HAU(I) 3.- Dioses, hombres y templos

-Priene. Templo de Atenea-

Índice:

1.-Introducción
1.1.-La arquitectura como Arte.

1.2.-La arquitectura religiosa.
1.3.-El templo, el hombre y sus dioses.

2.-Egipto y sus templos.
2.1.-El propósito.
2.2.-La evolución.
2.3.-La función.
2.4.-Algunos ejemplos a considerar.

3.-Mesopotamia y sus zigurats.
3.1.-Un poco de orden.
3.2.-Templos y zigurats.
3.3.-El zigurat: estructura y funciones.
3.4.-Un par de ejemplos.

4.-Grecia y su logos.
4.1.-El templo griego. Su objetivo.
4.2.-El templo griego. Evolución de su estructura.
4.3.-Una ciudad y su templo.

5.-Roma y su realismo.
5.1.-La helenización de Roma. Religión y templos.
5.2.-Los templos romanos: arcaicos, republicanos e imperiales.
5.3.-Roma fuera de Roma.

6.-A modo de conclusión. Cambio y permanencia.

7.-Biblio y webgrafía.
Listado de Notas al pie
Listado de Referencias


1.-Introducción

El recorrido temporal y espacial que se nos propone produce inevitablemente una sensación de vértigo de todo tipo. Egipto y Mesopotamia -por decirlo brevemente- son las dos grandes civilizaciones surgidas donde África y Asia se unen, a medida que el Neolítico va acabando. Se apoyan en grandes ríos -Nilo, Tigris, Éufrates- y, como no podía ser menos en el momento histórico en que inician su largo recorrido, desarrollan unas potentes religiones imbricadas fuertemente con el poder político y económico. Grecia y Roma son las civilizaciones del mar Mediterráneo, su eje no es fluvial sino marítimo, y constituyen la bisagra entre el mito antiguo y el logos moderno. Sus religiones serán más “débiles” que las anteriores, pero seguirán cumpliendo su papel de unión entre la humanidad y los dioses que esa humanidad se ha proporcionado.

En las cuatro civilizaciones las manifestaciones artísticas (inherentes a la actividad humana, como vimos en el anterior trabajo) han producido una ingente cantidad de obras de arte (la manifestación tangible del Arte...) que han llegado a nosotros en mejor o peor estado, dependiendo tanto de su soporte material como del azar histórico.

Dentro de esas manifestaciones artísticas, la Arquitectura ha tenido la suerte de ser una de las que mejor ha llegado hasta nosotros, y es por ello que podemos hacernos una idea bastante cabal de cómo fue ese arte arquitectónico en el largo período que se nos propone estudiar (muy en resumen, los cuatro milenios antes de la era cristiana)

Se nos propone acotar el estudio de la Arquitectura focalizado en el templo, arquitectura religiosa por excelencia, y trataremos de hacerlo de la manera más concreta posible pero sin olvidar en ningún momento su contextualización: el Arte depende de la sociedad en la que se produce, y la Arquitectura -dado su coste económico y humano- quizás lo haga más que ninguna otra de las Artes.

1.1.-La arquitectura como Arte.

Tratar de definir la arquitectura no es tarea sencilla, como la mayor parte de los intentos de definir lo que ha constituido una intensa y fructífera actividad humana durante milenios. La mayor parte de las definicionesr1 que se encuentran en la bibliografía consultada son definiciones de tipo tecnicista, en las que encontramos la referencia a la construcción (de edificios, de estructuras...) y a los constructores. Pero también, por suerte, hay muchas maneras de acotar el arte arquitectónico que hacen referencia a su esencia que, en mi opinión, es la apropiación del espacio.

En efecto, de la misma manera que la pintura se apropia del color, el dibujo de la línea y la música del sonido, la arquitectura es el arte de apropiarse del espacio, del volumen. En donde nada había, la Arquitectura pone límites a ese vacío, creando volúmenes inexistentes previamente para uso y/o disfrute del hombre.

Y esta dicotomía es algo que habrá que tener siempre presente cuando se hable de arquitectura. Las creaciones arquitectónicas son, la mayor parte de veces, para usarse, pero también para disfrutar en ese uso o en su contemplación, lo que constituye una mezcla difícil de manejar, y más si se tiene en cuenta el siempre limitante factor económico en la arquitectura. En la obra de Vitruvior2, único tratado antiguo que nos ha llegado completo, ya se aprecian las dificultades1 para hacer compaginar lo bello de una construcción con lo práctico de la misma, la disposición u orden de los elementos con su racionalidad y posibilidad económica...

Y el segundo, por así decirlo, “factor limitante” en la obra arquitectónica, es la estructura del soporte, con la que no se puede “jugar” si se quiere que la obra perdure mínimamente. De la misma manera que un pintor prepara el soporte para sus pinturas, el arquitecto debe preparar el soporte para su obra, y a ese soporte, que se intuye siempre pero no siempre se ve con claridad, lo llamamos estructura. La complejidad de la misma puede variar desde casi nada en una pequeña construcción dedicada a una vivienda hasta la imponente Sala Hipóstila2 de Karnak, por poner un ejemplo paradigmático.

Con esos factores limitantes bien presentes daremos un paso más hacia la acotación propuesta.

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1.2.-La arquitectura religiosa.

Era (y es) inevitable: si el hecho artístico deriva de forma natural de la actividad humana, y si el hombre vive el hecho religioso como uno de los más intensos de su existencia (al menos, como especie, con una fuerte variabilidad personal) ambas facetas humanas acabarán por encontrarse y plasmarse en lo que llamamos “arte religioso”. Lo encontramos en la pintura, escultura, música, danza..., y, por descontado, en la arquitectura.

La arquitectura religiosa es un fenómeno que se ha producido en todas partes y en todo momento (con algunas excepciones o matizaciones en cuanto a su “intensidad”) y el largo período que nos ocupa es buena prueba de ello. Sin embargo, no olvidemos que vemos este aspecto del arte de manera un tanto sesgada, ya que su conservación -ni que sea en forma de ruinas- ha sido relativamente abundante, y la arqueología ha sacada a la luz mucho de lo que hubo.

Debe notarse que la arquitectura religiosa tiene dos vertientes, no estancas entre ellas ni mucho menos, pero suficientemente diferenciadas como para hacer mención de ello: la vertiente “funeraria”, en la que prima la relación del hombre con su “existencia” tras la muerte (frontera entre la vida y la muerte) , y la vertiente “divina”, en la que prima la relación del hombre con sus dioses mientras vive (frontera entre materia e idea).

Esta segunda faceta de la arquitectura religiosa se plasma, como bien sabemos, en lo que henos convenido en llamar “templos”, con todos los matices necesarios, que se procurará hacer en su momento sobre los ejemplos a estudiar.

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1.3.-El templo, el hombre y sus dioses.

El templo, desde el punto de vista artístico-religioso que nos ocupa y dejando de lado la etimología, es, sencillamente, un punto de encuentro entre el hombre y sus dioses. Ese encuentro tendrá todas las variantes que se quiera, el templo será más o menos complejo, la relación se filtrará -o no- a través de una casta sacerdotal, pero en un templo siempre encontraremos la manera de relacionarse la humanidad con sus dioses.

Con excepciones, consideramos que el templo está “habitado” de alguna manera por el dios/dioses al que está dedicado, y es el hombre el que debe acercarse a esa morada/residencia del dios. Por ello, los templos deben tener una estructura que permita ese acercamiento y que facilite la relación que quiere establecerse, por más que esa relación pueda estar muy mediatizada por el intermediario sacerdotal, que no suele faltar en las religiones conocidas.

El templo, sin alejarse en exceso de donde habitan las personas que accederán a él, busca emplazamientos singulares para remarcar su carácter excepcional. Normalmente, vemos templos en lugares altos (naturales o artificiales), en cruces de caminos, en plazas y foros importantes en una ciudad...

Cada religión dará a sus templos un carácter definido, en el que se pone de manifiesto qué se quiere destacar de la relación entre cada persona y el dios. Así, unos templos estarán muy abiertos mientras otros estarán más cerrados, unos serán más ornamentados y otros no tendrán decoración, las estatuas que representarán al dios estarán más o menos accesibles, el culto en ellos será más participativo o más indirecto,... como siempre que nos acercamos a las manifestaciones de la actividad humana, nos encontramos con una gran variabilidad en el diseño y uso del templo, que, si bien dificulta el abordar un estudio sistemático de la cuestión, no deja de ser una buena medida de la riqueza espiritual y formal de la humanidad.

Se ha dejado para el final de esta introducción, que esencialmente refleja opiniones personales, la referencia al carácter menos “espiritual” de los templos... en efecto, además de su carácter sagrado el templo tiene / puede tener otros caracteres no tan religiosos. Por un lado, no dejan de ser, sobre todo los más grandes y ricos, una manifestación del poder político que los ha construido (el Panteón de Agripa es un buen ejemplo de ello). Y por otro lado, los templos pueden desarrollar una actividad económica y social, además de la religiosa, que puede ser tan importante como ésta (el complejo de templos de Karnak era una potencia económica en sus momentos de esplendor...) Arte, poder, economía, religiosidad,... la humanidad, en suma.

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2.-Egipto y sus templos.

Es sin duda la egipcia la civilización religiosa por excelenciar3. Ninguna otra ha producido -en proporción a su población, su tecnología y su economía- tal cúmulo de manifestaciones artísticas relacionadas con el mundo espiritual. En particular, su arquitectura religiosa, concretada en monumentales construcciones funerarias (como las pirámides) y en espléndidos templos (aislados o formando grandes conjuntos) ha llegado a nosotros manteniendo todavía una cierta “carga espiritual”. Patios y pilonos como los del templo de Edfu3, columnas como las del Rameseo4,... siguen manifestándonos una parte, una gran parte, del simbolismo con el / para el que fueron levantados.

Trataremos de sintetizar pues qué fueron los templos egipciosr4, cómo fueron y para qué fueron. Tendrá que tenerse bien presente que estamos hablando de un período que sobrepasa los tres milenios (de Narmer hasta la conquista romana) por lo que es difícil dar en un espacio necesariamente limitado, cabal información sobre el panorama completo de la evolución de los templos egipcios. Pero contamos con algo a nuestro favor en este sentido: la voluntad de “permanencia” de la religión egipcia -y por ende, de sus templos- manifestada en unos arquetipos repetidos una y otra vez como idea esencial del retornor5 y permanencia de esos arquetipos.

2.1.-El propósito.

Los templos egipcios acumularon tal cantidad de funciones y usos que es complejo ordenarlas de manera “racional” intentando ver cuál fue su auténtico propósito. Morada de los dioses, servicio del alma del faraón que lo construyó, uso económico y militar, vivienda de los sacerdotes del culto,...

Intentando resumir lo esencial, podemos ver un factor común en los templos egipcios de todas las épocas: su carácter simbólico, manifestado esencialmente en los rituales con los que se servía a los dioses. Estos, a cambio, aportaban orden, energía, estabilidad, permanencia... a Egipto. En este intercambio, el faraón hacía de bisagra entre lo divino y lo humano (lo mismo que los sacerdotes...) y de paso, afianzaba su poder político a través del religioso. No hay más que ver la decoración propagandística5 de muchos templos para comprender bien la relación entre el poder religioso y el político que confluían en el templo. Este propósito último conducirá la evolución de los templos a lo largo del tiempo y modelará sus funciones.

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2.2.-La evolución.

En los tres milenios considerados, los templos egipcios evolucionaron, por descontado, pero manteniendo el hilo conductor visto en el apartado anterior. La forma pudo cambiar, y lo hizo sin excesos, pero el fondo se mantuvo.

Dejando de lado el confuso -al menos para el que esto escribe- Período Predinástico, podemos empezar fijándonos en el Imperio Antiguo, en el que vemos destacarse los complejos piramidales que se han convertido en un símbolo del Egipto antiguo. Dichos complejos constaban de un “templo del valle” que se unía mediante una gran calzada con el templo propiamente dicho, de carácter funerario, al pie de la pirámide que albergaba la tumba del faraón. El templo funerario constaba de un vestíbulo, un patio columnado, y un recinto sagrado con una o varias capillas donde se colocaba la estatua del faraón. Estas partes constituyentes se encontrarán, en esencia, en todos los templos posteriores, recordándonos así el deseo de “estabilidad y orden” típico de la civilización egipcia, y cuyo garante era el faraón.

El Imperio Medio, si bien debió ser enormemente fructífero en la construcción de templos, sufrió un saqueo sistemático en el período intermedio que le siguió, reutilizándose sus materiales en nuevas construcciones. Como novedad en cuanto a la estructura, puede citarse la aparición de las terrazas abiertas en los accesos al templo, la construcción de capillas con una decoración figurativa rayando en la sobrecarga (muchas de ellas situadas en la ruta que las procesiones del culto seguían alrededor del templo). La piedra sigue siendo el material de referencia, a pesar del coste que origina su labrado y colocación, y los templos construidos con ella ofrecen estructuras cada vez más “simetrizadas” debido a la mayor facilidad que la simetría introduce en las mediciones, replanteos y en la propia construcción.

El Imperio Nuevo contempla la mayor expansión de Egipto, tanto en el orden territorial como en el económico. El poder del faraón se afianza aún más si cabe, y una de las maneras de hacerlo es construyendo nuevos templos y remodelando los antiguos. Los templos en este período se hacen más grandes, más decorados, más “ostentosos” si se puede decir así. Su forma, apoyándose en las anteriores, evoluciona añadiendo más espacio que elementos nuevos, ya que lo que se considera el canon de templo egipcio por excelencia sigue siendo el formado por el patio, la sala columnada y la residencia del dios en la parte más interna. Los pilonos crecen en tamaño, y a veces se construyen con materiales de templos anteriores, siendo la Arqueología moderna la encargada de obtener de este relleno la máxima información posible. Tanto por cronología como por tamaño como por estar hechos esencialmente de piedra, los templos bien conservados que vemos en la actualidad son de este período.

Y como siempre, habría que acabar hablando de decadencia, política y económica, que se manifiesta también en los templos. Pero no hay que olvidar que en este período tardío (de dominación extranjera en gran medida, directa o indirectamente) se construyeron templos como los de Edfu y File, de manera que más habría que hablar de un cierto “cansancio” en las formas, en la repetición -que ya no es el renacimiento del arquetipo-, e incluso en la escritura jeroglífica...

El tiempo y la arena pelearon entre sí, uno para derribar los templos, la otra para conservarlos, enterrándolos. Y en gran parte gracias a ella, omnipresente, hemos podido comprender en gran medida qué y cómo fueron los templos egipcios.

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2.3.-La función.

Ya vimos en el apartado 2.1 que el propósito esencial del templo egipcio era el de realizar una función simbólica. Trataremos ahora de matizar y profundizar en este escurridizo concepto...

Como todo hecho arquitectónico, el templo se apropia del espacio. Pero no sólo físicamente (como podría hacerlo una sencilla vivienda) sino que también se lo apropia simbólicamente. El templo es un punto de unión entre lo celeste y lo terrestre, y hace de intermediario entre las fuerzas que provocan el desequilibrio y las que lo intentan mantener. En términos termodinámicos, diríamos que el templo es un generador de entropía negativa que, como un demonio de Maxwelll, intenta reducir el caos al que el universo tiende espontáneamente.

La apropiación del espacio viene acompañada de la apropiación del tiempo. “El templo del millón de años” declara ser el Rameseo de Ramsés II, enfrente de Luxor. Desde la creación del mundo hasta cada momento presente, el templo ha hecho de potencia equilibradora entre el antes y el después, vigilando que la maat imponga su orden y su visión del mundo futuro.

Ambas apropiaciones hacen que el templo evolucione hacia una fusión de las funciones funerarias y divinas, borrando la separación entre ambas. Los egipcios llaman a sus templos hut, que podemos traducir aproximadamente por casa, morada, mansión... de un dios o de un faraón, tanto da, máxime cuando a la muerte de un faraón se está seguro que su divinización es un hecho cierto y real. El templo tiende a confundir, a unir, ambas funciones, con las implicaciones que de ello se derivan.

La primera consecuencia de esa fusión de funciones es que el templo puede realizar perfectamente la función de representación del conjunto del cosmos: creación, ciclos vitales, regeneración. Los suelos de los templos representan a menudo la marisma original de la que se creó todo el universo, los techos están decorados con estrellas y cielos que nos recuerdan la bóveda celeste original.

La función de tumba que también ejerce en numerosas ocasiones el templo se enmarca análogamente en esa fusión de funciones espaciales y temporales. El faraón, muerto y vivo, recibe en el templo ofrendas en forma material (alimentos, bebidas, enseres) que prolongan su vida en ese espacio y tiempo apropiados. El templo es una isla en medio de un océano que tiende al desorden, y los vivos mantienen viva y activa esa isla mediante el culto y las ofrendas. La renovación de la vida, aspiración básica en la civilización egipcia, tiene en el templo su lugar natural.

La enorme cantidad de dioses que -aparentemente- adoraban los egipcios hubiera debido producir una gran diversidad en los templos que se dedicaban a su culto. Ello, sin embargo, no es así, ya que en realidad muchos de esos dioses eran en el fondo el mismo dios, invocado con nombre y atribuciones distintas. En la evolución de la religión egipcia, pronto se detecta la tendencia de organizar a sus dioses en “tríadas”, que vemos representadas en los templos. No es en absoluto que los egipcios fueran monoteístas (excepción hecha, quizás, del paréntesis de Akhenatón en Amarna, con las implicaciones artísticas que se derivaron) pero sí se detecta una tendencia al sincretismo, observada más claramente cuanto mayor fue la influencia exterior (el período grecorromano será un exponente bien claro del fenómeno del sincretismo)

En el estadio final de Egipto, cuando se convierte sin más en el granero de Roma, sus templos dejan de renovarse, no se construyen nuevos, y su decadenciar6 no es más que la decadencia de toda la civilización egipcia.

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2.4.-Algunos ejemplos a considerar.

En los apartados anteriores hemos ido citando algunas características importantes de los templos egipcios de diferentes épocas, y ahora sería interesante verlas en algunos ejemplos concretos. El orden que se seguirá es el mismo en el que aparecieron.

Los complejos piramidales del Imperio Antiguo tienen dos referencia obligadas: Saqqara y Gizeh.

En Saqqara7 encontramos el primer conjunto pirámide+templo claramente identificada, construida por el arquitecto Imhotep (Sumo Sacerdote de Heliópolis) para el faraón Djoser, (2635-2615 a.C.), segundo de la III Dinastía. Se observa el empleo exclusivo de la piedra como material constructivo: deseo de eternidad para los difuntos, deseo de eternidad para el poder. La pirámide está integrada de manera natural en el conjunto funerario de Djoser (545x278 m aproximadamente). En el planor6 puede verse la primera distribución de varios templos alrededor de la pirámide, sin tener, por motivos orográficos/hidrológicos obvios, un “templo del valle” ni la calzada de unión. El recinto está rodeado de un muro perimetral rectangular, que lo separa del resto del mundo, definiendo claramente el recinto sagrado (témenos). La importancia histórica del conjunto es extrema, por múltiples motivos, y en él se aprecia claramente que, a pesar de las formas nuevas que se están introduciendo, se desea mantener el lazo de unión con construcciones anteriores.

La segunda referencia inevitable del Imperio Antiguo es la que nos muestra el complejo8 funerario “clásico” de la III Dinastía formado por las pirámides y templos de Keops, Kefren y Mykerinos. Si nos fijamos en el conjunto de Kefren, veremos claramente el desarrollor7 constructivo explicado anteriormente: el templo del valle, la calzada de unión, el templo funerario y la pirámide. En la parte de los templos en la que estamos haciendo incidencia vemos claramente las partes citadas de los mismos: en el templo del valle, una antecámara, la sala hipóstila, las celdas, la cámara de la estatua, el arranque de la calzada de unión; en el templo funerario, el vestíbulo y las salas de entrada, el patio central descubierto, las capillas y el santuario interior.

En la evolución de los templos en el Imperio Medio hemos citado la construcción de pequeñas capillas, la aparición de terrazas y rampas exteriores de acceso, la simetrización de las construcciones... podemos ver estas características en la “Capilla Blanca”9 de Sesostris I en Karnakr8 (un buen ejemplo de decoración llevada al límite) y en los templos10 de Nebhepetre Mentuhotep y Hatshepsut en Deir el-Bahrir9, enfrente de Luxor, en plana Montaña Tebana, al lado opuesto del Valle de los Reyes. En estos dos templos se aprecia claramente lo comentado sobre la simetría, además de verse las grandes terrazas y rampas de acceso desde el exterior. En el de Hatshepsut, mejor conservado, se ve bien el patio central descubierto y la zona posterior de capillas y santuario.

En el período del Imperio Nuevo, uno de los máximos constructores de todo tipo de edificios fue Ramsés II, y se puede hacer referencia por ejemplo al Rameseor10, templo funerario de Ramsés II, según Champollion11...el más noble y puro de todos los monumentos de Tebas”. El llamado “templo del millón de años” no resultó incólume de los saqueos a lo largo del tiempo (puede buscarse mucho de su material en el cercano templo de Medinet Habu) ni a las inclemencias meteorológicas, pero lo que aún puede verse de él realmente impresiona. Impresiona el emplazamiento12 -al pie de la Montaña Tebana- , las dimensiones, las columnas13 y estatuas que aún permanecen en pie, los relieves que han sobrevivido a la ignorante piqueta... son unas ruinas “románticas” en el mejor sentido del término... a título estrictamente personal, lo que más impresiona quizás de ellas es la cabeza14 con una parte del torso que está caída al lado de lo que queda del segundo patio, que hace claramente la sensación de ser mayor todavía que la gigantesca estatua yacente15 de Ramsés en Menfis. La desolación que produce su visión nos alerta del paso inexorable del tiempo, y, aunque fragmentada y maltratada, es una obra de arte en estado puro, tanto por lo que se ve como por lo que nos deja intuir que fue ella y su entorno. Sic transit gloria mundi...

Por último, en el período más tardío de la historia del Egipto soberano, se han citado los templos de Edfu y File. Más concretamente, se trata de los templos de Horus en Edfu16 (construido entre el 246 y el 51 a.C.) y de Isis en File17 (380 a.C. - 300 d.C., reconstruido en otro emplazamiento -isla de Agilkia- en los años 60 del siglo pasado, debido a la construcción de la presa de Assuán). A pesar de sus fechas de construcción, reconocemos en ambos templos la estructura canónica definida ya hace siglos... En Edfur11 (que pasa por ser el templo mejor conservado de Egipto) vemos la entrada con su pilono, el patio, dos salas hipóstilas, el santuario... en Filer12 (dedicado a Isis, una diosa habitual en el culto romano) apreciamos el pilono de entrada, el patio, el santuario interior... nada nuevo en realidad. Y ya que estamos acabando con esta breve panorámica de los templos egipcios, podemos decir que su actividad religiosa acaba precisamente en este templo de Isis en File. Efectivamente, a pesar de que los emperadores romanos mantienen activo el templo, modificándolo con diferentes construcciones18, llega un momento -550 d.C.- en el que Justiniano cierra el culto “pagano” que aún se mantenía. Otros templos de otras religiones tomarán el relevo, pero -de momento- ninguna religión ha alcanzado la longevidad y, quizás, la implicación personal, de la egipcia.

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3.-Mesopotamia y sus zigurats.

Al hablar de Egipto notamos de forma natural un sentimiento de continuidad, de permanencia, de uniformidad conceptual en lo religioso y en lo político, muy posiblemente influido y modelado por la “continuidad” territorial, por el condicionamiento geográfico del país, unos pocos kilómetros fértiles a cada lado del Nilo, y un gran desierto en el resto.

Sin embargo, la situación de la tierra “entre ríos” es bien diferente. El Tigris y el Éufrates no son tan estacionales, ni mucho menos, como el Nilo, las zonas desérticas no predominan tanto como en Egipto, las fronteras son mucho más permeables, la situación geográfica es mucho más central... todo ello conduce a la formación de una civilización más variada y más variable que la egipcia en muchos sentidos.

En particular, en el arte también se notan esas diferencias comentadas, y la arquitectura -incluida la religiosa- no será una excepción. En los templos “mesopotámicos” no vemos la regularidad que veíamos en los egipcios, sino una gran variabilidad, de tal manera que el “hilo conductor” ahora no lo tendremos en el propio templo sino en una construcción propia de las llanuras mesopotámicas, que nace en cierta manera de forma “casual” y que evoluciona durante un milenio para llegar hasta su forma estable: el zigurat. A esa construcción dedicaremos los apartados siguientes.

3.1.-Un poco de orden.

“Arte mesopotámico”... si hemos dicho que la variabilidad es la característica que encontramos en ese territorio en los casi tres milenios que consideramos, será conveniente introducir algún tipo de orden en el bosque de ese arte...

Dejando de lado el discutido y discutible período hurrita-mitannio, que ciertamente es algo confuso, apreciamos en el arte mesopotámico tres grandes corrientes, que en bastantes épocas se desarrollan en paralelor13.

Así, hay que considerar inicialmente el arte sumerio-acadio (2900-2000 a.C. aprox.), el arte asirio (2100- 600 a.C. aprox.) y el arte babilónico (2000-500 a.C. aprox.) que podemos focalizar alrededor de las ciudades-estado, organización política básica en Mesopotamia (Eridu, Ur, Akkad, Uruk, Nippur, Mari, Acadia/Agadé, Assur, Nínive, Babilonia...)

Algunas de estas ciudades-estado logran forjar a su alrededor unos imperios regidos por reyes divinizados, que hacen una simbiosis extrema entre la religión y el poder político. Las religiones, también variadas, se caracterizan en general por su carácter politeísta y muy sincrético, de manera que es fácil, en esa maraña de creencias, hacer que el arte esté bien sujeto a los dictados del poder. Lo apreciamos claramente cuando vemosr14 que es un arte en general anónimo (conocemos arquitectos egipcios, pero no mesopotámicos), con cánones en gran manera “obligados” no por la tradición sino por la inercia inherente al poder -y, por tanto, cambiantes con el mismo- , y que se ve influido más por la practicidad que por la estética.

Y para acabar de establecer el marco general en el que vamos a movernos, hay que decir que los materiales de construcción de los que se dispone en Mesopotamia son más limitados aún que los egipcios, y no se dispondrá ni de madera abundante ni de piedra resistente. La importación de esos materiales no se puede hacer fácilmente, dado el entorno geográfico, y ello hace que el material de construcción básico sea el ladrido, de adobe en los interiores, vidriado en los recubrimientos. Ello empujará algunas características constructivas en un determinado sentido, de manera que no encontraremos grandes construcciones cerradas con un espacio interior utilizable.

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3.2.-Templos y zigurats.

Sin poder, por motivos obvios, hacer un estudio en profundidad sobre toda la arquitectura religiosa mesopotámica, sí que sera conveniente resaltar algunas construcciones significativas para así tener el terreno para el estudio que se nos propone del zigurat.

En los inicios, a principios del tercer milenio a.C., encontramos ya algún templo, por pequeño y humilde que sea, en Tell Aswad y en Eridu (dedicado al dios Enki), pequeños e íntegramente de adobe. En el-Obeid ya se encuentra un templo hecho de adobe moldeado (no amorfo) levantado sobre una base. En Uruk se levantó el “Templo Blanco”r15 en honor de An sobre una gran plataforma de muros en pendiente que se puede considerar ya como una aproximación al concepto de “torre escalonada”.

Ya en el período sumerio-acadio propiamente dicho, se introducen en la construcción dos elementos que influirán enormemente en lo que se podrá construir posteriormente. Por un lado, los ladrillos con una cara curva, que soportarán mejor los esfuerzos de compresión, y, por otro lado, el refuerzo de las paredes con muros de sostén exteriores. Esta última característica ira produciendo una mayor volumetría en las construcciones, y a medida que estas se van rehaciendo, permitirá ir subiéndolas en altura hasta límites impensables anteriormente. Los sumerios construyen templos en Khafadye, dedicados a los dioses Nintu y Zuen, y entre ellos destaca el llamado “Templo Oval”r16, que además de su llamativa forma se levanta sobre una gran plataforma con varios niveles. En Mari se levanta un gran templo, con santuario, patio y pórtico de columnas... ¿mismas necesidades, mismas soluciones? En Tell Chuera se vuelven a ver templos sobreelevados apoyados en grandes terrazas de ladrillos. A continuación, los acadios construyen un templo-fortaleza en Tell-Brack, que presenta unos muros muy potentes, y cuya única entrada está enmarcada por dos torres monumentales. Poco a poco esta monumentalidad, que ha ido creciendo a lo largo del tiempo, se acaba por establecer definitivamente. La torre escalonada o zigurat alcanza su forma definitiva, que analizaremos posteriormente, y los templos adoptan un tamaño mucho mayor para el santuario (cella). Dos zigurats bien representativos del momento son los de Ur y Mari, que se comentarán posteriormente. En Ur también se tiene un buen ejemplo de templo de esta época, el de la diosa Ningal, un templo con cella y antecella y una gran muralla circundante.

En la época asiria, y ciñéndonos ya exclusivamente al tema que nos ocupa, encontramos en Assur el templo erigido por Erishum I, con una gran planta rectangular, el consabido patio central y las dos estancias principales, la cella y la antecella. El mismo modelo de templo lo encontramos en Karana, con su correspondiente zigurat. Y a mediados del segundo milenio, en Assur, Assur-nirari I edifica un templo dedicado a Sin que se convierte, con su total simetría (no es nuevo el concepto en la edificación religiosa...) en un modelo para los templos asirios posteriores. Modelo que, evidentemente, no siempre se siguió, como puede verse en el templo construido por Tukulti-Ninurta I en las proximidades de Assur, que vuelve al modelo de cella única, larga y estrecha. Todo el período presencia la reconstrucción y reforma de templos anteriores y la construcción de muchos nuevos, que poco a poco van derivando hacia un modelo más parecido al babilónico.

El primer período artístico (e histórico, no lo olvidemos) de Babilonia produce importantes templos en Mari y Eshnunna, que reflejan la pujanza de ambas ciudades. El modelo seguido era de cella y antecella, del tipo sumerio clásico. La volumetría era importante, y al aprovechar estructuras anteriores, aún se notaba más el efecto. Se empezaron a construir también templos sin patio interior (en Uruk, por ejemplo) creando a cambio un deambulatorio alrededor de la cella, a la que se dotaba de una entrada mayor. Los zigurats siguen también construyéndose (por ejemplo, el llamado Erigim en Aqar-Qufr17, dedicado a Enlil, con una triple escalera) sin apartarse demasiado de la norma: más bien cuadrados y tendiendo a alturas respetables, como los 70 m del Egirimr18. Y para ir acabando con esta somera panorámica de la cuestión, hay inevitablemente que citar el zigurat de Babilonia, el Etemenanki, fundamento del cielo y de la tierra, con sus 90 m. de altura y planta cuadrada de 90 x 90 m. Este zigurat, del que apenas quedan restos, pasó a la leyenda con el nombre de La Torre de Babel...

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3.3.-El zigurat: estructura y funciones.

Hemos ido viendo hasta aquí cómo los templos fueron adoptando diferentes modelos y cómo la construcción anexa a ellos, el zigurat, fue adoptando una forma monumental y definitiva. Sería momento ahora de ver cómo se hacían los zigurats y para qué se utilizaban.

En lo esencial, el zigurat tenía un núcleo macizo hecho a base de adobe, con paredes inclinadas, el cual se reforzaba con cañas y cuerdas trenzadas gruesas a modo de forjado estructural. Hay que hacer notar que la zona mesopotámica es, y era, una zona de fuerte actividad sísmica, por lo que la estructura relativamente flexible que así se obtenía era la idónea. A continuación, sobre esa estructura central, se superponían terrazas que disminuían en superficie a medida que se elevaban, y se iban conectando todos estos espacios con escaleras o rampas, todo ello en ladrillo.

El zigurat, si bien tenía una función claramente religiosa, se constituía así como una edificación independiente estructuralmente del templo, pero que desde el punto de vista de su génesis se basaba en las terrazas de los templos sumerios clásicos, de las que podemos decir que fueron una “prolongación monumental”.

En cuanto a sus funciones, puede pensarse en un buen número de ellas, y es harto probable que en determinados momentos y situaciones, todas fueran posibles... Puede imaginarse, desde un punto de vista terrenal, que son simplemente monumentos para ser vistos a lo lejos, como faros terrestres que marcan la posición de la ciudad cuyo prestigio y poder resaltan. Desde el punto de vista divino, un “lugar alto” protege a la divinidad que está en su cima, a la vez que nos permite acceder mejor a su cercanía para ofrecer presentes o sacrificios. No es difícil detectar una cierta ambivalencia, ya que tanto podemos interpretar que acercan a las personas a su dios o que alejan a este de ellas...

Debe tenerse en cuenta que, por su sistema de construcción, un zigurat no tiene espacios utilizables en su interior. Es una apropiación del espacio por ocupación simple, sin establecer dos límites, interior y exterior, como sí hacen las pirámides, con las que tantas veces se comparan. No es difícil ver que son construcciones que, aparte de su monumentalidad, poco más tienen en común. El material es diferente, la generación de espacios interiores es diferente, sus destinatarios son diferentes, sus emplazamientos son diferentes, su acceso es diferente,... Si se quiere buscar algún parecido, sólo se me ocurre uno, constructivo, puesto de relieve en la pirámide de Meidún...

El zigurat, y eso sí lo comparte con las pirámides, los obeliscos, las torres-aguja de las catedrales cristianas,... es una manifestación más de la opinión que la humanidad tiene de los “lugares altos” y de la verticalidad. En todas las artes, más aún, en todas las manifestaciones del ser humano, se detecta fácilmente una situación privilegiada de las montañas, las torres, de todo lo que es alto y esbelto, en contra de lo que es bajo. No puede tratarse más que de la contraposición del cielo y la tierra, de lo divino y lo humano, de la aspiración que la humanidad tiene de llegar “más alto”...

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3.4.-Un par de ejemplos.

De los zigurats que se han citado en el punto anterior -un listado no exhaustivo, por descontado- he elegido dos para hacer algún comentario sobre ellos: el de Ur y el de Mari.

El de Urr19 -que no he visitado- parece ser la referencia obligada por el momento en el que se construyó, influyendo de manera importante en los posteriores zigurats que se edificaron / remodelaron. Es coetáneo de otros zigurats (Uruk, Eridu, Larsa, Nippur) mandados construir por Ur-Nammu, el primer rey de la tercera dinastía de Ur, que reinó entre el 2112 y 2095 a.C. Está situado junto a la antigua ciudadr20 de Ur y dedicado al dios lunar Nannar, que en sumerio podría trascribirse como Etemenniguru, “la casa cuya alta terraza inspira terror”, lo cual puede darnos una buena pista sobre la intención del constructor. De hecho, se trató de una reconstrucción / ampliación sobre unas terrazas de un templo sumerio bastante anterior. No se libró de destrucciones posteriores, y la última versión antes de las obras de consolidación modernas fue debida a Nabucodonosor II (630 – 562 a.C.) Sus dimensiones son de 62 x 43 m en planta, y conserva casi una veintena de metros de los bastantes más que debió tener, ya que se han perdido las terrazas superiores. El acceso inicial desde el nivel del suelo se hace por una escalera exenta que se prolongaba y complementaba con otras para acceder a las terrazas superiores, en la más alta de las cuales estaba el santuario de Nannar, formando todo ello un conjunto realmente impresionanter21. Parece claro que la escalera principal se construyó con ese objetivo simbólico de unión entre el suelo y el cielo que ya hemos comentado anteriormente, dado que había muchas otras posibilidades no tan “atrevidas”. Igualmente, la idea de unión con lo divino, siempre más “perfecto” se plasma perfectamente con la fortísima geometrización y simetrización con la que se diseña el zigurat. La construcción del núcleo central es de adobe, y los revestimientos y escaleras se hicieron con ladrillo cocido, lo cual, junto con una climatología relativamente benigna, ha hecho que su estado de conservación sea bastante bueno. También habría que añadir que los materiales usados no eran nada apetecibles para su reciclado en otras construcciones, lo cual también ayudó a esa conservación.

El segundo zigurat que se desea comentar es el construido en Marir22, a orillas del Éufrates, atribuido al rey Shulgi (2094 – 2047 a.C) aprovechando una edificación sumeria (cosa harto frecuente...) Los motivos para seleccionarlo como ejemplo son muchos y variados. De entrada, es bastante parecido en el tiempo con el de Ur, lo cual hace pensar que su construcción debió ser similar. Pero no es así, ya hemos comentado que la variabilidad en Mesopotamia es un factor a tener siempre en cuenta. Por ejemplo, no disponía de escaleras de acceso, subiéndose hasta lo más alto mediante unos muros construidos como rampas. También es interesante hacer notar que tanto Ur como Mari, donde están situados los dos edificios comentados, fueron ciudades de gran importancia política y económica en una época similar, pero ha sido Ur la que más “fama” ha tenido siempre. El fin de Mari se lo debemos a Hammurabi (el del famoso código...) más o menos a mediados del siglo XVIII a.C. El estado de conservaciónr23 de la ciudad, y el del zigurat también, es patético. El adobe aquí no ha soportado las inclemencias climatológicas, y toda la ciudad es una océano de adobe deformado, en el que las excavaciones van sacando poco a poco a la luz las estructuras profundas. En realidad, de Mari han salido cientos de piezas artísticas, sobre todos estatuas, que he ido viendo en los Museos del Louvre19, Alepo, Damasco, Deir ez Zor... En medio de ese mar de adobe ruinoso20, una especie de colina no excesivamente alta, redondeada por el agua y el viento, nos indica la posición del zigurat21. Una gran diferencia con el de Ur, sin duda ninguna...

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4.-Grecia y su logos.

Alrededor del siglo XII a.C. todo el Oriente, incluido Egipto, se ve inmerso en un acontecimiento que cambiará bastantes cosas en el devenir histórico: la invasión de los “Pueblos del Mar”. De origen no bien determinado, esta invasión se enfrenta, y con cierto éxito, al poder establecido, y hasta el poderoso Egipto tiene que poner toda la carne en el asador, con Ramsés III, para lograr contenerla.

De manera paralela en el tiempo, la Grecia continental se ve “invadida por los dorios”. Esta expresión es históricamente dudosa, y más valdría quizás hablar de la sustitución de modelos culturales por mecanismos migratorios pacíficos.

En cualquier caso, lo cierto es que los modelos micénicos imperantes hasta ese momento desaparecen bastante bruscamente, y se inicia lo que hemos convenido en llamar “la época oscura”, desde ese siglo XII a.C. hasta el VIII a.C., en el que debido a una multitud de circunstancias -que no podemos analizarr24 aquí- Grecia “se reinventa” a sí misma y nace lo que sin duda podemos considerar la cuna de nuestra civilización actual.

Grecia tenía muchos modelos ya conocidos para desarrollar su civilización (cretense, aqueo, egipcio, mesopotámico en general...) pero decidió inventar un modelo nuevo por completo. Resumiendor25 lo más posible, diríamos que Grecia sustituye el concepto de “creencia” por el de “verdad”, creando así un pensamiento griego propio y autónomo. El soporte material en el que ello es posible se basa en el desarrollo de la polis como auténtico motor social -no sólo como un lugar para vivir- condensado más todavía en el ágora, donde la palabra en público y posteriormente documentada por escrito instaura un proceso de igualdad que, de forma ideal, seguimos usando bajo el nombre “democracia”. Esta búsqueda de la verdad hace nacer las dos grandes ramas del conocimiento que ya no son míticas en absoluto, la Filosofía y la Historia, y de su mano el mito va siendo sustituido por el logos, evidentemente de manera parcial, lenta y posiblemente incompleta.

En el tema que nos ocupa, esta dicotomía mito / logos implica una cierta búsqueda del equilibrio entre lo terrenal y lo divino, (sacralizando lo humano y humanizando lo divino) de manera que las creencias religiosas no serán tan trascendentes como lo fueron, p. ej., en Egipto, ni la casta sacerdotal tendrá el peso ideológico o económico de antaño. Los dioses griegos se acercarán a los hombres adoptando muchas de sus características -para bien y para mal- y todo este proceso de antropomorfización tendrá repercusiones en la religión y en las construcciones religiosas, los templos griegos, como trataremos de ver a continuación.

4.1.-El templo griego. Su objetivo.

Como siempre, hablar de algo que inevitablemente tendrá que evolucionar a lo largo de siglos tiene la dificultad de la sistematización para hacer comprensibles los cambios de todo tipo que se observarán. Dejamos para el punto siguiente la descripción de esa evolución, y trataremos inicialmente de lo que pueda ser un factor común en todos los templos griegos.

Como punto de partida, debe decirse que el objetivo básico del templo griego es albergar la estatua de un dios, no el dios en sí mismor26. El dios, o una fuerza natural divinizada, se materializa en una estatua claramente antropomórfica, que es lo que se aloja en el templo. Como los griegos ven dioses en todo -su politeísmo no deja de de ser un cierto panteísmo naturalista, en mi opinión- encontramos templos en todas partes. Cierto es que se siguen buscando emplazamientos significativos, pero no con la intensidad y el simbolismo con lo que lo hicieron los antiguos. Y dado que el objetivo principal del templo es albergar la estatua del dios, el mismo templo parece “contagiarse” de ese carácter de estatua, y deja de preocuparse de alineaciones, de puntos de vista, de nada que no sea su función básica, convirtiéndose en un ente autónomo, sólo sujeto a sus propias normas. Simplemente, busca el orden, constituido por un especial sentido de la medida, un equilibrio entre las partes que tiende a la búsqueda, casi obsesiva, de una proporción correcta...

En ese orden de cosas, en esa búsqueda de la verdad, el templo griego irá “desnudándose” de todo lo accesorio, de todo aquello que no le ayude a alcanzar su equilibrio, su “ racionalidad” (si es que las cosas del espíritu permiten hablar de la razón...) y, salvo quizás en sus últimos tiempos, constituirá un perfecto ejemplo de búsqueda de la “difícil sencillez” que le ha permitido llegar hasta nosotros -a pesar de guerras, saqueos y terremotos- con un mensaje de verdad y honestidad impreso en cada una de sus piedras.

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4.2.-El templo griego. Evolución de su estructura.

Por suerte, no como en Mesopotamia o Egipto, nos estamos enfrentando con un período “no tan largo”... si empezamos a contar en Delos (estatua de Artemisa, 650 a.C. aprox.) y lo dejamos estar en el gran altar de Pérgamor27 (170 a.C. aprox.) estamos hablando de medio milenio, no gran cosa frente a los tres o cuatro de Egipto y Mesopotamia. Pero aún así, hay un tiempo suficiente como para que valga la pena seguir la pista de lo que pasó por ellos.

Y antes de empezar, dado que ha aparecido Pérgamo22 23, que, como sabemos, no está ni mucho menos en la Grecia continental sino en Asia Menor, hay que hacer una pequeña referencia a algo que tiene una gran importancia. La cultura griega, formada en un crisol muy variado, conserva el afán viajero del que provino, y así encontramos colonias griegas un poco por todas partes del mundo conocido en la época (de Focea24 a Empúries, por ejemplo...) y una influencia directa en muchas otras partes no colonizadas directamente. La diseminación de una cultura es una de las claves de su fortaleza e importancia, y en el caso de Grecia lo vemos con toda claridad.

Respecto a los templos, tema que nos ocupa, antes del siglo VIII a.C. no hay gran cosa que decirr28. El culto religioso debía hacerse en un sencillo altar al aire libre, o en casas particulares, o en alguna construcción comunal, no específicamente dedicada a ello. Poco a poco, alguna de estas localizaciones se “especializa” y, coincidiendo con la aparición de la polis, empezamos a ver una transformación desde la forma de la vivienda hacia la forma del templo. No debe ser casualidad que sus primeras manifestaciones las veamos en lugares “de paso”, como por ejemplo las islas de Samos y Quíos, en la costa de Asia Menor (que muchos consideramos parte intrínsecamente inseparable de la Grecia continental) Así. Vemos en Samos el Heraion, rodeado de un pórtico con columnas y una tímida aproximación a la forma in antis.

Consideramos que es Corintor29 en el siglo VIII a.C. la auténtica generadora del templo que hemos convenido en llamar “dórico”, que es el que nos aparece indefectiblemente cuando hablamos del templo griego. En poco menos de tres siglos, el canon del templo dórico queda fijado, y se construyen templos como el de Afaia, o el Zeus en Olimpia y el de Hera en Paestum.

No hay más remedio que hacer aquí una mínima referencia a la estructura del templo dóricor30, que en realidad se mantendrá en gran parte en momentos posteriores. En en interior de un recinto claramente diferenciado (el témenos, cuya entrada suele llamarse propileo) encontramos una construcción cerrada (el sékos) rodeada de columnas (el peristilo / perístasis) y todo ello sobre unas bases más o menos complejas (crepidoma) que lo realzan sobre el terreno. El sékos puede tener hasta tres partes, el pronaos (formado por la prolongación de los muros laterales, a veces duplicado en la parte posterior), la naos o cella donde en un pedestal encontraremos la estatua del dios) y el opisthódomos, una especie de pronaos en la parte trasera, sin comunicación con el interior, y que parece más que nada una necesidad de la gran geometrización que se aprecia en la distribución de los elementos constitutivos del templo. La cubierta, por último, puede necesitar a veces un apoyo suplementario aportado por una serie de columnas interiores. Es un conjunto arquitectónico equilibrado, muy racional, muy geométrico, íntegramente de piedra (excepto la cubierta a veces) y con la ayuda del mármol en las zonas donde se produce cerca.

Esta disposición “dórica” evolucionará hacia otros cánones u órdenesr31, llamados jónico y corintio. En esencia, el “orden” es la disposición / forma de los tres elementos fundamentales: el pedestal (base, todo lo que queda por debajo de las columnas) las columnas y el entablamento (cubierta, todo lo que queda por encima de las columnas) Como puede apreciarse, es la columna lo que determina el orden, y no cabe duda de que es el elemento constructivo esencial en la caracterización del templo griego. Según el número de ellas y su disposición los templos admiten una clasificación tipológica, de la que veremos posteriormente algún ejemplo.

Asia Menor es el vivero del dórico: Éfeso25 26, Mileto27, Priene28, Assos29, Didima30, Samos, Quíos, Focea, Esmirna... y no sólo del orden arquitectónico, sino también de la filosofía, la matemática,... si no fuera por la “tradición” (Atenas, Esparta,...) a veces pienso a qué debería llamarse realmente “Grecia”...

El orden jónico se utiliza en obras como el Erecteo de Atenas (quizás una de las pocas en las que la simetría no se llegó a alcanzar plenamente) o el de Atenea Niké, también en la necrópolis ateniense. El orden jónico no es el más empleado (Olimpeion de Atenas, bastante tardío), pero sin embargo será el que Roma heredará en mayor grado. Encontrándonos ya en la época griega helenísticar32 (desde la muerte de Alejandro Magno hasta Augusto) el templo griego sufre una cierta decadencia manifestada en el olvido de la rigidez de los órdenes, liberándose de sus corsés y estereotipos. El resultado (el Olimpeion de Atenas es una buena muestra de ello) puede parecernos extraño si lo analizamos con el rigor de los órdenes clásicos -especialmente el dórico- pero sin embargo es la fase constructiva que hará de puente con Romar33, la heredera de Grecia en muchos aspectos.

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4.3.-Una ciudad y su templo.

Como ejemplo de lo expuesto en los apartados anteriores he escogido uno aparentemente “menor”. Pero como intentaré explicar, de “menor” tiene bien poco ya que nos servirá para comentar tanto un templo importante como todo su entorno ciudadano, en el que se integra y le da sentido.

A unos pocos kilómetros al sur de la muy visitada Éfeso y a otros pocos de la muy turística Kusadasi, en la península enfrente de la cercana isla de Samos, encontramos lo que queda de la ciudad de Priener34. Y en realidad queda mucho para los patrones habituales de conservación, ya que su abandono fue paulatino y no parece haber sufrido posteriormente más destrozos que los propios del tiempo (meteorológico y cronológico...)

Lo que estamos viendo no es la ciudad original, sino los restos de una refundaciónr35 desde cero realizada a mediados del siglo IV a.C. El emplazamiento original no se conoce, pero sí sabemos que formó parte de la Liga Jónica (12 ciudades, la Dodecápolis, con Mileto, Éfeso... el corazón de la Jonia) La historia de esta ciudad antigua fue bien turbulenta, con repetidos asaltos y destrucciones por parte de lidios y persas. Pero fueron estos últimos los que, indirectamente, propiciaron su resurgimiento. Tras la victoria de Grecia sobre Persia, la flota persa se refugió delante de la bahía de Mycale, donde se asienta / asentaba Priene, y allí fue destruida por las naves de la Liga Ática, a la que Priene se sumó. Durante un siglo aproximadamente estuvo sometida a la influencia de Atenas, y a mediados del siglo IV a.C. se refunda la ciudad en un nuevo emplazamiento y con un trazado hipodámico que ha llegado perfectamente visible hasta nosotros. La conquista de Persia por Alejando Magno aporta grandes mejoras y obras de todo tipo en las ciudades jónicas, y Priene no es una excepción. La ciudad que vemos ahora es esencialmente helenística, y sólo empezó a perder su importancia económica cuando el río Meandros colmató el puerto y rellenó la bahía convirtiéndola en una zona pantanosa insalubre. La decadencia fue lenta, y acabó con el despoblamiento completo al final del Imperio Bizantino.

La ciudad31 en sí nos sirve pues de ejemplo del nuevo trazado que Grecia dio a sus ciudades, atribuyéndose a Hipodamo (nacido en Mileto, al lado de Priene) la teorización32 del mismo. Dentro de las inevitables murallas defensivas -de 2 m de espesor y unos 6 m de altura, con tres puertas de acceso- que se ajustan a las posibilidades del terreno, Priene nos presenta un trazado interior perpendicular, con seis avenidas principales (llamadas “del Teatro”, “de Atenea”, “de la puerta Oeste”,...) orientadas de Este a Oeste y cruzadas de Norte a Sur por las calles secundarias. La acrópolis se encuentra al Norte de la ciudad, apoyándose ya en los contrafuertes del Monte Mycale (de donde salió la piedra para toda la ciudad) y la parte destinada a viviendas se encuentra al Oeste, mientras que al Este y en el centro hallamos la mayor parte de los centros públicos de la ciudad. El tamaño de las avenidas y de las calles no es el mismo: las avenidas hacen casi 4,5 m de ancho, mientras que las calles secundarias se quedan en 3,5 m. Por la orografía del terreno, las avenidas son llanas, pero las calles secundarias hacen una fuerte pendiente, salvada en muchos tramos por escaleras33. Las “manzanas” definidas para viviendas hacen un rectángulo de 45 x 35 m aproximadamente, y se han encontrado restos de cuatro viviendas en cada uno de estos rectángulos, lo que nos da una idea clara de su tamaño y posibilidades demográficas. El agua para las viviendas, y para toda la ciudad, se recogía desde el Monte Mycale, y se distribuía con canalizaciones de cerámica.

¿Qué encontramos en Priene que la hace ser una ciudad absolutamente típica del período clásico griego? Podemos empezar por los templos, ya que son el objeto de nuestro estudio principal: templos de Atenea, de Zeus, de Démeter, de Cibeles, de los dioses egipcios y de Alejandro Magno. Entre los espacios civiles tenemos el ágora (de tipo jónico clásico) , la stoa sagrada (destinada a archivos) , el bouleuterion34 (lugar de reunión del Consejo de la ciudad, construido inicialmente como ekklesiasterion) , el prytaneion (otro lugar de reunión del Consejo) , el teatro35 (donde, además de verse los espectáculos propios del teatro, se reunía el Consejo del Pueblo, el démos, y cuya capacidad de unos 5000 espectadores nos da una idea de la población de Priene) , las escuelas / gimnasios (ephebeion) , el estadio , y, tal como ya hemos descrito arriba, la zona de viviendas.

Centremos ahora nuestra atención en los templos, y empezaremos por el de Atenea, ya que es el que mejor nos permite ver cómo estaba construido (un terremoto lo derribó...) y, por su emplazamiento en el punto más alto de la ciudad, pensamos que era el más importante para sus habitantes. Es, con mucho, el edificio más grande de Priene (hablaremos de él como si estuviera aún en pie...) y se tiene documentado que fue construido justo cuando la refundación de la ciudad en el siglo IV a.C. Sabemos el nombre del arquitecto que lo construyó, el ateniense Pythéos (autor del Mausoleo de Halicarnaso, ni más ni menos...) , al que también se le atribuye el diseño general de toda la ciudad (dato que no he podido / sabido contrastar) Para su construcción se usó la piedra del vecino Mycale, un mármol grisáceo que ha ennegrecido bastante con el paso del tiempo.

El estilo del templo es típicamente jónico, con alguna variante que suele llamarse anatolio-jónica. Respecto a ello, Vitruvio nos da, curiosamente, algunas ideas sobre el porqué Pythéos eligió este estilo. Efectivamente, en la obra ya referencia del arquitecto romano, leemos que “Il y a eu quelques anciens architectes qui n'ont pas cru que l'ordre dorique fût propre aux temples, parce qu'il a quelque chose d'incommode et d'embarrassant dans ses proportions. opisthódomos Tarchesius et Pytheus ont été de ce sentiment;...”36. Vitruvio también hace varias referencias37 en su obra a un libro escrito por Pythéos, que no ha llegado hasta nosotros, en el que expresaría sus opiniones sobre la arquitectura y el urbanismo, así como los detalles de la construcción del templo de Atenea en Priene. Una gran pérdida, sin duda alguna.

En el templo38 encontramos lo esperado: el pronaos, la naos y el opisthódomos, distribución dórica clásica que contrasta un tanto con el estilo jónico39 usado. El templo es del tipo períptero, con columnas en todo su perímetro por fuera del sékos, y hexástilo ya que tiene 6 columnas en su lado corto. El pronaos y el opisthódomos, prolongaciones in antis de las paredes principales, tienen cada uno de ellos dos columnas, de manera que el templo contaba con 6 + 6 + 9 + 9 + 2 +2 = 34 columnas, como se puede ver en el dibujo de su planta, que hacía un rectángulo de 38 x 19 m aproximadamente. Justo delante de la fachada principal se encuentra el obligado altar al aire libre, y por delante de él la puerta monumental de entrada al recinto, que por otra parte no estaba especialmente bien cerrado mediante muros. No se han encontrado más estatuas que la destinada al culto, y el conjunto en sí da una impresión de gran austeridad, realzada quizás por el telón de fondo que el Monte Mycale le presta. La terminación del templo se hizo posible por el donativo que recibió de Alejandro Magno, lo cual se recoge en una inscripción que en la actualidad está en el British Museum. Como se ha comentado anteriormente, un terremoto (no he podido determinar la fecha) lo derribó, esparciendo sus restos40 por toda la plataforma, estado en el que hoy lo vemos. Las cinco columnas41 que se ven en pie tienen todo el aspecto de haber sido levantadas42 de nuevo43 en época reciente, una de las muy pocas -afortunadamente- intervenciones de cara a la galería que se ven en Priene, cuyo conjunto nos parece muy vivo y auténtico pese a su estado normal de deterioro.

El templo de Zeus (del que apenas se ve nada en la actualidad) es un templo mucho más pequeño, y se suele atribuir, por su estilo, a Pythéos. La forma es de las más simples, un templo in antis tetrástilo (sólo cuatro columnas en la parte delantera, próstilo pues) , dedicado a Zeus, aunque se cita a veces que también estaba dedicado a su mujer, Hera.

El templo de Démeter (la Ceres romana) , diosa de la fertilidad de la tierra, no podía faltar en una ciudad dedicada en gran parte al cultivo de la tierra. Se edificó en el momento de la refundación de la ciudad, y tiene unas dimensiones respetables, 45 x 18 m aproximadamente. El principal interés de esta construcción es que es un templo que no tiene columnas en el exterior y que no respeta en absoluto la distribución dórica de los aposentos. Al naos se accede, ciertamente, a través de otro vestíbulo anterior, pero no presenta ni el uno ni el otro la forma clásica de los otros templos.

De manera un tanto curiosa (¿influencia egipcia directa de Egipto, con Ptolomeo III?) se encuentra también en Priene un templo al aire libre dedicado a los dioses egipcios... en su témenos se ven inscripciones que hacen referencia a Isis, Serapis, Osiris, Anubis... Una muestra más de que ya en aquel entonces, el mundo era pequeño...

Los templos de Cibeles y de Alejandro Magno son construcciones mucho más modestas, la primera dedicada al culto de Cibeles y la segunda consagrada a Alejandro Magno, que estuvo un tiempo viviendo en Priene cuando había puesto sitio a Mileto. Sin duda los donativos hechos por Alejandro para el templo de Atenea tienen su origen en esta ayuda que recibió de Priene.

Más de una vez he pensado que Priene -salvando todas las distancias que haya que salvar y haciendo todas las matizaciones que haya que hacer- me recuerda, inevitablemente, a Pompeya. Una ciudad “congelada” en el tiempo, pero que tiene una gran ventaja sobre la muy turística Pompeya, ya que la cercana Éfeso es la atracción máxima de la zona. Ello nos permite pasear por Priene creyéndonos casi habitantes exclusivos de ella, impregnándonos de la paz que desprende todo el conjunto, bajo la fuerte luz egeo-mediterránea.

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5.-Roma y su realismo.

En la leyendar36, el origen de Roma tiene sus raíces en Grecia. Tras la guerra de Troya, Eneas funda un asentamiento en las orillas del Lacio, que irá expandiéndose de manera nada pacífica a costa de sus territorios vecinos. Poco a poco se va introduciendo en la historia, y la fundación “formal” de Roma inicia un período de expansión territorial aún más intenso. La forma de gobierno es inicialmente monárquica, como era habitual en la época y en el entorno, pero tras la desgraciadísima actuación de la monarquía de los Tarquinos -cuyo último rey es expulsado a la vecina Etruria...- el pueblo romano desarrolla un sistema de gobierno totalmente nuevo. Huyendo de los personalismos monárquicos, Roma se dota de un conjunto de instituciones públicas sometidas a todo tipo de controles populares, que denominamos Repúblicar37. El éxito inicial es completo, y Roma logra formar a su alrededor una auténtica nación, desde luego a base de un sinfín de guerras con los vecinos que, lógicamente, se resisten a ser anexionados. Sin embargo, la República deriva hacia una oligarquía, en la que los patricios logran predominar claramente sobre los plebeyos. En el siglo I a.C. se produce una gran crisis, no sólo política, y las figuras de Julio César y su sobrino-nieto Octaviano -después, Augusto- hacen de bisagra entre una República, que sólo conservará el nombre y el recuerdo nostálgico, y un “Imperior38 en el que la figura máxima, el Emperador, no deja de ser un rey absoluto en casi todos los sentidos. Formalmente, la República no deja nunca de existir -ningún emperador da ese paso- pero de facto sus instituciones han sido vaciadas de todo contenido, y la acumulación de poder en el emperador y su entorno próximo es casi total. El Imperio Romano conoce las clásicas etapas de iniciación, esplendor y decadencia, y a partir del siglo V d.C. la Roma occidental desaparece, sometida por diferentes invasiones “bárbaras”r39, y es en Oriente donde el Imperio Romano, mejor aún, el Imperio Bizantino, se mantiene hasta mediados del siglo XV d.C., momento en que Constantinopla pasa a ser Istambul...

Hemos citado al vecino norteño de Roma, Etruria. Por muchos motivos, que iremos viendo en lo que queda de trabajo, la relación Etruria-Roma es muy especial, y ello nos hace dividir -siempre el afán clasificatorio y organizativo- el estudio de Roma en tres partes bien diferenciadas: Etruria junto con la Roma Republicana, la Roma Imperial hasta Odoacro, y el Imperio Bizantino. Como el marco temporal en el que nos estamos moviendo es el “clásico”, a partir de este momento dejaremos el Imperio Bizantino para otra ocasión.

Antes de la aparición de Roma, toda la costa tirrena mantenía, lógicamente, importantes relaciones de todo tipo con la Magna Grecia, dada la privilegiada situación de Sicilia, colonia griega al sur de la península. Los etruscos -de incierto origen y compleja lengua- no son una excepción, y así resulta que Roma tiene al lado mismo, en uno de los territorios que más necesita, un buen espejo de la civilización griega fuertemente influida por la cultura peloponésica, especialmente por las relaciones con Corinto. El dórico y el jónico entrarán así en Etruria, acercándose a Roma. Inevitablemente, las relaciones entre Etruria y Roma aportarán a esta rasgos griegos que veremos reflejados en muchas facetas de la vida romana, y, en particular, en su arte44.

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5.1.-La helenización de Roma. Religión y templos.

El mecanismo por el que Roma ha llegado a ser considerada “la heredera de Grecia” (no en todos los sentidos...) no fue en absoluto ni lineal ni bruscamente sustitutivo. Fue todo un proceso lleno de altibajos, y la sustitución de una cultura por otra, lenta, podría denominarse quizás mejor como absorción.

Hay que señalar una obviedad sobre fechas, que nos situará claramente en la datación del proceso. Cuando Roma está en condiciones de “mirar alrededor” y plantearse de forma pausada su situación frente al resto del mundo que la rodea (¿quizás después de las Guerras Púnicas?) la Grecia Clásica ya no existe, y lo que ve Roma de Grecia es la época Helenística. La asimilación de los conceptos griegos por parte de Roma tendrá, por tanto, un carácter casi exclusivamente helenizanter40.

El sustrato inicial está fuertemente influido por los etruscos, que de todos los pueblos con los que Roma “tropieza” era, posiblemente, el más avanzado culturalmente. Etruria aporta a Roma leyes, costumbre, religión,... cultura en suma, que Roma va incorporando para formar su corpus cultural clásico. Tras la desdichada aportación de la monarquía Tarquina, Etruria pasa a depender / incorporarse totalmente a Roma. Y no deja de ser curioso que Etruria, que aportó las primeras manifestaciones artísticas griegas a Roma, sea al final completamente colonizada por una Roma que ya es helénicar41.

Sobre ese sustrato fuertemente influido por la civilización etrusca, Roma empieza a incorporar directamente la cultura griega del momentor42. El “realismo romano”, esa innata capacidad de Roma de adaptación a las circunstancias sin temor a poner en cuestión principios ideológicos inamovibles, ha hecho que su relación con Grecia haya sufrido innumerables vaivenes, sólo acabados tras la batalla de Pidna en el 168 a.C. Las incorporaciones culturales que Roma va haciendo no dejan de ser contestadas desde el mismo interior de Roma (p. ej., Catón el Viejo versus Publio Cornelio Escipión) pero la discusión entre la tradición romana republicana y la helenización -que puede considerarse claramente una modernización- se decanta finalmente por esta última. En la manera de ver la vida, de educar a los jóvenes, en la religión, en el arte, en la arquitectura templaria y civil, en el urbanismo de las ciudades... encontramos múltiples manifestaciones de esa helenización, que llega a conformar lo que hemos convenido en llamar “cultura grecorromana” y es en ese sentido en el que decimos que Roma es la heredera de Grecia.

En el tema que nos ocupa, la arquitectura templaria romanar43, necesitaríamos hacer alguna referencia al tema religiosor44, que evidentemente influirá en sus manifestaciones artísticas, en los templos en particular. La síntesis de las religiones griega y romana producida por el proceso de helenización podemos caracterizarla muy brevemente: realismo y sincretismo. Realismo para acomodarse a las circunstancias de cada momento, de cada situación, y sincretismo para incorporar nuevos pueblos al ámbito romano sin poner la religión como un motivo más de rechazo, antes al contrario. Así, vemos cómo Roma adopta / transpone el panteón griego sin mayores problemas (y hay que tener en cuenta que ese panteón griego estaba muy extendido por toda la cuenca mediterránea...), cómo comparten mitos, cómo adoptan cultos y rituales (Eleusis, Mitra,...)... Ciertamente, todo este proceso de “acomodación a las necesidades” se ve grandemente facilitado por el marco geográfico en el que se mueve Roma, el Mediterráneo, donde no deja de haber una cierta “unidad de sustrato” aunque sea aparentemente diverso.

Así pues, ¿qué hará Roma con sus templos? Esencialmente, adoptará el modelo griego, tanto en estilo (mucho más el corintio que el jónico) como en distribución (cella, columnas, pórticos, basamentos,...) Sin embargo, también se verá alguna modificación significativa, que pienso fue debida a la utilización de algún material constructivo nuevo45 (el opus caementicium)r45 que permitió desarrollar formas nuevas, facilitando la aparición de edificaciones con volúmenes útiles interiores notables. Podemos intentar hacer una panorámica sobre esos templos, tanto los “imitados” como los “novedosos”.

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5.2.-Los templos romanos: arcaicos, republicanos e imperiales.

En la primera época romanar46, cuando el influjo etrusco estaba en su apogeo, se levantó (siglo VI a.C., reconstruido varias veces) el Templo de Júpiter Capitolino46, en la colina de su nombre. Dedicado a Júpiter / Zeus y también a Juno / Hera y Minerva / Atenea (una tríada de nuevo...) estaba situado sobre un podio (50 x 70 m. aprox.) que lo realzaba sobre el entorno. La escalinata de acceso conducía a una triple fila de seis columnas cada una (hexástilo) que daban paso a tres naves alargadas en sentido longitudinal, flanqueadas también por columnas. La estatua de Júpiter era obra de un escultor etrusco, lo que deja claro el alcance de la influencia etrusca en Roma en este momento. Haremos uso otra vez de Vitruvio para leer cómo era /debía ser un templo etrusco... véase su obra citada, Libro IV, cap. VII...

Cuando aparece la República no hay una fractura brusca con el mundo etrusco, que sigue teniendo un prestigio cierto entre los romanos. La situación evoluciona de forma natural, y vemos, en el mundo de la arquitectura que nos ocupa, cómo se utilizan elementos etruscos y helenísticos en una mezcla artística que acaba por tener personalidad propia. Y es en este momento, aproximadamente en el siglo III a.C cuando se ve aparecer la gran innovación propiamente romana, el opus caementicium, que poco a poco irá introduciéndose en las nuevas construcciones, aportando unas posibilidades constructivas inéditas hasta entonces. En Roma se conserva un templo de esta época tardía republicana, el llamado Templo de la Fortuna Viril47, realmente dedicado al dios Portunus, el guardián de las puertas (del puerto, en otras versiones). Su estilo es jónico, al menos en los capiteles de las seis columnas frontales (hexástilo, pero con dos columnas retrasadas, de manera que parece tetrástilo) y una cella muy grande, que ocupaba casi dos tercios de la longitud total del templo. A diferencia de los templos griegos, un tanto (o muy) desligados del entorno, el templo romano tenía una orientación característica, que vemos en este ejemplo. De esta época hay que resaltar también el Templo llamado de Vesta48, dedicado al dios del aceite, Hércules Olivarius. Su planta circular, como los thóloi griegos, pone de manifiesto la predominancia griega en su construcción. Con veinte columnas circundándolo (períptero) y de estilo corintio, ya es un claro ejemplo de la helenización producida en la Roma contemporánea de los Escipiones. Como ejemplo de la diferenciación entre los templos romanos y los griegos (en el ámbito de su integración en el entorno) suelen citarse algunos templos del Lacio, que, lejos de la independencia templaria griega, se integran en grandes conjuntos monumentales. Modelos griegos, sin duda, pero con un “toque” romano propio. Visto así, el conjunto de templos republicanos no parece excesivo en número... más que probablemente, la combinación de una época de expansión territorial, prácticamente siempre en guerra, junto con posteriores destrucciones / reaprovechamientos sean las causas más directas de ello.

Julio César y Augusto abrieron, como ya hemos comentado, la época imperialr47 romana. El papel de ambos es decisivo, y para desempeñarlo recurrieron a todo lo que hiciera falta para conseguir sus fines. Por ejemplo, Julio César era un propagandista acérrimo de sí mismo, puro marketing avant la lettre (el estudio de sus monedas daría para mucho...) En la decisiva batalla de Farsalia contra Pompeyo -que defendía el orden republicano- prometió que erigiría un templo nunca visto si resultaba vencedor. Lo fue, y cumplió su promesa con el Templo de Venus Genetrix49, haciéndose de paso más propaganda ya que la Gens Iulia pasaba por ser descendiente de la diosa... el templo presidía, y preside en forma de ruina, el Forum Iulium, y se convirtió en el modelo50 para los templos imperiales posteriores. De estilo corintio, octástilo, períptero, con acabados lujosos de mármol, sobreelevado en un podio, sin pórtico previo, y la estatua de culto alojada en un ábside al final de la cella. La relación entre el templo y la plaza era completa, presidiendo y cerrando el templo unos de sus lados, renunciando a la habitual “independencia” del emplazamiento de los templos griegos. Augusto, para no ser menos, edificó otro templo similar cerrando su Foro, el Templo de Mars Ultor51, también celebrando otra batalla, la de Filipos. Octástilo períptero, corintio... Nada nuevo en realidad, pero las formas imperiales iban quedando fijadas, con recubrimientos de mármol (ya italiano) y capiteles corintios en la mayoría. A pesar de ser esencialmente templos griegos, su situación relativa con otros edificios y plazas, la disposición de los accesos y altares, el ábside para la estatua... conformaban ya la tipología que podemos llamar romana (o grecorromana, si se prefiere... Con variantes, por supuesto, como el Templo Apollonis Sosiani en Roma, hexástilo pseudoperíptero, corintio, que pone de manifiesto que en la época de Augusto tanto se hacían templos clasicistas como completamente helenísticos. Más adelante, en la época del esplendor imperial, Adriano levanta una de las obras capitales del arte templario romano, el llamado Panteón de Agripa52. Una cella cilíndrica, con cúpula, se une de manera muy poco ortodoxa, con un pórtico clásico gigantesco de dieciséis columnas de granito traído de Egipto. Entre ambas estructuras, tan dispares, el arquitecto no tuvo más remedio que intercalar una unión en forma casi cúbica para intentar darles una cierta continuidad. El interior, con la gran amplitud de la bóveda y la luz cenital que deja pasar su gran óculo, liberado de funciones estructurales por la técnica constructiva empleada, ofrece una armonía de proporciones que lo hace realmente único. La mujer de otro emperador “provinciano”, Antonino Pío, fue divinizada y se le erigió un templo en su honor, el Templo de Antonino y Faustina53. Aunque lo veamos hoy yuxtapuesto a una iglesia cristiana, pasaba por ser uno de los más bellos construido por Roma. No se puede acabar este somero recorrido por los templos imperiales romanos sin hacer referencia a la ciudad de Leptis Magna54, (en la actual Libia) donde nació el emperador Septimio Severo y a la que dotó de un conjunto monumental difícilmente igualable. El Templo de la Gens Septimia, octástilo corintio, no es más que uno de los muchos edificios destacables, y que aún se conservan de manera bastante aceptable, y nos recuerda la gran expansión territorial y cultural que alcanzó a tener Roma.

La aparición del cristianismo y su adopción como religión oficial del estado provocó muchos cambios en la arquitectura religiosa, apareciendo la basílica cristiana como una evolución de la romana. Pero esto sería ya otra historia...

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5.3.-Roma fuera de Roma.

Para explicar un par de ejemplos significativos, he elegido unos templos que por su situación, su época, su construcción,... nos ponen de manifiesto claramente cómo Roma se había expandido culturalmente, además de política, militar y económicamente. De los templos romanos quizás el más espectacular sea el Panteón de Agripa, pero estando en Roma es lógico que así fuera. Veo -y no es más que una opinión personal- más “mérito” en otros templos, menos espectaculares, pero que representan muy bien el espíritu con el que Roma abordó su expansión, la romanización de los territorios que iba ocupando.

El primer templo se encuentra en la Galia Transalpina, en la ciudad de Nimes, al Sur de lo que hoy llamamos Francia. Ciudad estratégica en tiempos romanos, ya que era la llave del camino entre Roma, Galia e Hispania por la ruta que bordeaba el Mediterráneo, prácticamente en el cruce55 entre las Vía Domitia (prolongación de la Via Augusta que subía de Hispania), Agrippa y Aurelia. En el centro de esa ciudad Agripa, abuelo y bisabuelo de emperadores (Calígula y Nerón), suegro, amigo y general de Augusto, un personaje clave en la política de éste, hizo construir un templor48 que dedicó a su emperador y familia. Datado en el 16 a.C., en las mismas fechas Agripa estaba construyendo por encargo de Augusto el Teatro de Augusta Emerita (Mérida, en Hispania). No es baladí el hecho de que el templo estuviera erigido donde lo está, ya que a su función religiosa se añadía la función de exaltación del emperador a través de su culto. El templo es pues una pragmática unión entre estética, religión y política, actitud típica del realismo romano. Se realizó con piedra caliza de la zona, lo que ha producido una conservación no excesivamente buena en cuanto a la deriva del color, enrojecido por el tiempo y, modernamente, ennegrecido por la contaminación. Sin embargo, estructuralmente hablando, su conservación es excelenter49. De planta rectangular, sobre el podio romano que ha sustituido otros elementos griegos de la base, no excesivamente grande (15 x 26 m aprox.), es un templo próstilo, hexástilo y pseudoperíptero. Es decir, tiene un pórtico columnado que se proyecta desde la cella, con seis columnas en la fachada, pero las que le rodean están -salvo dos por cada lado que enmarcan el pórtico- semiempotradas en los muros de la cella. El estilo es típicamente corintio, como casi todo lo que se estaba haciendo en esa época. Tras pasar el pórtico, al que se accede por una escalinata frontal para salvar el desnivel del podio, se encuentra la cella, espacio único a pesar de que sabemos que el culto -además del de divinizado Augusto- estaba dedicado a Júpiter, Juno y Minerva, una clásica tríada... La decoración interior desapareció por completo, y la sensación que provoca en la actualidad es de pequeñez, acentuada por la iluminación natural, que sólo proviene de la, eso sí, gran puerta. El porqué llamamos a este templo la “Maison Carrée” es para mí un misterio, ya que no es una casa en el sentido habitual de “maison” ni es cuadrada en absoluto. Lo que sí es cierto es que nos encontramos ante un templo absolutamente representativo de la romanidad y la romanización del momento, en un estado de conservación excelente, y que ha tenido repercusiones obvias posteriores como en la Iglesia de La Madeleine56 en París, o el Capitolio de Virginia57, salvando todas las distancias...

El segundo templo que quiero comentar aquí se encuentra justo al otro lado del Mediterráneo, en Asia Menor. Ya hemos visto anteriormente cómo este Asia Menor fue una parte esencial de Grecia. En cuanto Roma entró en ella, sustituyó a Grecia como potencia dominante pero adoptando gran parte de sus modelos artísticos. El ejemplo que se expone a continuación es buena muestra de ello. En lo que hoy es Turquía, a una latitud similar a la de Priene, Éfeso, Kusadasi... pero a unos 100 km tierra adentro, se encuentra la ciudad moderna de Geyre, y a su lado la antigua ciudad griega de Aphrodisiasr50. Famosa por sus canteras de mármol, fuertemente explotadas por griegos y romanos, fue la capital de la región de Caria desde el siglo III a.C. hasta la llegada del cristianismo. Aunque habitada desde el Neolítico, su auténtico desarrollo puede considerarse romano al 100%, y así encontraremos en ella los elementos estándares de toda ciudad romana: templos58, estadio59, teatro60, baños61, entradas monumentales (el famoso tetrapylon62...)... junto con elementos griegos clásicos, como el ágora. Es otro ejemplo más de cómo Roma, en el corazón de una región como Caria, totalmente helénica, logra establecerse y fundir su cultura con la autóctona, aprovechando lo mejor (o lo conveniente...) de ambas. El templo principal de la ciudad es el dedicado a Afrodita, como el propio nombre hacía intuir, está situado en el centro mismo de la ciudadr51, integrado totalmente en ella como era habitual en Roma. Las ruinas que hoy vemos, muy modificadas por las transformaciones cristianas posteriores, hacen difícil hacerse una idea cabal de la magnitud del templo, un octástilo (y posiblemente períptero) de estilo corintio63 aunque se vean también capiteles jónicos64. La estatua cultual no se descubrió hasta la década de 1960, y en realidad aún queda mucho por excavar en Aphrodisias, un enclave romano clásico en un entorno griego clásico, aparentemente lejos de todo, pero no de nosotros...

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6.-A modo de conclusión. Cambio y permanencia.

De Saqqara a Aphrodisias, tres milenios y medio. Un largo camino en el que hemos visto muchos cambios en los templos: cambios en los materiales de construcción, cambios en las técnicas, en los estilos, en los emplazamientos...

Pero también se ha visto -o se ha debido ver- la permanencia de lo esencial. Como manifestaciones religiosas que son, los templos de todas las épocas comentadas tienen en común el ser un lugar de encuentro, de unión entre lo divino y lo humano. Tras sus formas diferentes (aunque, si se miran con cuidado, no lo sean tanto...) se esconde (y no demasiado...) la creación del hombre en su búsqueda de la verdad y la belleza.

José Carlos Vilches Peña. En Vielha, abril 2013.

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7.-Biblio y webgrafía.

Se ha procurado no interrumpir el texto, para mayor comodidad a la hora de leerlo, por lo que algunos detalles se han puesto en Notas al pie de página. El número que las identifica está en color azul, y clicando en él nos baja al pie del documento para leer la Nota. Para retroceder al texto donde se dejó, basta con clicar en el número de orden que antecede a la Nota.

Las referencias de las obras en papel y en línea que se han consultado, en mayor o menor grado, están más al final del documento, agrupadas como Referencias. El número que las identifica está precedido de la letra "r", y clicando en él nos baja al pie del documento para leer la Referencia correspondiente. Para retroceder al texto donde se dejó, basta con clicar en el número de orden que antecede a la Referencia, que aparece entre corchetes.

Para las referencias se ha utilizado la normativa del TermCat, como se hizo ya en el ejercicio de la HAU_1. Y se han dejado en el orden en que aparecen en el documento, para permitir seguir mejor su relación con el mismo.

Respecto a la inclusión o no de imágenes en el texto, se ha valorado cuidadosamente el hacerlo o no, y la decisión ha sido el no incluirlas en absoluto, por varios motivos. Primero, entorpecen la lectura y sobrecargan un documento que debería ser -si no se ha entendido mal- esencialmente discursivo. Además, hoy en día es impensable leer un documento como este sin una conexión a la red, de manera que cuando ha parecido importante para el discurso se ha puesto un enlace a la imagen cuya visión se recomienda. De esta manera, una vez vista y causado su “efecto”, no tiene porqué volverse a cargar. Evidentemente, esta opción en este ejercicio no condiciona ni predetermina lo que en otras ocasiones pueda ser conveniente/necesario hacer.

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Listado de Notas al pie:

1Ver la página 30 de la obra de Vitruvio citada, cap. III, titulado “Ex quibus rebus architectura constet(En quoi consiste l'architecture)

2 Sala_hipostila de Karnak: 18/08/2005. Foto propia

3 Primer pilono del Templo de Edfu: 22/08/2005. Foto propia

4 Vista general del Templo de Ramsés II: 19/08/2005. Foto propia

6 Ramses II y Shelley , tres mil años después: 19/08/2013. Montaje propio

7 Saqqara, pirámide escalonada y santuarios del patio del Heb-Sed: 14/08/2005. Foto propia

8 Las pirámides  en el complejo funerario de Gizeh: 16/08/2005. Foto propia

9 Capilla Blanca  de Sesostris I en Karnak: 18/08/2005. Foto propia

10 Los templos de Nebhepetre Mentuhotep y Hatshepsut en Deir el-Bahri: 19/08/2005. Foto propia

11Ver Wilkinson, Los templos del antiguo Egipto, pág. 182.

12 Rameseo , 19/08/2005. Foto propia

13 Columnas en el Rameseo: 19/08/2013. Foto propia

14 Cabeza del coloso  en el Rameseo: 19/08/2005. Foto propia

15 Estatua yacente de Ramsés II en Menfis: 14/08/2005. Foto propia

16 Horus en la entrada del Templo de Edfu: 22/08/2005. Foto propia

17 Templo de File, visto desde el Nilo: 22/08/2005. Foto propia

18 Pabellón de Trajano en File, entrada “oficial” a la isla: 22/08/2005. Foto propia

22 Pérgamo, Templo de Trajano: 20/08/2007. Foto propia. Interesante la comparación con el Pabellón de Trajano en File.

23 Asclepeion de Pérgamo: 20/08/2007. Foto propia

24 Puerto de Focea: 20/08/2007. Foto propia

25 Museo de Efeso. Maqueta del Templo de Artemisa: 21/08/2007. Foto propia

26 Efeso. “La” columna del Templo de Artemisa: 21/08/2007. Foto propia

27 Mileto.: 22/08/2007. Foto propia

29 Assos.Templo de Atenea: 19/08/2007. Foto propia

30 Dídima:  Templo de Apolo: 22/08/2007. Foto propia

32Robertson, obra citada, pág. 182-186, 274-275.

34 Priene,Bouleuterion: 22/08/2007. Foto propia

35 Priene. Teatro: 22/08/2007. Foto propia

36Vitruvio, obra citada, Libro IV, Cap. III, pág. 129.

37Ídem, Libro I, Cap. I, pág. 28; Libro VII, Intr., pág. 213.

38 Priene. Templo de Atenea, al fondo el Mycale: 22/08/2007. Foto propia

39 Priene. Capitel jónico con hueco para la espiga de unión: 22/08/2007. Foto propia

40 Espiga metálica simple ; Espiga metálica multipuntas. Priene, uniones entre sillares: 22/08/2007. Fotos propias

42 Priene. Columnas reconstruidas del templo de Atenea: 22/08/2007. Foto propia

43Efectivamente, levantadas entre 1960-1970, quedando más bajas que las originales.

44Ver Robertson, pág 189 y ss.

45Ver ¡otra vez! Vitruvio, obra citada, Libro II, cap. VI, De pulvere puteolano

50Ver Vitruvio, obra citada, Libro III, cap. II, donde habla de este templo como un ejemplo de disposición “picnóstila”, en el que las columnas están más juntas de lo habitual, dejando entre ellas una distancia igual a un diámetro y medio de las mismas.

58 Aphrodisias, vista general de las ruinas del templo: 22/08/2207. Foto propia

59 Aphrodisias, en el estadio: 22/08/2007. Foto propia

61 Aphrodisias, en las termas: 22/08/2007. Foto propia

62 Aphrodisias, el tetrapylon: 22/08/2007. Foto propia

63 Aphrodisias, capiteles jónicos en las columnas y corintios en el suelo: 22/08/2007. Foto propia

64 Aphrodisias capiteles jónicos: 22/08/2007. Foto propia.

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