos por Homero para realzar la antigüedad de su narración. De la misma opinión son Hidalgo et al.15 .

Un punto de vista que puede desencallar la cuestión es el de S. Sherratt, que en el uso del hierro en La Ilíada ve “superposiciones cronológicas” sugerentes de una evolución de los poemas en su fase oral por “capas” desde el S. XV hasta el IX/VIII.

A la vista de esas opiniones, la obra de Homero ¿no es sin más la plasmación/fijación de lo que se está recitando en ese momento del S. VIII, con todas las superposiciones, arcaísmos y confusiones propias de una tradición oral de varios siglos de evolución, y que seguirá siendo oral varios siglos más?

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2.Los poemas homéricos

Los poemas son obras épicas en el más noble sentido. Sus héroes participan en acciones ante sus coetáneos pensando en el futuro, acciones unipersonales (Odiseo), o corales (Aquiles, Patroclo y Héctor), en un contexto guerrero en La Ilíada o viajero en La Odisea. La temporalidad es diferente, dos meses en La Ilíada, una década en La Odisea. Al conocer Homero el porvenir de los protagonistas, sus obras están impregnadas de una cierta melancolía, mitigada por la creencia de la vida en el más allá, en ese Hades tan visitado.

Abunda la presencia de los dioses16 en Homero, incorporados por la influencia que en la vida griega tenían. Sorprende la intensidad de su intervención17 (La Ilíada), participando activamente en la lucha, incluso entre ellos. A fuer de sincero, nunca he visto a los dioses tan parecidos a nosotros18, en lo bueno y en lo malo. No es lo mismo en La Odisea: aunque Atenea ayude a Odiseo y Poseidón lo ponga en repetidos aprietos, la intensidad de lo divino es menor que en La Ilíada, incluso el nivel de heroicidad no es el mismo. Vemos a Odiseo como un ser muy humano más que como un héroe épico típico. Su obsesión es volver a Ítaca y allí la venganza es su objetivo. No hay punto de comparación con la actitud de Aquiles, que va a Troya movido por el honor, sin tener nada que ganar y todo que perder. Vemos La Ilíada como un canto coral comunitario, un mosaico de héroes mayores y menores luchando por una idea, mientras que La Odisea nos parece más un canto a la individualidad, a la habilidad para sobrevivir en situaciones fabulosas.

En la organización de las obras hay similitudes y diferencias. Siguiendo a Carreras19, ambas empiezan igual, con llamadas a la diosa o a la Musa, introduciendo un resumen; las dos utilizan la palabra como base de la convivencia y los dioses hablan como los hombres; en ambas encontramos comparaciones que hacen entendedor y ameno el texto, y escenas “típicas” que repitiéndose llegan a hacerse “tópicas” pero que permiten enlazar situaciones, recordar momentos... Si hay que citar alguna diferencia, podemos referirnos a la linealidad de La Ilíada, mientras que en La Odisea se ve una “vuelta atrás” en el Canto VIII, narrando Odiseo sus aventuras a los feacios.

Hemos visto pues cómo en la edad “oscura” se gestaron las tradiciones orales a las que Homero dio forma definitiva, convirtiéndolas en obras maestras imperecederas. El adjetivo “oscuro” para esas épocas se refiere en realidad a nuestro desconocimiento de ellas20, generado por la falta de documentos escritos y la “escasez” arqueológica. Quizás por ello nos hemos visto impelidos a creer encontrar datos históricos en Homero, todo un ejercicio voluntarista.

El primer verso de La Odisea comienza con una invocación a una de las 9 Musas (hijas de Zeus y Mnemósine), y supondremos que se trata de Calíope, “la de la bella voz”, musa de la poesía épica21, invocada para el bien del recitado. Igualmente, el primer verso de La Ilíada comienza con una invocación a una “diosa” y podríamos pensar que se refiere a Mnemósine, que siendo una Titánide es más que una diosa. Pero en el verso 10 de La Odisea se vuelve a invocar a la que en el primero se llamó “Musa” y ahora se llama “hija de Zeus”. Dado el partido que tomaron los dioses en la guerra troyana, supondremos que se refiere a Atenea, hija de Zeus y que ayudó a Telémaco en su viaje.

Sea una musa o una diosa la invocada hay motivos para hacerlo: se usa un principio de “autoridad”, apelando a alguien superior para que el contenido sea más creíble, se pide auxilio en la difícil tarea de recitar una obra tan larga, y se hace uso de un recurso retórico, iniciando el recitado con una invocación llamativa y un resumen de la obra. Es Cicerón el que fijará las reglas de la retórica, pero aquí hay ya un exordio para atraerse la benevolencia del público (captatio benevolentiae).

Estos recitados tenían lugar en ocasiones festivas o en concursos de recitación, como en Delfos. El público escuchaba del aedo o del rapsoda lo que sólo se transmitía oralmente, confiado a la memoria. Se establecía entre el recitador y el público una complicidad que iba conformando las obras recitadas, en un contexto entusiasta en el que la psicología “de las masas” estaba presente y en el que la inspiración de las Musas era fervientemente invocada.

En los poemas de Homero encontramos ejemplos de cantores o rapsodas recitando para alguna clase de público. Así, el aedo Femio en el palacio de Odiseo en Ítaca canta en las comidas de los pretendientes de Penélope (I-149, I-337). También en La Odisea se cita al aedo Demódoco, que canta -ciego como Homero- en la corte feacia de Alcínoo, donde Odiseo narra sus aventuras (VIII-71). Demódoco también canta para acompañar una danza (VIII-256), otro cometido de un aedo o de un rapsoda. Se cita a otro aedo en la corte de Agamemnón, que al partir hacia Troya lo había dejado para vigilar (infructuosamente) a su esposa Clitemestra (III-253); no hay actuación que comentar, excepto su falta de previsión ante Egisto, y Grimal nos dice22 que se llamaba Demódoco, como el aedo de Alcínoo. Hay un aedo en la corte de Menelao, cuando Telémaco se desplaza a Esparta en busca de noticias sobre su padre (IV-15); no sabemos su identidad, pero sí ante qué público actuaba.

En La Ilíada también hay citas a aedos y rapsodas. Muerto Patroclo, Tetis encarga la fabricación de nuevas armas para su hijo Aquiles. En el gran escudo que fabrica Hefesto se representa a un divino aedo (XVIII-590). Apolo también usa la cítara, como se ve en I-604 y en XXIV-55. En II-591, en el “recuento de las naves”, hay una cita a un aedo tracio, Tamiris, cegado por las Musas por comparar su canto con el suyo (II-591), lo que nos hace pensar en algún tipo de concurso como hemos comentado.

Se observa la mayor importancia de los cantores en La Odisea que en La Ilíada, siendo como si Homero hubiera querido que se reconociera más su papel en la segunda obra que compuso.

Entre las figuras retóricas están las semánticas, donde las palabras se usan con un sentido que no les corresponde, pero con alguna clase de relación. Una de ellas es el epíteto, que añade a un sustantivo un adjetivo calificativo que, sin aportar información significativa, “refuerza” de alguna manera el significado del nombre. En “blanca nieve” es innecesario el adjetivo, pero hace más “visible” el sustantivo. Los epítetos admiten muchos matices: epítetos objetivos, subjetivos, intrínsecos, posicionales,...

En la literatura épica, el concepto de epíteto se usa en aquellos apelativos que acompañan al nombre o lo sustituyen. Vemos “Zeus altitonante” o “el que junta las nubes” para nombrarlo.

Encontramos en la épica homérica otras asociaciones similares pero referidas a sustantivos no personales, como “cóncavas naves”. La repetición de este tipo de asociaciones muestra que nos encontramos ante un recurso estilístico y de ayuda a la memoria para el recitado de los poemas. No sólo se identifica a los personajes, sino que se suministra al aedo una útil herramienta nemotécnica. Hablamos así de un estilo propio de la literatura oral, del que Homero es el máximo representante, y que conocemos con el nombre de “estilo formulario o “dicción formular”, que Milman Parry estudió en el marco de una teoría general de la composición oral. Es un estilo que aporta al texto dignidad y solemnidad, con un aire arcaico.

Se han hecho muchas recopilaciones de esas fórmulas y epítetos, de difícil traducción; se nos propone localizarlos en un fragmento de La Odisea (amores de Ares y Afrodita) y encontramos en él:

(1)Epítetos/fórmulas sobre nombres propios: deiforme Alcínoo; Afrodita, la de bella corona; soberano dios23; Lemnos, ciudad bien construida...la más agradable de todas las tierras; Ares, que usa áureas riendas; Hefesto, el ilustre artífice; ínclito dios; Citerea24, la de hermosa corona; el prepotente Cronión.

(2)Epítetos/fórmulas estrictos (el adjetivo es superfluo): hueca cítara; melodiosa cítara; divinal circo; amoroso acceso; punzante nueva; ardides siniestros; bienaventurados dioses.

(3)Epítetos/fórmulas adjetivales (el adjetivo sí que modifica el significado del sustantivo): ancho y hermoso corro; rápidos y deslumbradores movimientos; enorme yunque; hilos inquebrantables; gran artificio; bárbaro lenguaje.

Los epítetos del listado (1) acompañan/sustituyen al nombre propio. Los del listado (2) no ofrecen dudas, ya los adjetivos usados no aportan nada significativo al sustantivo. El listado (3) acoge aquellas fórmulas en las que el adjetivo usado sí afecta al significado: no todos los yunques son enormes, no todos los lenguajes son bárbaros. Pero para afirmar que nos hallamos ante auténticas repeticiones debemos encontrar algunas, y aquí está la dificultad. No es difícil rastrear las posibles repeticiones de Afrodita... pero es muy diferente buscar las referencias a “corro”, que aparece como “corro”, o “pista”, o “circo”... la solución es buscar las repeticiones en el texto original griego. Y aquí empezarían las auténticas dificultades, cuando resulta que buscando “cítara” vemos que Homero usa la palabra φόρμιγξ , la phorminx, forminge o lira homérica (un arcaísmo más...), un instrumento de la familia de la lira, con el barbitón y la cítara...

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3.La mal llamada colonización griega

Según Finley25 no hay que usar el término colonización en el sentido del colonialismo moderno y utilizaremos los términos “migración” o “expansión”, más ciertos y menos peyorativos26.

La cronología de las migraciones griegas queda fijada entre 750 y 550, en pleno período arcaico, y distinguen dos etapas27:

1ª Fase: 750 a 700/650. Hacia Occidente: Mar Jónico, Sur de Italia, Sicilia. Lugares próximos buscando tierra, pesca y metales.

2ª Fase: 700/650 a 550. Hacia el Mar Negro, Adriático, Libia, Sur de Francia, Suroeste y Nordeste de España. Lugares buscados por su valor estratégico (y comercial), muchos creados a partir de asentamientos de la fase anterior:

La primera fase tuvo el difícil papel de los inicios, y fue clave en la construcción del concepto de la nueva polis. La segunda se extendió más lejos proporcionando una visión general del Mediterráneo que permitía usarlo con un gran aprovechamiento económico.

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Vemos un gran número de lugares de origen y una gran dispersión de los mismos28, así que las causas de la expansión han de ser muy importantes, variadas aunque con factores comunes, estables en el tiempo e integradas en el contexto de la Grecia Arcaica. El papel restringido de Atenas y Esparta debería explicarse en el contexto general de las causas migratorias.

Lo primero a tratar es el factor económico. Grecia es un país pobre, y una agricultura de subsistencia en un suelo escaso y difícil, una pesca de bajura con artes poco eficaces, escasez de metales... junto con la demografía “del pobre”, hacen que en la Grecia Arcaica la crisis económica sea permanente. La conjunción de una demografía elevada, de problemas29 agrarios irresolubles y del interés económico de los comerciantes, conduce a la salida de una parte significativa de la población hacia nuevos asentamientos, reduciendo la presión sobre los recursos (asentamientos estables, apoikiai) o generando nuevos (asentamientos comerciales, emporion)

La situación política en las poleis es otro factor a considerar. Las ciudades evolucionan hacia un modelo que no siempre tiene sitio para todos. La formación de capas sociales más privilegiadas que otras induce a estas a buscar un nuevo lugar donde desarrollarse sin las trabas que encuentran en su polis.

Hidalgo30 cita a Corinto, Eubea y Focea, muy activos en la expansión y que tuvieron conflictos sociales propios, que empujaron a parte de sus pobladores a emigrar. Estos conflictos (stasis, como dice Tucídides hablando de Corcira en fechas más tardías) fueron otro factor en la expansión.

Con condiciones “pasivas”31 claras y la penuria como detonante, las causas del éxito de la expansión obedecen al conjunto de la realidad del momento. Es un fenómeno global, multicausal, que responde a la necesidad de buscar más recursos o disminuir la presión sobre los existentes, en el contexto de una cultura griega volcada hacia el mar con una historia previa de navegaciones que facilitaron la migración. “El deseo y la necesidad32 se aúnan dentro del proceso de transformación de las poleis y producen la expansión estudiada.

Los casos de Atenas y Esparta encajan en lo visto: no tienen necesidad de prescindir de ninguna parte de su población. Su potencial económico es suficiente para todos y su potencial social/político es capaz de acoger a todos.

Vista la necesidad de fundar una colonia, su inicio debe concretarse. La metropolis (origen de la migración) ayuda a su organización y a su financiación. Se nombra un oikistes, organizador de la colonia, miembro destacado de la metropolis, que en parte representa. Su primera misión es la consulta al Oráculo de Delfos, que iba adquiriendo su papel en la formación del panhelenismo. Sus oráculos no siempre eran desinteresados, y con ellos influía/controlaba las migraciones.

Ya en el asentamiento, el oikistes inauguraba la polis colocando el fuego de Hestia en el pritaneo. Tras el rito fundacional33, trazaba la forma de la ciudad, distribuía la tierra, iniciaba el redactado de las leyes... Siendo costeros la mayor parte de emplazamientos, embarcaderos y puertos eran prioritarios en la actividad constructora.

Ya en su lugar la nueva polis debía definir sus relaciones con los anteriores ocupantes del territorio (si los había...), con la metropolis de procedencia, y sus propias relaciones internas.

Estas últimas presentan un alto grado de interés. Partiendo de cero y dado que se venía de una situación en la metropolis que no había sido la mejor de las posibles, las apoikiai funcionan sin trabas en su organización ni en su toma de decisiones. Se creó un cierto ambiente “igualitario”34 y los ciudadanos de la polis lo son de pleno derecho, independientes de su ciudad de origen en lo político. Sus decisiones conforman una manera de entender la polis que influirá35 enormemente en el desarrollo no sólo de la suya, sino también en la generalidad de las poleis metropolitanas.

Con la metropolis suelen mantenerse buenas relaciones36. La dependencia política es mínima, y como los flujos económicos son beneficiosos, se establecen relaciones comerciales privilegiadas entre ellas. La comunidad de lengua, historia y cultura hace que la colonia y la metropolis mantengan un sentimiento de unión que las beneficia e impulsa y las hace permeables a los cambios que se van produciendo.

Las relaciones con los ocupantes anteriores del territorio forman un amplio abanico de problemas y de “soluciones”. Hubo desde simples contactos comerciales, sin conflictos, hasta situaciones de sometimiento violento, y ello dependió del uso37 que los colonos dieron al territorio. En asentamientos comerciales, la conflictividad era mínima dado el mutuo beneficio obtenido. Si la colonia necesitaba ocupar más tierra de cultivo (para eso emigraron) los conflictos estaban a la orden del día. A veces (como en Sicilia) el tipo de cultivo exigía una mano de obra que la colonia no tenía, y se recurría a diferentes grados de servidumbres laborales.

El resultado de todo ello no fue, a la larga, demasiado malo para nadie, y poco a poco los ocupantes y los ocupados fueron integrándose en un proceso de helenización lento pero eficaz.

Lo expuesto puede parecer una “arcadia feliz” y debe matizarse. El igualitarismo de las colonias fue debilitándose, repitiéndose situaciones de privilegio38 vistas en la metropolis. La sumisión impuesta a los autóctonos llegó a veces al uso de la esclavitud. Las relaciones entre colonos iniciales y tardíos no fueron siempre excelentes, ya que los recién llegados se quejaban de no tener los mismos derechos que los primeros... Y como la emigración no logró resolver los problemas planteados en su origen, la evolución política en las ciudades de partida no fue necesariamente ejemplar, apareciendo la tiranía “a la griega” como manera de dar solución a esos problemas.

Las consecuencias de la expansión, siguiendo a Hidalgo39, las agrupamos en tres aspectos:

En lo político, el proceso colonial tuvo un efecto beneficioso en el desarrollo de las poleis, de todas ellas en general. Ello repercutió en los posteriores liderazgos de Atenas y Esparta, con todas las implicaciones que tuvo.

En lo comercial, la expansión colonial originó un intenso tráfico mercantil y significó una fuente de materias primas indispensables y de manufacturas. La economía griega se vio muy favorecida por su expansión colonial, lo que responde plenamente a la intención de esa expansión.

En lo cultural, la expansión ayudó al inicio del proceso de helenización, al relacionarse los griegos colonizadores con las poblaciones colonizadas. Esa helenización fue favorable para ambas partes, como se ve, p. ej., en la evolución del sur de Italia y Sicilia.

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③A Tucídides se le llama el “padre de la historia”. El enfoque de su obra se aleja del de Herodoto: narra hechos directamente vividos, o narrados por testigos presenciales; intenta comprender el presente, no sólo describir el pasado; el hilo de su narración es político... Puede no estarse de acuerdo con su “filosofía del más fuerte” o su adscripción a la “política del poder” (Maquiavelo se hará reflejo de la misma), pero no cabe duda de la gran importancia de Tucídides como historiador.

Su obra La Guerra del Peloponesonarra el conflicto entre Atenas/Liga de Delos y Esparta/Liga del Peloponeso desde 431 a 40440. Cambió radicalmente el panorama de la Grecia Clásica del Siglo V, y nada volvió a ser igual, como el mismo Tucídides dice en el proemio.

La obra está escrita en el S. V, y tiene interés para estudiar la colonización arcaica se hace un repaso de la historia de Grecia hasta el momento en el que empieza su narración. Ocupa las secciones de la II a la XIX del Libro I y se le da el nombre de Arqueologia, en el sentido de búsqueda de la comprensión del pasado.

Para ver esas alusiones a las migraciones estudiadas hay que leer los párrafos del Libro I §II, §IV, §VII, §XII, §XIII, y §XV

Pueden encontrarse más referencias a las migraciones, como la que alude al papel del oikistes, en L.I, §XXIV. O esta en la que se ven los conflictos entre colonia y metropolis, y se hace referencia al desarrollo económico de la colonia, en L.I, §XXV. Y esta es muy significativa, tanto en el aspecto de la relación colonia/metropolis como en el aspecto político igualitario de las colonias, en L.I, §XXXIV.

Y así se podrían seguir rastreando más referencias coloniales en la obra de Tucídides. Vale la pena hacer referencia al inicio del L. VI, cuando Tucídides, que narra la desastrosa intervención de Atenas en Sicilia, hace un resumen de la historia de la isla y de las colonias que en ella se fundaron. Puede verse en ese L.VI, desde §II al §V...

Queda claro con esta lectura de la obra de Tucídides que las fuentes modernas consultadas en los apartados anteriores de este punto del trabajo han bebido largamente en ella...

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4.Los Juegos Olímpicos

La religión griega cristaliza en fuerzas de la naturaleza encarnadas en los “dioses” en una especie de panteísmo naturalista. Para el culto se usan estatuas de los dioses, albergadas en los templos. Esos templos van apareciendo a todo lo largo de la historia griega, aunque es a partir del S. VIII cuando se construyen con materiales y estructuras más duraderos, llegando hasta nosotros. No se busca para su emplazamiento ningún sitio muy “privilegiado”, sino que los vemos un poco por todas partes.

Los templos son en gran manera una forma de manifestar la importancia de una comunidad, así que hay tantos templos y tantos cultos como comunidades que los levantaron41. Dado que la religión griega, aunque era un tema de estado, era también un tema propio de las comunidades cultuales poliádicas, la variedad de cultos y enfoques religiosos era grande.

Algunos de esos templos lograron alcanzar un carácter menos localista, más abierto a todos los griegos, a los que atraían con diferentes motivos y actividades. Llamamos a esos santuarios (más que templo...) “panhelénicos” y fueron claves en el desarrollo del corpus griego común42. Los dos claves son el de Apolo en Delfos -oráculo de la expansión arcaica- y el de Zeus en Olimpia, dedicado a los Juegos Olímpicos. Además, Delfos organizaba sus propios Juegos Píticos en honor de Apolo, y sin salir del Peloponeso tenemos los Juegos Ístmicos, en honor de Poseidón en Corinto, y los Juegos Nemeos, en honor de Zeus en Nemea, cantados por Píndaro en sus Epinicios.

Todos los Juegos eran considerados por los griegos una referencia religiosa, de ámbito público, donde el individuo se diluía en lo colectivo, y su disputa era una manera de honrar a su familia, su clase, su ciudad, sus dioses. Manifestación social y religiosa, se basaban en la areté, esa “cualidad de perfección”, de origen divino, cuyo ejercicio era un homenaje a los dioses que la habían donado al hombre43. No es difícil rastrear en épocas pasadas esta idea de la competición como homenaje, como se ve en La Ilíada en los funerales de Patroclo.

Así, con un origen heroico y religioso, estas actividades “deportivas” ayudaron a conformar el panhelenismo aglutinador de una Grecia común, aunque diversa y no muy pacífica.

Se acepta que la fecha de inicio de los Juegos Olímpicos es la del año 776, de acuerdo con Timeo de Taormina, (Osborne, p. 24) Su periodicidad era de cuatro años, se celebraban en verano, y eran precedidos por una convocatoria general en toda Grecia. Su duración variaba entre cinco y siete días, suspendiéndose todo tipo de conflicto armado, garantizando esa tregua olímpica la asistencia de numerosos atletas y espectadores.

Según Gómez Espelosín44, las pruebas que se celebraban eran las carreras de carros y a pie, salto de longitud, lanzamiento de jabalina y disco, boxeo y pancracio. Mínguez45 habla de diez competiciones, sin especificarlas, y en otras fuentes se cita la lucha libre. El Pentatlón, que agrupaba cinco de esas competiciones, era lo que más prestigio daba a los atletas, junto con la carrera de carros.

Los atletas participantes eran griegos exclusivamente, varones no esclavos ni con pleitos pendientes con la justicia. Las mujeres ni podían participar ni presenciar las pruebas. Los atletas se sometían a reconocimientos médicos, a diferentes ritos de purificación, y prestaban juramento a las reglas establecidas, cuya no observancia era fuertemente sancionada46. Los premios eran simbólicos (una corona de olivo/laurel), pero su carga emocional era elevadísima, y un vencedor en Olimpia gozaba de gran reconocimiento social.

Debido a la extensión a otros lugares de estas pruebas atléticas, no había año en el que no se celebrase alguna. El desplazamiento de los espectadores, la repercusión social y económica, el reconocimiento de los atletas... fueron motivos por los que los griegos desarrollaron -y mantuvieron- el panhelenismo antes comentado. Los griegos no estaban en absoluto aglutinados políticamente, pero tenían en el lenguaje y la religión una potente fuente de reconocimiento identitario, y los Juegos Olímpicos influyeron mucho en ello.

Con los cambios que se fueron produciendo, los Juegos Olímpicos se celebraron hasta finales del Siglo IV d.C. En Roma los espectáculos “similares” no fueron nada parecido a los griegos, de los que les separaba la esencia religiosa y el sentimiento identitario. La llegada del cristianismo fue el principio del fin de los Juegos Olímpicos, dada la “especialísima” opinión cristiana sobre la desnudez de los atletas, la religiosidad expresada mediante la actividad física... Teodosio I publica el Edicto de Tesalónica en el 380 d.C. adoptando la cristiana como religión oficial del Imperio y en el 393 d.C. prohíbe los Juegos por su carga pagana, siendo este el último año de su celebración (doce siglos duraron) En el 395 d.C. los godos arrasan Olimpia, y en el 408 d.C. Teodosio II y Honorio ordenan la destrucción de todos los centros de culto pagano.

Los Juegos Olímpicos “resucitaron” de la mano del Barón de Coubertin, que los impulsó a partir de 1894 d.C. Los primeros JJ.OO. de la Época Moderna tuvieron lugar -todo un símbolo- en Atenas en 1896, y desde entonces se han celebrado cada cuatro años, con las excepciones de 1916, 1940 y 1944 debidas a la I y II Guerras Mundiales.

Aunque se hable hasta la saciedad del “espíritu olímpico” como el conjunto de virtudes que debería presidir los JJ.OO. Modernos, hay un alejamiento total de lo que fueron en la antigüedad.

Como marco general de esa diferencia, hay que decir que los griegos hacían de sus Juegos una manifestación de su religiosidad, mientras que en los JJ.OO. Modernos nada hay que la recuerde. Se trata de una manifestación deportiva, sin ninguna referencia religiosa. Si buscamos algo que haya sustituido esa referencia, habría que hablar de intereses económicos y referencias políticas espurias, alejadas del espíritu deportivo que predican.

En cuanto a detalles concretos en los que puedan verse diferencias entre los JJ.OO. Antiguos y Modernos, hay infinidad de ellos. Sin ánimo de exhaustividad:

-Los participantes no son de un sólo país, sino de todo el mundo. Y el tema de la nacionalidad de los atletas se presta a todo tipo de incidencias, como se ve frecuentemente.

-Esos atletas no pueden considerarse en muchos casos como simples amateurs, como lo eran los griegos, y la polémica entre amateurismo versus profesionalismo está siempre subyacente.

-Los deportes olímpicos, que en la antigüedad no pasaban de la decena, se han multiplicado mucho, en ocasiones por motivos harto dudosos. Hoy, el deporte como expresión del ocio no tiene nada que ver con el ejercicio físico tal como se entendía en el mundo olímpico griego, y ello es quizás la causa de la gran diversificación en los Juegos Modernos.

-Los Juegos Modernos acogen pruebas colectivas, que no existían en Olimpia.

-La duración de las pruebas se ha, como mínimo, doblado, a pesar de la utilización de múltiples sedes para acoger tantos deportes y tantos atletas. Olimpia constituía una única sede, mientras que los Juegos actuales se reparten alrededor de la sede principal. Por su volumen, las repercusiones económicas y urbanísticas no son siempre positivas.

-Los espectadores que asisten a los Juegos se han convertido en una fuente de ingresos, ya que la posibilidad de verlos in situ es siempre de pago, lo que en Olimpia no se planteaba.

-La tecnología ha influido enormemente en los Juegos. Un efecto positivo lo constituye la retransmisión por TV a todo el mundo, dándoles así una gran difusión, pero a cambio las tecnologías biomédicas han introducido el oscuro mundo del dopaje en los Juegos. El deporte de alta competición busca el rendimiento máximo, la victoria es su objetivo ¿a cualquier precio?, mientras que el olimpismo antiguo buscaba la estética de la perfección sin que el triunfo pudiese obtenerse de ninguna manera fuera de las normas establecidas.

-Esa misma tecnología de los mass media ha sido un arma de doble filo. Por un lado produce una difusión amplísima, pero esa difusión es un atractivo para fenómenos como el del terrorismo, como se vio, por ej., en las Olimpiadas de Munich de 1972, situación nada comparable a la de la “tregua sagrada” en los Juegos antiguos griegos.

-Los Juegos en Olimpia eran únicos, aunque se celebrasen otros diferentes en otros sitios, cada uno dedicado a un dios, como vimos. En la actualidad, además de los Juegos Olímpicos, se celebran también los Juegos Olímpicos de Invierno, los de la Juventud y los Paralímpicos, que ponen el acento en focos deportivos/sociales diferentes.

-Los premios siguen siendo simbólicos en los JJ.OO. Modernos, pero en la realidad vemos luego a Mark Spitz gestionando piscinas y ropa de natación, a Alberto Tomba representando marcas de material de esquí... la remuneración de los ganadores famosos existe indudablemente.

-No todas las diferencias que hemos citado dan un saldo “negativo” para los JJ.OO. Modernos... por ej., la mujer se ha ido incorporando a la participación en los Juegos, aunque ciertamente ha costado hacerlo totalmente, si es que ello ya es así. Los países ricos del área musulmana (Barein, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Catar,...) son muy reticentes a la participación femenina, que administran con cuentagotas.

En resumen, los Juegos Antiguos fueron un aspecto de una fiesta de carácter eminentemente religioso, y que al trasplantarse miméticamente a los Juegos Modernos -que ya no tienen ese carácter religioso- se han convertido en una manifestación estrictamente social/deportiva (un espectáculo de primer orden) que se mantiene en gran medida por intereses de imagen nacional/ciudadana y económicos/urbanísticos, con grandes diferencias con los orígenes griegos.

Los Juegos Modernos, en comparación con los Antiguos, se han secularizado en su intencionalidad, se han democratizado en su participación, se han masificado en su espectacularidad y han hecho del récord su doctrina justificativa.

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ISBN

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ISBN 84-206-3653-3

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  ●Morkot, Robert. Atlas de la Grèce antique. 6500 à 30 av. J.-C. París: Autrement, 2004. 144 p.

ISBN 2-86260-764-9

Osborne, Robin (ed.) La Grecia Clásica. 500-323 a.C. Barcelona: Crítica, 2002. 318 p. (Historia de Europa Oxford; 1)

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ISBN 978-84-01-37958-1

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<http://remacle.org/> [15/10/14] (Traducción de Jean Voilquin)

  ●Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso (Edición digital)

(Traducción de Francisco Rodríguez Adrados)

Vernant, Jean-Pierre. Los orígenes del pensamiento griego. Barcelona: Paidós Ibérica, 2005. 145 p. (Studio; 88)

ISBN 84-7509-743-X

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NOTAS:

1Hidalgo 50-59

2Morkot 24-25

3 La Odisea XIX-172

4Grimal 359-361

5Morkot 29

6Hidalgo 47-48

7Grimal 378-379

8La Ilíada: XIII-446; XIV-312

La Odisea: XI-321 XI-568; XVII-513; XIX-172

9La Ilíada: I-245; II-16; II-76; II-333; V-561; VII-313; VIII-78; IX-50; X-1 X-42 X-72; X-86; XI-489; XI-618; XIV-1; XXIII-626

La Odisea: I-252 III-14; III-55; III-79; III-239; III-465; XI-504; XXIV-43

10 La Ilíada XXIII-626

11Vernant 30

12Carreras 19

13Hidalgo 48-49, 60-61, 63-67

14Carreras II 24-25

15Hidalgo 79-81

16Finley 28

17A. Baricco: Homero, Ilíada

18Finley 27

19Carreras 55-57

20Finley 25

21Grimal 368. En 83 dice que lo es de la poesía lírica

22Grimal 133

23Hefesto

24Afrodita, llevada a Citera por los Céfiros (Grimal, p. 11)

25Finley 38-39

26Gómez 51

27Gómez 56-66; Finley 38; Hidalgo 107; Carreras I-33 II-13

28Morkot 50-51

29Carreras II-13

30Hidalgo 103-104

31Gómez 53

32Gómez 52

33Hidalgo 104-105

34Gómez 55

35Carreras I-33

36Hidalgo 105-106

37Hidalgo 106

38Gómez 55

39Hidalgo 110-111

40Tucídides llega al 411; Jenofonte sigue en sus Libros I y II de las Helénicas

41Finley 48-54

42Hidalgo 181

43Mínguez. 45

44Gómez 96

45Mínguez 47

46Mínguez 49