2 - Objetivo de estas páginas.
Al principio de la primera PAC de esta asignatura de Historia
Contemporánea II podía leerse:
Cuando se vuelve la vista atrás y se estudian los últimos 100 años de la
Historia Mundial, destacan cuatro momentos/acontecimientos claves en la misma:
la Primera Guerra Mundial, la ascensión de los fascismos en sus diferentes
formas en la primera posguerra, la Segunda Guerra Mundial y la gran
revolución/transformación social de la segunda mitad del siglo XX (en la que
algunos pretenden ver el auténtico fin del Neolítico...)
Pues bien, en esta segunda PAC se nos propone estudiar precisamente
“la gran revolución / transformación social de la segunda
mitad del siglo XX” en el
marco de las sociedades occidentales y ciñéndose a las dos décadas
entre 1950 y 1970 (digamos que entre la implantación del Plan
Marshall de recuperación europea y el fenómeno del Mayo francés de
1968)
El trabajo constará de tres partes: una exposición de los
cambios sociales y culturales que se produjeron en esas coordenadas
espacio-temporales, una valoración de dichos cambios en el sentido
de si pueden ser considerados revolucionarios, y un comentario de
texto relacionado con una faceta del tema que nos ocupa.
Dado que la cultura, como dice por ejemplo Mair1,
“...es el modo en el que se expresan y simbolizan las
relaciones sociales.”, parece mejor hacer la primera parte del
trabajo exponiendo los cambios sociales y culturales conjuntamente,
agrupados temáticamente.
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3 - Introducción. El contexto histórico.
Difícilmente puede abordarse el estudio de las dos décadas que
se proponen sin hacer al menos una breve referencia al contexto
histórico/político en el que se van a producir los cambios sociales
y culturales que estudiaremos.
El mundo ha salido de la II Guerra Mundial con importantes daños,
tanto demográficos como económicos. Esos daños son especialmente
fuertes en Europa, teatro principal del conflicto, y dentro de ella
es posiblemente Alemania donde la destrucción del tejido industrial
ha alcanzado la cota más alta, siendo Rusia la que tuvo pérdidas
humanas mayores (aunque no porcentualmente).
Ya desde los últimos meses de la II G.M. se intuía que los aliados
occidentales iban a tener, a corto o a medio plazo, serias
dificultades para mantener la alianza con la Rusia estalinista. Así
ocurrió, y tras una serie de acontecimientos en cierta manera
previsibles (Churchill lo veía más claro que Roosevelt/Truman),
incluyendo el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre Japón (en
parte como demostración de fuerza ante Rusia), el mundo se polariza
en dos grandes bloques ideológicos, políticos, militares,
culturales... Simplificando, puede hablarse de un bloque occidental,
bajo la guía y tutela de los Estados Unidos de América, y de un
bloque oriental liderado por Rusia, en aquel momento, la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas. Las “relaciones” entre ambos
bloques son bien tirantes, y se instaura entre ellos una “guerra
fría2”
que va a orientar y condicionar la historia del mundo hasta
(simbólicamente) la caída del muro de Berlín en 1989.
En esta marco político general, la reconstrucción de la Europa
occidental, maltrecha a fondo por la guerra, era una prioridad
inevitable para los Estados Unidos de América, que la impulsaron -y
controlaron- con la creación del llamado Plan Marshall en 1948. Con
un enfoque claramente keynesiano, la economía europea occidental se
recupera y crece espectacularmente, entrando en unos “años
dorados” en lo que todo parece posible desde el punto de vista
económico: el pleno empleo, las intensas políticas del “estado
del bienestar” (con unas prestaciones sociales generosas y
universales), el desarrollo de las infraestructuras públicas como
apoyo a la economía general...
La situación económica, próspera y, aparentemente, “para
siempre”, entra en simbiosis con los sistemas políticos
democráticos, y el mundo occidental entra en unas décadas de una
gran estabilidad política y económica. Como vamos a ver a
continuación, esa estabilidad no se hará extensiva a los aspectos
sociales y culturales.
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4 - La agricultura: ¿fin del Neolítico?
Por
seguir un orden tradicional, comenzamos con los cambios que se
producen en la agricultura, que hasta mediados del Siglo XX ocupaba
mayoritariamente a la población mundial.
➊Lo
primero que se observa es que al final del período estudiado, el
campesinado ha visto reducido
su número hasta
valores increíblemente bajos, que porcentualmente pueden medirse con
una sola cifra. Esta drástica disminución3
se produce no
sólo en los países industrializados (tal como Marx había
previsto), sino que también se observa, y no siempre con menor
intensidad, en países poco industrializados.
La agricultura, que evidentemente
no desaparece, se convierte en una actividad sostenida con una muy
pequeña parte de la población activa, lo que aleja al resto hacia
otras actividades. Si el Neolítico se caracterizó esencialmente por
la aparición masiva del recolector sustituyendo al cazador, si hasta
el Siglo XX la agricultura y todas sus actividades derivadas
constituían el núcleo de todas las sociedades, a partir de este
momento ello ya no es así, y podemos hablar del auténtico fin del
Neolítico.
Las causas que impulsaron la
aparición de la agricultura hace doce milenios pueden ser
discutibles (la agricultura no tenía porqué ser la “mejor opción”
de subsistencia), pero las causas de su “desaparición” de la
escena cotidiana actual las conocemos bien: la tecnología
permitió una profunda mecanización de las tareas agrícolas, que
juntamente con los conocimientos biotecnológicos produjo un
aumento exponencial de la productividad, y, por otro lado, el capital
encontró en la agricultura (especialmente en la intensiva) un campo
atractivo para sus inversiones, sin tanta mano de obra, con el
transporte resuelto por las potentes redes de comunicaciones,...
➋Las
consecuencias culturales son profundas, como puede imaginarse, a
pesar de que en gran medida son difíciles de ver y de valorar ya que
estamos de lleno inmersos en su proceso evolutivo de implantación en
el tiempo largo. Como suele decirse4,
“estamos demasiado cerca para verlo bien”, pero no cabe duda de
que estamos frente a un proceso de cambio sin precedentes en la
historia cultural de la humanidad.
La
neolitización fue un conjunto revolucionario de cambios –que
algunos piensan que eran inevitables- difícilmente estudiables por
separado: cambios tecnológicos y biológicos, económicos y
sociales, mentales y religiosos... cambios que, a la inversa,
identificamos fácilmente en las décadas del Siglo XX que estamos
estudiando: hay cambios en las ideas religiosas (tan características
del Neolítico) y en su praxis, que se aleja de una de las primeras
razones de la existencia de la religión como elemento cultural
básico, la sacralización de la naturaleza; hay también cambios en
el uso del territorio, que deja de tener el carácter rural que lo
caracterizó hasta ahora, y se produce una urbanización masiva,
imparable, de efectos y consecuencias aún difíciles de valorar, con
la aparición de culturas grupales típicamente urbanas, inexistentes
anteriormente.
Y
si se piensa que el Neolítico fue una revolución frente al
Paleolítico, hemos de aceptar pues que se piense que su final
también es una revolución (industrial, social, cultural)...
aunque con el inconveniente de que no sabemos demasiado bien “frente
a qué”, como se desarrollará en el punto 7 de este trabajo.
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5 - La industria: ¿fin del proletariado?
De
la misma manera que el el punto anterior hemos comentado los cambios
ocurridos en el campesinado, lo haremos ahora para el proletariado
industrial, que recibió una parte de la mano de obra que abandonaba
la agricultura.
➊La
situación es muy diferente en este ámbito industrial, y se observa
que la clase trabajadora del sector secundario no sufrió la misma
disminución que la del sector primario, de la que recibió un
flujo sostenido de trabajadores para las nuevas necesidades
industriales que el fuerte desarrollo iba generando. Hubo, eso sí,
cambios organizativos, de localización, aparición de nuevas
industrias basadas en las nuevas tecnologías, pero en el conjunto
del mundo occidental hay que esperar hasta los años 80 del siglo
pasado para encontrar una crisis industrial que suponga un importante
cambio en la población ocupada en el sector5.
Sin
embargo, lo que sí cambió notablemente -y hoy en día se nota con
claridad- es la conciencia de clase del proletariado industrial, que
resultó muy difuminada en comparación con lo que era en el período
anterior a la II G.M. La prosperidad general produjo un cierto
abandono de las reivindicaciones colectivas -hecho en el que los
sindicatos tuvieron su parte de responsabilidad- y el individualismo
llenó el hueco que la colectividad dejó.
En
este orden de cosas, uno de los principales problemas nuevos surgidos
en este ámbito fue la gran fractura que se produjo entre los
trabajadores cualificados y los no cualificados, fractura que se
amplia día a día y produce una “subclase” con un futuro en lo
laboral muy limitado. Y también cabe señalar la aparición en este
período de las corrientes migratorias masivas internacionales
(argelinos hacia Francia, turcos y españoles hacia Alemania, países
de la Commonwealth hacia Inglaterra, mejicanos hacia Estados
Unidos...) , que ha introducido importantes tensiones en el
mercado del trabajo industrial.
➋Este
fenómeno migratorio masivo causó un fuerte impacto cultural. Además
de la gran urbanización producida por el abandono de las tareas
agrícolas (ver punto anterior), en las ciudades es donde
esencialmente se asienta la mayoría de los emigrantes que buscan
trabajo en la sociedad próspera que los recibe, de manera que las
ciudades occidentales se internacionalizan en gran medida, y son
crisol -o yunque- de diferentes culturas. El choque cultural, con la
eterna discusión entre asimilación o no asimilación, se pone
claramente de manifiesto en las décadas en estudio, y se agudiza
cada vez más después de ellas por los cambios habidos en las
condiciones económicas de las sociedades occidentales.
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6 - La juventud: ¿una nueva clase?
El
campesinado, en declive; el proletariado industrial, en un proceso de
desclasamiento y de diferenciación en función de la
cualificación... a cambio, vamos a ver ahora cómo en la época
estudiada aparece un fenómeno por el cual una importante fracción
de la población, existente desde siempre, se constituye en un grupo
con unas características sociales, económicas, culturales,...
claramente diferenciadas del resto, es decir, se constituye como una
“nueva clase”.
➊La
necesidad de más formación para poder acceder a los nuevos empleos
de mayor cualificación, la voluntad de usar esa formación como un
“ascensor social” y la expectativa de un mayor salario son los
factores clave que explican el crecimiento casi exponencial de
la demanda de estudios superiores y medios, siendo la prosperidad
general el marco en que este crecimiento tan fuerte es posible.
La
adolescencia deja de ser lo que era mayoritariamente, una época
pre-laboral de aprendizaje, y los estudios superiores, antaño
restringidos a una élite, se popularizan y retrasan la incorporación
de los jóvenes al mercado laboral. Ese retraso, fortaleciendo el
sentimiento de pertenencia a un grupo diferente, hace que los jóvenes
estudiantes universitarios se transformen en un nuevo factor
social, cultural, político y económico de primera magnitud,
distanciándose en cierta manera del resto de la sociedad, en la que
ya no se sienten integrados plenamente.
➋El
fenómeno juvenil, inicialmente universitario, se extiende a otros
sectores sociales, y la juventud en general, por primera vez en la
historia, produce una “fractura generacional” que marca las
pautas de comportamiento en las relaciones intergeneracionales a
partir de este momento. La nueva cultura del mundo juvenil,
constituido como grupo social y cultural independiente del resto,
tiene unas consecuencias que subvierten el “orden” cultural
tradicional: la juventud pasa a ser considerada la “culminación”
de la vida, y no su preparación; el conocimiento de las nuevas
tecnologías y saberes es mayor en la juventud que en las personas
maduras del momento, y el tradicional traspaso de experiencia y
conocimientos hacia la juventud desde la madurez queda invertido; las
fronteras quedan diluidas ante la pujanza del fenómeno, y la
juventud del mundo occidental es marcadamente internacional, con una
difusión eficaz y rápida de su cultura y sus subculturas.
Esta
irrupción de la juventud como clase en todos los ámbitos de la
sociedad fue posible en el marco descrito, un gran número de
personas con un (relativamente) alto poder adquisitivo, que les hizo
ser objeto del interés económico de la sociedad y que les permitió,
en gran manera, forjar sus “señas de identidad6”.
Y
así, el gran rejuvenecimiento de la sociedad conduce (con
pocas excepciones) a una separación generacional “real” como
nunca se había producido antes. La separación entre generaciones es
completa, ni las anteriores entienden como las posteriores pueden
“ser así”, ni las nuevas generaciones entienden -ni saben- nada
de las condiciones en las que se movieron las anteriores. Se han
formado dos mundos, si no antagónicos, sí disjuntos.
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7 - La mujer: ¿una nueva fuerza?
De
la misma manera que en el punto anterior hemos visto cómo ha
aparecido la clase de los jóvenes, con una autonomía real respecto
a la familia nuclear, veremos ahora la aparición de otra fuerza
diferenciada, la femenina, constituyendo uno de los cambios más
trascendentes en la época que estudiamos.
➊En
efecto, una vez vencidos muchos tabúes laborales (la mujer llevó
una gran parte del peso de la retaguardia en la II G.M., trabajando
en todos los sectores), en la época desarrollista que estudiamos se
produce una fortísima y acelerada incorporación de la mujer
al mundo del trabajo. Cabe señalar dos características importantes
en esta incorporación: el sector terciario es el que recibe la mayor
parte del trabajo femenino (incluida la enseñanza media y superior)
, y no es sólo la mujer soltera -sin obligaciones familiares- la que
entra en ese mercado laboral, sino que lo hace de manera análoga la
mujer casada7.
Desde
un punto de vista político, esta entrada de la mujer en pie de
igualdad -al menos, teórico- con el hombre, produce una eclosión de
movimientos feministas, que derivan rápidamente en grupos de presión
política y social “de facto”, implicándose fuertemente en el
ámbito público trascendiendo el privado en que se habían movido
hasta entonces. Evidentemente, se encuentran enormes diferencias
entre esta situación en el mundo occidental, el mundo comunista y el
mundo islámico, por no citar más los tres que más interacción
tienen en esos momentos.
➋Con
la mujer trabajando fuera de casa -de la misma manera que hemos visto
antes que la juventud “ya no está en casa”- era previsible que
se produjeran cambios importantes en las pautas familiares de
comportamiento, tanto de la familia como institución en su conjunto
como de los individuos que la componen. La cultura familiar se
transforma así rápidamente, desde muchos puntos de vista. La
cultura económica, por ejemplo, se adapta a la existencia de dos
sueldos, con la capacidad de compra y endeudamiento que ello supone,
y el acceso a la propiedad y a bienes de alto precio se hace
accesible a muchas familias. La estabilidad familiar -el matrimonio
para toda la vida-, la prevalencia de los varones, la coexistencia en
el núcleo familiar de abuelos, padres e hijos... son factores
culturales que entran en crisis en las décadas posteriores a la II
G.M., y sus manifestaciones son fácilmente visibles en el conjunto
de la sociedad: alto número de divorcios, aumento notable de las
personas que viven solas sin formar núcleo familiar, disminución
por tanto del número -y tamaño- de las familias tradicionales,
pautas de reproducción al margen de la familia relacionadas y
facilitadas por la nueva manera de abordar la cultura del sexo... Y
la sociedad occidental acepta, de una manera u otra, estos cambios,
plasmándolos en leyes “permisivas” que los realimentan al haber
cambiado los patrones sancionadores de conductas impensables antes
de este momento.
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8 - El conjunto de los cambios. Individuo versus sociedad.
Aunque
hayamos mirado los cambios sociales y culturales agrupados
temáticamente en cuatro grandes apartados, las cosas no son así en
la realidad, y todos esos cambios actúan sinérgicamente,
potenciándose e influyéndose mutuamente. Trataremos ahora de
esbozar el resultado final de todos esos cambios, vistos en su
conjunto.
➊A
modo de resumen, podemos decir que el resultado de todos los cambios
estudiados es la ruptura entre el individuo y la sociedad. Se
trata de una ruptura real, rápida, en todos los ámbitos
(relaciones, modelos, pautas de comportamiento), solamente matizada
por la aceptación acrítica de pautas grupales que diluyen un tanto
ese individualismo en algunas de sus facetas.
Para
conseguir esa individualización, esa ruptura, la persona debe
“liberarse” de lo tradicional, ya caduco. Y ese rechazo tiene que
valerse de algún arma eficaz para afianzarse, y así se extiende el
uso (y abuso) de la moda, del sexo y de la droga como elementos de
transgresión y separación. Sin embargo, la sustitución de las
antiguas pautas de conducta tiene un problema inesperado, que produce
inseguridad e incerteza: no hay nada concreto que venga a sustituir
lo antiguo, dado que la liberación, la “realización personal”
(en una expresión de amplio éxito...) es exactamente eso, un
asunto personal, en el que no hay un consenso de cómo hacerlo ni
dónde llegar. El individualismo, signo de estos tiempos, fragmenta
la sociedad y desaparecen muchos mecanismos de cohesión
tradicionales sin ser sustituidos por ningún otro.
➋Sin
intención de ser exhaustivos, puede hacerse aquí, a modo de
conclusión, un listado de las principales consecuencias que la
generalización de ese individualismo produjo:
Las
generaciones que coexisten en ese momento se han formado en dos
mundos diferentes, un mundo reglado, colectivo, cohesionado, y un
mundo permisivo, individualista, desagregado.
Las
instituciones clásicas que daban estabilidad a la sociedad, como la
familia y la iglesia, sufren fuertemente en su implantación y en su
influencia debido a esa desagregación individualista.
El
liberalismo en la economía no tiene prácticamente límites, ya
que, como todo, se trata de una cuestión individual, en la que el
grupo cuenta poco.
La
política del “Estado del bienestar” deriva claramente hacia un
bienestar individual, no de la colectividad.
Los
mecanismos de “seguridad social” derivan también hacia el
individuo, no hacia la sociedad en conjunto, y podrían llamarse
perfectamente de “seguridad personal”.
Las
redes de parentesco desaparecen del entramado de usos y costumbres,
y en muchos casos son sustituidas por redes de delincuencia
organizada.
La
crisis de los valores tradicionales y de los conceptos de valores es
absoluta, con el agravante de no alcanzarse ningún paradigma
sustitutorio.
El
capitalismo empieza a mostrar, a finales del período estudiado,
síntomas preocupantes de disfuncionalidades graves, ocultas en sus
mecanismos no explícitos de funcionamiento.
Los
cambios estudiados han sido pues sustanciales, rápidos, universales,
duraderos en lo esencial, y parecen hoy en día sentidos y
asentados en nuestra sociedad y en nuestra cultura. Sólo el
tiempo -como siempre- nos dirá cómo cambiarán la Historia.
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9 - ¿Cambios o revolución?
Ante
la rapidez, la universalidad y la profundidad de los cambios
estudiados, cabe plantearse la cuestión de si nos encontramos, o no,
frente a “revoluciones”, una social, la otra cultural, tal como
las denomina Hobsbawm.
Debe
empezarse la respuesta advirtiendo que si no hay un esfuerzo de
precisión, al menos semántica, la palabra revolución puede
albergar en su seno “cualquier cosa”. De pocas palabras se ha
abusado tanto como de esta, que de entrada tuvo un significado
político casi exclusivamente.
Dadas
las ideas que Hobsbawm tiene sobre el marxismo, diremos para comenzar
que no puede estar usando la palabra “revolución” en el sentido
marxista. La gran revolución, punto final de la dialéctica
burguesía-proletariado, ni se ha producido ni tiene visos de
producirse. Así pues, no es en ese sentido total, definitivo, en el
que Hobsbawm usa el término “revolución”.
➊Muchos
autores8
han intentado definir con claridad el concepto de
revolución, siempre desde el punto de vista de la acepción
política, intentado llegar a esa definición a partir de las causas
que provocan las revoluciones. Lefebvre, Duverger, Burdeau y Sorokin
son una pequeña muestra.
Se
observa en todos ellos un factor común, con el que es fácil estar
de acuerdo: la naturaleza revolucionaria de unos hechos históricos
se evidencia cuando hay un cambio de un modelo de sociedad a
otro, sustituyendo un sistema de valores por otro, generándose así
un cambio en las estructuras sociales juntamente con un cambio en el
paradigma cultural.
Por
tanto, para hablar de revolución en su acepción inicial, no puede
hacerse si no se produce la creación de un nuevo orden en la
forma política de organización social, con cambio real de sus
principios básicos, con una modificación del ordenamiento jurídico
vigente.
Si
nos preguntamos si es este punto de vista el que Hobsbawm usa para
hablar de revolución en las décadas 1950-1970, debemos concluir que
no. Los cambios estudiados no produjeron una sustitución del poder
político, no fueron una cuestión de “toma del poder” como lo
fue, por ejemplo, la revolución bolchevique a principios de siglo.
Es cierto que se hicieron reformas legislativas debidas a las nuevas
necesidades y pautas sociales, pero en ningún momento se produjo una
subversión del ordenamiento jurídico vigente, ni las democracias
occidentales dejaron de ser democracias, ni los grupos dirigentes
fueron substituidos por otros.
➋Si
las revoluciones que comenta Hobsbawm no fueron “revoluciones
políticas” en el sentido clásico del término, debemos buscar
pues la acepción que usa desde otro punto de vista. Y efectivamente,
encontramos que el término “revolución” deja de tener el
sentido exclusivo de “revolución política”, y se extiende hacia
otras facetas de las relaciones sociales, aceptándose que otras
revoluciones son posibles, además de la revolución política,
empezando a hablarse de revolución social, de revolución
económica,... Desde esta óptica, se acepta que las revoluciones
deben modificar los derechos políticos individuales, pero también
deben afectar a la economía y a la estructura social en general. Y
no se trata de una cuestión de ritmo (no importa si es rápido o
lento) ni de método (no necesariamente violento), ni de la toma del
poder (no siempre necesaria y/o conveniente), sino más bien de un
instrumento de renovación social en sentido amplio, más en la base
que en la cúspide del poder. Por ejemplo, Sorokin adopta este punto
de vista más social de la revolución y dice que una revolución
lo es si si...
...hay
cambios en las estructuras individuales de pensamiento.
...se
producen cambios éticos y religiosos.
...aparecen
cambios en las pautas de comportamiento colectivas (cultura).
...hay
modificaciones en las ideologías.
...aparecen
nuevos modos de propiedad y de acceso a la misma, se producen
modificaciones en la sexualidad y se generan nuevas tipologías
laborales.
De acuerdo con esta relación de características de la revolución,
debemos concluir que Hobsbawm está usando el término en este
sentido social, no hay más que contrastar cada uno de estos puntos
con los cambios explicados en la primera parte de este trabajo para
verlo. Los cambios de las décadas 1950-1970 en las sociedades
occidentales cabe pues considerarlos claramente “revolucionarios”
en el sentido aquí explicado.
➌Pero aún hay otro punto de vista a considerar. En la sociedad
cada individuo tiene una posición dentro de ella, posición que le
permite desarrollar unas ciertas funciones, tradicionalmente ligadas
a la posición. Las revoluciones clásicas habían hecho hincapié en
la sustitución de la posición (el status
suele decirse) sin preocuparse en exceso de los cambios en las
funciones (suele hablarse del rol
). Por ello observamos que muchos movimientos potencialmente
revolucionarios fracasan porque se limitan a una sustitución del
status sin cambiar los roles, entrando los individuos en una
contradicción insalvable al intentar mantener los mismos roles
dentro de un status diferente. Por el contrario, los movimientos
revolucionarios que hacen hincapié en el cambio de los roles y no
tanto del status, se revelan a la larga como mucho más eficaces y
duraderos.
Y este cambio de funciones, más que de posiciones, es lo que permite
hablar de revolución en un sentido más amplio, y hacerlo pues de
revolución juvenil, de revolución sexual, de revolución de la
mujer,... de revolución cultural en suma.
No cabe duda que este tipo de revolución con cambio de rol
(sin demasiado cambio de status) es el que observamos en los cambios
descritos por Hobsbawm, así que, desde este punto de vista cabe
también calificarlos de revolucionarios.
➍Como
resumen y conclusión puede decirse de los cambios descritos por
Hobsbawm en las sociedades occidentales de la época estudiada lo
siguiente:
No son una revolución política
en sentido clásico.
Sí son una revolución en el
sentido social y cultural explicado en este apartado.
Son una revolución más de
funciones (roles) que de posiciones (status).
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10 - Un texto sobre la juventud (M.A. Capmany, 1969)
Como
colofón de esta PAC2, se nos propone hacer un comentario sobre un
texto de Maria Aurèlia Capmany, un fragmento de su ensayo “La
joventut és una nova classe?”
publicado en 1969 en Barcelona.(Puede encontrarse el artículo completo
aquí, aquí y aquí)
Maria
Aurèlia Campany9
(1918-1991),
maestra, filósofa, ensayista, novelista y, sobre todo, una mujer
comprometida con su tiempo, publica este ensayo en 1969, justo al
final de las dos décadas que han sido objeto de estudio en este
trabajo. Hay que recordar que un año antes, en los sucesos del
“Mayo del 68” francés se ha puesto de manifiesto la incapacidad
de la “revolución juvenil” para hacer la “revolución”,
usando estas acepciones de “revolución” en el sentido explicado
en los apartados anteriores. En el contexto español y catalán en el
que se escribe y publica, hay que hacer constar que la dictadura
franquista, si bien matizada por las implicaciones de la guerra fría
y del desarrollo económico, está aún en plena vigencia. Por tanto,
es un texto que enlaza perfectamente con el tema estudiado, tanto
cronológica como temáticamente.
➊El
texto a comentar -y por extensión, todo el ensayo- plantea en lo
esencial una pregunta relacionada con los cambios estudiantiles y
generacionales estudiados anteriormente: la juventud de este período,
con sus cambios, su conciencia de pertenencia al grupo, sus
implicaciones revolucionarias, ¿puede ser considerada una clase
social nueva?
No
es de extrañar que se plantee esta pregunta, como tampoco es de
extrañar que Capmany eluda su respuesta explícita (si bien veremos
que acaba por darnos alguna pista acerca de lo que ella
contestaría...) Efectivamente, hay pocos conceptos
histórico-sociológicos más oscuros y escurridizos que el concepto
de clase10,
de clase social se sobreentiende, y para seguir la argumentación de
Capmany no hay más remedio que hacer alguna reflexión acerca de
cómo está usando ese concepto, para posteriormente poder intentar
responder a su pregunta.
Se
acepta comúnmente que el concepto de “clase social” nace con
Marx11.
Sin embargo, desde siempre la estratificación de la sociedad ha
estado presente en las estructuras sociales de cada tiempo, en alguna
de sus formas “clásicas”. Aristóteles nos habla de “ricos,
pobres y los demás”, Adam Smith nos habla de “aquellos que
viven de las rentas, aquellos que viven del salario y los que viven
de los beneficios del capital”. En esta división de la sociedad
(nótese que clase, en su aceptación etimológica, significa dividir
en grupos) reconocemos, al menos parcialmente, la idea de clase de
Marx. Este las reduce a dos, la clase burguesa y la clase del
proletariado, y la concepción marxista de la lucha de clases como
motor de la sociedad implica la destrucción de una de esas clases,
de manera que sólo quede la clase de los asalariados.
Evidentemente,
Capmany no se está refiriendo al concepto de clase desde este punto
de vista, ya que en su texto la única referencia a la juventud
relacionada con la burguesía aparece de forma hipotética, en
condicional (véase el final del primer párrafo “...la
burgesia produiría.... ...un virus de la misma clase”)
Después
de Marx suele citarse a Max Weber12,
quien esencialmente matiza la diferenciación entre “clase social”
y status, término
este ya explicado anteriormente. El status según Weber es la
estructura permanente, rígida, y la
clase es más flexible,
un atributo accidental del status. (Un “nuevo rico” puede cambiar
de clase, pero no se le reconocerá un status nuevo). Así, el
concepto de clase se flexibiliza, y después de Weber la sociología13
reconoce muchas diferentes maneras de estar un individuo enfrentado a
su posición en la sociedad, de manera que el concepto de clase se ha difuminado y
permeabilizado en
extremo.
Es
desde este punto de vista, más flexible que el marxista, desde el
que nos habla Capmany cuando dice, refiriéndose a la juventud,
“...un grup humà amb una certa cohesió i amb unes
determinades necessitats i finalitats...”.
➋Una
vez que ya creemos saber lo que se pregunta Capmany, intentaremos ver
qué es lo que responde a su pregunta. En el texto propuesto se
esquiva explícita mente la respuesta al menos en dos ocasiones:
“...en espera de la categorització que vulguem
donar-li...” y más adelante,
“...deixo doncs la pregunta posada; em sembla que és tot
el que em puc permetre.”
Así
pues, parece que Capmany no quiera responder a su propia pregunta.
Pero no es así, y nos da la pista clara de lo que, al menos,
“querría” responder cuando dice “...la temptació de
contestar a la pregunta se m'ha presentat.
L'anàlisi dels Rowntree hi podria conduir fàcilment;...”.
Sabemos pues lo que “podría” contestarse, aunque se contenga,
por una cuestión de método posiblemente, de falta de investigación
o de retraso en el proceso, ya que “...no és lícit
extendre les seves conclusions a les nostres latituds...”.
Por
tanto la clave parece estar en “los Rowntree” y en sus
conclusiones. Capmany se está refiriendo, sin duda, a Margaret y
John Rowntree, estudiosos del fenómeno juvenil de la época, y que
en 1968 han publicado un artículo14
titulado “Youth as a Class”,
en el que estudian la explotación de la juventud por el sistema y
cómo esa explotación les hace “crecerse” y adquirir una
conciencia de clase. Desde el punto de vista de los Rowntree, la
juventud del momento estudiado reúne las características
necesarias para ser considerada como clase
-aunque sea una clase explotada por el sistema, según ellos- , y
como Capmany hace la la observación de que el análisis de los
Rowntree sería fácilmente aplicable, cabe concluir que la respuesta
(no tan oculta realmente) es que Capmany considera también que la
juventud es una clase, si bien hace una reserva respecto a la
situación de “... les nostres latituds...”.
La reserva hay que enmarcarla, recordémoslo, en el entorno social de
la España y la Catalunya de finales de los 60, con un desfase en
muchos sentidos respecto al resto de la sociedad occidental, desfase
que hace que Capmany no quiera extrapolar las conclusiones que ve
claras en el marco juvenil general occidental.
➌Analizado
ya el núcleo del fragmento del ensayo de Capmany, clarificada su
pregunta y comentada su posible respuesta, podemos, para finalizar,
ver qué características reconoce Capmany en el grupo juvenil para
considerarlo como lo considera. En vez de organizar simplemente esas
características tal como las va enumerando la autora, se van a ir
contrastándolas a la vez con las características encontradas y
analizadas en el texto de Hobsbawm, de manera que podamos valorar la
convergencia entre las opiniones ya analizadas de Hobsbawm y las de
Capmany:
Capmany: “...la quantitat és la primera
condició perquè es produexi el conflicte...”
(párrafo 415)
PAC2:
“...crecimiento casi exponencial de la demanda de estudios
superiores y medios...” , “...en el marco descrito, un gran
número de personas con un...” (punto 4)
Campany:
“...la
adolescència ha deixat de ser l'estat
precari...
...plenitud
d'energíes... eclosió de la sexualitat...”
(párrafo 5)
PAC2:
“La adolescencia deja de ser lo que era mayoritariamente, una época
pre-laboral de aprendizaje...” (punto 4) , “...de la moda, del
sexo y de la droga como elementos de transgresión y separación...”
(punto 6)
Capmany:
“...els períodes d'estudi previs per a aconseguir un lloc...”
(párrafo 5)
PAC2:
“..se popularizan y retrasan la incorporación de los jóvenes al
mercado laboral..”(punto 4)
Capmany:
“...es converteix en blanc de tota mena de sol.licitacions...”
(párrafo 6)
PAC2:
“...les hizo ser objeto del interés económico de la sociedad...”
(punto 4)
Capmany:
“...la seva consciència de joventut...” (párrafo 6)
PAC2:
“...el sentimiento de pertenencia a un grupo diferente...”
(punto 4)
Capmany:
“...la jovenesa... plenitud de valors en ella mateixa...”
(párrafo 6)
PAC2:
“...la juventud pasa a ser considerada la “culminación” de la
vida, y no su preparación...” (punto 4)
Capmany:
“...sense formar part de la classe treballadora...”
(párrafo 7)
PAC2:
“...distanciándose en cierta manera del resto de la sociedad, en
la que ya no se sienten integrados plenamente...” (punto 4)
Capmany:
“...la
seva actitud de revolta...”
(párrafo 8) , “...una
actitud de repte absolutament nova...”
(párrafo 10)
PAC2:
“...ese rechazo tiene que valerse
de algún arma eficaz...” (punto 6)
Es
fácil concluir. a la vista de estas citas, que tanto Campany en 1969
como Hobsbawm en 1994 describen de manera muy
similar las características del grupo estudiado. Y ambos,
explícita o implícitamente, lo reconocen como una nueva clase,
con las fronteras todo lo difusas y cambiantes que se quieran, pero
diferenciadas: la juventud en las décadas estudiadas ha tenido
influencia política (si bien es cierto que no de manera directa,
como ya hemos visto), ha tenido un importante cambio de pensamiento y
de pautas de comportamiento, y se ha hecho con un nicho en la
ecología económica del momento.
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11 - Biblio y webgrafia.
A)Los
libros utilizados para realizar el trabajo se exponen a continuación,
especificando los capítulos utilizados realmente:
1.-HOBSBAWM,
E., “Historia del Siglo XX”, Crítica, Barcelona,
2007. (Capítulos X “La revolución social” y XI “La
revolución cultural”)
2.-MAIR,
L., “Introducción a la antropología social”,
Alianza Universidad, Madrid, 1980. (Capítulos 1 “Qué es
la antropología social” y 4
“La diferenciación social”)
3.-MARÍAS,
J.,
“La mujer en el
siglo XX”, Alianza
Editorial, Madrid, 1980.
Se ha evitado, a lo largo del trabajo, poner citas concretas a estos
textos a pie de página, para facilitar la lectura. En realidad, se
ha trabajado exhaustivamente
el libro de Hobsbawm, dada la naturaleza del trabajo a desarrollar, y
el de Mair sólo para precisar algunos conceptos sociales (cultura,
clase...) que siempre son dificultosos. La re-lectura del de Marías
se ha usado para situar el marco general de ese punto en concreto.
Los otros libros usados en la PAC1 -Tortella, Villares y Bahamonde-
así como el clásico de Giuseppe Mammarella “Historia de Europa
contemporánea desde 1945 hasta hoy”
no me han sido de utilidad dado que su enfoque es esencialmente
político y no social/cultural.
B)La información utilizada basada en la WEB, aunque
ya se ha ido citando a lo largo del trabajo, se expone a
continuación agrupada temáticamente para seguir mejor el cómo se
ha incorporando al mismo. (Los enlaces se han comprobado todos el
27/04/2008 a las 10 h.)
El
marco histórico:
HistoriaSigloXX.org, “La guerra fría
1945-1985”
http://www.historiasiglo20.org/GF/index.htm
Sobre
los cambios:
Mazoyer,
M., Universidad de París I Sorbonne,
“Defendiendo al campesinado en un
contexto de globalización”, Informe
para la FAO, 2001.
http://www.fao.org/worldfoodsummit/msd/Y1743s.pdf
Groppo, B., Centre National de la Recherche Scientifique,
Universidad
de Paris I Sorbonne “La trayectoria del movimiento obrero en
Europa occidental en el Siglo XX: realizaciones, fracasos,
mutaciones”, 1999.
http://www.gestiopolis.com/recursos4/docs/eco/traymovobreur.htm
Solé, J., Universitat Rovira i Virgili, Tesis Doctoral,
“Antropología
de la educación y pedagogía de la juventud. Procesos de
enculturación”, 2005 (Cap. 9)
http://www.tdx.cat/TDX-0324106-111420/
Sobre
revoluciones y clases sociales:
Ballesteros, F. “Contribución al estudio del concepto de
revolución”,
Revista de Estudios Políticos, Nº 203, 1975 , 107-144
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1705000&orden=0&info=link
Korn, F.,
“Notas para una Historia del Concepto de Clase”,
Revista de Estudios
Públicos, nº 13, 1984
http://www.cepchile.cl/dms/archivo_1007_913/rev13_korn.pdf
Arnotetto, E.J.,
“Curso de teoría política”,
2007, Cap. 7, “La lucha de clases”
http://www.eumed.net/libros/2007b/300/100.htm
Max
Weber
http://www.sociologicus.com/clasicos/weber3.htm
Martínez, A.,
“Reflexiones en torno al concepto de clase social. Pierre
Bourdieu y el espacio social pluridimensional”, Astrolabio,
Revista virtual del Centro de Estudios Avanzados
de la Universidad de Córdoba, nº 2, 2006.
http://www.astrolabio.unc.edu.ar/articulos/bordes/articulos/martinez.php
Anarchy,
reseña del artículo
“Youth as a Class”
de Margaret y John
Rowntree, London,
1968
http://www.hippy.com/article-332.html
Sobre
Maria Aurèlia Capmany:
Associació d'Escriptors
en Llengua Catalana (AELC),
http://www.escriptors.cat/autors/capmanyma/pagina.php?id_sec=414
*********************************
“Esta
plenitud del hecho revolucionario es un carácter que escapa a los
teóricos de las doctrinas liberales, habituados a disociar las
instituciones políticas de las instituciones sociales... La
revolución afecta a todos los aspectos de la vida común, porque en
nuestras sociedades modernas ningún problema es independiente de los
demás. Es vano creer que se puede aislar el problema político del
problema social, éste del problema económico, y que, en fin, se
puede resolver parcialmente la cuestión del destino temporal y
espiritual del hombre. La era de los compartimientos estancos se ha
cerrado ”
(Georges Burdeau, “Traité
de Science Politique”)
José Carlos Vilches Peña
En Vielha, a 27 de abril de 2008
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12 - Notas en el texto.
1MAIR,
L., “Introducción a la antropología
social”, Alianza Universidad,
Madrid, 1980, pág. 19.
3Sin
embargo, es instructivo leer este informe de la FAO
www.fao.org/worldfoodsummit/msd/Y1743s.pdf
en el que se ve claramente que “no es oro todo lo que reluce”,
dado que las desigualdades en el mundo agrícola se han agudizado
enormemente.
4Chateaubriand
lo dice mejor que yo lo diría: "Le temps fait pour les
hommes ce que l'espace fait pour les monuments, on ne juge bien des
uns et des autres qu'à distance et au point de la perspective ;
trop près on ne les voit pas, trop loin on ne les voit plus. (El
tiempo hace con los hombres lo que el espacio hace con los
monumentos: sólo se pueden juzgar correctamente, unos y otros, con
la distancia y tomando perspectiva: demasiado cerca, no se ven;
demasiado lejos, se ven menos todavía)" (en "Memorias
de ultratumba", Libro 29, Cap. VII, consultable en línea en la
dirección http://www.bacdefrancais.net/memoires_texte.html)
7Marías,
J., La mujer en el siglo XX, Alianza, Madrid, 1980, un libro
absolutamente recomendable, con una visión muy “cercana” sobre
el tema.
14El
artículo en cuestión se publicó en el “International
Socialist Journal”, en febrero de 1968, pp. 25-58. También se
publicó en la sección italiana del mismo I.S.J, “Problemi del
socialismo”, en setiembre de
1968 con el título
“La
Gioventú Come Classe”.
Es un artículo ampliamente citado, pero del que he sido incapaz de
encontrar una versión electrónica completa. En la base de datos
ERIC hay una referencia a él en texto completo, pero figura ya
descatalogado:
www.eric.ed.gov/ERICWebPortal/recordDetail?accno=EJ045152
Tampoco
lo he encontrado en JSTOR, ni en Springer, ni en el resto de
recursos de la Biblioteca de la UOC. Existen, evidentemente, copias
en papel en varias Universidades, pero inalcanzables para mí. Una
reseña muy correcta (a pesar de la apariencia del entorno, y en la
que me he basado para mis apreciaciones) se puede encontrar en la
página http://www.hippy.com/article-332.html