“I s'esdevindrá als darrers temps: la muntanya de
Jahvé, amb el temple del nostre Déu, serà ferma al cap de les
muntanyes, i s'elevarà més alta que els puigs. Els pobles afluiran
cap a ella, hi aniran tantes de nacions tot dient: Som-hi, pugem a la
muntanya de Jahvé, al temple del Déu de Jacob, perquè ens
intrueixi en els seus camins, i seguim les seves rutes;...”
(Miquees, 4, 1-2)
-Catedral de Saint-Bertrand de Comminges-
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1.-Introducción.
1.1.-El
propósito de este trabajo. La elección del tema.
En esta última actividad
de la asignatura se nos propone hacer el estudio bien de un
monasterio románico, bien de una catedral gótica. Lo primero que
hay que advertir es que también hay monasterios góticos, igual que
catedrales románicas. Por tanto, en la elección del tema a estudiar
se ha tenido en cuenta esa multiplicidad de posibilidades.
Tras una serie de
consideraciones, la elección ha recaído en la Catedral de
Saint-Bertrand de Comminges1,
en el sur de Francia, Departamento de Haute Garonne,
a unas decenas de kilómetros de la frontera en la Val d'Aran. Los motivos
que me han llevado a decidirme por esta Catedral son variados. En
primer lugar, hay una cuestión de cercanía,
que me ha permitido hacer una visita -una más- para “refrescar”
la visión de lo que se va a estudiar. Esa cercanía ha provocado
también una cierta “unión”
sentimental con el sitio, dado que se ha visitado en muchas ocasiones
y por diferentes motivos. Por ejemplo, la última visita de una larga
serie, antes de la realizada para documentar este trabajo, fue la
asistencia a algunos actos de la celebración del Jubileo de
Saint-Bertrand, que tiene lugar cada año que el día 3 de mayo cae
en viernes, una tradición documentada desde el siglo XV. Además de
estos motivos que podemos calificar de “personales”, la elección
me parece adecuada en el contexto de la asignatura, ya que -como
veremos- la Catedral tiene una parte románica que sobrevivió a la
gran reconstrucción gótica, y en su interior existe una decoración
que ya podemos denominar renacentista, con lo que el ejemplo escogido
será idóneo para intentar relacionar
estos tres estilos
artísticos. También los aspectos
históricos, sobre los que se tiene una abundante información, me han
parecido relevantes para el estudio propuesto, ya que es fácil seguir las
etapas constructivas, los períodos de auge y decadencia
y la influencia del Obispado de Comminges en la región (Val d'Aran incluida).
(Volver al índice)
1.2.-La
Arquitectura en el Románico y en el Gótico.
En el anterior trabajo2
de la asignatura se comentaron algunos aspectos1
arquitectónicos de los dos estilos, pero más bien por la necesidad
de enmarcar correctamente las características de las artes plásticas
que iban a estudiarse, y que tienen uno de sus principales soportes
en la arquitectura. En ese mismo trabajo ya se describió la
cronología de ambos, con sus etapas principales, y por tanto, parece
conveniente hacer ahora simplemente algunas consideraciones más
específicas sobre los aspectos arquitectónicos fundamentales del
Románico y del Gótico para así poder reconocerlos bien en el
estudio posterior de la Catedral. Sin pretender hacer un estudio en
profundidad, sí que se comentarán aquellos elementos que parecen
decisivos en la caracterización de los estilos.
Es evidente que el Románico no surge de la nada,
sino que se apoya inicialmente en lo que ya se estaba haciendo
en el período otoniano. Efectivamente, antes del año Mil vemos
algunas características en la arquitectura3
que nos anticipan el inicio del Románico: un tratamiento más
dinámico de los muros y fachadas2
(sustituyendo los lisos acabados carolingios y astures), un interior
que usa las arcadas para “suavizar” la altura existente
desde los arcos entre las columnas hasta las ventanas altas
(originando así tribunas corridas3)
y la aparición en las puertas del escalonamiento del hueco4
(vano) que las alberga, sin decoración de momento. Estas
características otonianas tienen en bastantes ocasiones, claras
reminiscencias bizantinas, aunque pronto divergirán de ellas.
Cuando
el Románico, tras algunos tanteos iniciales, logra estandarizar sus
cánones constructivos, lo hace sobre el supuesto de la “difícil
sencillez” de las líneas arquitectónicas que se dibujan a partir
de la repetición modulada de los elementos de sustentación. En toda
la construcción4
románica vemos esa tendencia
a la regularidad,
sin formas “extrañas” por más que puedan ser complejas. La
cubierta románica se realiza con bóvedas
de cañón
(o de medio cañón, en realidad...), con bóvedas
de aristas
que se originan al cruzarse ortogonalmente dos bóvedas de cañón y
con bóvedas
de horno
(un cuarto de esfera) para cubrir ábsides, capillas laterales y
espacios similares. Las bóvedas se refuerzan con arcos
fajones
(perpendiculares al eje de la nave) y que, al apoyarse sobre las
columnas/pilares,
producen un claro efecto de regularidad/modularidad. Esas
columnas/pilares pueden estar embebidas en el muro o separadas de él
(exentas) y entre ellas se construirán arcos
formeros
(paralelos al eje de la nave) que serán ciegos si sólo hay una nave
o abiertos si están separando la nave principal de las laterales.
Los arcos usados en el Románico son esencialmente los de medio
punto5,
con alguna pequeña variante (arcos peraltados, con más dovelas de
las necesarias y, ya en el tardorrománico, arcos apuntados). Estas
estructuras interiores tienen su contrapunto en el exterior, y
normalmente encontraremos un contrafuerte
macizo y pesado en cada uno de los puntos en los que los muros
reciben el empuje de las bóvedas, es decir, en los correspondientes
a los pilares. El gran peso de las omnipresentes bóvedas obliga a
que el
muro sea un elemento fundamental de sustentación,
por lo que es grueso (muchas veces doble y rellenado) y con pocas
aberturas. A fin de paliar esa austeridad del muro portante, su
decoración es profusa con canecillos, arcos ciegos, ajedrezados...
La portada
se erige como un elemento fundamental de la articulación y
proyección de la construcción hacia el exterior, y el grosor de los
muros hace posible la existencia de varias arquivoltas, que se
decoran y enmarcan el tímpano,
pieza clave en el programa iconográfico de la portada. Las torres,
de diferentes formas y situaciones, son el reflejo arquitectónico de
la unión entre la humanidad y la divinidad, y un símbolo del poder
eclesial. Y respecto al poder hay que recordar que la época románica
está asociada al poder feudal, dado que el rey ha perdido gran parte
de la realidad de ese poder; ello implica que el poder eclesial -el
del obispo esencialmente- y el poder de la nobleza estén fuertemente
imbricados. El fenómeno económico y social de los grandes
peregrinajes da lugar a una especialización de las iglesias
construidas en sus rutas, en las que se refuerza el programa
iconográfico divulgativo de la doctrina, internacionalizando y
uniformando el estilo constructivo.
En resumen, en la arquitectura románica5
encontramos como elementos constructivos típicos las bóvedas de
cañón, los arcos de medio punto y los gruesos muros
reforzados con contrafuertes. Se produce así una construcción
muy maciza, no demasiado alta -lo que se intenta suplir con
las torres- y que con sus pocas aberturas establece una gran
diferenciación entre el espacio exterior y el interior,
símbolo de la diferenciación entre el hombre y Dios.
La aparición del Gótico que, como vimos, no es
simplemente una evolución del Románico, introduce una serie de
novedades6
en la arquitectura religiosa -en la que nos estamos fijando
especialmente- que acaban cuajando en la Catedral de Chartres,
prototipo y paradigma de la arquitectura gótica7.
En primer lugar, hay un cambio sustancial en la cabecera de la
iglesia, que se hace mucho más grande y funcional, teniendo en
cuenta que estamos normalmente frente a construcciones de tres o
cinco naves, con deambulatorios simples o dobles, en las
que un gran número de canónigos deben simultanear sus funciones
eclesiales internas con la atención a los fieles. La organización
de los muros también sufre un gran cambio, y pronto se estandariza
la distribución en tres niveles: arcos formeros, triforio con o
sin tribuna y las ventanas superiores. Los muros de la cabecera y
pies, al perder su carácter portante y convertirse en simples muros
de cierre, se convierten en elementos estéticos, y, por ejemplo,
el óculo románico deriva hacia los grandes rosetones
góticos. Pero donde quizás más diferencias se encuentran es en las
bóvedas de la cubierta y los sistemas estructurales de soporte de
sus empujes. La pesada bóveda de cañón románica es sustituida por
la mucho más ligera bóveda de crucería (intersección de
dos bóvedas de cañón apuntado) cuya aparición es debida a la
utilización generalizada del arco apuntado, que permite
reducir los empujes laterales. Los nervios de las bóvedas
(cuatripartitas, sexpartitas) trasmiten los esfuerzos exclusivamente
a los pilares, con lo que los muros pierden casi por completo sus
características de estructura portante, y pueden así dotarse de
muchas más, y más grandes, aberturas. En el exterior, los
contrafuertes que están adosados a las naves laterales no pueden ya
sostener directamente los empujes de la nave central, más alta que
las laterales, por lo que aumentan en altura (convirtiéndose en
pilares exentos o botareles) y reciben esos empujes a través
de un arco rampante (un carpanel asimétrico de varios centros), el
arbotante característico del gótico, muchas veces rematado
con un pináculo que, además de decorarlo, le aporta estabilidad
vertical debido a su peso. En cuanto a las portadas sufren pocos
cambios conceptuales en su diseño básico, aunque su iconografía
haya variado sustancialmente, tal como se vio en el trabajo anterior.
Las torres góticas, debido al aligeramiento general de toda la
construcción, crecen en altura y esbeltez, como puede verse
en tantas catedrales6
de toda la geografía gótica.
En resumen, en la arquitectura gótica encontramos
como elementos constructivos típicos las bóvedas de crucería,
los arcos apuntados, los muros aligerados y los
esfuerzos derivados hacia contrafuertes y botareles mediante los
arbotantes. Se produce así una estructura muy esbelta, alta,
con grandes aberturas -rosetones, vidrieras- que dejan pasar
la luz y unen el espacio exterior y el interior, simbolizando la
humanización religiosa que se ha producido en este período.
(Clicar
en los enlaces si se quieren ver los ejemplos)
Y para acabar, recordar que nada en Arte es “absoluto”,
así que en todas las diferencias enumeradas podemos encontrar
excepciones, y en muchas “verdades consolidadas” podemos
encontrar grietas que deben hacernos reflexionar. Por ejemplo, la muy
aceptada ventaja estructural de la bóveda de crucería frente a la
de aristas es puesta en cuestión7
por el arquitecto francés Pol Abraham en 1933...
(Volver al índice)
1.3.-El
tiempo de las catedrales: su génesis y sus autores.
Dado que se va a estudiar a continuación una
catedral, parece conveniente hacer aquí una visión general sobre la génesis11
-nada sencilla- de unas obras que supusieron grandes esfuerzos de todo tipo, que
tuvieron una importancia extrema en su entorno, y que aún hoy son potentes
focos de atracción, y no siempre turística.
➀Lo primero que habría que hacer es una aproximación al
propio nombre de “catedral” y a sus inicios. En principio, las reuniones
de los fieles cristianos se denominaron ecclessia,
(del griego
ἐκκλησία,
asamblea) y por extensión pasó a llamarse “iglesia” a cualquier lugar de
culto. En cada diócesis cristiana el obispo -máxima autoridad eclesiástica
del lugar- tenía su sede en una de ellas, y para distinguirla de las demás se
recurrió al término griego que designaba el asiento/trono del obispo,
καθέδρα , kathedra, que
evolucionó hacia cathedra, cathedralis,
hasta el nombre de catedral que usamos en la actualidad. Por tanto, una catedral
tiene como característica inicial ser la sede del obispo, lo que si en un
principio no la distinguía en exceso de las demás, muy pronto derivó hacia
construcciones que pusieran claramente de manifiesto esa preeminencia sobre las
demás. Acompañada de otras construcciones (como la domus episcopi
y el hospicio/hospital) el conjunto catedralicio12
va poco a poco adquiriendo mayor importancia e influencia en la comunidad, no ya
la de los fieles exclusivamente, sino la de toda la ciudad. Recordemos aquí que
la catedral, por su propia concepción como lugar de prédica y/o peregrinaje,
es un fenómeno estrictamente ciudadano, a diferencia de los monasterios,
rurales en su mayoría, también debido a su concepción del trabajo del agro. A
medida que de la Antigüedad Tardía nos vamos acercando hacia el año Mil, la
catedral será el foco religioso, cultural, económico, técnico,... e irá
asumiendo el papel que las autoridades civiles van perdiendo poco a poco,
convirtiéndose así en la protectora de la población de la ciudad
(subsistencia alimentaria, cuidados de salud...) Los “barrios” de las
catedrales se convierten en centros comerciales pujantes, con la instalación de
artesanos que participan en la larga construcción de la catedral y en sus
siempre necesarias reformas.
②Y
así se sientan las bases de lo que serán las grandes construcciones religiosas
de los Siglos XI, XII y XIII. En estos tres siglos, la población europea
prácticamente se duplica, y la economía conoce una prosperidad impensable unos
pocos años antes. Evidentemente, ello no sucede “porque sí”13,
sino que es debido por un lado, al desarrollo del sistema feudal en lo
político, al desarrollo agrícola (en gran parte debido al monacato
cisterciense) y a la concentración demográfica elevada en las ciudades14,
sin olvidar el tema de las vías de comunicación, en constante expansión. Los
efectos de las relaciones feudales no tardan en hacerse sentir, y las ciudades
se desarrollan como un efecto “de rebote” contra las servidumbres feudales,
iniciando así el espacio de libertades que les dará su carácter. Los
desarrollos técnicos agrícolas (arado de doble vertedera, de vertedera
asimétrica, la collera de tiro para los caballos,...) producirán un efecto de
emigración de la población rural hacia las ciudades, ya que el trabajo
agrícola va necesitando cada vez menos mano de obra para conseguir las mismas
producciones. La ciudad15
así se convierte cada vez más en el lugar donde “todo” se desarrolla y
cambia, y en especial asistimos a una sustitución generalizada de la madera por
la piedra en viviendas, iglesias, edificios civiles... Las ciudades se dotan de
grandes murallas defensivas -aún no existe la pólvora, que las dejará
obsoletas a finales de la Edad Media- y esas murallas se convierten en símbolo
de la unidad de las gentes de la ciudad, que emprenden y sostienen proyectos que
de otra manera serían impensables. Esta auténtica explosión de la economía y
la “conciencia” ciudadana explican en gran parte cómo fue posible la
aparición de las grandes catedrales góticas. Pero todo tiene su fin, y a
finales del Siglo XIII16
la economía sufre un gran retroceso (la peste y la Guerra de los 100 años son
las grandes responsables, en principio) y la construcción de catedrales
-enormemente cara- sufre los efectos: muchas obras se quedan a medio hacer y no
se emprenden nuevas: “...Presque toutes les cathédrales, toutes les
églises en construction devinrent des lieux déserts, où le vent s'engouffrait
avec de longues plaintes...”8
Y así, por ejemplo, una gran catedral como
la de Colonia no verá sus torres acabadas hasta finales del Siglo XIX...
Los siglos más recientes de
la Historia han visto un gran cambio en el uso de las catedrales. En el XVIII y
en el XIX se producen fuertes movimientos de laicismo (revolución francesa,
desamortización de Mendizábal...) que en gran manera determinan un
“aislamiento” de la catedral respecto a su entorno. Siguen siendo lugares de
culto, por supuesto, pero pierden su carácter aglutinador de la sociedad
urbana, dejan de sostener todas las actividades que desarrollaban (como los
hospicios...) y cuando nos referimos en la actualidad a “la catedral” lo
hacemos en un sentido mucho más
restringido y limitado que el que tuvo en
la Edad Media. Como siempre, hay que hacer un esfuerzo para intentar ver las
catedrales como fueron y no como son ahora, convertidas en gran medida en
centros de atracción turística, a modo de grandes parques temáticos, atacadas
por el tiempo, la polución, la falta de mantenimiento por las penurias
económicas...
③Volviendo
a tiempos más felices, podemos plantearnos la cuestión de cómo se genera y se
lleva adelante un proyecto de tal envergadura como es la construcción de una
catedral. De entrada ¿quién inicia el proceso? Es decir, ¿quién
o quienes son los patrocinadores, mecenas,
padrinos, promotores...?17
Observamos bastante diferencia según la geografía: en Italia vemos a las ricas
ciudades a través de sus autoridades locales como las iniciadoras del proceso,
en Inglaterra interviene directamente el poder real, en Francia son los propios
obispos -con los canónigos de sus Capítulos Catedralicios- los que promueven
la construcción de sus catedrales góticas -por auténtica necesidad o por
motivos más espurios- , que en muchos casos sustituirán total o parcialmente
las “antiguas” construcciones románicas. En cualquier caso, la obra
decidida debe financiarse, y la entrada de dinero debe preceder en el tiempo al
inicio de la construcción y luego mantenerse con una cierta regularidad para
hacer frente a los gastos que van surgiendo. Los gastos fundamentales son los
derivados del aporte de materiales (piedra y madera no son precisamente
materiales baratos en la época, en gran parte debido a su transporte) y los que
se derivados del pago de los salarios a la mano de obra utilizada, una mano de
obra, en gran parte, muy especializada. Los ingresos
proceden, en primer lugar, de las aportaciones de los propios obispos, que no
tienen que ser las mismas que las aportadas por el Capítulo Catedralicio, que
tiene sus ingresos propios. Pero estas aportaciones directas no son suficientes
normalmente, y hay que recurrir de manera sistemática a la búsqueda de
donaciones, canalizadas a través de Cofradías y Patronatos. No se rehuyen
siquiera las modestas aportaciones que pueden recogerse en forma de óbolo en
los “cepillos” situados tanto en las iglesias como en mercados y comercios.
También se recurre -y ello es posible por la larga duración de las obras- a la
captación de legados testamentarios, donaciones “en especie”, venta de
indulgencias, derivación de fondos eclesiales de otros destinos, cobros por la
exhibición de reliquias,... Como puede verse, la financiación es un tema
complejo y difícil, que puede ser decisivo en el ritmo de las obras. Para
gestionar dicha financiación se recurre normalmente a formar un organismo,
“la fábrica”, formado por una parte de los canónigos del Capítulo
Catedralicio, presidido por un
magister fabricae18,
que puede ser uno de ellos o un laico en el que se delega este importante cargo.
En las fuentes consultadas se le denomina a veces
operarius,
o incluso magister operis,
lo cual puede llegar a crear confusión con el tercer nivel de concreción en la
estructura organizativa: el arquitecto o maestro de obra19.
En efecto, los deseos del promotor de la catedral, financiados por “la
fábrica”, necesitan ser plasmados en la realidad mediante la intervención
técnica de alguien capacitado para ello. El
arquitecto/maestro de obra suele
ser elegido por el Capítulo en pleno, y el prestigio de la persona, junto con
los dibujos y maquetas que presente, serán los que determinen la decisión. El
arquitecto será pues el encargado de llevar a la práctica aquello que el
promotor tiene pensado, y -como en la actualidad- su creatividad se verá en
gran manera limitada por los deseos del promotor y la financiación
proporcionada por el
magister fabricae.
Las condiciones del contrato suelen ser muy claras al respecto:
“L'évêque, le doyen et le
chapitre de Meaux adressent tous ceux qui liront cette lettre une
salutation dans le Seigneur. Nous annonçons que nous avons confié au maître
Gautier de Varinfroy du diocèse de Meaux l'exécution de l'oeuvre du chantier
de notre église sous les conditions suivantes...”9
No deberíamos caer en el
error de considerar a estos maestros de obras medievales exactamente iguales a
nuestros arquitectos actuales. Sin una formación reglada específica al
respecto, llegaban al cargo a base de acumular experiencia -muchas veces manual-
y en realidad formaba parte de la estructura de los oficios de toda la mano de
obra, en su cúspide ciertamente, pero perteneciente a ella. Así podemos ver en
las muy frecuentes representaciones del maestro de obra que encontramos en las
catedrales (en pinturas, vidrieras,...) cómo sostiene el compás y la escuadra,
signos de su “oficio” e indicativos de su implicación muy directa en
aspectos concretos de la construcción y no sólo en los del diseño teórico de
los arquitectos actuales. En un punto intermedio entre el trabajo manual y el
diseño teórico general, un maestro de obra dibuja10
detalles, hace esquemas, prepara moldes y patrones,... se implica de verdad en
la construcción. Dada la relativa escasez de maestros de obra realmente
cualificados, es muy frecuente el hecho de que sean itinerantes, diseminando
así sus conocimientos de una manera más amplia, acompañados normalmente de un
“equipo” de artesanos (canteros, carpinteros), núcleo de contrataciones
más amplias, que le aseguran un
savoir faire
imprescindible en los arranques de las obras. La
fuerte implicación del maestro de obra en
la construcción de las catedrales hace que sea el personaje relacionado con
ellas que más se ha incorporado al imaginario popular. El promotor de la
catedral y el magister
fabricae están
en un segundo plano, no están diariamente en “el tajo” como lo está el
maestro de obra, y ello le hace ser muy conocido y alcanzar un gran
reconocimiento de su trabajo. Como muestra, el maestro de obra Hugues Libergier11
-que levantó la gran iglesia abacial de Saint-Nicaise de Reims, hoy destruida-
recibió el gran honor de ser enterrado en el interior de la iglesia, y cuando
esta desapareció en tiempos de la Revolución Francesa, la lápida de su tumba
fue transferida al interior de la propia Catedral de Reims... Esa lápida
-recientemente restaurada12-
no deja lugar a dudas: representado Libergier de cuerpo entero, sostiene en una
mano la maqueta de la iglesia que construyó, en la otra una regla larga de
trabajo, y a sus pies vemos una escuadra y un compás. Diseño y teoría en la
maqueta, mediciones reales sobre el terreno con la regla, comprobaciones
in situ con la
escuadra, modificaciones durante la construcción con el compás, un arquetipo
del “arquitecto” medieval.
④Una
vez vistos los tres niveles organizativos de la construcción de una catedral (promotor,
ecónomo, arquitecto13),
hay que hacer referencia a los que, con sus manos, la levantaron realmente. Dada
la gran cantidad de oficios implicados, esta referencia, en forma de algunas
notas, deberá ser necesariamente breve. Empecemos por los materiales a utilizar
y enumeremos quién los trabaja:
-
La cantera14
(a cielo abierto o en galerías), donde se extrae la piedra necesaria para
la construcción, será la primera preocupación de los promotores de la
catedral, que deberán compaginar la calidad y la cantidad de la piedra que
puede extraerse con los gastos que origine su traslado (fluvial cuando se
pueda, en carros de bueyes la mayor parte de las veces). El oficio de
cantero -en sus múltiples variantes- utiliza picos, barras y cuñas para
extraer los bloques, que ya serán objeto de un primer tratamiento a
martillo y cincel en la cantera para minimizar el peso a transportar.
Extraerla, prepararla, cargarla, transportarla, descargarla, tallarla15,
colocarla... un duro trabajo el de la piedra.
-
Menos difícil de
trabajar que la piedra, pero más delicada de tratar, la madera es la
segunda gran preocupación inicial de los constructores de catedrales. Los
bosques medievales ya han sufrido los envites de la necesidad de madera para la
construcción de viviendas en las ciudades, para calefacción y para cocinar,
para la construcción de barcos, carros, para ser usada como andamio,... gracias
una vez más a los monjes cistercienses, que ponen en marcha serrerías
hidráulicas, se consigue una cierta racionalización del uso del preciado
material. Los carpinteros16
abaten árboles, los escuadran, aprovechan al máximo la madera “consumible”
(andamios, escaleras de obra, encofrados provisionales) y seleccionan la mejor
para la carpintería “a la vista” de la catedral. Les ayudan cortadores,
cargadores, desbrozadores, arrastradores, boyeros, carreteros, barqueros,...
utilizando un cúmulo de herramientas especializadas que justificarían por sí
solas un estudio en profundidad.
-
En tercer lugar, ya de
forma más minoritaria en cantidad aunque no en dificultad, encontramos los
materiales férricos usados en forma de barras, cadenas, tirantes, rejas...,
cuya extracción y primer tratamiento17
se procura hacer cerca de donde haya combustible para la forja. También hay que
procurarse otros materiales minoritarios, pero imprescindibles (pizarras,
mármoles, plomo, estaño, alabastros...) que exigen el funcionamiento de una
amplia red comercial, ya que normalmente hay que buscarlos lejos de la obra.
Una vez el material en
la obra, y bajo la dirección y supervisión directas del arquitecto, los
materiales se trabajan según sus funciones, y se van colocando según el
diseño trazado. Para realizarlo, la lista18
de oficios implicados es bien larga... sin ningún afán de completitud, he
aquí una posible enumeración, cuyo orden sólo responde a un intento de
agrupación por afinidades del material utilizado:
canteros/picapedreros/cortadores (maestro, oficiales, aprendices), albañiles,
mezcladores de mortero, colocadores de la piedra tallada, escultores (muchas
veces, canteros más hábiles), pintores (en la fase más tardía de la
construcción), carpinteros, ebanistas, yeseros, colocadores de pizarra y de
tejas, trabajadores del plomo y del cobre, herreros y cerrajeros, vidrieros... y
si se amplia el listado con los oficios “complementarios” (como excavadores,
transportistas de escombro, encargados de las cuadras de bueyes y caballos,
cordeleros, fundidores de campanas y de bronces en general, cocineros,
taberneros, carniceros, panaderos...) podemos ver que la obra de una catedral
viene a constituir una “ciudad” en sí misma, que dinamiza la ciudad donde
se realiza, y que utiliza mano de obra muy especializada junto con el resto de
oficios típicos de una ciudad activa.
Nuestras visitas
actuales a estas construcciones medievales tienden, de acuerdo con el signo de
nuestros tiempos, al apresuramiento y la trivialización. Sin embargo, son obras
de tal envergadura que al entrar en ellas es fácil olvidar el mundo exterior, y
entrar en la sutil frontera entre lo simbólico y lo real. Son así múltiples y
variadas las lecturas posibles de una catedral. Podemos mirarlas desde el punto
de vista técnico, o simbólico, o histórico, o a partir de nuestra fe o
descreimiento, podemos entrar a descansar, a reflexionar, a rezar, pueden ser
una etapa más en nuestra búsqueda de la belleza... la única lectura insensata
es la que no se hace. Los constructores de las catedrales supieron ponerse de
acuerdo para en un puñado de años realizar un esfuerzo casi sobrehumano para
dejarnos su visión del mundo, del material y del más allá. Un gran
desperdicio por nuestra parte será el no querer al menos ojear las páginas de
ese gigantesco libro plasmado en piedra.
(Volver al índice)
2.-Saint-Bertrand
de Comminges: sus entornos.
Antes de entrar en el estudio de la Catedral escogida, intentaremos
situar mínimamente sus diferentes entornos, para así comprender
mejor cómo se llegó a su época y a su construcción.
2.1.-El
entorno geográfico.
Cuando los últimos glaciares pirenaicos generados en el
Cuaternario (en el Pleistoceno más concretamente) se retiran
definitivamente durante el Holoceno, el territorio que hoy llamamos
Francia queda conformado, geomorfológicamente hablando, de manera
prácticamente definitiva. La zona próxima al Pirineo, que es
la que nos interesa destacar, se configura esencialmente como una
gran llanura, limitada al Sur por la propia cadena montañosa, al
Oeste por el Océano Atlántico, al Este por el Mediterráneo y al
Norte por las primera estribaciones del Macizo Central. Si la miramos
desde una cierta altura19,
observamos que esta gran llanura está claramente marcada por el
cauce del drenaje principal, el río Garona (entre Aran y Burdeos),
que hace una gran curva desde su nacimiento hasta su desembocadura,
pasando por Toulouse. Al Oeste del río se ven claramente los rastros
glaciares longitudinales en forma radial (morrenas laterales)
erosionados posteriormente por la acción de los muchos y rápidos
torrentes que bajan de la cadena y alimentan el Garona.
Prácticamente en el centro del arco pirenaico y justo20
donde las últimas colinas aún no erosionadas dejan paso definitivo
a la gran llanura de aluvión, se encuentra el lugar que hoy llamamos
Saint-Bertrand de Comminges (que no es, desde luego su nombre
original, como ya se verá). Cerca del río, rodeado de colinas no
excesivamente altas aunque algo abruptas, en las proximidades de la
vía natural de conexión entre Aran (y, por la Bonaigua, con el
resto de Catalunya), su situación es extremadamente estratégica,
ya que domina una zona agrícola y ganadera muy rica y puede
controlar fácilmente sus comunicaciones. En la imagen, tomada a 20
km de altura, se ve claramente cómo está en el cruce de los ejes de
comunicaciones N-S (el río Garona) y E-O (también el Garona y,
modernamente, la Autopista A64), situado aún en zona montañosa y
arbolada, teniendo a sus pies el tapiz de las explotaciones agrícolas
que siempre han sido la riqueza básica de la comarca.
De más cerca21
se observa que la situación del lugar se dispone sobre un oppidum,
una colina natural que se ha reforzado con defensas artificiales, en
este caso con una muralla. Podemos ver, si nos acercamos un poco
más22,
cómo esa muralla ha marcado la muy posterior entrada por carretera
en la ciudad. Podemos aprovechar esta imagen (orientada hacia el
Norte) para situar la posición de los diferentes elementos que irán
apareciendo posteriormente. Arriba casi del todo, más allá del gran
aparcamiento cuadriculado, se ven, a ambos lados de la carretera
principal de acceso, los restos anteriores a la Edad Media:
termas y basílica romanas, una basílica paleocristiana,... no
estando toda la zona excavada, ni muchísimo menos. Justo cuando la
carretera empieza a trepar bordeando lo que fueron las murallas
románicas medievales, se ve claramente el arco del teatro romano,
fuera del recinto amurallado, formando parte de la Ville Basse.
Las murallas encierran la Ville Haute, y en el punto más alto
del sitio ya vemos la techumbre y estructura exterior de la Catedral
tal como está hoy en día.
Teniendo en cuenta que el Prepirineo francés no es ni
mucho menos igual de profundo que el Prepirineo español23,
Sain-Bertrand de Comminges está muy cerca del Pirineo, por lo que su
clima es bastante riguroso. Nieva con relativa frecuencia, y, sobre
todo, llueve, lo que ha conformado desde siempre las posibilidades
agropecuarias de la zona. En la actualidad se asiste a un potente
fenómeno de “neo-ruralización” que, junto con el turismo y las
buenas comunicaciones, hacen de toda la comarca un buen sitio para
vivir, aunque -por desgracia- se siga manifestando fuertemente el
desplazamiento de la población rural hacia las ciudades de
referencia (Tarbes -camino de Pau- y Saint-Gaudens -camino de
Toulouse- especialmente)
(Volver al índice)
2.2.-Una
aproximación a la crónica histórica.
Aunque sea de manera abreviada, abordaremos aquí el
proceso histórico a través del cual Saint-Bertrand de Comminges20
ha llegado a ser lo que es, con especial atención al período que
más nos interesa, el de la construcción de la Catedral.
①El
nombre más antiguo que se tiene documentado sobre el lugar que
estudiamos es Lugdunum,
un nombre de origen celta difícilmente explicable en la zona, que
puede traducirse por “la colina del dios Lug”. Estrabón, en su
Geografía
escrita en el Siglo I, cita en el Libro IV, 2, 2 a los habitantes de
esta región como convenae,
-Cónvenos24-
que puede traducirse como “gentes reunidas”. También Plinio, en
su Naturalis
Historiae,
dice textualmente en el Libro IV, Cap. 19, §108, “mox
in oppidum contributi Convenae”25
cuando
enumera a los habitantes de Aquitania en el sur de la Galia. En
cualquier caso, la ciudad no es desconocida en el Imperio, ya que
Calígula destierra26
allí a Herodes y Herodías... La unión de términos no tarda en
producirse, y así aparece la expresión Lugdunum
Convenae, al
parecer tras la fundación de la correspondiente colonia romana por
Trajano, alrededor del año 100. El inicial asentamiento militar
(atribuido a veces a Pompeyo, tras la pacificación de Hispania) es
así “ascendido” de categoría, y empieza una etapa de esplendor
romano, ya vaticinada cuando Augusto, alrededor del año 20, acoge el
asentamiento bajo el manto del ius
Latii, según
testimonio de Estrabón en su Geografía,
IV,
2, 2 ya citada. En cualquier caso, Ptolomeo, a mediados del Siglo II,
pone en su Geographia,
II,
7, 13 que “Lugdunum
colonia”27...
Como hemos dicho,
tras la obtención del ius Latii y del status de
colonia romana, Lugdunum Convenae conoce un período de
desarrollo -junto con todo su entorno, la Novempulania- en el
que la población sobrepasa los cinco mil habitantes, se construyen
las termas, el teatro, una basílica civil, una basílica
paleocristiana,... y, en general, se puede decir que se disfruta de
varios siglos de prosperidad y estabilidad, características
clásicas de la expansión romana.
②A
principios del Siglo V empiezan los problemas derivados de la
pérdida
efectiva de poder
del Imperio Romano. Así, vándalos y visigodos saquean el sur de la
Galia, y estos últimos se instalan en la zona, estableciendo su
capital en Toulouse. De hecho, los visigodos son cristianos, arrianos
concretamente, y en gran medida su establecimiento en la región no
implica grandes cambios ni religiosos ni sociales. Pero a principios
del Siglo VI los Francos sustituyen a los Visigodos, y
Lugdunum
Convenae
se
ve envuelta en un litigio sucesorio que acaba con el saqueo de la
ciudad en el año 584, con la masacre de casi la totalidad de sus
habitantes. Lo cuenta Grégoire de Tours, en su
Histoire
des Francs,
L.VII,
36-38: “Le
lendemain les portes ayant été ouvertes, l’armée entra et
égorgea tous les assiégés, massacrant aux pieds même des autels
de l’église les pontifes et les prêtres du Seigneur. Après avoir
tué tous les habitants, de telle sorte qu’il n’en resta pas un
seul, ils mirent le feu à toute la ville, aux églises et aux autres
édifices, si bien qu’il ne resta plus que le sol.”28
El
original lo dice de una manera bastante más curiosa:
“...ut
non remaneret mingens ad parietem...”29
El marco general no
es más optimista. Las invasiones, nunca pacíficas, producen un
retroceso generalizado económico y social, con una clara caída
demográfica, y así apreciamos una disminución muy fuerte de los
documentos escritos y de la epigrafía, de las crónicas parroquiales
y episcopales, del comercio... El poder de una autoridad central se
ha debilitado al máximo, y el mando en el día a día empiezan a
ejercerlo las autoridades locales, la nobleza de los castillos, de
los condados... En este caldo de cultivo se empieza a gestar el
feudalismo, que sustituirá durante bastante tiempo al poder más
lejano y mucho más débil.
③A
lo largo de esa “época oscura” entre los Siglos VII y X, la
Civitas Convenae
empieza a dar paso al “Condado
de Comminges”.
Geográficamente, comprende el espacio definido por el curso alto del
Garona y sus afluentes, con una población concretada en los ya
citados Convenae
-los francos no mataron a todos, pese a Grégoire de Tours...- junto
con los Consoranni30.
Vemos asentarse de
nuevo el Obispado, y en el Concilio de Narbonne (790) se documenta31
la presencia de un Obispo de Comminges, Abraham. En la segunda mitad
del Siglo X aparece el que se considera el primer Conde de Comminges,
Arnaud32.
④Pasado
ya el año Mil, establecido el feudalismo como sistema político en
la mayor parte de Europa occidental, y estando el Arte Románico en
su etapa de apogeo, es elegido en el año 1083 como Obispo
de Comminges Bertrand de L'Isle-Jourdain,
nieto por vía materna de los Condes de Toulouse. Puede decirse sin
temor a equivocarse que hay un antes y un después a partir de este
hecho en la historia de la ciudad21.
Su total implicación en la vida de Comminges, sus actividades
pastorales, su seguimiento serio de la Reforma Gregoriana, su afán
constructivo -Catedral de Santa María de Comminges y Basílica de
Saint-Just-de-Valcabrère- le hicieron ser un personaje muy querido y
respetado33.
Muerto en 1123, apenas un siglo después es canonizado por el Papa
Honorio III, y la ciudad lo adopta como patrono34
y lo incorpora definitivamente a su nombre, pasando a denominarse
hasta hoy en día35
“Saint-Bertrand de Comminges”.
Bertrand
de L'Isle22
sienta las bases para que Saint-Bertrand de Comminges viva una etapa
fructífera en todos
los sentidos; en el aspecto que nos interesa destacar de la
construcción de la Catedral, después de la primera versión
románica de la misma llevada a cabo por Bertrand de L'Isle, hay que
destacar la figura de Bertrand de Got36.
Nombrado Obispo de Comminges en 1295, Arzobispo de Burdeos en 1299,
elegido Papa en 1305 con el nombre de Clemente V, inicia en el año
1304 la construcción de una nueva
Catedral -ya gótica-
respetando una pequeña parte de la anterior, que así hemos podido
conocer en la actualidad. La Catedral es acabada aproximadamente en
el año 1350 bajo el obispado de Hugues de Castillon, y salvo
aspectos menores y decorativos, es ya la Catedral que vemos hoy en
día.
⑤Justo al final de
la Edad Media, en el año 1456 el Condado de Comminges es formalmente
anexionado al Reino de Francia, a la sazón regido por Carlos VII, de
la dinastía de los Valois. Este hecho produce una prácticamente
total desaparición de Saint-Bertrand de Comminges de la vida
política, y su influencia en la comarca será ya sólo religiosa.
En el aspecto que nos ocupa de la Catedral, su decoración interior
queda casi acabada en 1535, cuando el Obispo Jean de Mauléon reforma
el coro y lo dota de una sillería renacentista, acabando
también las vidrieras. Además del uso “directo” de la sillería
por los canónigos de la Catedral, se consigue una separación entre
ellos y los peregrinos que acuden a Sain-Bertrand, ya que la única
nave de la construcción no permitía la existencia de un
deambulatorio.
Tras algunas
vicisitudes debidas a las guerras de religión de la Francia de la
época, entre el Partido Hugonote y la Liga Católica, especialmente
en su fase final a finales del Siglo XVI, el siglo XVII será para
Saint-Bertrand otra buena época en el aspecto espiritual,
extendiendo su influencia (incluso en España, en la Val d'Aran) e
importancia eclesiástica -a remarcar el obispado de Barthélemy de
Donnadieu en el primer tercio del XVII- de manera que conservó sus
prerrogativas episcopales puestas en cuestión por la Colegiata de
Saint-Gaudens.
⑥La
Revolución Francesa marca el
principio del fin
también en el aspecto religioso, e incluso la Iglesia parece
contribuir al declive dividiendo la diócesis entre las de Toulouse,
Bayona y la Seu d'Urgell. A partir del Siglo XIX el declive se
acelera, ya que la ciudad pierde la capitalidad administrativa civil
de la comarca. La Catedral no es más que un lugar de culto, que vive
del recuerdo de tiempos pasados y que asiste, ya en el Siglo XX, al
marcado descenso de población que alimenta la espiral descendente en
todos los sentidos. Sin embargo, en el período posterior a la II
Guerra Mundial, el sitio de Saint-Bertrand empieza a entrar en los
circuitos turísticos, actividad de la que se vive en el momento
presente. La agricultura se mantiene en parte, pero su gran
mecanización ha hecho disminuir drásticamente la cantidad de
población que vive de ella directamente. El sector servicios ha
sufrido el embate de las modas, en particular, la del esquí en zonas
próximas, que ha hecho desaparecer la posibilidad de otras
actividades que permitiesen fijar la población. Por tanto, los
apenas tres centenares de personas que viven en la antigua Lugdunum
Convenarum tienen su
fuente de ingresos casi única en el turismo. La Catedral es,
evidentemente, el foco de atracción máxima de la comarca, y gracias
a ella aún se puede mantener precariamente la economía de la zona.
Parece como una vuelta
atrás: la Catedral,
como tantas otras, nace como un elemento dinamizador de la economía,
solidez y prestigio de la zona y sus habitantes. Con el paso del
tiempo, esa dinamización, aunque se mantiene en el plano económico,
cambia radicalmente de sentido, y lo que fue una expresión potente y
profunda de espiritualidad y poder, queda reducida a una atracción
turística de consumo masivo y trivializador. En plena temporada
turística, esencialmente veraniega, las calles de la ciudad aún
parecen vivas, aunque sea con una vida un tanto artificial, sin
profundidad ni continuidad. Pero fuera de la temporada, y a pesar de
los esfuerzos23
de la parroquia de Saint-Bertrand por mantener vivo el recuerdo de lo
que fue, la soledad del entorno impregna todo de un aire melancólico
que nos hace añorar otros tiempos pasados.
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2.3.-Cronología
de la construcción. Promotores, arquitectos y mecenas.
Aunque en el punto anterior ya se han ido apuntando las
fases fundamentales de la construcción de la Catedral de
Saint-Bertrand de Comminges, haremos aquí una breve cronología
de su construcción para así poder verla en su conjunto. Las
fechas son aproximaciones, salvo en algunos casos en los que se
conoce el detalle con más precisión.
La construcción24
podemos dividirla en tres grandes etapas: la parte románica
de Bertrand de L'Isle, la parte gótica de Bertrand de Got y la parte
renacentista de Jean de Mauléon.
①De la primera etapa, la
Catedral románica original levantada por
Bertrand de L'Isle a finales del Siglo XI, poco sabemos excepto lo
que de ella se conservó en la ampliación del siglo XIV. En el plano
adjunto se ve claramente lo que corresponde a esta fase constructiva:
la entrada principal, la base de los muros laterales antes de las
capillas, las pequeñas ventanas típicamente románicas, y poco más.
Se estima que la construcción, de una sola nave, medía 15x35
metros, la cubierta era de carpintería, y la fachada se cerraba con
un muro-campanario. Obviamente, la portada es también de esta época.
También lo fue el Claustro, pero del original, creado por
Saint-Bertrand para el uso de los canónigos, no queda prácticamente
nada debido a las reconstrucciones posteriores.
En el Siglo XII se
rehace parte del Claustro, conservándose algunos capiteles y
creándolos nuevos en su mayor parte, y se procede a la construcción
de la gran torre-campanario que vemos hoy en día, y cuyo único
cambio es el cubrimiento vertical de madera en la parte superior,
realizado en el Siglo XIX. Para poder construir esta pesada torre
(que más parece propia de un castillo, un donjon,
que de una iglesia, se tuvo que reforzar la parte del nártex,
creando dos gruesas columnas que soportan bóvedas de cañón
laterales y de aristas en el centro. Para armonizar un tanto la nueva
altura con la original, los muros laterales se alzaron un tanto,
soportando las nuevas bóvedas junto con las columnas centrales.
②De la segunda
etapa constructiva gótica
llevada a cabo por el Obispo Bertrand de Got -posteriormente papa con
el nombre de Clemente V- sabemos ya bastantes más cosas. La
necesidad de ampliar la Catedral surge del auge de las
peregrinaciones, provocado en gran parte por la concesión de
diversas indulgencias a quienes la visiten en fechas señaladas,
concesión hecha por el propio Bertrand de Got. Y ya vimos también
en un punto anterior del trabajo la parte de “representación” y
proyección económica que llevaba aparejada la construcción de una
Catedral, por lo que cabe suponer una cierta dosis de personalismo
por parte del futuro Papa. A ello se añade un cierto abandono por
parte de los canónigos de su vida conventual, no residiendo ya en
los espacios que la Catedral les proporcionaba, de manera que se
había liberado espacio físico para la posible ampliación. Sabemos
que las obras comienzan en 1304, y tenemos la suerte de conocer el
nombre del maître
d'oeuvre de esta etapa
gótica de la construcción, al menos hasta su muerte en 1327, el
canónigo de la Catedral llamado Adhémar de Saint Pastou37.
En 1309 el ya Papa Clemente V hace la peregrinación a Saint-Bertrand
y entroniza las reliquias del Santo, dando así un nuevo impulso al
peregrinaje. En el plano adjunto se observa claramente la amplitud de
la reforma: se ensancha la única nave y se generan nueve capillas
(cinco en el ábside y dos más a cada lado de la nave), creándose
un sistema de bóvedas de crucería que se apoyan en pilares
embebidos en los nuevos muros, -reforzados exteriormente con
contrafuertes escalonados y dos incipientes arbotantes- elevados
hasta la altura de los que se habían modificado en el Siglo XII. Las
obras continúan tras la muerte de Adhémar, y el que fue Obispo
desde 1336 hasta 1352, Hugo de Castillon, puede verlas acabadas, como
dice su epitafio38.
Precisamente la capilla que alberga su famosa estatua yacente es una
de las últimas actuaciones en la obra de la Catedral gótica, junto
con la otra capilla situada simétricamente al otro lado de la nave,
la de Santa Margarita. Ambas están sobreelevadas respecto al suelo
de la nave, unos pocos escalones la de Hugues de Castillon al Norte,
y bastante más la de Santa Margarita al Sur, ya que está situada
sobre una de las bóvedas del Claustro.
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2.4.-Saint-Bertrand de Comminges y Era Val d'Aran.
Aunque
sólo sea por apoyar/justificar la decisión de realizar este
estudio sobre la Catedral de Saint-Bertrand de Comminges, expondremos
brevemente las principales líneas seguidas en las relaciones entre
ambas comarcas. Situadas en países diferentes, comparten la misma
vertiente orográfica atlántica, y la comunicación física entre
ambas es la absolutamente “natural”, siguiendo el cauce del río
Garona, vertebrador de gran parte del Sur de Francia.
Cuando
Lugdunum se erige como capital de la región de los Cónvenos,
y dada la facilidad de comunicaciones con la Val d'Aran, no es
difícil imaginar que la influencia de la Civitas Convenae
llegaría plenamente a las tierras aranesas. Pero hasta bien entrada
la Edad Media no se dispone de documentación26
clara al respecto, aunque sí se sabe que el Obispado de Comminges,
después del año Mil, es que nombra a los párrocos de Aran a
propuesta de la comunidad. En 1387, y con el fin de establecer la
cuantía de la contribución que las parroquias debían satisfacer al
obispado, dos canónigos de Saint-Bertrand realizan un censo de la
diócesis. De las veinte parroquias con las que cuenta, dos están en
la Val d'Aran, en Les y en Gessa39.
Se reconoce en más de un documento que la autoridad efectiva del
Obispado de Comminges sobre Aran no es especialmente fuerte, y en
1642 se intenta reconducir la situación. El Obispo de Comminges,
Hugues II de Labatut, envía al Pére Forcaud a preparar una
visita suya a la comarca aranesa, y Forcaud presenta un informe del
que se obtienen múltiples informaciones sobre la situación
religiosa en la Val. La dependencia religiosa es, evidentemente, del
Obispado de Comminges; la Justicia depende del Principado de Cataluña
y el Gobierno, de la Corona de Aragón. Se dice en el informe que la
comarca está muy poblada, y que cuenta con 26 parroquias. Además de
la descripción -no muy favorable, por cierto- de la vida cotidiana
de los clérigos de Aran, el informe cuenta cómo el Obispado de
Comminges administra la justicia eclesial que le es propia mediante
el nombramiento de un oficial escogido entre los prelados nacidos en
la Val d'Aran. Forcaud cuenta cómo la justicia de este oficial es de
débil: “...cet official... est aussi peu instruit que les
autres prêtes; sa justice est d'ailleurs trop faible, ses sentences
restent inexécutées...”40.
De hecho, la situación legal de la Val d'Aran era un tanto
privilegiada, por lo que las funciones de ese oficial
eclesiástico no debían ser fáciles de llevar a cabo. Por ejemplo,
en un Privilegio otorgado por el Rey de Mallorca (reino del
que un tiempo dependió Aran) se otorga a los araneses el privilegio
de ser siempre juzgados, tanto clérigos como laicos, en presencia de
un juez aranés. Así pues, el propio Forcaud nos explica cómo
encontró una fuerte resistencia a cualquier acción por su parte que
pusiera en tela de juicio alguno de los privilegios araneses (tanto
los documentados como los de la “costumbre”) Forcaud no llegó a
realizar gran cosa para “disciplinar” la curia aranesa, y lo
mismo les sucedió a los obispos posteriores a Hugues II. Las
Ordenanzas promulgadas por el Obispo Gilbert de Choiseul en 1646 no
pasaron de ser “papel mojado”, sin llegar a cumplirse nunca más
que en muy pequeña parte. En 1724 el Obispado de Comminges lleva el
asunto a Roma, solicitando la imposición eficaz de las Ordenanzas en
la Val d'Aran. El Papa le da la razón en cuanto a la legalidad de la
medida y la adecuación a los privilegios conocidos, y esta vez sí
parece que las cosas se encauzan mínimamente. Pero a finales del
Siglo XVIII, con la Revolución Francesa, desaparece el Obispado de
Comminges, y la ya débil autoridad eclesial de Comminges sobre Aran
desaparece por completo, pasando la Val a depender del Bisbat
d'Urgell, que en realidad, en distancia y tiempo, estaba bastante más
lejos que el de Comminges, y así le cuesta casi todo el siglo a ese
Obispado sentar su autoridad realmente sobre Aran.
Además
de por las cuestiones religiosas, Comminges y Aran estuvieron unidos
por otros aspectos cotidianos de la esfera civil. La Orden de San
Juan de Jerusalén había construido y mantenido múltiples Hospices
en la región para facilitar las peregrinaciones y el paso de las
fronteras por la cadena pirenaica. Los Condes de Comminges se
encargan de mantener las comunicaciones entre esos establecimientos,
y las relaciones transfronterizas son fluidas y, económicamente,
provechosas.
Y en
lo que se refiere a las personas “de a pie”, ambas comarcas
mantuvieron durante toda la Edad Media un flujo de relaciones de todo
tipo, económicas sobre todo, pero también de intereses
matrimoniales y patrimoniales. La salida “natural” de Aran era la
que conducía a Comminges, y ello debía notarse fuertemente. En la
actualidad, con las facilidades de comunicación existentes, la
situación ha cambiado radicalmente, pero aún se mantienen
relaciones importantes entre ambas comarcas: es clásico el
desplazamiento de los franceses del Sur hacia Aran a comprar
productos que les resultan más baratos, y la colaboración -quizás
heredera de los antiguos Hospices- entre el Espitau dera Val
d'Aran y l'Hôpital de Saint-Gaudens está firmemente establecida.
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3.-La Catedral de Saint-Bertrand de Comminges.
Para hacer la visita a la
Catedral que estudiamos se nos ofrecen esencialmente dos
alternativas. La primera, dividirla en las visitas del exterior y del
interior, y en cada una de ellas hacer referencia a los estilos
artísticos que se encuentren. La segunda, seguir los estilos/etapas
constructivas, y dentro de cada uno de ellos, tratar el interior y el
exterior poniendo de manifiesto sus relaciones. Ya que en el apartado
anterior se ha usado el segundo criterio, lo mantendré para la
exposición de lo que sigue, procurando no repetir datos y
características ya citados anteriormente. Las imágenes que se usan
son propias -salvo que se indique otra cosa-, tomadas en diferentes
visitas, sobre todo en la del día 15 de mayo de 2013. Clicando en
ellas deberían verse en un tamaño mayor.
3.1.-La Catedral románica.
|
La Catedral está situada en lo más alto de Saint-Bertrand, orientada aproximadamente en el eje Este-Oeste, dominando todo el entorno y visible desde todo él. En la imagen adjunta la vemos de perfil, mostrándonos su muro Norte, habiéndose tomado desde la carretera principal de acceso. La construcción a sus pies, un antiguo convento del Siglo XIX, apoyado en un lienzo de la muralla, aloja la sede de Les Olivétains, organización turística oficial del Conseil Général de la Haute Garonne, que se dedica a la puesta en valor del sitio. |
|
Cuando entramos a la plaza que se abre delante de la
Catedral, orientada al Oeste, vemos la Torre y la Portada. La
cubierta de la Torre es de entramado de madera recubierta de pizarra
y tiene un recubrimiento de madera vertical moderno. Observamos
alguna ventana, pequeña, y encima de la Portada se ve un pequeño
óculo (no se aprecia la imagen que tiene encima...)
La Portada está encima de una serie de escalones,
partida por una columna central, con capiteles entre las ocho
columnas y la doble arquivolta, con dintel y tímpano. |
|
El tímpano está conformado a partir de una
superposición, un tanto tosca, de de cuatro fragmentos de piedra. La
escena central es una Adoración de los Reyes Magos, y de
izquierda a derecha se ve a los tres reyes ofreciendo sus presentes a la
Virgen -a quien la Catedral está dedicada- sosteniendo en sus brazos al
Niño. Encima suyo vemos cinco ángeles, tres de los cuales portan
incensarios (no es el Tetramorfos...), un cuarto lleva la típica
estrella de los reyes magos, y el quinto parece hacer un papel de simple
relleno. A la derecha está representado el propio Saint-Bertrand, con
la vestimenta y atributos episcopales, pero sin el nimbo de la santidad,
por lo que cabe deducir que la imagen es anterior a la canonización,
una concesión, y no pequeña, al ego episcopal. Toda la
composición es absolutamente románica, y un tanto naïf,
atendiendo a la posición, la distribución, el talante general de las
figuras... El afán pedagógico típico de la iconografía medieval se
ve aún más reforzado por las inscripciones (muy deterioradas y
que no se aprecian en la fotografía) que, situadas encima de cada rey,
especifican el presente que portan, o que, en un alarde de precisión,
nos indican quién es Maria Mater
y quién es Filium Dei . Inevitablemente, nos viene a la memoria el
Apostolado de la Porte Miègeville de Saint-Sernin de Toulouse,
aunque sin la gestualidad dinámica de estos41...
Debe comentarse aquí que las inscripciones aclaratorias de los
presentes reales no nos permiten pensar en los típicos “oro, incienso
y mirra”. En efecto, la mirra sí que puede encontrarse bajo la
inscripción miron, forma gala del murra latino o del
σμύρνα griego. El oro lo reconocemos bajo la inscripción
aspron, el nombre de una moneda bizantina de la época, siendo bien
curioso encontrar esta referencia del muy remoto Imperio Bizantino en la
Galia profunda... El que no está en absoluto es el incienso, y en su
lugar encontramos el far, el pastel hecho con el ancestral cereal
Triticum dicoccum.
En el dintel se representa un Apostolado, de muy poca precisión
en el trazo, y que apenas permite reconocer alguno de sus personajes.
|
|
Y en los capiteles de la portada vemos en los
primeros a la izquierda los tormentos moralizantes del avaro en los
infiernos, una curiosa manera de solicitar la limosna de los fieles,
y en el resto, con leones entrelazados en motivos vegetales, no es
fácil encontrar una interpretación iconográficamente relevante. |
|
Si antes de entrar en la Catedral miramos de cerca el muro
Norte, veremos en la Torre una ventana románica, pero lo que más
nos llama la atención es el segundo contrafuerte de refuerzo
estructural, que parece tener un arbotante en su construcción. Estos
dos primeros tramos de la Catedral son los que hacen de puente entre
la estructura románica inicial y la gótica posterior, -una unión
difícil y muy bien resuelta- y su construcción es del Siglo XI.
Así pues, no sé si es lícito o no hablar del clásico arbotante
gótico, pero lo cierto es que lo que se ve, lo parece...
|
Entrando ya en la iglesia, lo primero que vemos nos impacta totalmente:
estamos justo en el nártex románico,
debajo de la Torre, y delante tenemos la gran nave gótica, con sus
bóvedas de crucería en lo alto y, a nuestro nivel, la gran sillería
del renacimiento ocultando en gran parte la perspectiva. |
|
Visto en altura desde fuera , en esta foto orientada al Norte, las mediciones hechas con Google Earth arrojan unas medidas (líneas en rojo) de 70 metros en el eje mayor y de 18 metros en anchura, lo que coincide bastante bien con lo encontrado en las fuentes consultadas. (El Claustro también está medido: 21x25x15 metros, de izquierda a derecha) |
|
|
Pero sigamos centrados en el románico de la Catedral que estábamos viendo. El primer y segundo tramos de la nave sostienen la Torre,
añadida un siglo después
de la primera construcción. Para sostenerla, se ha usado una
solución similar a la de la cercana Colegiata de Saint-Gaudens, con
una bóveda nervada en el centro y bóvedas de cañón en los
laterales para contrarrestar los empujes laterales. En la foto se
observan las dos gruesas columnas añadidas en el centro de la nave,
el arco de medio punto que las une, la bóveda nervada bajo la Torre,
el óculo, la pequeña ventana... La iluminación, bien escasa,
aunque esté ayudada artificialmente, es típica del románico, como
bien sabemos, y ya se verá la gran diferencia con el resto de la
Catedral. |
|
En
las dos fotos adjuntas se muestran los laterales Sur y Norte a ambos
lados de la entrada y de la vertical de la Torre, con los
arcos fajones de las bóvedas de cañón bien visibles. Las ventanas
siguen siendo claramente románicas en su tamaño y forma, pero los
arcos formeros -paralelos al eje de la nave- se nos presentan
ligeramente apuntados... Toda la zona sigue estando claramente en
penumbra, a pesar de la iluminación artificial y el color blanco con
el que se han pintado las bóvedas. Reconocemos así bien claramente
-aunque quizás se debería decir “oscuramente”...- el ambiente
típico del románico, en penumbra, favoreciendo el recogimiento... |
Aunque reconstruido en numerosas ocasiones, el Claustro es
de origen románico y conserva bastantes vestigios de la época,
así que parece que encaje bien en esta panorámica sobre la parte
románica de la Catedral. Las cuatro galerías tienen diferentes
longitudes, formando un figura trapezoidal. El lado Norte se apoya en
el muro Sur de la Catedral, el lado Sur se abre hacia las colinas
circundantes, a más altura que la muralla de la ciudad, aprovechando
la orientación al mediodía, el lado Este da paso hacia el exterior
de la Catedral, y el lado Oeste, que ahora es por donde se entra, es
el que conserva más elementos de la época románica. En la foto, las Galerías Norte y Oeste.
Elemento fundamental en la vida eclesiástica de los canónigos
de la Catedral,
fue conservándose en mejor o peor estado hasta el
Siglo XVIII, usándose como cementerio.
En el Siglo XIX sólo
quedaban en pie las arcadas y columnas de las galerías, y se llevó
entonces a cabo la importante actuación de cubrirlas con la cubierta
de tejas sobre madera que se ve en la actualidad, conservando lo que
se pudo de los capiteles y rehaciendo alguno de ellos.
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Galería Oeste
Galerías Sur y Este
|
|
Galería Sur
Galerías Sur y Oeste
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Si
empezamos la visita por la Galería Oeste, la más interesante sin duda,
podremos ver una buena colección de capiteles románicos, datados a
finales del Siglo XII como muy tarde, con motivos clásicos de la
época. |
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Adán y Eva |
Lechuza |
Mujer |
Águilas |
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San Juan |
San Marcos |
San Mateo |
San Lucas |
|
La Galería Sur, que se abre sobre las colinas
cercanas, no era así en absoluto originalmente, cuando sólo tenía
unas pequeñas ventanas. Sus capiteles, como puede verse en alguna
foto anterior, están decorados con motivos geométricos
(entrelazados) y vegetales (acanto).
La Galería Este, la más corta de todas, presenta una
puerta con un arco trilobulado, que daba inicialmente paso a una de
las Salas Capitulares, hoy desaparecida. En la actualidad, da paso a
la parte posterior exterior del muro Sur y del ábside. Cerca de ella
hay una inscripción funeraria, bastante poco legible, que nos
permite datar el fin de las obras del Claustro en 1251. |
|
La Galería Norte, que se apoya en toda su longitud
sobre el muro de la Catedral, está formada por cinco tramos, cubiertos
por bóvedas rebajadas de ojivas de estilo flamígero, no en vano las
obras en esta Galería se han prolongado desde el Siglo XIV al XVI.
Las bóvedas debían ser necesariamente bajas ya que
algunas de ellas soportan encima la Capilla de Santa Margarita, una
de las últimas en construirse. Conserva algunas tumbas en su
emplazamiento original, una de ellas la de Hugues I de Castillon, ya
citado, que posteriormente sería trasladado a la nueva Capilla de
Notre-Dame, justo enfrente de la de Santa Margarita.
|
|
La puerta
que se ve al fondo es un acceso actual para los visitantes, y la
pequeña puerta que se ve a la derecha es la que nos da paso al
interior de la Catedral.
Si entramos en ella, a nuestra izquierda
queda la parte románica del interior ya comentada, y a nuestra
derecha la ampliación gótica. Es pues momento de cambiar de estilo,
y entrar en la luz del Gótico.
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|
3.2.-La Catedral gótica
|
Empezaremos
la visita de la Catedral gótica con esta imagen, que es
aproximadamente la que se ve cuando se entra por la pequeña puerta
que da paso al Claustro. El día en que fue obtenida estaba muy
nublado, llovía, la iluminación artificial era la mínima
imprescindible, y, sin embargo la fotografía -sin flash- nos da una
idea cabal del tratamiento de la luz en el Gótico. La altura de las
bóvedas -blancas-, y la altura de las vidrieras -a pesar de estar
parcialmente tapiadas- se aúnan para hacernos “ver”, en sentido
amplio. Queda atrás la penumbra de la entrada románica, y a
partir de aquí, todo será luz. |
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La única nave, de casi 30 metros
de altura, está cubierta por un espléndido sistema de bóvedas
de crucería dividido en cuatro tramos desde el porche de
entrada, más la gran bóveda de ocho nervios que cobija las
siete capillas de la cabecera. Como puede verse en las fotos, las
cuatro bóvedas de los tramos de la nave son cuatripartitas,
rectangulares, mientras que la que cubre las siete capillas de la
cabecera está dividida en ocho segmentos (plementos). Las claves de
las bóvedas vemos que están decoradas, en el sentido Oeste-Este, por las
armas de Hugues I de Castillon, una cruz del Languedoc, las armas de
Jean de Mauléon, de Adhémar de Saint-Pastou y las de Clemente V, ya
conocidos todos ellos por comentarios anteriores. En la tercera
bóveda encontramos también el león de Jean de Mauléon junto con
su divisa de humildad “Par Infimis”. |
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El desarrollo del muro interior de Saint-Bertrand
es un perfecto ejemplo del muro gótico del estilo francés,
que las intervenciones posteriores, afortunadamente, han respetado
por completo. Vemos cómo los nervios de la bóveda de
crucería (cuatripartita en este caso) transmiten los esfuerzos a
las columnas, que están embebidas parcialmente en el muro. El
lienzo de muro bajo el arco formero presenta una gran ventana
(grande aún a pesar de la parte tapiada) adornada con vidrieras,
lo que nos indica que no es un muro de carga. En la parte más baja,
dos arcos apuntados dan paso a una de las capillas, Notre-Dame en
este caso.
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En la foto de la izquierda vemos la perfecta unión entre
la parte románica al fondo y la gótica a este lado, y se nota muy
bien el gran contraste en el tratamiento de la luz y los vanos
en ambos estilos constructivos. En la misma foto, en la parte
inferior, el cerramiento perimetral de la sillería está
recordándonos que estamos viendo tres estilos simultáneamente.
En el otro extremo, la grandiosa bóveda de la cabecera,
con ocho nervios y ocho plementos, cobija las cinco capillas del ábside
poligonal, más dos de los laterales, una de cada lado. Iluminada con
siete vidrieras (algunas partes de las tres centrales son originales) es
quizás el punto de la nave al que la mirada se dirige con más facilidad,
dada su altura, su regularidad y su fuerte simbolismo ascensional.
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Y antes de pasar a ver las capillas que rodean la nave,
quizás fuera conveniente dar una mirada al exterior para ver cómo se
está sosteniendo toda esta construcción.
A grandes rasgos, el sistema de soporte exterior
está constituido esencialmente por pesados contrafuertes exteriores,
altos, profundos y escalonados, colocados en los puntos donde en el
interior están las columnas, que son los elementos sobre los que las
bóvedas descargan los esfuerzos transmitidos por sus nervios. Alguno
de esos contrafuertes se separan de la base y se unen a la parte alta
de los muros mediante arcos, en lo que parece ser un conjunto
arbotante+botarel. Los espacios entre los contrafuertes están
aprovechados para la construcción de las capillas interiores, que no
son tan interiores como parecen. Vemos pues que hablar de interior y
de exterior en el sistema de soporte de la Catedral es un tanto
artificioso, porque todos los elementos, estén donde estén, se
articulan conjuntamente para sostenerla.
Haremos ahora un recorrido circular por el exterior de
la Catedral para ver el detalle de todo este sistema de
contrafuertes.
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De la fachada Oeste, donde está la Portada, poco
hay que añadir, dado que los esfuerzos longitudinales en esa
dirección son mínimos, y los derivados de la Torre ya vimos que
tenían su propio sistema de absorción de la carga mediante varias
bóvedas en el interior.
Empezaremos pues el recorrido por el muro Sur,
el que toca al Claustro. Se ve en la foto adjunta la altura del
contrafuerte, que llega hasta el arranque de la pendiente de la
cubierta (de pizarra) y lo sobrepasa con un pináculo. El
contrafuerte está retranqueado -escalonado- para aligerar su peso,
dado que no se necesita tanta masa en la parte superior como en la
inferior, más cargada. El escalonamiento se cubre con una pequeña
pendiente cubierta de pizarra para evitar filtraciones. Entre los dos
contrafuertes que se ven se aprecia la existencia de uno de los
tramos abovedados de la Galería Norte del Claustro y de una ventana
correspondiente a una capilla sobreelevada del interior. La piedra
está ennegrecida por la humedad en los sitios donde se acumula, y
exigiría limpiezas periódicas, no siempre posibles económicamente
hablando. Las ventanas entre cada dos contrafuertes están
parcialmente cegadas desde que se restauraron las vidrieras alrededor
del año 1930. |
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A continuación, uno de
los contrafuertes del Sur se separa de la pared, uniéndose a ella
mediante un arco. No era necesaria esta disposición, ya que el espacio
vacío así generado no se ha usado para nada, por lo que hay que deducir
que es un elemento estructural. No sé si sería lícito empezar a hablar,
si bien tímidamente, de un arbotante...
El muro Sur empieza a girar ya hacia el Este para rodear
la cabecera de la Catedral. Seguimos viendo los contrafuertes
separados por las ventanas altas, y el espacio entre ellos ocupado
por las capillas.
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Cuando se necesita más sitio en el interior, una
posible solución es crearlo en el exterior, como en el caso de esta
Sacristía de Jean de Mauléon. |
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Ya en pleno Este, vemos los contrafuertes
que soportan la cabecera de la Catedral. La capilla que aparece entre
ellos es la central -axial- , la que conserva la lápida del
arquitecto de la obra gótica, como ya comentamos.
A los pies de la
Catedral vemos un fragmento de su propia muralla/terraza de soporte,
diferente de la que rodeaba la ciudad. |
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Al girar ya al Norte, entre los
contrafuertes vemos aparecer un arco que une uno de ellos, exento,
con la parte alta del muro. Y lo hace dos veces, a dos niveles
diferentes. Lo veremos más de cerca, pero ahora ya me atrevería a
hablar de arbotante, máxime teniendo en cuenta que este muro Norte
es el último en el que se trabajó. A nivel del suelo vemos un muro
con todo el aspecto de ser el románico original, reforzado o no, y
se siguen viendo las capillas rellenando los espacios entre los
contrafuertes. |
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Esos arcos, vistos más de cerca, son diferentes
en forma (mucho más tendido el alto del fondo) pero están haciendo
lo mismo, trasmitir esfuerzos hacia los contrafuertes exentos
(botareles) arrancando a alturas diferentes, lo que creo que permite
hablar de un sistema arbotante+botarel casi sin dudarlo. Estamos en
la zona de “cosido” de la Catedral románica con la gótica, y
vemos juntos elementos de ambos estilos: el arbotante del fondo y el
óculo -cegado- en lo más bajo de la fotografía. Con esos arcos y ese
“cosido” entre ambas estructuras acabamos la vuelta por el exterior de la
Catedral. |
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Volveremos ahora al interior para ver las capillas por
dentro. Las bóvedas derivan los esfuerzos a las columnas, que se
ayudan de los contrafuertes, que dejan sitio entre ellos para las
capillas... no hay tanta diferenciación entre el exterior y el
interior...
Las capillas de la Catedral, todas construidas en
su etapa gótica, son en total once. Cinco de ellas están en
la cabecera estrictamente, cuatro más en la zona del coro, dos a
cada lado, y otras dos, más grandes, una a cada lado de la nave. La
simetría ante todo... Las cinco de la cabecera junto con las dos
contiguas del coro están cubiertas por la bóveda de ocho nervios,
las otras dos del coro por la bóveda del cuarto tramo (más corta
que las demás) y las dos más grandes se cobijan bajo la bóveda del
tercer tramo, que, descontando la parte románica, puede considerarse
el centro de la nave longitudinalmente hablando. Entrando por la
puerta que comunica con el Claustro, y siguiendo el mismo recorrido
Sur-Este-Norte que se hizo en el exterior, las capillas que vamos
encontrando son las siguientes:
-
En el muro Sur: Sainte-Marguerite, Saint-Jean-Baptiste
y Saint-Pierre-et-Saint-Paul.
-
En la cabecera: Saint-Barthélemy, Saint-Michel,
Sacré-Coeur (la axial), Saint-Joseph y Saint-Éxupère.
-
En el muro Norte: Saint-Roch, Traslation de
Saint-Bertrand y Notre-Dame, justo enfrente de la primera de la
lista.
Su misión principal era proporcionar a
los peregrinos lugares de oración y veneración de las abundantes
reliquias que la Catedral albergaba. En la actualidad, no todas
tienen un interés artístico bien definido, así que comentaremos
sólo lo que parezca más relevante.
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La primera capilla del muro Sur
es
la de Sainte-Marguerite. Se accede a ella mediante una
serie de escalones, ya que está situada sobre las bóvedas de la
Galería Norte del Claustro. Es una de las últimas actuaciones en la
Catedral, y da paso a una de las Salas Capitulares en donde se ha
colocado parte del Tesoro catedralicio, bastante mermado en los
tiempos de la Revolución.
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En la actualidad alberga dos espléndidos
tapices flamencos del Siglo XVI, una Adoración y una Presentación,
obras que si no son aún puramente renacentistas, están ya en sus
puertas. Desde el tímpano de la Portada hasta este tapiz de la Adoración hay quinientos años de
historia y arte... |
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La
Capilla de Saint-Barthélemy tiene su bóveda sexpartita como casi todas las
de las demás capillas. Una puerta la comunica con
la Sacristía de Jean de Mauléon, que hemos visto
anteriormente,
sobreelevada en el exterior del muro Sur en su unión con el del
Este. |
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La capilla central de las cinco de la cabecera,
dedicada al Sacré-Coeur, nos permite ver de frente el sistema de
abovedamiento, repetido en casi todas las otras capillas. Conserva la
lápida de Adhémar de Saint-Pastou, maestro de obra de la Catedral
gótica, cuya insignia decora la clave de la bóveda. |
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Los muros encima de esas capillas siguen
teniendo las mismas características de estilo ya comentadas anteriormente, como puede
verse en las Capillas de Saint-Roch y Saint-Éxupère. |
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Ya en la última capilla del muro Norte, que fue la
última también en construirse, podemos ver algunas variaciones
constructivas importantes, que son fiel muestra de la época en la
que se hizo, bien entrado ya el Siglo XIV. Construida sobre una
bóveda románica conservada en los bajos del muro Norte, está
ligeramente sobreelevada del nivel del suelo. Dedicada a quien acabó
la obra gótica de la Catedral, Hugues I de Castillon, es, como la de
Sainte-Marguerite, el doble de ancha que las demás, abarcando dos
tramos abovedados en vez de uno. Se puede ver que la bóveda ya no es
como las demás, bóvedas de crucería simple, sino que está
sobrecargada de nervios, mostrando terceletes y combados, claras
muestras del estilo flamígero que ya llamaba a la puerta. La
ventana, con el arco superior subdividido y con varias columnillas
verticales, también es buena muestra de ello.
La joya que alberga esta capilla es la estatua yacente de
Hugues I de Castillon, considerada una de las obras maestras del
arte funerario. Vestido con su casulla episcopal, sosteniendo el
báculo, bien visible el anillo episcopal y tocado con la mitra,
Hugues reposa apoyado en un almohadón de un realismo fuera de lo
común, con un león a sus pies. La estatua fue encargada por el
Obispo Bertand de Cosnac, que le había sucedido en 1352. En el
sarcófago, más de setenta personajes representan diferentes escenas
relacionadas con la vida del difunto, y, aunque se desconoce el
autor, se reconoce sin dudarlo la gran obra maestra que es.
Con la muerte de Hugues,
que esta capilla de Notre-Dame nos recuerda, podemos dar por
acabada la construcción de la Catedral desde el punto de vista
arquitectónico. Unos años después se añadirán importantes
elementos renacentistas, pero las bóvedas están como Hugues las
vio.
(Volver
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3.3.-La Catedral renacentista.
Acabado el trabajo en piedra, la Catedral recibirá aún
actuaciones importantes, pero ya no estructurales. La mayor de todas,
como ya se comentó en el punto 2.3, es el añadido de la sillería
en la zona del coro, englobando el altar, y generando así un
deambulatorio para los peregrinos donde no lo había. Se lleva a cabo
bajo el obispado de Jean de Mauléon, a principios del Siglo XVI, y
lo primero que llama la atención es lo grande que es, ocupando casi
los dos tercios del espacio disponible en la nave sin contar el
nártex. No es una intervención exclusiva de esta Catedral, ya que
en el suroeste francés se hicieron obras similares en las Catedrales
de Auch y de Albi en época parecida, pero en Comminges sí que llama
la atención la desproporción entre el espacio asignado a los
canónigos y el reservado a los peregrinos/laicos. |
La sillería es tan vistosa, tan llamativa en su conjunto, que
las visitas actuales parecen fijarse más en ella que en el resto de la
Catedral. Está formada por 66 sillas de coro, distribuidas en dos
niveles, formando una “U” delante del altar, englobado en el
conjunto y separado por tanto de la zona dedicada a los
peregrinos/visitantes. Sólo es posible entrar por una puerta lateral, a
la altura de la Capilla de Saint-Jean-Baptiste, ya que los otros accesos
al conjunto de la sillería suelen permanecer cerrados. |
|
Cada una de las sillas es un mundo en sí misma, donde los canónigos pasaban
largas horas. Además del asiento “normal” disponen de “misericordias”
para apoyarse cuando se está de pie, apoyos para los brazos cuando se está
sentado,... Entre ellas destacan dos por su mayor decoración y amplitud,
destinadas al Obispo (lado Epístola) y al Deán (al lado de la puerta del
fondo).
|
|
La decoración ocupa cada centímetro que no es
imprescindible que esté libre, y se desborda en las misericordias y
en las separaciones entre las sillas. Hay personajes de todo tipo,
tanto religiosos como puramente imaginarios. El programa
iconográfico / pedagógico se desarrolla sin embargo con toda
seriedad en las imágenes que se muestran sobre las sillas de la
galería alta. En el lado Sur, el de la Epístola, se desarrolla una
historia moral , con la lucha contra el pecado y el triunfo de la
virtud. El lado Norte, el del Evangelio, es más “historicista” y
se dedica a escenas y personajes relacionados con la Salvación. Sin
pretender entrar en los detalles, siendo esta sillería un auténtico
mundo que justificaría un estudio en exclusiva, sí ponemos a
continuación algunos ejemplos representativos. |
Lucas y Mateo
Marcos y Juan |
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La tentación de Jesucristo
Caridad y Prudencia rodean a David |
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Como puede verse, todo un mundo... que ha originado una
gran cantidad de bibliografía, entre la cual destaca lo que pasa por
ser el estudio “definitivo” sobre este coro renacentista27,
y que he podido consultar en la biblioteca de Les Olivétains42
Cerramos así el estudio de la Catedral de Saint-Bertrand, en su triple
aspecto románico, gótico y renacentista. Un ejemplo de evolución,
de adecuación al momento, de reflejo de una sociedad,
de manifestación del poder episcopal... en el que las
autoridades civiles han dicho y hecho bien poco a lo largo de su
construcción.
(Volver
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3.4.-Algunos detalles posteriores.
Como indica el título, dejamos para este apartado
algunos elementos -normalmente, interiores- que se salen del marco
cronológico establecido para la asignatura, como de hecho lo hace
también la Catedral renacentista... Intentaremos verlos mínimamente
en orden. |
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Desde la Capilla Sainte-Marguerite se accede a
una antigua Sala Capitular, en la que se ha depositado el Tesoro
Catedralicio, es decir, lo que queda de él. De la época que nos interesa
destacaría la caja-relicario llamada “de los Santos Patrones”,
datada a finales del Siglo XIV.
Un tanto posterior, de mediados del Siglo XV, es
el Mausoleo de Saint-Bertrand, decorado y redecorado varias
veces. Su objetivo fundamental era, y es, albergar las reliquias del
Santo, colocadas en una urna, a la que se accede por una pequeña
escalera entre el propio Mausoleo y la parte posterior del Retablo
del altar, protegida por una espesa reja.
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El Retablo que cierra el coro, apoyándose en la
parte de atrás del Mausoleo, es del Siglo XVII y su estilo es
plenamente barroco. Observamos que este retablo conserva bien
la característica de la simetría, ya vista por ejemplo en el
Retablo del Esperit Sant de la Seu de Manresa. Sin embargo, su
didactismo no está demasiado bien conseguido, ya que la historia
principal, que desarrolla la vida de Jesucristo, está explicada en
la predela -larga y estrecha- pero muy desordenadamente, mezclando
escenas del Evangelio con otras un tanto fantasiosas y de los
Apócrifos. En el cuerpo encima de la predela encontramos cinco
imágenes. En el centro la principal, la de la Virgen, a la que está
dedicada la Catedral. La flanquean San Juan Bautista y San Sebastián,
y a estos, dos obispos que no he sabido identificar. Justo encima de
estos dos obispos, sobresaliendo del cuerpo, vemos a la izquierda a
Santa Ana con la Virgen y el Niño, y a la derecha a la Virgen con el
niño y el globo de la Tierra. (en la foto en grande y haciendo zoom
se ven bastante bien todos estos detalles del Retablo) En el cuerpo
superior encontramos en el centro, que no sé si llamar “ático”
como en los retablos góticos, la figura de Dios Padre. La flanquean
Elías (lo sabemos por la inscripción que lleva, “descendat
ignis”) y Moisés, con sus Tablas de la Ley. Estos están
flanqueados por el Ángel de la Anunciación (lleva la inscripción
“Ave”) y por la figura de la Virgen en el momento de esa
Anunciación. Y ya en ambos extremos, los Apóstoles San Pedro y San
Pablo. Como siempre en los retablos, historia sagrada para ilustrar a
quien la contempla... pero ¡atención!, que este retablo está
situado en la zona que era de uso preferente de los canónigos, que
se supone ya conocían toda la historia sagrada que el retablo
contiene. El retablo pues parece más una “reafirmación”
que un modelo explicativo/divulgativo. Quizás hubiera que enmarcarlo
en lo que estaba sucediendo en el exterior de la Catedral y de
Comminges... Tras el Concilio de Trento en 1545, como reacción
contra la Reforma Luterana, la Contrarreforma Católica toma las
riendas doctrinales de la Iglesia. Pero en 1568, y por la presión de
buena parte de la nobleza, Enrique IV promulga el Edicto de Nantes en
el que se reconoce la multiconfesionalidad de su Reino. Las Iglesias
Reformadas van obteniendo poco a poco los mismos derechos que las
católicas, confirmados por Richelieu en 1629. Pero bajo el reinado
de Luis XIV esos derechos se van restringiendo , y en 1685 es abolido
el Decreto de Nantes, sentando así las bases de las guerras de
religión posteriores, especialmente la gran revuelta en el Sur de
los años 1702-1704. Es en ese ambiente cuando hacia 1650 es
realizado ese Retablo, lo cual puede explicarnos un tanto su
intencionalidad. |
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Hay
que hacer alguna referencia al excepcional órgano
que apoya su estructura sobre pilares de madera situado justo en el
punto de unión de la Catedral románica con la gótica. Aunque su
construcción inicial, ya en ese lugar, es renacentista -justo
después de realizarse la Sillería de Jean de Mauléon- se ha hecho
y rehecho tantas veces que hay que advertir que lo que se ve hoy en
día es fruto de una reconstrucción prácticamente total inagurada
en 1974. Un
instrumento estrictamente mecánico, con más de tres mil tubos, de
una sonoridad se afirma que perfecta. Desde 1975 tiene un papel
estelar en el Festival de Comminges43,
basado obviamente en música de órgano, y que se celebra en los
meses de julio y agosto desde 1975. La influencia en la dinamización
económica y cultural en la comarca que tiene este Festival es
innegable, y si se quiere asistir a alguna de sus sesiones hay que
plantearlo con tiempo. |
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Y para ir cerrando ya este trabajo, haremos alguna
referencia a lo que conecta el interior con el exterior a nivel visual, las
vidrieras. Tienen en el gótico las vidrieras un doble papel. Por un lado,
proporcionar luz, cosa que consiguen plenamente como las fotos presentadas
anteriormente atestiguan, hechas todas sin flash (a excepción de las de la
Sillería) Por otro lado, eran otro elemento más dedicado a explicar historia
sagrada. Las vidrieras de Saint-Bertrand son prácticamente todas procedentes de
una reconstrucción llevada a cabo entre los años 1920 y 1930, y es un tema en el
que no he podido entrar, esencialmente por no haber encontrado -curiosamente-
una buena descripción de la intervención realizada. Por tanto, me limito a poner
aquí un par de fotos más de las vidrieras, una hecha desde el exterior y otra
desde el interior. Parece claro hacia dónde se dirige el efecto deseado de la
vidriera...
Vista desde dentro, laa figura de la derecha es la de Santa Lucía (de
Siracusa), como se lee en la inscripción a sus pies. Lleva en su
mano derecha la espada con la que será decapitada en el año 304 y
en la izquierda sostiene la palma del martirio. Patrona de los
ciegos, se la representa a veces con los ojos arrancados colocados en
un platillo. La
otra figura lleva la incripción “Sanctus
Vincentius”, aunque el
nombre se lee mal. Pienso que se trata de San Vicente Mártir, por
varios motivos. Primero, su martirio en Valencia tiene lugar en el
año 304, como el de Santa Lucía, con la que comparte vidriera.
Segundo, la vestimenta que lleva parece una dalmática, y dado que
era diácono es totalmente coherente. Tercero, además de la palma
del martirio sostiene lo que parece una piedra, en referencia a la
piedra de molino a la que fue atado en su largo cautiverio. Además
de patrón de la ciudad de Valencia, lo es también del gremio de
sastres y modistas, no sé muy bien porqué. Como puede verse, hay
mucho que comentar y aprender en las vidrieras...
(Volver
al índice) |
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4.-A modo de conclusión.
Cada vez que cerramos,
como ahora, un tema de estudio, es conveniente reflexionar sobre lo
estudiado para verlo en su conjunto, sin que los árboles nos impidan
ver el bosque.
La Catedral de
Saint-Bertrand de Comminges ha servido como ejemplo de la
superposición de estilos diferentes en una misma construcción.
Desmantelando la mayor parte del románico original, el gótico es el
estilo más generalizado de la Catedral, con un importante añadido
interior ya renacentista. El edificio lo hemos intentado situar en su
entorno geográfico e histórico, y a lo largo de todo el trabajo se
han ido haciendo constantes referencias al contexto social y
económico de la región.
Las conclusiones
parciales de detalle a las que se han ido llegando ya se han
comentado en su lugar correspondiente, y lo que nos preguntamos ahora
es si es posible sacar un factor común de todas ellas. La respuesta
es que sí, pero con dos grandes etapas diferenciadas, separadas por
la figura de Bertrand de l'Isle, un poco después del año Mil.
Antes del año del
milenio, vemos que la referencia a cualquier actividad en
Comminges pasa por la intervención de las autoridades
políticas/militares. Si empezamos a mirar la actividad romana,
ya con suficientes indicios y referencias para poder hacerlo, vemos
que esa actividad es, esencialmente, beneficiosa para Comminges.
Pompeyo, Augusto, Trajano... ayudaron a que la Civitas Convenae
y su zona de influencia llegaran a ser lo que fueron. De hecho, no
constituye este fenómeno ninguna novedad. La romanización, con sus
aspectos negativos y positivos, suele presentar un balance positivo,
que en el Sur de la Galia me parece evidente. Puede discutirse mucho
sobre la uniformidad que Roma imponía en los territorios que
incorporaba, pero es bien cierto que la posterior obtención de los
derechos de ciudadanía romana eran un bien codiciado. Tras la etapa
romana, vemos que las intervenciones de las autoridades civiles
cambian totalmente de talante, de acuerdo con el signo de sus
tiempos. Las invasiones germánicas y el reino de los francos son
momentos históricos muy negativos para la población de Comminges, y
las épocas posteriores, merovingia y carolingia, se nos presentan
muy vacías de contenidos artísticos, clara señal de que las cosas
no están yendo nada bien.
El
período iniciado por el Obispo Bertrand de l'Isle abre
la Edad Media, y la
conclusión a la que llego tras estudiar este período (cinco siglos,
desde el XI al XV) y el inmediato posterior es que las autoridades
civiles dejan paso claramente al poder
del obispado como referente
social, económico y por tanto, artístico. Todo es matizable, por
descontado, pero en el caso de la Catedral estudiada no he visto en
las fuentes consultadas ninguna referencia a un mecenazgo proveniente
del campo político, de la nobleza o del rey, y ninguna capilla se
les dedica en la Catedral. Es el
Obispo, la larga y bien
documentada serie44
de Obispos de Comminges (del Siglo V al XIX), quien se hace cargo de
la financiación
de la obra de la Catedral, de su mantenimiento,
de sus actuaciones
caritativas en la zona de influencia, de estímulo
del peregrinaje como motor religioso pero también económico... En
suma, el año Mil hace en esta comarca de bisagra entre las
influencias civiles y las influencias eclesiales, y el balance es
claramente positivo para estas últimas.
Esa
conclusión se reafirma
más aún cuando contemplamos dos momentos claves en Comminges: la
incorporación del Condado de Comminges al Reino de Francia a finales
del Siglo XV, que como vimos eliminó cualquier influencia política
importante de Comminges, y los acontecimientos revolucionarios de
finales del Siglo XVIII, una de las causas más directas en la
decadencia de todo tipo que sufre la comarca, como tantas otras
cercanas en el Sur de Francia.
Si
nos vamos acercando a la actualidad, concluimos que el siglo XIX es
una época de “indefinición” en el entorno que nos ocupa.
Mientras que en el ámbito científico, por ejemplo, o en el
económico, el desarrollo es general en toda Europa, en la región de
Comminges -y en muchas comarcas de montaña del Sur de Francia, todo
hay que decirlo- la decadencia
demográfica es evidente, yendo de la mano del declive económico. La
Catedral, esencialmente en su función dinamizadora de la vida
religiosa pero también económica, con la pérdida de la sede
episcopal no tiene en absoluto la importancia que tuvo. Sin embargo,
las cosas cambian algo ya en el Siglo XX. En el período
entreguerras, Francia -a pesar de las indemnizaciones de guerra
previstas en el Tratado de Versalles-, sufre dificultades económicas
de todo tipo, y nuestra región de Comminges no es una excepción.
Pero tras la II Guerra Mundial, la situación económica y social da
un giro radical, y la aparición del fenómeno del turismo
de masas empieza a llevar
un gran número de visitantes a Comminges. Evidentemente, el fenómeno
no es exclusivo de esta Catedral, sino que se observa en todas las
Catedrales europeas. ¿Estamos ante un rebrote del fenómeno de las
peregrinaciones, que dieron vida a Comminges y a tantos otros
lugares? En cuanto al número de visitantes, sin duda se sobrepasa
con creces el número de los que asistían en la Edad Media, las
facilidades de las comunicaciones así lo determinan. Pero también
sin duda, la intencionalidad
no es la misma. El
sentimiento religioso en la actualidad ha sufrido un importante
retroceso, y por cada persona que visite la Catedral de Comminges
movida por su fe, habrá muchas otras cuyas motivaciones estarán muy
alejadas del hecho religioso. Pero es ciertamente interesante pensar
que quizás detrás de estas aparentemente banales visitas, se
esconde un intento -todo lo inconsciente que se quiera- de una búsqueda de antiguas
raíces. Efectivamente,
si en estos momentos la humanidad, especialmente la occidental,
adolece de un problema grave a medio y largo plazo -dejando de lado
la también preocupante economía- es la de la pérdida
de algunos referentes que
antes le ayudaban a “soportar” el peso de las incertidumbres
básicas de la vida. Quizás pues de esa mezcla de turismo, de
historia trivializada, de religiosidad diluida, pueda deducirse una
búsqueda de algo más duradero. Y para ello, la piedra de las
Catedrales proporciona un asidero nada despreciable, con su eterno
simbolismo de verticalidad y perennidad.
Grabado
de finales del S. XIX, expuesto en “Désirs d'éternité.
Cultes funéraires en Comminges antique”,
Les
Olivétains, Saint-Bertrand de Comminges, 15 de mayo de 2013.
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5.-La asignatura en su conjunto.
No sé si este lugar es
el más indicado para ello, pero no quiero acabar sin hacer un breve
comentario general sobre el conjunto de la asignatura, sin más
objetivo que ver el conjunto de lo realizado. En el fragor del día a
día muchas veces se pierde la perspectiva, y es bueno recuperarla.
Se puede dividir la
asignatura en dos partes relacionadas con las actividades a realizar:
las dos primeras por un lado, las tres últimas por otro.
La primera actividad,
simplemente técnica, ha ayudado posteriormente a unificar y
estandarizar las referencias de las fuentes consultadas. La segunda
actividad podemos tildarla de “filosófica”, en el sentido que
nos hizo hacer un recorrido por el concepto de arte y su relación
con el hombre, indisoluble según Huygue.
Las otras tres
actividades forman una clara unidad, en bastantes sentidos. Tienen
unidad geográfica, ya que tratan esencialmente del gran
círculo de civilización forjado alrededor del Mediterráneo (con la
extensión medieval hacia más el Norte en la Europa Medieval).
Egipto, Grecia, Asia Menor, Roma, Bizancio, Francia, Catalunya,
Alemania,... han ido proporcionándonos el marco geográfico en el
que nos hemos movido. También hay una unidad cronológica en
las actividades 4 y 5, realizadas sobre el mismo período medieval.
Hay, por descontado, una idea clara de continuidad entre las tres: la
tercera acaba estudiando los templos romanos, la cuarta estudia la
herencia romana más directa, y la quinta se superpone con la cuarta
y la amplía. Pero donde la unidad conceptual más se evidencia es en
la temática seleccionada para el desarrollo de las tres
actividades. Todas se han movido sobre el hecho religioso, fuerte
inspirador del arte como actividad básica humana que es -o, al
menos, que fue-. Los templos en la antigüedad, la iconografía
cristiana en la Edad Media, el románico y el gótico medievales en
su aspecto de arquitectura religiosa marcan una evidente unidad
temática. De hecho, parece que tenga que ser así ya que la
religión, las religiones, han marcado la historia de la humanidad
tanto como para que su huella en el campo artístico esté repartida
por doquier. En este orden de cosas, produce una preocupación
bastante importante el hecho de la “desconexión” que se puede
apreciar en las generaciones recientes de estudiantes. No es ya la
fortísima deriva laica de nuestra sociedad occidental (de lo que
nada hay que objetar, dado que entra en el terreno de lo más
personal) sino el desconocimiento de la historia y, en particular, de
la historia de las religiones, sin olvidar el también preocupante
olvido de las mitologías clásicas. En alguna ocasión, en visita a
algún museo -como el del Prado, por ejemplo- salta a la vista que
dentro de unos años lo allí expuesto estará fuera de las
posibilidades de comprensión de una gran mayoría de la población
por esos desconocimientos básicos que se están, lamentablemente,
produciendo en la enseñanza general.
Al conjunto de la
asignatura cabe calificarlo como, sencillamente, inasequible en su
totalidad. Desde las pinturas de Altamira, por fijar un principio
arbitrario, hasta los descendimientos flamencos del Siglo XV o los
adornos del gótico flamígero en esa misma época... Aceptada
inevitablemente la imposibilidad de abarcarlo todo, la
asignatura que estamos acabando produce la conocida sensación de
vértigo ante el vacío, acrecentada aún si cabe al ir viendo las
islas de conocimiento que hemos ido visitando en medio del océano de
lo que hemos dejado de lado. Pero, una vez acabado el día a día,
esas sensaciones se mitigan un tanto al ver que se ha avanzado en el
conocimiento, en la manera de abordar el estudio del arte, en la
propia concepción de este... todo ello bien válido, y que ha valido
la pena sin duda ninguna.
José Carlos Vilches Peña. En Vielha, mayo 2013.
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6.-Biblio y webgrafía.
Se ha
procurado no interrumpir en exceso el texto, para mayor comodidad a
la hora de leerlo, por lo que algunos detalles y enlaces a imágenes
aclaratorias se han puesto en Notas al pie de página. Clicando en el número que la identifica nos lleva a leer la Nota. Para retroceder al texto donde se dejó, basta con clicar en
el número de orden que antecede a la Nota.
Las
referencias de las obras en papel y en línea que se han consultado
más a fondo, en mayor o menor grado, están al final del documento,
agrupadas como Referencias. El número que las identifica
está en color rojo, y clicando en él nos baja al pie del
documento para leer la Nota Final correspondiente. Para retroceder
al texto donde se dejó, basta con clicar en el número de orden que
antecede a la Nota, que aparece entre corchetes.
Para las
referencias se ha utilizado la normativa del TermCat, como se
hizo ya en el ejercicio de la HAU_1. Y se han dejado en el orden en
que aparecen en el documento, para permitir seguir mejor su relación
con el mismo.
Respecto a
la inclusión o no de imágenes en el texto, se ha valorado
cuidadosamente el hacerlo o no, y la decisión ha sido un tanto
ambigua. En la primera parte, es decir, en todo lo anterior al
estudio de la Catedral desde el punto de vista artístico, se ha
seguido el criterio que suelo usar: no se incrustan imágenes en el
texto, y a cambio se ponen los enlaces a aquellas que se considera
relevante verlas al menos una vez. Pero en la segunda parte (punto 3)
se ha seguido otro criterio, ya que parecía inevitable tener delante
la imagen de lo que se estaba comentando. Para no perder calidad de
las imágenes ni recargar el documento, se ha probado la opción de
vincular las fotografías propias para ir viéndolas junto al texto.
Las 85 fotos propias están en formato 1600x1200 en un servidor
público, accesible en todo momento al menos en teoría, y se
muestran en formato reducido pero sin compresión en el documento, y
si se quieren ver en grande basta con clicar en ellas (Ctrl+clic).
Dado que se han de cargar cada vez desde el servidor, puede ser
conveniente abrir el documento y dejarle un tiempo para que pueda
actualizar los enlaces a cada imagen. Evidentemente, ello obliga a
leer el trabajo en un entorno de conexión a la red, que hoy en día
nos parece lo habitual.
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1Ver
puntos 4.2 y 5.3 del trabajo citado.
5Volverán
a usarse, dado su origen romano, en el Renacimiento y en el Barroco,
tras la etapa gótica...
6Burgos
y Chartres, 112 metros; Colonia, 157 metros; Ulm, 161 metros; ...
8Vergez,
Raoul. Les Tours inachevées.
París: Garnier, 1995. 214 p. ISBN :
2-908974-12-6.
13La
terminología francesa me parece extremadamente cómoda y precisa:
maître d'ouvrage para el promotor, maître de fabrique
para el representante/encargado de la financiación y maître
d'oeuvre para el arquitecto.
23El
empuje del plegamiento alpino del Terciario que levantó los
materiales sedimentarios anteriores para formar la actual
cordillera, se dirigió esencialmente de Sur a Norte, con una
supuesta “bisagra” en el extremo cantábrico. Ello explica esa
diferencia de profundidad y de inclinación, de la misma manera que
se observa la diferente pendiente en sentido axial, suave en la
Pirineo Atlántico y mucho más acusada en el Pirineo Catalán.
30El
actual Couserans, con
Saint-Girons y Saint-Lizier como ciudades de referencia.
35Excepto
unos años durante la Revolución Francesa, cuando se denominó
oficialmente Hauteville.
37En
la capilla axial del fondo de la Catedral se conserva su lápida:
“El año del Señor 1327... murió el señor Adhémar de
Saint-Pastou, sacristan de esta iglesia y maestro de obra del nuevo
edificio del que, en nombre del Papa Clemente V, puso la primera
piedra el año del Señor 1304...”
[Rocacher, obra citada, pág. 74]
38En
una de las dos Capillas del lado Norte se lee ese epitafio:
“El
año del Señor 1352,... murió el Reverendo Padre Señor Hugues de
Castillon, por la gracia de Dios Obispo de Comminges, que construyó
esta capilla y acabó la construcción de la Catedral....”
39Curiosamente,
Saint-Bertrand tiene en ese jurisdicción eclesial sobre dos
capillas dedicadas al Santo, situadas en Barbastro y Lérida...
40Comet,
obra citada, p. 119.
[3]Bango
Torviso, Isidro. El
Arte de la Alta Edad Media.
Madrid: Anaya, 1989. 95 p. (Biblioteca Básica de Arte)
ISBN 84-207-2191-9
[5]Bango
Torviso, Isidro. El
Arte Románico. Madrid:
Historia 16, 1989. 161 p. (Historia del Arte; Vol. 18)
ISBN 8413042872900
[6]Español
Bertrán, Francesca.
El Arte Gótico (I). Madrid:
Historia 16, 1989. 161 p. (Historia del Arte; Vol. 19)
ISBN 8413042872900
[11]Icher,
François. Les oeuvriers des cathédrales.
París: La Martinière, 2012. 192 p.
ISBN 27-324-4009-4
[13]Duby,
Georges. Europa en la Edad Media. Barcelona: Paidós, 2007.
224 p. (Bolsillo; Vol. 2)
ISBN 978-84-493-1958-7
[14]Asenjo
González, María. Las ciudades en el Occidente Medieval.
Madrid: Arco Libros, 1996. 79
p. (Cuadernos de Historia; Vol. 14)
ISBN 84-7635-219-0
[15]Pirenne,
Henri. Las ciudades de la Edad Media.
Madrid: Alianza Editorial, 2005. 173 p. (Humanidades; Vol. 4200)
ISBN 84-206-3894-3
[16]Bois,
Guy. La gran depresión medieval: Siglos XIV-XV. El precedente de
una crisis sistémica.
Valencia: Universitat de València, 2001. 237 p. (Biblioteca Nueva;
Vol. 14)
ISBN 84-7030-853-X
[18]Schöller,
Wolfgang. “Funding the Construction of Gothic Cathedrals:
Financial and Legal Realities of the Middle Ages”. Athena
Review
(2006),
vol. 4, núm. 2, p. 48-52. [en línea]
<http://www.athenapub.com/14scholler.htm>
[Consulta: 20 mayo 2013]
[21]Rocacher,
Jean. Saint-Bertrand de Comminges. Saint-Just de Valcabrère.
Saint-Bertrand de Comminges: Editions de la Cathédrale, 1995. 192
p.
ISBN 2 9509434 0 3
[26]Comet,
Rémy. L'enclave espagnole du Val d'Aran.
Saint-Gaudens:
L'Adret, DL. 1985. 218 p.
ISBN 2-904458-10-7
[27]Escourbiac,
Michel. Saint-Bertrand-de-Comminges. Le Choeur Renaissance.
Graulhet: Odyssée, 2005. 287
p.
ISBN 2-909478-10-6
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