3.-El mundo Helenístico: versión resumida.


1.El estado ideal

Aristocles, de origen aristocrático, llamado Platón, “el de las anchas espaldas”, discípulo de Sócrates y mentor de Aristóteles, conforma con ellos el esplendor de la filosofía clásica, que pervive esencialmente en la moderna. Los temas por él tratados adoptan la forma de diálogos, en los que brilla su capacidad de análisis, un estilo muy cuidado y una aparente cercanía al lector, que los hace sumamente legibles. Nacido en Atenas (o Egina) en 428 aC, muere en ella en el 347. En nuestro imaginario se nos presenta como un idealista, perfeccionista, utópico… pero también es cierto que intentó, en varias ocasiones, que se pusieran en práctica sus ideas más “del día a día”, es decir, las políticas (en Siracusa, con Dionisio el Joven)

A lo largo de su vida, asistió a una serie de cambios políticos y sociales que influyeron indudablemente en su obra y en sus posicionamientos vitales. Sufrió la guerra del Peloponeso, y aunque no conoció a Pericles, sí que vivió su juventud en la “democracia radical” heredada de él. Vio el golpe de estado oligárquico de Los 400 en el 411 y la restauración democrática de Alcibíades. Al acabar la Guerra del Peloponeso con la derrota de Atenas, ve cómo se implanta el régimen1 oligárquico de Los Treinta Tiranos, y otra vez la restauración democrática de la mano de Trasíbulo y Eucleides, una democracia lastrada por las heridas no cerradas de los acontecimientos anteriores, y que llegó a sentenciar a muerte a Sócrates, un duro golpe para todos sus seguidores, Platón incluido. Observa cómo la hegemonía espartana se mueve en las turbias aguas de las alianzas -tanto de Atenas como de Esparta- con el antiguo enemigo, los persas, que empieza así a incorporarse de alguna manera al mundo griego. También ve Platón cómo acaba esa hegemonía espartana en Leuctra (371), dando paso a la de Tebas, contra la que luchan Esparta y Atenas, ahora aliadas y derrotadas en Mantinea (362) Y al final de su vida aún debe Platón contemplar la entrada de Macedonia en la historia griega de la mano de Filipo II. Todos estos sucesos, (alternancias democracia/oligarquía, dudosas alianzas entre Persia, Atenas y Esparta), interpretados desde la óptica de la decadencia ateniense, no hay duda de que conformaron en gran parte la obra de Platón, que asiste a ellos como espectador (esperanzado/desilusionado) pero intentando también ser actor.

En el tema político que nos ocupa, Platón escribe tres obras fundamentales: La República (386-370), El Político (369-362) y Las Leyes (361-347). Como se ve, son obras de plena madurez y senectud, dejando asomar un cierto pesimismo. La primera de ellas, en lo que nos atañe aquí, describe cómo habría de ser la ciudad “ideal”, en la segunda nos cuenta cómo debería ser el político “ideal” para gobernarla, y en la más “práctica/aplicada” de las tres, Las Leyes -de la que procede el fragmento proporcionado- hace una comparación entre los regímenes políticos de Esparta y Atenas, y selecciona de ellos lo que considera que debería estar presente no ya en una polis ideal, sino en “la mejor de las posibles” en la práctica. Se observa una clara evolución desde La República hasta Las Leyes, pasando de un sistema basado en la sabiduría de los gobernantes a otro basado en el sometimiento a los dictados de la ley. Su sistema se acerca bastante más a Esparta que a Atenas, muy posiblemente debido tanto a su origen aristocrático -que le hace apreciar más el gobierno de una minoría- como su visión cercana de la decadencia de Atenas, que achaca en buena medida a la decadencia provocada por la demagogia, forma degradada de la democracia más antigua.

Respecto a esos regímenes políticos, Platón considera que pueden ordenarse en una sucesión casi inevitable en el tiempo (de mejor a peor en su opinión) en monarquía/aristocracia (gobierno de sabios/ filósofos/ los mejores), timarquía o timocracia (corrupción de la aristocracia, abandonando la búsqueda del bien común), oligarquía (evolución de la timarquía, gobernando unos pocos buscando su beneficio personal), democracia (gobierno del pueblo, una reacción contra la oligarquía) y la tiranía (el gobierno de uno sólo, que alcanza el poder absoluto aprovechando la reacción del sistema democrático que se lo facilita). Observamos que la opinión de Platón sobre estos últimos regímenes está influenciada por haberlos visto y sufrido a lo largo de su vida, mientras que su sistema ideal, nunca puesto en práctica, estaría en manos de “los mejores”, que para él son indudablemente los filósofos. En un par de ocasiones viaja Platón a Siracusa con la intención de “convencer” al tirano Dionisio el Joven a sus ideas, pero sin gran éxito. Quizás no podía ser de otra manera, ya que la idea platónica del gobierno “de los filósofos” era altamente disonante en su momento histórico (lo mismo que posteriormente…)

Las ideas de Platón sobre la política no son independientes del resto de sus opiniones, y podemos ver la relación entre esas opiniones políticas y su concepción del alma humana en sus tres facetas, punto esencial en su doctrina, que impregna toda su obra. El alma “racional” podemos asociarla con los filósofos, los políticos ideales, adornados con la virtud de la prudencia (fronesis). El alma “irascible” correspondería a los guerreros, los guardianes del estado, cuya virtud representativa sería la fortaleza (andreia). Y el alma “apetitiva/concupiscible” estaría relacionada con el pueblo, adornado de la virtud de la templanza (sophrosyne)2. Según predominase cada una de esas facetas, nos encontraríamos con la aristocracia, la monarquía o la democracia, y cada uno de estos tres regímenes tendría su deriva corrupta en la oligarquía, la tiranía o el populismo demagógico, respectivamente. Esas ordenaciones y desequilibrios podemos verlas incluso en épocas muy posteriores, con diferentes interpretaciones del “contrato social” entre los individuos y los estados: el totalitario de Hobbes, el racional de Kant, el liberal de Locke, el democrático de Rousseau… la sombra de Platón es alargada…

En resumen, desde una posición política decantada más bien hacia una aristocracia “controlada”, Platón teme que la democracia radical fragmente la legitimidad popular en legitimidades individuales, que haga aparecer la idea de que “todo vale”, y, en particular, que derive hacia un populismo demagógico, caldo de cultivo de las tiranías, tal como lo ha visto y vivido. No cabe duda que estas reflexiones de Platón sobre democracia, tiranía y su propuesta de ¿despotismo ilustrado? han estado vigentes a lo largo de toda la historia de Occidente, y que han llegado bien vivas hasta nuestra actualidad.

2.El estado universal

Al morir Platón, Macedonia ya extiende el dominio a su alrededor, y la coronación de Filipo II en 356 aC lo acelera. La reforma del ejército macedonio, siguiendo al tebano Epaminondas, permitirá a Filipo extender su liderazgo sobre Grecia, sumida en estériles disputas. Con una excusa banal, interviene en un conflicto griego en Fócida, y aunque Demóstenes intenta unir a los griegos en su contra, esa unión llega cuando ya es tarde, en unas condiciones deterioradas en toda Grecia. En Queronea (338 aC) Filipo derrota a tebanos y atenienses, y Grecia pasa a depender de Macedonia (a excepción de Esparta, que logró evitarlo) Bajo la figura de la Liga de Corinto (otra más) Macedonia se impone de manera efectiva, sobre todo en política exterior, permitiendo en los asuntos internos de cada ciudad/estado una amplia autonomía. Filipo es asesinado (336 aC) en circunstancias confusas, dando paso a su hijo Alejandro, descendiente mítico de Hércules por su padre argéada y de Aquiles por su eácida madre Olimpia de Epiro.

La idea de Filipo de invadir Persia latía desde hacía tiempo, como leemos en Isócrates3. Puede pensarse que obedecía simplemente a la obtención de riquezas, y serviría de paso para dar salida a la endémica sobrepoblación y pobreza tanto macedónica como griega. Además haría de elemento de cohesión entre ambas naciones, liberando a los griegos del Asia Menor. Lo cierto es que cuando Alejandro accede al trono, Filipo ya había hecho pasar el Helesponto a una modesta fuerza expedicionaria. Cuando, tras dos años de asentamiento en el poder, Alejandro lo pasa con otra fuerza mayor -nada exagerada-, está iniciando los planes de su padre. Si nos preguntamos porqué Alejandro mantiene ese proyecto, pueden pensarse otras causas, pero serán meramente especulativas, ya que no existe certeza documental de las mismas. Las fuentes primarias sobre él (Ptolomeo, Aristóbulo, Calístenes, Nearcos, Clitarco) se han perdido, y llegan a nosotros en las voces de los muy posteriores Arriano, Diodoro, Curcio, Justino, Plutarco… cuyas versiones literarias tienen el valor que tienen. Las elucubraciones sobre las intenciones de Alejandro se centran en si buscaba o no el establecimiento de un imperio “universal” helénico (sustituyendo y ampliando el persa), si le movía la venganza por las Guerras Médicas, si sólo seguía los objetivos de Filipo… e ignoramos si salió de Macedonia con una idea definida sobre la totalidad de su proyecto o si la dinámica de los acontecimientos le llevaron de uno a otro. Pero la invasión/viaje/anabasis de Alejandro está ahí, y constituye una gesta única e irrepetible, un recordatorio de la expedición a Troya, un intento de apropiación de la monarquía “universal” que Darío y Jerjes pretendieron… No hay comparación posible con otros personajes históricos, con la excepción quizás de Napoleón, por lo que la estrella de Alejandro brilla destacada en el imaginario colectivo de todos los tiempos.

Tras cruzar el Helesponto, Alejandro vence en el río Gránico a los sátrapas de Asia Menor, costea hacia el Sur liberando las ciudades jónicas, recorre Anatolia, vuelve a la costa en Tarsos, y se enfrenta al Gran Rey en Issos (333 aC) derrotándole severamente. Continúa su viaje por la costa siria, y tras tomar Tiro, se dirige a Egipto, ciñéndose la sejemty en Menfis, fundando Alejandría (no será la última…) e identificándose con Amón en Siwa4. Retrocede hacia el Norte, tomando en Damasco el tesoro de Darío, y llega hasta Alepo, cerca de Issos. Hasta aquí, la campaña entra dentro de “lo normal”: ha liberado las costas mediterráneas, Asia Menor y Anatolia, se ha asegurado5 el granero de Egipto, y ha dado un severo correctivo a los persas.

Pero en Alepo las aguas del Éufrates tientan a Alejandro. Las empieza a seguir, desviándose de ellas para enfrentarse a Darío en Gaugamela, tras cruzar el Tigris, habiendo un antes y un después de esta crucial batalla. Dos ejércitos muy diferentes en calidad y cantidad se enfrentan en una llanura abierta, donde Darío puede hacer maniobrar su numerosa caballería. Pero la superior organización y disciplina del ejército macedonio6 permiten a Alejandro poner en fuga a Darío (que se comporta un tanto cobardemente ante su empuje) desmembrando para siempre su ejército. Siguiendo el Tigris ocupa Babilonia, y se dirige a tres ciudades más simbólicas aún: Susa, Persépolis y Pasargada. La primera fue capital del Reino de Elam y de los Aqueménidas; la segunda era la capital administrativa de los Aqueménidas; la tercera alberga la tumba de Ciro II, creador del Imperio Aqueménida, que indudablemente Alejandro visitó. Persiguiendo a Darío, sube hacia el Norte, pasando por Ecbatana (más símbolos: capital de los Medos, predecesores de los Aqueménidas) y más allá de las Puertas Caspias se entera que Darío ha sido asesinado por Besos.

Es un momento crucial en la Historia. Conseguidos los objetivos “razonables” de su campaña (en sólo cuatro asombrosos años) Alejandro podía volver fácilmente al Mediterráneo. Pero adopta una decisión que escapa a nuestra comprensión, emprendiendo un increíble viaje que le llevará hasta las puertas de la India. No es un viaje fácil, y las dificultades se multiplican: las bélicas, enfrentándose a una guerra de guerrillas (con Espitamenes, p. ej.) que difícilmente puede controlar, las geográficas (las montañas del Hindu Kush, p. ej.) y las derivadas de la convivencia de sus tropas y los habitantes de los terrenos conquistados.

En efecto, los problemas organizativos de la conquista empiezan a pasar por delante de los propiamente militares. Inicialmente, Alejandro da el mando de las satrapías conquistadas a macedonios de su confianza, pero ante la extensión y complejidad de lo conquistado no tiene más remedio que dar paso a gobernantes autóctonos. A la vez, su identificación personal con el poder persa hace que sus compañeros empiecen a sentirse descontentos. Asistimos a un proceso de orientalización de Alejandro, nada del agrado de sus macedonios. Se vestía como un persa, con el kusti y a veces el sedra mazdeísta; se casó con la sogdiana Roxana y con Estatira, hija de Darío, y casó a muchos de sus macedonios con mujeres persas (en Susa, p. ej.); adoptó rituales persas (prosternarse -proskynesis- delante suyo, p. ej.) y persiguió con dureza los acercamientos de los macedonios a los griegos. La tensión entre los expedicionarios iba creciendo, y quizás explique en parte la negativa del ejército a seguir más allá del río Indo, tras derrotar a Poros, en las fronteras del Punjab (326 aC). Alejandro desciende hasta el Océano Índico siguiendo el río Indo, y divide sus fuerzas en para regresar a Babilonia (Cratero por Kandahar, Alejandro por el desierto de Gedrosia y Nearco por el Índico)

Muere Alejandro en circunstancias dudosas en el 323 aC en Babilonia. Detrás suyo quedan once años que cambiaron la historia, abriendo Asia a Occidente, tanteando la frontera india y casi rozando la china, fundando ciudades que perpetuarán su nombre, creando el mayor imperio conocido, intentando fundir conquistadores y conquistados en un solo estado sin diferencias entre ellos.

Entra Alejandro en la Historia por lo que de él conocemos, “los hechos” como suele decirse. Su increíble viaje “está ahí”, marcado por decenas de Alejandrías, y sus consecuencias son conocidas, sobre todo las que anuncian la posterior época helenística. En la leyenda entra por lo que de él no sabemos, que es lo esencial de la persona: ¿qué pensaba, qué deseaba, porqué hizo lo que hizo? Las respuestas conforman la leyenda de Alejandro, y obviamente son meras especulaciones. La literatura ha producido una ingente obra sobre él, con un balance claramente positivo, aunque sin esconder sus aspectos oscuros. El cine también se le ha acercado, de manera épica y espectacular. Por ejemplo, Colin Farrell interpreta a un Alejandro presentado como un héroe al estilo de Aquiles (el paralelismo Aquiles/Alejandro y Patroclo/Hefestión está presente en todo el film) y que en la arenga a sus tropas se refiere al honor del país, a los antepasados, y, cómo no, a la libertad ¡todo un clásico! (recuerda una arenga similar de Mel Gibson en Braveheart). Al guionista de Stone se le escapa en esa arenga una frase “políticamente incorrecta” cuando dice “...estamos aquí como macedonios y hombres libres...” olvidando a griegos, cretenses,…

Mirar las estrellas del cielo y sentir en la nuca el aliento de la eternidad, eso es el acercarse a la figura de Alejandro, Magno por derecho propio.

 

3.Los estados fragmentados

Al morir Alejandro en 323 aC no deja definido su sucesor, y ninguno de sus generales tiene el suficiente carisma como para ser reconocido como tal. Sin tener la intención de desmembrar el neonato Imperio, los diadocos hacen un reparto territorial para facilitar el gobierno de un territorio extensísimo. Pero el intento está condenado al fracaso, dadas las ambiciones personales de casi todos ellos. Se inicia una época cuya historia es, según Finley, “...muy pesada, monótona y llena de frecuentes vilezas, de continuas guerras, de mala fe y de no pocos asesinatos.”

Tras ese período convulso, desde la muerte de Alejandro hasta la consolidación de Macedonia en 276, se llega a una cierta estabilidad, dominada por tres reinos helénicos formados sobre los territorios de Alejandro. En el Sur, Egipto, regido inicialmente por Ptolomeo, el único general de Alejandro que se salvó del asesinato. El casi emperador romano Augusto, tras la batalla de Accio (31) pondrá fin a esta dinastía Lágida. En el Este, el reino de Siria (Seleukis) se extendía hacia el Este hasta los confines alcanzados por Alejandro, gobernado por Seleuco I (311-281), el primer Seleúcida. Roma también interviene en Siria, y tras la batalla de Magnesia y la Paz de Apamea (188) la cuesta abajo es inevitable, empujada por los conflictos con el expansionismo parto (arsácidas), acabando Siria como una provincia romana en el 63, con una Roma en las postrimerías republicanas. En el Norte, el reino de Macedonia es al que más le cuesta estabilizarse, debido quizás a la carga histórica que llevaba como iniciador de todo el proceso desde Filipo II y Alejandro. La estabilización la consigue Antígono II Gónatas, nieto de Antígono I Monóftalmos y de Antípatro, dos generales de Alejandro. (Su padre, Demetrio Poliorcetes, había intentado una reunificación, siquiera parcial, de los territorios perdidos por Antígono I, sin conseguirlo). Discípulo de Zenón de Citio, fundador del estoicismo, favoreció la cultura bajo una monarquía absoluta, que recuerda las tiranías de la época clásica, y procuró someter las ciudades de la Grecia central, como los Antigónidas posteriores hicieron. Igual que Egipto y Siria, Roma, aún republicana, acaba con Macedonia en la batalla de Pidna (168), entre la II y la III Guerras Púnicas.

Esos reinos no están solos. Al Oeste tropiezan con Cartago y Roma, que será el verdugo de todos ellos. Al Este limitan con el reino de los Maurias, luego indo-parto. Y en el centro de todo ello, como si fuera -que lo era- el corazón del mundo heleno, está lo que queda de la Grecia continental, soportando su decadencia mediante diversas Ligas (Aquea, Etolia, Beocia,…) que intentan paliar el deterioro de poder que sufre. Aparece una resistencia, no militar ni política, pero sí cultural. Mientras a su alrededor todo es monarquía absoluta (¿herencia persa o de Alejandro?, con reyes que lo son a título personal, no ligados al territorio), Grecia mantiene las formas clásicas de gobierno, con severas limitaciones efectivas. Donde no hay limitación es la helenización que irradia...

En efecto, aunque la paideia clásica está anquilosada, se convierte, con las adaptaciones a cada entorno7, en el sistema educativo del mundo conocido, la oikouménē. Dadas las limitaciones políticas impuestas por las monarquías, el centro de la vida educativa y social se traslada al gymnasium, crisol de la koiné, una comunidad cultural, con la misma lengua y la misma tradición jurídica, ateniense esencialmente. En esos centros culturales, muy difundidos, se relacionaron los griegos con los autóctonos, impulsando el proceso de helenización en todos los reinos helénicos8, cuyos dirigentes surgen de él. A la vez, la filosofía sigue teniendo el foco en Atenas, y a las escuelas platónica y aristotélica se suman la estoica y la epicúrea. En su afán de difundir el conocimiento, se produce una “diseminación” en la que filósofos, gramáticos, retóricos… griegos o helenizados, enseñan en casas reales o de nobles, los que pueden pagarlo. El fenómeno es de importante extensión9 y difícil de sistematizar, por lo que se presentarán algunos ejemplos para ilustrarlo.

Tras recordar a Platón en Siracusa y Aristóteles en Pella, citemos al filósofo Demetrio de Falero, que gobernó Atenas en 317-307, llevando a la práctica el ideal platónico del filósofo-gobernante, sin demasiado éxito. Sirve también como ejemplo de la dispersión comentada, pues tras su expulsión de Atenas acabó en Egipto con Ptolomeo I, organizando la Biblioteca alejandrina. Vemos también a los estoicos Perseo y Filónidas de Tebas, enviados por Zenón a la corte de Antígono II Gónatas, para educar a los macedonios y aconsejarlos en su relación con Grecia. El sistema es a veces hereditario en sus orígenes y destinos: Cleantes, discípulo de Zenón, tiene como discípulo a Esfero Bosforano, y lo envía a la corte de Ptolomeo Filopator. A Egipto también acuden historiadores como Agatárquides de Cnido, que con Ptolomeo VIII escribió unas historias de Asia y Europa. También en el entorno cercano encontramos historiadores-gobernantes, como el tirano Duris de Samos, cercano a la filosofía peripatética e historiador ¡aunque no en la línea de Tucídides! Vemos que el fenómeno llega hasta el final del período helenístico, p. ej. con Nicolás de Damasco, filósofo peripatético, que tras educar en Egipto a los hijos de Cleopatra y Marco Antonio, fue a la corte de Herodes I donde escribió una Historia Universal (nada menos...)

Citando historiadores, señalemos que el más importante del período, Polibio de Megalópolis, es llevado a Roma como rehén tras la III Guerra Macedónica, trabajando en el entorno de los Escipiones10. Como en todo el período Roma va tomando porciones del mundo helénico, a la vez que va siendo helenizada a pesar de alguna oposición, como la de Catón el Viejo, será cada vez más frecuente encontrar preceptores griegos o helenizados en las casas nobles romanas. Destacaremos los que, gracias a Suetonio, conocemos sus empleadores: Sila tiene como biógrafo al liberto Cornelio Epicado, Julio César tiene como mentor al galo Marco Antonio Grifón y al retórico Molón de Rodas (maestro de Cicerón, como Grifón), Pompeyo el Grande se hace acompañar del retórico Pompeyo Leneo y asiste a la escuela de Otalicio Pilito, Bruto y Casio se hacen enseñar por Estaberio Eros, Marco Antonio tiene como maestros a Epidio y Clodio, Augusto también tiene a Epidio como maestro, a Higino como bibliotecario, como mentores de filosofía a los estoicos Ario Didimo y Atenodoro de Tarso, y conocemos su amistad con Horacio, que había estudiado la filosofía epicúrea en Atenas. Augusto y Horacio son amigos de Virgilio, autor de La Eneida, una búsqueda de la raíz griega en el pasado romano y una legitimación del poder de Augusto en su identificación con el héroe Eneas.

En su conjunto, observamos que en todo el período helenístico yace la pugna entre el mundo griego resistiéndose a morir, y su heredero romano que lo va subyugando, al menos materialmente. No hay dos civilizaciones más distintas, como dice Anquises:

Que otros esculpan

un bronce que se ablande y respire;

¡sea! saquen del mármol rostros vivos,

vuelen a más altura en su elocuencia,

con el puntero el firmamento midan

y ortos en él de soles mil columbren…

Más tu misión recuerda tú, Romano:

regir a las naciones con tu imperio

(esas son tus artes), imponer al mundo

el uso de la paz, darla al vencido,

y arrollar al soberbio que la estorbe”11

Roma conquistó Grecia, esta helenizó aquella... no sabemos muy bien quién conquistó a quién:

Graecia capta ferum victorem cepit et artes

intulit agresti Latio;...12

 

4.Bibliografía

Entre corchetes, el nº de ejercicio en el que se usó:

1.-El estado ideal. / 2.-El estado universal. / 3.-El estado fragmentado.

[1,2,3]Alonso Troncoso, Víctor. El genio de Grecia. Madrid: Historia 16, 1988. (Historias del viejo mundo; 10)

ISBN 84-7679-101-1

[2,3]Beltrán, F; Marco, F. Atlas de Historia Antigua. Zaragoza: Pórtico, 1996. 127 p.

ISBN 84-7956-008-8

[1]Bosch-Veciana, Antoni [et al.]. Atena. Lectures de Filosofia. 3a ed. Barcelona: La Magrana, 2007. 320 p. (Orígens; 108)

ISBN 84-7871-775-7

[1]Botella, Juan [et al., ed.]. El pensamiento político en sus textos. De Platón a Marx. Madrid: Tecnos, 1994. 455 p. (Ciencias Sociales, Serie de Ciencia Política)

ISBN 84-309-2522-8

[1,2,3]Carreras Monforte, César [et al.] El mundo clásico I. Barcelona: FUOC, 2012. 331 p.

ISBN

[3]Farrés Juste, Oriol. Consideraciones sobre el estado ideal en la filosofía política de los estoicos: kynósoura. [en línea]. Instituto Lucio Anneo Séneca: Grupo de investigación Nomos, 2005.

ISSN 1699-7840

<http://e-archivo.uc3m.es/bitstream/handle/10016/552/iescpB061313.pdf?sequence=1> [25/12/14]

[2,3]Feo, Herminia. Alejandro y la civilización helenística. Madrid: Cincel, 1979. 77 p. (Historia Universal; Cuadernos de estudio; 6)

ISBN 84-7046-097-8

[1,3]Finley, M.I. Los griegos de la antigüedad. 4a ed. Barcelona: Labor, 1973. 195 p. (Nueva colección Labor; 7)

ISBN 84-335-9363-3

[2,3]Gómez Espelosín, F.J. Introducción a la Grecia Antigua. Madrid: Alianza Editorial, 1998. 428 p. (Biblioteca Temática, Clásicos de Grecia y Roma; 8209)

ISBN 84-206-3653-3

[1,2]Hidalgo de la Vega, María José; Roldán Hervás, José Manuel; Sayas Abengochea, Juan José. Historia de la Grecia Antigua. Salamanca: Ediciones Universidad, 2008. 490 p. (Historia Salamanca de la Antigüedad, Manuales Universitarios; 58)

ISBN 978-84-7481-889-5

[2]Isocrates. Discours à Philippe. [en línea]. Philippe Remacle: L'Antiquité grecque et Latine, 2009.

<http://remacle.org/bloodwolf/orateurs/isocrate/philippe1.htm> [21/12/14]

[3]Laercio, Diógenes. Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. [en línea]

<http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12140528718935940987213/> [25/12/14]

[2]Morkot, Robert. Atlas de la Grèce antique. París: Autrement, 1999. 144 p. (Atlas/Mémoires)

ISBN 2-86260-764-9

[1,2]Osborne, Robin (ed.) La Grecia Clásica. 500-323 a.C. Barcelona: Crítica, 2002. 318 p. (Historia de Europa Oxford; 1)

ISBN 84-8432-309-9

[1]Platon. Les Lois. [en línea]. Philippe Remacle: L'Antiquité grecque et Latine, 2009.

<http://remacle.org/bloodwolf/philosophes/platon/loisindex.htm> [12/12/14]

[1]Platon. La République. [en línea]. Philippe Remacle: L'Antiquité grecque et Latine, 2009.

<http://remacle.org/bloodwolf/philosophes/platon/loisindex.htm> [12/12/14]

[1]Platon. Le Politique. [en línea]. Victor Cousin [trad.]: Projets Wikimedia, 2014.

<http://fr.wikisource.org/wiki/Le_Politique_(trad._Cousin)> [12/12/14]

[2]Rossen, Robert (director); Burton, Richard (actor principal). Alexander the Great (Alejandro Magno) (1956). [Película]. USA: United Artists.

[2]Stone, Oliver (director); Farrell, Colin (actor principal). Alexander (Alejandro Magno) (2004). [Película]. USA: Warner Bros.

[3]Suetonio. Gramáticos y retóricos ilustres. Barcelona: Iberia, 1982. 375 p. (Obras Maestras)

ISBN 84-7082-053-2

[1]Vallejo Campos, Álvaro. Platón, el filósofo de Atenas. Barcelona: Montesinos, 1966. 188 p. (Biblioteca temática; 65)

ISBN 9788489354173

[2,3]Walbank, F.W. El mundo helenístico. Madrid: Taurus, 1985. 263 p. (Historia del Mundo Antiguo)

ISBN 84-306-5505-0

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NOTAS:

1 En el que Platón tenía dos parientes...

2 La cuarta virtud, la justicia (dikaiosyne) estaría por encima de todas, equilibrándolas y manteniéndolas juntas.

3 Filipo, 6 y 50

4 A partir de aquí, lo veremos representado con los dos cuernos del carnero.

5 Como hará Augusto tres siglos más tarde.

6 Y griego, cretense, tracio, tesalio,...

7 En Roma, p. ej., la paideia deriva hacia una humanitas, más realista y social.

8 Con matices importantes: Egipto frenaba un tanto la helenización y el reino Seleúcida la impulsaba fuertemente.

9 Consultadas esencialmente las obras de Diógenes Laercio y Suetonio.

10 Con Publius Cornelius Scipio Aemilianus Africanus, hijo del vencedor en Pidna. Tuvo Emiliano como consejeros al ecléctico filósofo Panecio de Rodas y al escritor Publio Terencio Afer.

11Virgilio, La Eneida,Libro VI, 847-853. Traducción de Aurelio Espinosa Pólit. ISBN 84-376-2036-8

12Horacio, Epistula I Ad Augustum, 156-157. [en línea] Bibliotheca Augustana, 2014. http://www.hs-augsburg.de/~harsch/Chronologia/Lsante01/Horatius/hor_ep21.html [25/12/14]