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3.Una reflexión sobre el Islam en España: los inicios y las primeras fronteras.


2.-Objetivo de la reflexión.

De los diversos enfoques que se podían dar a esta tercera actividad de la asignatura de Historia Medieval, propuestos por la consultora del Aula 1 en su mensaje del día 23 de noviembre pasado, he decido desarrollar conjuntamente las sugerencias hechas en cuanto a los motivos de la invasión de Hispania por el Islam y la manera en que se desarrollaron las primeras incursiones hacia el norte. Como en algún sitio y momento hay que poner un límite espacio-temporal a estas líneas de reflexión y opinión personal, he decidido finalizarlas en el momento, a principios del siglo IX, en el que se produce la primera estabilización de la frontera entre ambas civilizaciones.

3.-El punto de partida.

Aunque sólo sea de forma breve y esquemática, se debe abordar en primer lugar la situación inicial de las dos partes en conflicto: por un lado, el casi recién nacido1 (en términos históricos) Islam; por otro lado, la que llamaremos, por simplificar, la ya no tan joven2 Hispania visigoda.

3.1.-El Islam naciente.

Si hay una palabra que define al Islam en sus orígenes es "expansión". Ya en la época de los Califas Perfectos se observa el desarrollo de una potente expansión territorial, que como una mancha de aceite va haciéndolo crecer imparablemente. Tras poner orden en la propia Arabia después de la muerte de Mahoma, Abu Bakr hace retroceder al Imperio Bizantino en Siria y Palestina (batalla de Yarmuk, 636 d.C.) Omar hace lo mismo con el Imperio Sasánida (batalla de Qadisyya, 637 d.C.), y los territorios mesopotámicos quedan incorporados al naciente poder árabe, mientras que, por el sur, Egipto tampoco tarda en hacerlo (batalla de Heliópolis, 640 d.C., capitulación de Alejandría en 642 d.C.)

En estas conquistas iniciales podemos reconocer ya algunas características que nos serán útiles para nuestra reflexión sobre la llegada del Islam a la Península Ibérica. En el núcleo territorial del Hiyaz (extremo occidental de la Península Arábiga), las disputas tribales iniciales dan paso a la aparición de una fuerte aristocracia que detenta el poder político y es capaz de iniciar y dirigir una expansión territorial fulgurante. Y hay que añadir que sus éxitos se ven extremadamente favorecidos por las debilidades –importantes debilidades- de los imperios bizantino y sasánida. Es esta doble circunstancia (poder político árabe fuerte, debilidad estructural del adversario) la que explica de manera racional el éxito, que puede calificarse de asombroso, de una expansión territorial que con un esfuerzo guerrero relativamente pequeño consiguió la anexión de enormes territorios y poblaciones. No hay, por tanto, que recurrir a otras interpretaciones que se han dado sobre esa rápida expansión (superpoblación en un territorio pobre, disminución de recursos alimenticios, fervor religioso) y tenemos pues un poder árabe firmemente asentado que sabe aprovechar al máximo las debilidades de sus vecinos para anexionárselos. No olvidaremos estas características, situadas como vemos en la raíz histórica del Islam, cuando este llegue al Estrecho que hoy llamamos de Gibraltar. Tampoco olvidaremos que las acciones militares que permitieron estas anexiones no fueron, en absoluto, llevadas a cabo por tribus anárquicamente organizadas, sino que se realizaron mediante la creación de unos ejércitos (en el sentido clásico de la palabra), no especialmente numerosos, pero sí bien adiestrados y bien mandados. En el reclutamiento de esos ejércitos aparece una nueva variable que también tendremos en cuenta cuando saltemos el Estrecho: la estructura creada por Mahoma y los Califas Perfectos para la recaudación de impuestos entre las tribus permite llevar a cabo con cierta facilidad unas levas de personal anteriormente impensables.

Pensando también en lo que pasará cuando el Islam salte el Estrecho de Gibraltar, podemos comentar qué sucedió con la población originaria de las regiones invadidas. Aunque los casos de Siria, Mesopotamia y Egipto no sean totalmente idénticos, encontramos en ellos unos factores comunes muy reveladores de cómo se asentaron las conquistas llevadas a cabo. En primer lugar, los "invasores" son remunerados (en metálico y en posesión de tierras) en función de su participación en la conquista, a través de un registro (diwan) creado ya por el Califa Omar, por lo que la presión sobre el botín de guerra no es todo lo fuerte que podía haberse esperado, y las relaciones con la población "invadida" no son, en consecuencia, demasiado tirantes. En segundo lugar, esas relaciones se mantienen posteriormente –con todos los matices que sean necesarios- en un plano casi exclusivamente económico-impositivo, sin un gran cambio en la situación previa a la invasión en cuanto a poder local, funcionarios de la administración, organización eclesiástica,... con una falta de proselitismo religioso (al menos inicialmente) realmente notable. Incluso los impuestos que se pedían a la población sometida fueron establecidos, en gran manera, a imagen y semejanza de los ya existentes en cada zona.

Dejaremos aquí al Islam, a punto de entrar en el período del Califato Omeya, una vez extraídas algunas características de la expansión árabe que luego nos serán útiles. Este Califato de los Omeyas desarrollará una fuerte expansión por el norte de África, a partir de sus posiciones egipcias, llegando al actual Túnez hacia el año 670 d.C., enfrentándose con las tribus beréberes que poblaban la zona. Se llega a Tánger en los primeros años del siglo VIII, y bajo la dirección de Musa ibn Nusayr, el paso a Europa por su puerta sur no tarda en producirse, enmarcado de forma natural en este proceso imparable de expansión árabe.3

3.2.-La Hispania visigoda.

Al otro lado del Estrecho, ¿qué nos encontramos a principios del Siglo VIII?

Resumiéndolo mucho, se tiene bien documentado que el reino visigodo asentado en Hispania desde principios del siglo V estaba en un franco proceso de desestructuración (Glick, 2000:35 y ss.)4. Las causas eran, como siempre sucede, múltiples y, aunque diferenciadas, relacionadas fuertemente entre sí. Podemos citar, sin intención de profundizar en ellas en exceso, la debilidad de la monarquía, la división de la nobleza, un espacio rural en proceso de transformación debido al declive de las ciudades (Bonnassie et alt., 2001:13)5 (similar, en este momento, a lo que sucedía en toda Europa) y, por tanto, una economía en regresión, todo lo cual conducía inevitablemente a que el poder de facto estuviese fragmentado en manos de las oligarquías aristocráticas de cada territorio (Mestre, 1998;9)6. También hay que añadir que el término "Hispania visigoda" es un tanto engañoso, ya que el territorio no era homogéneo, y pueden distinguirse zonas en que el asentamiento visigodo se estableció más firmemente que en otras (Bonnassie et alt., 2001:11 y ss.)7, que conservaron en mayor medida sus costumbres hispanorromanas.

Así pues, reconocemos claramente las características que van a permitir una expansión islámica fulminante en la Península: debilidad y fragmentación del poder, desunión en las diferentes poblaciones (visigoda e hispanorromana), y una economía (tanto rural como urbana) en completo desorden.

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4.-Lo inevitable.

Separados apenas por unos pocos kilómetros de un mar bien conocido, era inevitable que ambos mundos entraran en contacto. Y no hay que recurrir, como afirma Glick (2000:41)8, a ninguna historia increíble para entender lo que pasó. El Islam, nacido en la expansión y por la expansión, se encuentra con un territorio que tiene todas las condiciones que ya en otros sitios anteriormente le han permitido una fácil conquista, y –simplemente- la inicia.

El problema que tenemos para fundamentar a conciencia esta opinión es la falta de la suficiente documentación de la época que nos permita hacerlo. Bonassie llega a hablar de "la pobreza de las fuentes disponibles" (Bonnassie et alt., 2001:56)9, aunque también es cierto que Glick afirma que se ha producido en los últimos años un "asombroso desarrollo de la arqueología medieval" (Glick, 2000:16)10 que permite encarar nuevas perspectivas en la relación entre el Islam y los reinos cristianos peninsulares.

En cualquier caso, si no sabemos con detalle el "porqué" sucedió (aunque es razonable pensar en lo inevitable de tal acontecer), sí sabemos bastante mejor qué pasó.

4.1.-La carrera hacia el norte.

En el 711, al principio de la primavera, Tariq atraviesa el Estrecho al mando de una tropa no excesivamente numerosa, esencialmente compuesta de caballería bereber (Glick, 2000:41)11, con mandos árabes. Inicia el camino de Sevilla por la calzada romana, pide refuerzos a Musa (gobernador islámico del norte africano), y acaba por enfrentarse, al principio del verano, a un ejército reunido y mandado por el rey Rodrigo (Roderico). El sitio exacto de esta decisiva batalla (la única digna de ese nombre en mucho tiempo) está sujeto a múltiples conjeturas12, pero el resultado y las consecuencias nos son bien conocidas.

Como un cuchillo caliente cortando mantequilla, las expediciones de Tariq y Musa recorren el territorio peninsular en una rápida carrera hacia el norte. Tariq, desde Sevilla, sigue el Guadalquivir, rodea Sierra Morena, conquista Toledo (ciudad emblemática en la época), y rodeando el Sistema Central (límite natural a la izquierda del cual se tardará mucho en entrar) bordea por el sur de la cordillera Cantábrica hasta Astorga. Musa, también desde Sevilla, llega a su vez a Toledo pero pasando por Mérida y luego siguiendo el Tajo. Desde Toledo llega a Zaragoza, sube por el Ebro y por el mismo camino Cántabro de Tariq llega a Astorga y penetra en Galicia hasta Lugo. Unos pocos años más tarde, Al-Hurr y Al-Samh desde Zaragoza llegan a Tarragona por Lleida, y siguiendo la costa barcelonesa y gironina toman Narbonne y Toulouse (716-721 d.C.)

Sin entrar en demasía en los detalles militares de la "conquista", sí podemos observar un factor común en los avances árabes: sus ejes principales están siempre constituidos por los ríos (Guadalquivir, Guadiana, Tajo, Ebro, Duero), lo que es perfectamente compatible con las necesidades de agua para un ejército esencialmente de caballería.

4.2.-El asentamiento: virtudes y problemas.

Igual que en sus conquistas anteriores, la organización islámica en las regiones que se iban "conquistando" se limitó a la recaudación de impuestos, sin ninguna imposición de tipo religioso. Lo que Glick llama "la curva de conversión al Islam" (Glick, 2000:46 y 47)13 pone de manifiesto que hay que esperar hasta casi el año Mil para que el 50% de la población de al-Andalus se haya convertido al Islam...

Si bien la ocupación del territorio fue rápida y fácil por los motivos que hemos explicado (y que aceptamos, personalmente hablando, como una explicación válida), no tardaron en surgir problemas entre el nada monolítico ejército islámico. Las revueltas beréberes del Magreb del año 739 se extienden a la Península, agravadas por el injusto reparto de tierras que se estaba haciendo entre los árabes y los beréberes que se iban asentando. En efecto, se observa que las mejores tierras del sur peninsular estaban mayoritariamente en manos árabes, mientras que los beréberes se veían limitados a las perores tierras situadas más allá del Sistema Central. A estas tensiones hay que añadir las que se produjeron en los años centrales de la década del 740, cuando tropas sirias reforzaron a los árabes en contra de los beréberes.

Esta desunión en el Islam peninsular se vió en vías de solución con la creación del potente emirato omeya de Córdoba, en el año 756, que tuvo una gran independencia política del Islam africano y oriental.

4.3.-Las primeras fronteras estables.

Ciertamente, esa desunión no dejó de ser aprovechada por los reinos cristianos del norte, los francos esencialmente, y así se pudieron hacer ataques con éxito para recuperar territorio: Narbona y toda la Septimania se recuperan en 759 d.C., Girona en el 785 y Barcelona en el 801.

En este momento, y estabilizándose a lo largo del sigo IX, se observan, de norte a sur, cuatro territorios bastante definidos. Al norte, el Imperio Carolingio, siendo su frontera sur aproximadamente la línea de los Pirineos. Más al sur, extendiéndose desde Pontevedra hasta Barcelona, y apoyándose en el Reino de Asturias, en la Cordillera Cantábrica y en el futuro Condado de Barcelona, se encontraban los territorios cristianos peninsulares. Una línea sinuosa que partía de Coimbra y bordeaba el Sistema Central por el sur, subiendo por Guadalajara y Medinaceli hasta Pamplona, marcaba el "territorio de nadie" apoyado en ambas márgenes del Duero. El resto de la Península, casi sus tres cuartas partes, formaba el Emirato de Córdoba14.

En estas primeras fronteras (que ya pueden calificarse de "estables") entre el Islam y los reinos cristianos, y apenas ciento cincuenta años después del desembarco de Tariq, empieza a gestarse la misma situación que antaño provocó la caída del poder visigodo. En efecto, se observa (especialmente en la frontera superior, al norte del Ebro) una fuerte tendencia árabe a la separación del poder del Emirato cordobés. Los linajes tribales vuelven por sus fueros, y las luchas eran constantes entre ellos para mantener el poder local o acceder al mismo. Ciertamente se peleaba contra el cristiano (más con incursiones cortas que de manera sistemática), pero también entre los diferentes grupos árabes.

Esta situación permitirá, como es fácil comprender, el avance de la frontera cristiana hacia el sur, iniciándose con la repoblación del valle del Duero y la creación del Reino de León. Pero esta fase ya sobrepasa el límite del objetivo impuesto en estas líneas, por lo que lo consideraremos otra historia, a tratar en otro momento...

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5.-A modo de conclusión: la opinión personal.

Un fenómeno tan importante como el de la entrada del Islam en Europa adolece, curiosamente, de una falta de fuentes coetáneas que permitan valorarlo en sus justos términos. Por ello, es inevitable –más que otras veces- acercarse al problema con una clara percepción y conciencia de las ideas previas y de los planteamientos epistemológicos personales. En mi caso personal, estos son bien simples, y se reducen a lo que se ha convenido en llamar "la navaja de Occam": en una primera aproximación, la explicación más simple es la que debe aceptarse. Y desde ese punto de vista me he formado, a partir de las lecturas realizadas, una opinión al respecto. Lo que sucedió era inevitable, ya que era lo más "simple". Un Islam nacido en la expansión y por la expansión, una Hispania con un modelo económico y político "agotado" y sin las suficientes relaciones con Europa como para evolucionar con ella o para apoyarse en ella... la conjunción de ambas circunstancias explica, de manera general y sin tener que recurrir a ninguna hipótesis ad hoc, lo que sucedió... "frustra fit per plura, quod fieri potest per pauciora"...(Guillermo de Ockham, 1288-1348)

José Carlos Vilches Peña,

en Vielha, país de Aran,

20 de diciembre de 2006.

6.-Bibliografía

A)Libros leídos y no citados:

ARIÉ, R., "Historia de España: España musulmana (dirigida por Tuñón de Lara)", Vol. 3, Labor, Barcelona, 1982.

CASTRO, A., "España en su historia. Cristianos, moros y judíos", Grijalbo, Barcelona, 1983.

CHALMETA, P. "Invasión e islamización", Mapfre, Madrid, 1994.

FLETCHER, R., "La España mora", Nerea, Hondarribia, 2000.

LADERO, M., "Historia Universal, Edad Media", Vicens Vives, Barcelona, 2004

SÁNCHEZ ALBORNOZ, C., "España, un enigma histórico", Edhasa, Barcelona, 1983.

WATT, M., "Historia de la España islámica", Cambio 16, Barcelona, 1992.

B)Libros leídos y citados explícitamente:

BONNASSIE, P., GUICHARD, P., y GERBERT, M., "Las Españas Medievales", Crítica, Barcelona, 2001.

GLICK, T., "Cristianos y musulmanes en la España medieval", Alianza Universidad, Madrid, 2000.

MANZANO, E., "Historia de las sociedades musulmanas en la Edad Media", Síntesis, Madrid, 1992.

MESTRE, J. y SABATÉ, F., "La frontera peninsular entre los siglos VIII y XV", Península, Barcelona, 1998.

C)Webgrafía:

http://www.artehistoria.com/histesp/contextos/5934.htm

En primer lugar, leí los libros de Arié y Ladero para situarme de modo general en el momento histórico. A continuación, empecé la lectura en paralelo de Castro y Sánchez Albornoz, cuya polémica me interesaba en principio, pero abandoné esa línea de estudio. Leí posteriormente el librito de Watt, y hojeé el Fletcher. Por último me centré en los primeros capítulos del libro de Chalmeta y del de Manzano. Más a fondo leí el de Glick y el de Bonnassie, y los mapas de Mestre estuvieron siempre delante.

Esta vez la consulta a la WWW ha sido mínima, por motivos obvios.

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7.-Notas en el texto.

1 La Hégira de Mahoma hacia Medina se suele datar en 622 d.C.

3 Para todo este resumen de cómo el Islam encaró sus conquistas desde el primer momento, me he basado en el libro "Historia de las sociedades musulmanas en la Edad Media", MANZANO, E., Editorial Síntesis, Madrid, 1992. Se han usado, dados los límites cronológicos usados, las páginas de los primeros capítulos, desde la 1 hasta la 70.

4 GLICK, T., "Cristianos y musulmanes en la España medieval", Alianza Universidad, Madrid, 2000.

5 BONNASSIE, P., GUICHARD, P., y GERBERT, M., "Las Españas Medievales", Ed. Crítica, Barcelona, 2001.

6 MESTRE, J. y SABATÉ, F., "La frontera peninsular entre los siglos VIII y XV", Ed. Península, Barcelona, 1998.

7 Ver nota 5.

8 Ver nota 4.

9 BONNASSIE, P., GUICHARD, P., y GERBERT, M., "Las Españas Medievales", Ed. Crítica, Barcelona, 2001.

10 GLICK, T., "Cristianos y musulmanes en la España medieval", Alianza Universidad, Madrid, 2000.

11 Ver nota 10.

12 En Carteya, según Vallvé; en la Laguna de la Janda, según Gayangos y Howell; en Sidonia, según Menéndez Pidal; en el río Guadalete, según Burguete; en Arcos, según Sánchez Albornoz; en el río Salado, según Dozy; en el rio Barbate, según Lévi-Provençal;... (Ver Mestre, 1998:10)

13 GLICK, T., "Cristianos y musulmanes en la España medieval", Alianza Universidad, Madrid, 2000.

14 Interpretación propia de los mapas en Mestre, 1998:10 y 11.

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