¿Las penúltimas revoluciones?



2 - Objetivo de estas páginas.

Al principio de la primera PAC de esta asignatura de Historia Contemporánea II podía leerse:

Cuando se vuelve la vista atrás y se estudian los últimos 100 años de la Historia Mundial, destacan cuatro momentos/acontecimientos claves en la misma: la Primera Guerra Mundial, la ascensión de los fascismos en sus diferentes formas en la primera posguerra, la Segunda Guerra Mundial y la gran revolución/transformación social de la segunda mitad del siglo XX (en la que algunos pretenden ver el auténtico fin del Neolítico...)

Pues bien, en esta segunda PAC se nos propone estudiar precisamente “la gran revolución / transformación social de la segunda mitad del siglo XX” en el marco de las sociedades occidentales y ciñéndose a las dos décadas entre 1950 y 1970 (digamos que entre la implantación del Plan Marshall de recuperación europea y el fenómeno del Mayo francés de 1968)

El trabajo constará de tres partes: una exposición de los cambios sociales y culturales que se produjeron en esas coordenadas espacio-temporales, una valoración de dichos cambios en el sentido de si pueden ser considerados revolucionarios, y un comentario de texto relacionado con una faceta del tema que nos ocupa.

Dado que la cultura, como dice por ejemplo Mair1, “...es el modo en el que se expresan y simbolizan las relaciones sociales.”, parece mejor hacer la primera parte del trabajo exponiendo los cambios sociales y culturales conjuntamente, agrupados temáticamente.

(Volver al Índice)

3 - Introducción. El contexto histórico.

Difícilmente puede abordarse el estudio de las dos décadas que se proponen sin hacer al menos una breve referencia al contexto histórico/político en el que se van a producir los cambios sociales y culturales que estudiaremos.

El mundo ha salido de la II Guerra Mundial con importantes daños, tanto demográficos como económicos. Esos daños son especialmente fuertes en Europa, teatro principal del conflicto, y dentro de ella es posiblemente Alemania donde la destrucción del tejido industrial ha alcanzado la cota más alta, siendo Rusia la que tuvo pérdidas humanas mayores (aunque no porcentualmente).

Ya desde los últimos meses de la II G.M. se intuía que los aliados occidentales iban a tener, a corto o a medio plazo, serias dificultades para mantener la alianza con la Rusia estalinista. Así ocurrió, y tras una serie de acontecimientos en cierta manera previsibles (Churchill lo veía más claro que Roosevelt/Truman), incluyendo el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón (en parte como demostración de fuerza ante Rusia), el mundo se polariza en dos grandes bloques ideológicos, políticos, militares, culturales... Simplificando, puede hablarse de un bloque occidental, bajo la guía y tutela de los Estados Unidos de América, y de un bloque oriental liderado por Rusia, en aquel momento, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Las “relaciones” entre ambos bloques son bien tirantes, y se instaura entre ellos una “guerra fría2” que va a orientar y condicionar la historia del mundo hasta (simbólicamente) la caída del muro de Berlín en 1989.

En esta marco político general, la reconstrucción de la Europa occidental, maltrecha a fondo por la guerra, era una prioridad inevitable para los Estados Unidos de América, que la impulsaron -y controlaron- con la creación del llamado Plan Marshall en 1948. Con un enfoque claramente keynesiano, la economía europea occidental se recupera y crece espectacularmente, entrando en unos “años dorados” en lo que todo parece posible desde el punto de vista económico: el pleno empleo, las intensas políticas del “estado del bienestar” (con unas prestaciones sociales generosas y universales), el desarrollo de las infraestructuras públicas como apoyo a la economía general...

La situación económica, próspera y, aparentemente, “para siempre”, entra en simbiosis con los sistemas políticos democráticos, y el mundo occidental entra en unas décadas de una gran estabilidad política y económica. Como vamos a ver a continuación, esa estabilidad no se hará extensiva a los aspectos sociales y culturales.

(Volver al Índice)

4 - La agricultura: ¿fin del Neolítico?

Por seguir un orden tradicional, comenzamos con los cambios que se producen en la agricultura, que hasta mediados del Siglo XX ocupaba mayoritariamente a la población mundial.

➊Lo primero que se observa es que al final del período estudiado, el campesinado ha visto reducido su número hasta valores increíblemente bajos, que porcentualmente pueden medirse con una sola cifra. Esta drástica disminución3 se produce no sólo en los países industrializados (tal como Marx había previsto), sino que también se observa, y no siempre con menor intensidad, en países poco industrializados.

La agricultura, que evidentemente no desaparece, se convierte en una actividad sostenida con una muy pequeña parte de la población activa, lo que aleja al resto hacia otras actividades. Si el Neolítico se caracterizó esencialmente por la aparición masiva del recolector sustituyendo al cazador, si hasta el Siglo XX la agricultura y todas sus actividades derivadas constituían el núcleo de todas las sociedades, a partir de este momento ello ya no es así, y podemos hablar del auténtico fin del Neolítico.

Las causas que impulsaron la aparición de la agricultura hace doce milenios pueden ser discutibles (la agricultura no tenía porqué ser la “mejor opción” de subsistencia), pero las causas de su “desaparición” de la escena cotidiana actual las conocemos bien: la tecnología permitió una profunda mecanización de las tareas agrícolas, que juntamente con los conocimientos biotecnológicos produjo un aumento exponencial de la productividad, y, por otro lado, el capital encontró en la agricultura (especialmente en la intensiva) un campo atractivo para sus inversiones, sin tanta mano de obra, con el transporte resuelto por las potentes redes de comunicaciones,...

➋Las consecuencias culturales son profundas, como puede imaginarse, a pesar de que en gran medida son difíciles de ver y de valorar ya que estamos de lleno inmersos en su proceso evolutivo de implantación en el tiempo largo. Como suele decirse4, “estamos demasiado cerca para verlo bien”, pero no cabe duda de que estamos frente a un proceso de cambio sin precedentes en la historia cultural de la humanidad.

La neolitización fue un conjunto revolucionario de cambios –que algunos piensan que eran inevitables- difícilmente estudiables por separado: cambios tecnológicos y biológicos, económicos y sociales, mentales y religiosos... cambios que, a la inversa, identificamos fácilmente en las décadas del Siglo XX que estamos estudiando: hay cambios en las ideas religiosas (tan características del Neolítico) y en su praxis, que se aleja de una de las primeras razones de la existencia de la religión como elemento cultural básico, la sacralización de la naturaleza; hay también cambios en el uso del territorio, que deja de tener el carácter rural que lo caracterizó hasta ahora, y se produce una urbanización masiva, imparable, de efectos y consecuencias aún difíciles de valorar, con la aparición de culturas grupales típicamente urbanas, inexistentes anteriormente.

Y si se piensa que el Neolítico fue una revolución frente al Paleolítico, hemos de aceptar pues que se piense que su final también es una revolución (industrial, social, cultural)... aunque con el inconveniente de que no sabemos demasiado bien “frente a qué”, como se desarrollará en el punto 7 de este trabajo.

(Volver al Índice)

5 - La industria: ¿fin del proletariado?

De la misma manera que el el punto anterior hemos comentado los cambios ocurridos en el campesinado, lo haremos ahora para el proletariado industrial, que recibió una parte de la mano de obra que abandonaba la agricultura.

➊La situación es muy diferente en este ámbito industrial, y se observa que la clase trabajadora del sector secundario no sufrió la misma disminución que la del sector primario, de la que recibió un flujo sostenido de trabajadores para las nuevas necesidades industriales que el fuerte desarrollo iba generando. Hubo, eso sí, cambios organizativos, de localización, aparición de nuevas industrias basadas en las nuevas tecnologías, pero en el conjunto del mundo occidental hay que esperar hasta los años 80 del siglo pasado para encontrar una crisis industrial que suponga un importante cambio en la población ocupada en el sector5.

Sin embargo, lo que sí cambió notablemente -y hoy en día se nota con claridad- es la conciencia de clase del proletariado industrial, que resultó muy difuminada en comparación con lo que era en el período anterior a la II G.M. La prosperidad general produjo un cierto abandono de las reivindicaciones colectivas -hecho en el que los sindicatos tuvieron su parte de responsabilidad- y el individualismo llenó el hueco que la colectividad dejó.

En este orden de cosas, uno de los principales problemas nuevos surgidos en este ámbito fue la gran fractura que se produjo entre los trabajadores cualificados y los no cualificados, fractura que se amplia día a día y produce una “subclase” con un futuro en lo laboral muy limitado. Y también cabe señalar la aparición en este período de las corrientes migratorias masivas internacionales (argelinos hacia Francia, turcos y españoles hacia Alemania, países de la Commonwealth hacia Inglaterra, mejicanos hacia Estados Unidos...) , que ha introducido importantes tensiones en el mercado del trabajo industrial.

➋Este fenómeno migratorio masivo causó un fuerte impacto cultural. Además de la gran urbanización producida por el abandono de las tareas agrícolas (ver punto anterior), en las ciudades es donde esencialmente se asienta la mayoría de los emigrantes que buscan trabajo en la sociedad próspera que los recibe, de manera que las ciudades occidentales se internacionalizan en gran medida, y son crisol -o yunque- de diferentes culturas. El choque cultural, con la eterna discusión entre asimilación o no asimilación, se pone claramente de manifiesto en las décadas en estudio, y se agudiza cada vez más después de ellas por los cambios habidos en las condiciones económicas de las sociedades occidentales.

(Volver al Índice)

6 - La juventud: ¿una nueva clase?

El campesinado, en declive; el proletariado industrial, en un proceso de desclasamiento y de diferenciación en función de la cualificación... a cambio, vamos a ver ahora cómo en la época estudiada aparece un fenómeno por el cual una importante fracción de la población, existente desde siempre, se constituye en un grupo con unas características sociales, económicas, culturales,... claramente diferenciadas del resto, es decir, se constituye como una “nueva clase”.

➊La necesidad de más formación para poder acceder a los nuevos empleos de mayor cualificación, la voluntad de usar esa formación como un “ascensor social” y la expectativa de un mayor salario son los factores clave que explican el crecimiento casi exponencial de la demanda de estudios superiores y medios, siendo la prosperidad general el marco en que este crecimiento tan fuerte es posible.

La adolescencia deja de ser lo que era mayoritariamente, una época pre-laboral de aprendizaje, y los estudios superiores, antaño restringidos a una élite, se popularizan y retrasan la incorporación de los jóvenes al mercado laboral. Ese retraso, fortaleciendo el sentimiento de pertenencia a un grupo diferente, hace que los jóvenes estudiantes universitarios se transformen en un nuevo factor social, cultural, político y económico de primera magnitud, distanciándose en cierta manera del resto de la sociedad, en la que ya no se sienten integrados plenamente.

➋El fenómeno juvenil, inicialmente universitario, se extiende a otros sectores sociales, y la juventud en general, por primera vez en la historia, produce una “fractura generacional” que marca las pautas de comportamiento en las relaciones intergeneracionales a partir de este momento. La nueva cultura del mundo juvenil, constituido como grupo social y cultural independiente del resto, tiene unas consecuencias que subvierten el “orden” cultural tradicional: la juventud pasa a ser considerada la “culminación” de la vida, y no su preparación; el conocimiento de las nuevas tecnologías y saberes es mayor en la juventud que en las personas maduras del momento, y el tradicional traspaso de experiencia y conocimientos hacia la juventud desde la madurez queda invertido; las fronteras quedan diluidas ante la pujanza del fenómeno, y la juventud del mundo occidental es marcadamente internacional, con una difusión eficaz y rápida de su cultura y sus subculturas.

Esta irrupción de la juventud como clase en todos los ámbitos de la sociedad fue posible en el marco descrito, un gran número de personas con un (relativamente) alto poder adquisitivo, que les hizo ser objeto del interés económico de la sociedad y que les permitió, en gran manera, forjar sus “señas de identidad6”.

Y así, el gran rejuvenecimiento de la sociedad conduce (con pocas excepciones) a una separación generacional “real” como nunca se había producido antes. La separación entre generaciones es completa, ni las anteriores entienden como las posteriores pueden “ser así”, ni las nuevas generaciones entienden -ni saben- nada de las condiciones en las que se movieron las anteriores. Se han formado dos mundos, si no antagónicos, sí disjuntos.

(Volver al Índice)

7 - La mujer: ¿una nueva fuerza?

De la misma manera que en el punto anterior hemos visto cómo ha aparecido la clase de los jóvenes, con una autonomía real respecto a la familia nuclear, veremos ahora la aparición de otra fuerza diferenciada, la femenina, constituyendo uno de los cambios más trascendentes en la época que estudiamos.

➊En efecto, una vez vencidos muchos tabúes laborales (la mujer llevó una gran parte del peso de la retaguardia en la II G.M., trabajando en todos los sectores), en la época desarrollista que estudiamos se produce una fortísima y acelerada incorporación de la mujer al mundo del trabajo. Cabe señalar dos características importantes en esta incorporación: el sector terciario es el que recibe la mayor parte del trabajo femenino (incluida la enseñanza media y superior) , y no es sólo la mujer soltera -sin obligaciones familiares- la que entra en ese mercado laboral, sino que lo hace de manera análoga la mujer casada7.

Desde un punto de vista político, esta entrada de la mujer en pie de igualdad -al menos, teórico- con el hombre, produce una eclosión de movimientos feministas, que derivan rápidamente en grupos de presión política y social “de facto”, implicándose fuertemente en el ámbito público trascendiendo el privado en que se habían movido hasta entonces. Evidentemente, se encuentran enormes diferencias entre esta situación en el mundo occidental, el mundo comunista y el mundo islámico, por no citar más los tres que más interacción tienen en esos momentos.

➋Con la mujer trabajando fuera de casa -de la misma manera que hemos visto antes que la juventud “ya no está en casa”- era previsible que se produjeran cambios importantes en las pautas familiares de comportamiento, tanto de la familia como institución en su conjunto como de los individuos que la componen. La cultura familiar se transforma así rápidamente, desde muchos puntos de vista. La cultura económica, por ejemplo, se adapta a la existencia de dos sueldos, con la capacidad de compra y endeudamiento que ello supone, y el acceso a la propiedad y a bienes de alto precio se hace accesible a muchas familias. La estabilidad familiar -el matrimonio para toda la vida-, la prevalencia de los varones, la coexistencia en el núcleo familiar de abuelos, padres e hijos... son factores culturales que entran en crisis en las décadas posteriores a la II G.M., y sus manifestaciones son fácilmente visibles en el conjunto de la sociedad: alto número de divorcios, aumento notable de las personas que viven solas sin formar núcleo familiar, disminución por tanto del número -y tamaño- de las familias tradicionales, pautas de reproducción al margen de la familia relacionadas y facilitadas por la nueva manera de abordar la cultura del sexo... Y la sociedad occidental acepta, de una manera u otra, estos cambios, plasmándolos en leyes “permisivas” que los realimentan al haber cambiado los patrones sancionadores de conductas impensables antes de este momento.

(Volver al Índice)

8 - El conjunto de los cambios. Individuo versus sociedad.

Aunque hayamos mirado los cambios sociales y culturales agrupados temáticamente en cuatro grandes apartados, las cosas no son así en la realidad, y todos esos cambios actúan sinérgicamente, potenciándose e influyéndose mutuamente. Trataremos ahora de esbozar el resultado final de todos esos cambios, vistos en su conjunto.

➊A modo de resumen, podemos decir que el resultado de todos los cambios estudiados es la ruptura entre el individuo y la sociedad. Se trata de una ruptura real, rápida, en todos los ámbitos (relaciones, modelos, pautas de comportamiento), solamente matizada por la aceptación acrítica de pautas grupales que diluyen un tanto ese individualismo en algunas de sus facetas.

Para conseguir esa individualización, esa ruptura, la persona debe “liberarse” de lo tradicional, ya caduco. Y ese rechazo tiene que valerse de algún arma eficaz para afianzarse, y así se extiende el uso (y abuso) de la moda, del sexo y de la droga como elementos de transgresión y separación. Sin embargo, la sustitución de las antiguas pautas de conducta tiene un problema inesperado, que produce inseguridad e incerteza: no hay nada concreto que venga a sustituir lo antiguo, dado que la liberación, la “realización personal” (en una expresión de amplio éxito...) es exactamente eso, un asunto personal, en el que no hay un consenso de cómo hacerlo ni dónde llegar. El individualismo, signo de estos tiempos, fragmenta la sociedad y desaparecen muchos mecanismos de cohesión tradicionales sin ser sustituidos por ningún otro.

➋Sin intención de ser exhaustivos, puede hacerse aquí, a modo de conclusión, un listado de las principales consecuencias que la generalización de ese individualismo produjo:

  • Las generaciones que coexisten en ese momento se han formado en dos mundos diferentes, un mundo reglado, colectivo, cohesionado, y un mundo permisivo, individualista, desagregado.

  • Las instituciones clásicas que daban estabilidad a la sociedad, como la familia y la iglesia, sufren fuertemente en su implantación y en su influencia debido a esa desagregación individualista.

  • El liberalismo en la economía no tiene prácticamente límites, ya que, como todo, se trata de una cuestión individual, en la que el grupo cuenta poco.

  • La política del “Estado del bienestar” deriva claramente hacia un bienestar individual, no de la colectividad.

  • Los mecanismos de “seguridad social” derivan también hacia el individuo, no hacia la sociedad en conjunto, y podrían llamarse perfectamente de “seguridad personal”.

  • Las redes de parentesco desaparecen del entramado de usos y costumbres, y en muchos casos son sustituidas por redes de delincuencia organizada.

  • La crisis de los valores tradicionales y de los conceptos de valores es absoluta, con el agravante de no alcanzarse ningún paradigma sustitutorio.

  • El capitalismo empieza a mostrar, a finales del período estudiado, síntomas preocupantes de disfuncionalidades graves, ocultas en sus mecanismos no explícitos de funcionamiento.

Los cambios estudiados han sido pues sustanciales, rápidos, universales, duraderos en lo esencial, y parecen hoy en día sentidos y asentados en nuestra sociedad y en nuestra cultura. Sólo el tiempo -como siempre- nos dirá cómo cambiarán la Historia.

(Volver al Índice)

9 - ¿Cambios o revolución?

Ante la rapidez, la universalidad y la profundidad de los cambios estudiados, cabe plantearse la cuestión de si nos encontramos, o no, frente a “revoluciones”, una social, la otra cultural, tal como las denomina Hobsbawm.

Debe empezarse la respuesta advirtiendo que si no hay un esfuerzo de precisión, al menos semántica, la palabra revolución puede albergar en su seno “cualquier cosa”. De pocas palabras se ha abusado tanto como de esta, que de entrada tuvo un significado político casi exclusivamente.

Dadas las ideas que Hobsbawm tiene sobre el marxismo, diremos para comenzar que no puede estar usando la palabra “revolución” en el sentido marxista. La gran revolución, punto final de la dialéctica burguesía-proletariado, ni se ha producido ni tiene visos de producirse. Así pues, no es en ese sentido total, definitivo, en el que Hobsbawm usa el término “revolución”.

➊Muchos autores8 han intentado definir con claridad el concepto de revolución, siempre desde el punto de vista de la acepción política, intentado llegar a esa definición a partir de las causas que provocan las revoluciones. Lefebvre, Duverger, Burdeau y Sorokin son una pequeña muestra.

Se observa en todos ellos un factor común, con el que es fácil estar de acuerdo: la naturaleza revolucionaria de unos hechos históricos se evidencia cuando hay un cambio de un modelo de sociedad a otro, sustituyendo un sistema de valores por otro, generándose así un cambio en las estructuras sociales juntamente con un cambio en el paradigma cultural.

Por tanto, para hablar de revolución en su acepción inicial, no puede hacerse si no se produce la creación de un nuevo orden en la forma política de organización social, con cambio real de sus principios básicos, con una modificación del ordenamiento jurídico vigente.

Si nos preguntamos si es este punto de vista el que Hobsbawm usa para hablar de revolución en las décadas 1950-1970, debemos concluir que no. Los cambios estudiados no produjeron una sustitución del poder político, no fueron una cuestión de “toma del poder” como lo fue, por ejemplo, la revolución bolchevique a principios de siglo. Es cierto que se hicieron reformas legislativas debidas a las nuevas necesidades y pautas sociales, pero en ningún momento se produjo una subversión del ordenamiento jurídico vigente, ni las democracias occidentales dejaron de ser democracias, ni los grupos dirigentes fueron substituidos por otros.

➋Si las revoluciones que comenta Hobsbawm no fueron “revoluciones políticas” en el sentido clásico del término, debemos buscar pues la acepción que usa desde otro punto de vista. Y efectivamente, encontramos que el término “revolución” deja de tener el sentido exclusivo de “revolución política”, y se extiende hacia otras facetas de las relaciones sociales, aceptándose que otras revoluciones son posibles, además de la revolución política, empezando a hablarse de revolución social, de revolución económica,... Desde esta óptica, se acepta que las revoluciones deben modificar los derechos políticos individuales, pero también deben afectar a la economía y a la estructura social en general. Y no se trata de una cuestión de ritmo (no importa si es rápido o lento) ni de método (no necesariamente violento), ni de la toma del poder (no siempre necesaria y/o conveniente), sino más bien de un instrumento de renovación social en sentido amplio, más en la base que en la cúspide del poder. Por ejemplo, Sorokin adopta este punto de vista más social de la revolución y dice que una revolución lo es si si...

  1. ...hay cambios en las estructuras individuales de pensamiento.

  2. ...se producen cambios éticos y religiosos.

  3. ...aparecen cambios en las pautas de comportamiento colectivas (cultura).

  4. ...hay modificaciones en las ideologías.

  5. ...aparecen nuevos modos de propiedad y de acceso a la misma, se producen modificaciones en la sexualidad y se generan nuevas tipologías laborales.

De acuerdo con esta relación de características de la revolución, debemos concluir que Hobsbawm está usando el término en este sentido social, no hay más que contrastar cada uno de estos puntos con los cambios explicados en la primera parte de este trabajo para verlo. Los cambios de las décadas 1950-1970 en las sociedades occidentales cabe pues considerarlos claramente “revolucionarios” en el sentido aquí explicado.

➌Pero aún hay otro punto de vista a considerar. En la sociedad cada individuo tiene una posición dentro de ella, posición que le permite desarrollar unas ciertas funciones, tradicionalmente ligadas a la posición. Las revoluciones clásicas habían hecho hincapié en la sustitución de la posición (el status suele decirse) sin preocuparse en exceso de los cambios en las funciones (suele hablarse del rol ). Por ello observamos que muchos movimientos potencialmente revolucionarios fracasan porque se limitan a una sustitución del status sin cambiar los roles, entrando los individuos en una contradicción insalvable al intentar mantener los mismos roles dentro de un status diferente. Por el contrario, los movimientos revolucionarios que hacen hincapié en el cambio de los roles y no tanto del status, se revelan a la larga como mucho más eficaces y duraderos.

Y este cambio de funciones, más que de posiciones, es lo que permite hablar de revolución en un sentido más amplio, y hacerlo pues de revolución juvenil, de revolución sexual, de revolución de la mujer,... de revolución cultural en suma.

No cabe duda que este tipo de revolución con cambio de rol (sin demasiado cambio de status) es el que observamos en los cambios descritos por Hobsbawm, así que, desde este punto de vista cabe también calificarlos de revolucionarios.

Como resumen y conclusión puede decirse de los cambios descritos por Hobsbawm en las sociedades occidentales de la época estudiada lo siguiente:

  1. No son una revolución política en sentido clásico.

  2. Sí son una revolución en el sentido social y cultural explicado en este apartado.

  3. Son una revolución más de funciones (roles) que de posiciones (status).

(Volver al Índice)

10 - Un texto sobre la juventud (M.A. Capmany, 1969)

Como colofón de esta PAC2, se nos propone hacer un comentario sobre un texto de Maria Aurèlia Capmany, un fragmento de su ensayo “La joventut és una nova classe?” publicado en 1969 en Barcelona.(Puede encontrarse el artículo completo aquí, aquí y aquí)

Maria Aurèlia Campany9 (1918-1991), maestra, filósofa, ensayista, novelista y, sobre todo, una mujer comprometida con su tiempo, publica este ensayo en 1969, justo al final de las dos décadas que han sido objeto de estudio en este trabajo. Hay que recordar que un año antes, en los sucesos del “Mayo del 68” francés se ha puesto de manifiesto la incapacidad de la “revolución juvenil” para hacer la “revolución”, usando estas acepciones de “revolución” en el sentido explicado en los apartados anteriores. En el contexto español y catalán en el que se escribe y publica, hay que hacer constar que la dictadura franquista, si bien matizada por las implicaciones de la guerra fría y del desarrollo económico, está aún en plena vigencia. Por tanto, es un texto que enlaza perfectamente con el tema estudiado, tanto cronológica como temáticamente.

El texto a comentar -y por extensión, todo el ensayo- plantea en lo esencial una pregunta relacionada con los cambios estudiantiles y generacionales estudiados anteriormente: la juventud de este período, con sus cambios, su conciencia de pertenencia al grupo, sus implicaciones revolucionarias, ¿puede ser considerada una clase social nueva?

No es de extrañar que se plantee esta pregunta, como tampoco es de extrañar que Capmany eluda su respuesta explícita (si bien veremos que acaba por darnos alguna pista acerca de lo que ella contestaría...) Efectivamente, hay pocos conceptos histórico-sociológicos más oscuros y escurridizos que el concepto de clase10, de clase social se sobreentiende, y para seguir la argumentación de Capmany no hay más remedio que hacer alguna reflexión acerca de cómo está usando ese concepto, para posteriormente poder intentar responder a su pregunta.

Se acepta comúnmente que el concepto de “clase social” nace con Marx11. Sin embargo, desde siempre la estratificación de la sociedad ha estado presente en las estructuras sociales de cada tiempo, en alguna de sus formas “clásicas”. Aristóteles nos habla de “ricos, pobres y los demás”, Adam Smith nos habla de “aquellos que viven de las rentas, aquellos que viven del salario y los que viven de los beneficios del capital”. En esta división de la sociedad (nótese que clase, en su aceptación etimológica, significa dividir en grupos) reconocemos, al menos parcialmente, la idea de clase de Marx. Este las reduce a dos, la clase burguesa y la clase del proletariado, y la concepción marxista de la lucha de clases como motor de la sociedad implica la destrucción de una de esas clases, de manera que sólo quede la clase de los asalariados.

Evidentemente, Capmany no se está refiriendo al concepto de clase desde este punto de vista, ya que en su texto la única referencia a la juventud relacionada con la burguesía aparece de forma hipotética, en condicional (véase el final del primer párrafo “...la burgesia produiría.... ...un virus de la misma clase”)

Después de Marx suele citarse a Max Weber12, quien esencialmente matiza la diferenciación entre “clase social” y status, término este ya explicado anteriormente. El status según Weber es la estructura permanente, rígida, y la clase es más flexible, un atributo accidental del status. (Un “nuevo rico” puede cambiar de clase, pero no se le reconocerá un status nuevo). Así, el concepto de clase se flexibiliza, y después de Weber la sociología13 reconoce muchas diferentes maneras de estar un individuo enfrentado a su posición en la sociedad, de manera que el concepto de clase se ha difuminado y permeabilizado en extremo.

Es desde este punto de vista, más flexible que el marxista, desde el que nos habla Capmany cuando dice, refiriéndose a la juventud, “...un grup humà amb una certa cohesió i amb unes determinades necessitats i finalitats...”.

Una vez que ya creemos saber lo que se pregunta Capmany, intentaremos ver qué es lo que responde a su pregunta. En el texto propuesto se esquiva explícita mente la respuesta al menos en dos ocasiones: “...en espera de la categorització que vulguem donar-li...” y más adelante, “...deixo doncs la pregunta posada; em sembla que és tot el que em puc permetre.

Así pues, parece que Capmany no quiera responder a su propia pregunta. Pero no es así, y nos da la pista clara de lo que, al menos, “querría” responder cuando dice “...la temptació de contestar a la pregunta se m'ha presentat. L'anàlisi dels Rowntree hi podria conduir fàcilment;...”. Sabemos pues lo que “podría” contestarse, aunque se contenga, por una cuestión de método posiblemente, de falta de investigación o de retraso en el proceso, ya que “...no és lícit extendre les seves conclusions a les nostres latituds...”.

Por tanto la clave parece estar en “los Rowntree” y en sus conclusiones. Capmany se está refiriendo, sin duda, a Margaret y John Rowntree, estudiosos del fenómeno juvenil de la época, y que en 1968 han publicado un artículo14 titulado “Youth as a Class”, en el que estudian la explotación de la juventud por el sistema y cómo esa explotación les hace “crecerse” y adquirir una conciencia de clase. Desde el punto de vista de los Rowntree, la juventud del momento estudiado reúne las características necesarias para ser considerada como clase -aunque sea una clase explotada por el sistema, según ellos- , y como Capmany hace la la observación de que el análisis de los Rowntree sería fácilmente aplicable, cabe concluir que la respuesta (no tan oculta realmente) es que Capmany considera también que la juventud es una clase, si bien hace una reserva respecto a la situación de “... les nostres latituds...”. La reserva hay que enmarcarla, recordémoslo, en el entorno social de la España y la Catalunya de finales de los 60, con un desfase en muchos sentidos respecto al resto de la sociedad occidental, desfase que hace que Capmany no quiera extrapolar las conclusiones que ve claras en el marco juvenil general occidental.

➌Analizado ya el núcleo del fragmento del ensayo de Capmany, clarificada su pregunta y comentada su posible respuesta, podemos, para finalizar, ver qué características reconoce Capmany en el grupo juvenil para considerarlo como lo considera. En vez de organizar simplemente esas características tal como las va enumerando la autora, se van a ir contrastándolas a la vez con las características encontradas y analizadas en el texto de Hobsbawm, de manera que podamos valorar la convergencia entre las opiniones ya analizadas de Hobsbawm y las de Capmany:

Capmany: “...la quantitat és la primera condició perquè es produexi el conflicte...” (párrafo 415)

PAC2: “...crecimiento casi exponencial de la demanda de estudios superiores y medios...” , “...en el marco descrito, un gran número de personas con un...” (punto 4)

Campany: “...la adolescència ha deixat de ser l'estat precari... ...plenitud d'energíes... eclosió de la sexualitat...” (párrafo 5)

PAC2: “La adolescencia deja de ser lo que era mayoritariamente, una época pre-laboral de aprendizaje...” (punto 4) , “...de la moda, del sexo y de la droga como elementos de transgresión y separación...” (punto 6)

Capmany: “...els períodes d'estudi previs per a aconseguir un lloc...” (párrafo 5)

PAC2: “..se popularizan y retrasan la incorporación de los jóvenes al mercado laboral..”(punto 4)

Capmany: “...es converteix en blanc de tota mena de sol.licitacions...” (párrafo 6)

PAC2: “...les hizo ser objeto del interés económico de la sociedad...” (punto 4)

Capmany: “...la seva consciència de joventut...” (párrafo 6)

PAC2: “...el sentimiento de pertenencia a un grupo diferente...” (punto 4)

Capmany: “...la jovenesa... plenitud de valors en ella mateixa...” (párrafo 6)

PAC2: “...la juventud pasa a ser considerada la “culminación” de la vida, y no su preparación...” (punto 4)

Capmany: “...sense formar part de la classe treballadora...” (párrafo 7)

PAC2: “...distanciándose en cierta manera del resto de la sociedad, en la que ya no se sienten integrados plenamente...” (punto 4)

Capmany: “...la seva actitud de revolta...” (párrafo 8) , “...una actitud de repte absolutament nova...” (párrafo 10)

PAC2: “...ese rechazo tiene que valerse de algún arma eficaz...” (punto 6)

 

Es fácil concluir. a la vista de estas citas, que tanto Campany en 1969 como Hobsbawm en 1994 describen de manera muy similar las características del grupo estudiado. Y ambos, explícita o implícitamente, lo reconocen como una nueva clase, con las fronteras todo lo difusas y cambiantes que se quieran, pero diferenciadas: la juventud en las décadas estudiadas ha tenido influencia política (si bien es cierto que no de manera directa, como ya hemos visto), ha tenido un importante cambio de pensamiento y de pautas de comportamiento, y se ha hecho con un nicho en la ecología económica del momento.

(Volver al Índice)

11 - Biblio y webgrafia.

A)Los libros utilizados para realizar el trabajo se exponen a continuación, especificando los capítulos utilizados realmente:

1.-HOBSBAWM, E., “Historia del Siglo XX”, Crítica, Barcelona, 2007. (Capítulos X “La revolución social” y XI “La revolución cultural”)

2.-MAIR, L., “Introducción a la antropología social”, Alianza Universidad, Madrid, 1980. (Capítulos 1 “Qué es la antropología social” y 4 “La diferenciación social”)

3.-MARÍAS, J., “La mujer en el siglo XX”, Alianza Editorial, Madrid, 1980.

Se ha evitado, a lo largo del trabajo, poner citas concretas a estos textos a pie de página, para facilitar la lectura. En realidad, se ha trabajado exhaustivamente el libro de Hobsbawm, dada la naturaleza del trabajo a desarrollar, y el de Mair sólo para precisar algunos conceptos sociales (cultura, clase...) que siempre son dificultosos. La re-lectura del de Marías se ha usado para situar el marco general de ese punto en concreto. Los otros libros usados en la PAC1 -Tortella, Villares y Bahamonde- así como el clásico de Giuseppe Mammarella “Historia de Europa contemporánea desde 1945 hasta hoy” no me han sido de utilidad dado que su enfoque es esencialmente político y no social/cultural.

B)La información utilizada basada en la WEB, aunque ya se ha ido citando a lo largo del trabajo, se expone a continuación agrupada temáticamente para seguir mejor el cómo se ha incorporando al mismo. (Los enlaces se han comprobado todos el 27/04/2008 a las 10 h.)

El marco histórico:

HistoriaSigloXX.org, “La guerra fría 1945-1985

http://www.historiasiglo20.org/GF/index.htm

Sobre los cambios:

Mazoyer, M., Universidad de París I Sorbonne, “Defendiendo al campesinado en un contexto de globalización”, Informe para la FAO, 2001.

http://www.fao.org/worldfoodsummit/msd/Y1743s.pdf

Groppo, B., Centre National de la Recherche Scientifique, Universidad de Paris I Sorbonne “La trayectoria del movimiento obrero en Europa occidental en el Siglo XX: realizaciones, fracasos, mutaciones”, 1999.

http://www.gestiopolis.com/recursos4/docs/eco/traymovobreur.htm

Solé, J., Universitat Rovira i Virgili, Tesis Doctoral, “Antropología de la educación y pedagogía de la juventud. Procesos de enculturación”, 2005 (Cap. 9)

http://www.tdx.cat/TDX-0324106-111420/

Sobre revoluciones y clases sociales:

Ballesteros, F.Contribución al estudio del concepto de revolución”, Revista de Estudios Políticos, Nº 203, 1975 , 107-144

http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1705000&orden=0&info=link

Korn, F., “Notas para una Historia del Concepto de Clase”, Revista de Estudios Públicos, nº 13, 1984

http://www.cepchile.cl/dms/archivo_1007_913/rev13_korn.pdf

Arnotetto, E.J., “Curso de teoría política”, 2007, Cap. 7, “La lucha de clases

http://www.eumed.net/libros/2007b/300/100.htm

Max Weber

http://www.sociologicus.com/clasicos/weber3.htm

Martínez, A., “Reflexiones en torno al concepto de clase social. Pierre Bourdieu y el espacio social pluridimensional”, Astrolabio, Revista virtual del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Córdoba, nº 2, 2006.

http://www.astrolabio.unc.edu.ar/articulos/bordes/articulos/martinez.php

Anarchy, reseña del artículo “Youth as a Class” de Margaret y John Rowntree, London, 1968

http://www.hippy.com/article-332.html

Sobre Maria Aurèlia Capmany:

Associació d'Escriptors en Llengua Catalana (AELC),

http://www.escriptors.cat/autors/capmanyma/pagina.php?id_sec=414

*********************************

Esta plenitud del hecho revolucionario es un carácter que escapa a los teóricos de las doctrinas liberales, habituados a disociar las instituciones políticas de las instituciones sociales... La revolución afecta a todos los aspectos de la vida común, porque en nuestras sociedades modernas ningún problema es independiente de los demás. Es vano creer que se puede aislar el problema político del problema social, éste del problema económico, y que, en fin, se puede resolver parcialmente la cuestión del destino temporal y espiritual del hombre. La era de los compartimientos estancos se ha cerrado ” (Georges Burdeau, “Traité de Science Politique”)

 

José Carlos Vilches Peña

En Vielha, a 27 de abril de 2008

(Volver al Índice)

12 - Notas en el texto.

1MAIR, L., “Introducción a la antropología social”, Alianza Universidad, Madrid, 1980, pág. 19.

2Un buen resumen cronológico puede verse en http://www.historiasiglo20.org/GF/index.htm

3Sin embargo, es instructivo leer este informe de la FAO www.fao.org/worldfoodsummit/msd/Y1743s.pdf en el que se ve claramente que “no es oro todo lo que reluce”, dado que las desigualdades en el mundo agrícola se han agudizado enormemente.

4Chateaubriand lo dice mejor que yo lo diría: "Le temps fait pour les hommes ce que l'espace fait pour les monuments, on ne juge bien des uns et des autres qu'à distance et au point de la perspective ; trop près on ne les voit pas, trop loin on ne les voit plus. (El tiempo hace con los hombres lo que el espacio hace con los monumentos: sólo se pueden juzgar correctamente, unos y otros, con la distancia y tomando perspectiva: demasiado cerca, no se ven; demasiado lejos, se ven menos todavía)" (en "Memorias de ultratumba", Libro 29, Cap. VII, consultable en línea en la dirección http://www.bacdefrancais.net/memoires_texte.html)

5Una buena descripción de la evolución del proletariado en el Siglo XX puede leerse en www.gestiopolis.com/recursos4/docs/eco/traymovobreur.htm

6Sobre este tema puede verse la tesis doctoral (URV) http://www.tdx.cat/TDX-0324106-111420/ , especialmente el capítulo 9.

7Marías, J., La mujer en el siglo XX, Alianza, Madrid, 1980, un libro absolutamente recomendable, con una visión muy “cercana” sobre el tema.

8Ballesteros, F. “Contribución al estudio del concepto de revolución”, Revista de Estudios Políticos, Nº 203, 1975 , 107-144, consultable en línea en http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1705000&orden=0&info=link

9Un buen sitio para detalles biográficos, bibliográficos, comentarios... sobre la autora es http://www.escriptors.cat/autors/capmanyma/pagina.php?id_sec=414

10Véase, por ejemplo, Korn, F., “Notas para una Historia del Concepto de Clase”, Revista de Estudios Públicos, nº 13, 1984, consultable en línea en www.cepchile.cl/dms/archivo_1007_913/rev13_korn.pdf

11Arnotetto, E.J., “Curso de teoría política”, 2007, Capítulo 7 “La lucha de clases” , consultable en línea en http://www.eumed.net/libros/2007b/300/100.htm

13Martínez, A., “Reflexiones en torno al concepto de clase social. Pierre Bourdieu y el espacio social pluridimensional”, en Astrolabio, Revista virtual del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Córdoba, nº 2, 2006, consultable en línea en http://www.astrolabio.unc.edu.ar/articulos/bordes/articulos/martinez.php

14El artículo en cuestión se publicó en el “International Socialist Journal”, en febrero de 1968, pp. 25-58. También se publicó en la sección italiana del mismo I.S.J, “Problemi del socialismo”, en setiembre de 1968 con el título “La Gioventú Come Classe”. Es un artículo ampliamente citado, pero del que he sido incapaz de encontrar una versión electrónica completa. En la base de datos ERIC hay una referencia a él en texto completo, pero figura ya descatalogado: www.eric.ed.gov/ERICWebPortal/recordDetail?accno=EJ045152

Tampoco lo he encontrado en JSTOR, ni en Springer, ni en el resto de recursos de la Biblioteca de la UOC. Existen, evidentemente, copias en papel en varias Universidades, pero inalcanzables para mí. Una reseña muy correcta (a pesar de la apariencia del entorno, y en la que me he basado para mis apreciaciones) se puede encontrar en la página http://www.hippy.com/article-332.html

15Se han numerado los párrafos del documento comentado.

(Volver al Índice)